Ethan Volkov, un joven de apenas 24 años vivía en una cabaña rústica escondida en lo profundo del denso bosque en el estado de Washington. Rodeado de árboles centenarios y la fauna silvestre, había encontrado un refugio en la naturaleza, lejos del caos de la vida humana y de la manada que había dejado atrás. La cabaña, aunque sencilla, estaba cuidadosamente mantenida, con muebles de madera tallada y una chimenea de piedra que creaba un ambiente acogedor.
Una tarde, mientras Ethan afilaba un cuchillo de caza junto a la chimenea, sintió una presencia familiar. Al levantar la vista, vio a un lobo majestuoso transformarse en la figura de su padre, Iván Volkov. La preocupación era evidente en los ojos azules de Iván, un reflejo del vínculo que los unía, a pesar de la distancia que Ethan había impuesto. —Hijo —dijo Iván, con voz profunda y cargada de emociones—, por fin te he encontrado. ¿Cómo has estado? Ethan se puso de pie y abrazó a su padre. Aunque había decidido aislarse, la visita de Iván trajo consigo un consuelo inesperado. —Padre, es bueno verte, después de tanto tiempo —dijo Ethan, sintiendo el calor del abrazo—. Pero ya sabes por qué me fui. No puedo volver mientras el usurpador siga siendo el Alfa. Ivana asintió con tristeza, recordando los eventos que habían llevado a la partida de Ethan. La traición y la ascensión al poder del nuevo Alfa habían roto la armonía de la manada, y Ethan había elegido el exilio antes que someterse a un liderazgo corrupto. —Sé lo difícil que ha sido para ti —respondió Iván, con un suspiro—. Te he buscado durante meses. Fue difícil encontrarte después de que anulaste el enlace, temía perder cualquier contacto con mi hijo. Pero necesitaba saber que estabas bien, así que te he buscado por todo el planeta tierra. Ethan miró a su padre, su expresión endurecida por la determinación y el dolor del pasado. —Estoy bien, padre. Este lugar me permite vivir en paz y ser quien soy, sin la sombra de la traición. No puedo regresar hasta que las cosas cambien. Iván lo entendía, pero no podía evitar la preocupación por su hijo. Sabía que la vida solitaria no era fácil y temía por la seguridad de Ethan en medio de los desafíos que acechaban en el bosque. —Solo quería que supieras que la manada te extraña, al igual que te necesita —dijo Iván, colocando una mano en el hombro de Ethan—. Y que siempre tendrás un lugar entre nosotros cuando decidas regresar. Ethan asintió, agradecido por las palabras de su padre. —Gracias, padre. Lo pensaré. Pero por ahora, necesito estar aquí, diles de mi parte que me perdonen por abandonarlos. Iván respetó la decisión de su hijo, aunque su corazón deseaba poder llevárselo de vuelta a la poca seguridad de la manada. Después de un largo y silencioso intercambio de miradas, Ethan lo invitó a pasar, le dio ropa para que se vistiera y compartieron una agradable comida. Luego Iván se despidió, transformándose nuevamente en lobo y desapareciendo en la espesura del bosque. Ethan se quedó solo, observando las sombras alargarse con el atardecer. A pesar de la soledad, encontró consuelo en la naturaleza, sintiendo que el bosque y su lobo interior le proporcionaban la libertad y la paz que tanto anhelaba. Pero es que la visita de su padre había dejado a Ethan con una mezcla de emociones. Mientras se preparaba para dormir, sus pensamientos estaban divididos entre la conversación que habían tenido y los recuerdos del pasado. La cabaña estaba envuelta en una quietud reconfortante, rota solo por los suaves sonidos del bosque nocturno. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de conciliar el sueño, un ruido extraño lo puso en alerta. Se incorporó, rápidamente, sus sentidos agudizados y su instinto de lobo en plena acción. Al salir de la cabaña, el familiar aroma invadió sus fosas nasales: era su pequeña hermana, Aria, y su mejor amigo, Derek Ambos estaban de pie en el claro, con expresiones decididas. Aria, con su cabello oscuro y sus ojos brillantes, se veía tan valiente como siempre. Derek, robusto y leal, lo miraba con determinación. —¿Qué están haciendo aquí? —preguntó Ethan, sorprendido y preocupado—. No pueden dejar la manada así, pueden culparlos de traición. Aria fue la primera en hablar, su voz firme y decidida. —No vamos a someternos a ese Alfa, Ethan. No después de todo lo que ha hecho. Nos negamos a seguir sus órdenes. Derek asintió, apoyando a Aria. —Estamos aquí para quedarnos contigo, Ethan. No podemos seguir en la manada bajo su liderazgo corrupto. El verdadero Alfa de Alfas está ante nuestros ojos. Ethan suspiró y negó con la cabeza, sintiendo una mezcla de orgullo y preocupación por su hermana y su amigo. Sabía que su presencia aquí los ponía en peligro. —No pueden quedarse aquí. Es demasiado arriesgado. Deben regresar a la manada. No puedo protegerlos de todo. Aria se adelantó, sus ojos llenos de determinación. —Ethan, hemos tomado nuestra decisión. No te dejaremos solo. Eres el verdadero líder y no podemos seguir ignorando eso. Derek, con su habitual serenidad, añadió: —Estamos aquí para apoyarte, hermano. Juntos somos más fuertes. No necesitamos a ese usurpador. Ethan miró a los dos jóvenes, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que eran leales y valientes, y que su decisión de unirse a él no era tomada a la ligera. —¿Cómo llegaron aquí? —preguntó Ethan. —Seguimos a nuestro padre —respondió la joven. —¿Has hablado con él sobre esto, Aria? —pregunto preocupado Ethan—. Padre puede preocuparse si no te ve en la manada. —Ya él lo sabe, así que no te preocupes —Aria sonrió para tranquilizar a su hermano mayor—. Él está de acuerdo. Ethan suspiró, sentía que algo más pasaba y, aunque su corazón deseaba protegerlos, también sabía que no podía rechazar su apoyo. —Está bien —dijo finalmente, con una mezcla de resignación y esperanza—. Pero debemos ser cuidadosos. Hay muchos peligros en este bosque y ustedes se comportan en mi casa. Aria y Derek asintieron, satisfechos con la respuesta de Ethan.Ylva se encontró nuevamente en el hermoso prado de sus sueños. El lugar estaba tan encantador como siempre, con flores de colores vibrantes que ondeaban suavemente con la brisa y mariposas de alas iridiscentes que danzaban en el aire. La sensación de paz y felicidad envolvía el lugar, y el clima era cálido y acogedor.Frente a ella estaba Luna, la majestuosa loba de pelaje blanco y plateado que brillaba bajo la luz del sol. Luna, con su tamaño imponente y ojos azules profundo, irradiaba una majestuosidad que llenaba el prado de energía tranquila y poderosa.Ylva no podía evitar admirar a Luna con emoción, sintiendo una profunda conexión con la loba.—Eres tan hermosa y grande —dijo Ylva, con los ojos llenos de admiración—. Estoy segura de que no eres una loba cualquiera. ¿De dónde vienes?Luna inclinó la cabeza, sus ojos reflejando sabiduría y misterio.—Vengo del Reino de Lycandar, Ylva.El corazón de Ylva se llenó de curiosidad. Quería saber más sobre este reino misterioso.—¿Cómo e
En el corazón del continente de Erandor se encuentra el Reino de Lycandar, una majestuosa ciudad alejada de los seres humanos. Un vasto territorio dominado por licántropos y hombres lobo. Sus extensos bosques y montañas proporcionaban el refugio perfecto para estas criaturas, que vivían en armonía con la naturaleza y bajo el liderazgo de un poderoso rey Lycan. Aunque parecía una ciudad sacada de la época medieval, con sus elegantes edificios de piedra, mansiones señoriales y encantadoras casas, también contaba con muchas comodidades modernas.Una loba esbelta y ágil, Sarai, que trabajaba como mensajera para la Corte Imperial, corría a gran velocidad a través del denso bosque que rodeaba la ciudad. Su pelaje gris plateado brillaba bajo la luz de la luna mientras esquivaba ramas y saltaba sobre raíces con una gracia incomparable. Sarai llevaba consigo una carta urgente, y sabía que cada segundo contaba.Finalmente, llegó a la imponente fortaleza que servía como sede del poder en Lycan
Elena no podía evitar recordar las palabras de aquella mujer misteriosa que se había presentado en su vida muchos años atrás. La mujer le había advertido que Ylva experimentaría una transformación al cumplir 15 años. Aunque la mujer había tratado de olvidarlo, los eventos recientes le hacían recordar esas palabras. Después de que Ylva fue dada de alta del hospital, Elena se mantuvo más atenta a cualquier señal de cambio en su hija. Sin embargo, los días pasaban y parecía que la fiebre había sido solo un episodio aislado. A pesar de que los médicos no lograron encontrar una explicación para la fiebre, Elena trató de convencerse de que todo estaba bien.El único cambio evidente que notó en su hija fue algo inesperado. Al llegar a casa tras su estancia en el hospital, experimentó su primera menstruación, algo que para la mayoría de las jóvenes ocurre a una edad más temprana. Esto la sorprendió y, en cierto modo, la inquietó, pero no le dio mucha importancia, pensando que era simplemente
Ylva despertó lentamente, con la mente nublada y la vista borrosa. Se dio cuenta de que estaba en una habitación desconocida, rodeada de paredes de un blanco inmaculado y con el suave sonido de aparatos médicos zumbando a su alrededor. Antes de que pudiera procesar completamente dónde se encontraba, la puerta se abrió y entraron sus hermanos, Federico y Elsie.—¡Ylva! —exclamó Federico con alegría, corriendo hacia su cama.—¡Estás despierta! —añadió Elsie, con una gran sonrisa.La alegría de sus hermanos fue contagiosa, y Ylva no pudo evitar sonreír. Ver sus rostros aliviados le dio una sensación de calidez y consuelo.—¡Mamá, papá, Ylva está despierta! —gritó Federico, llamando a sus padres con emoción.No pasó mucho tiempo antes de que Elena, entrara apresuradamente en la habitación, seguida de cerca por Thomas. La preocupación en sus rostros se transformó en alivio al ver a Ylva despierta y consciente.—Ylva, cariño, ¿cómo te sientes? —preguntó Elena, acercándose a la cama y tomand
Ylva respiró hondo mientras cruzaba las puertas de su nueva escuela en Vermont. Los pasillos estaban llenos de estudiantes, y la sensación de empezar de nuevo en un lugar desconocido la hacía sentir una mezcla de nerviosismo y emoción.Mientras caminaba hacia su casillero, una chica con cabello negro, ondulado y largo, y ojos dorados como el oro, se acercó a ella con una sonrisa amistosa.—Hola, ¿tú debes ser la nueva estudiante, verdad? —preguntó la chica con entusiasmo.Ylva se sorprendió por el saludo directo y no pudo evitar mostrar su desconcierto.—Sí, soy Ylva —respondió, tratando de sonar segura.La chica notó la sorpresa en el rostro de Ylva y soltó una risa suave.—¡Te estábamos esperando! Después de todo, Vermont no es un lugar muy grande. Aquí todo se sabe rápidamente. Soy Isabel Whitmore, ¡encantada de conocerte! —dijo, extendiendo una mano y luego dándole un abrazo amistoso.Ylva sintió que Isabel estaba inusualmente helada al tacto, pero antes de poder procesar ese pens
Las semanas pasaron y Ylva se adaptaba cada vez más a su nueva escuela. Las clases iban bien y comenzaba a sentirse más cómoda con sus compañeros. Sin embargo, un día, todo cambió cuando el profesor anunció que harían una evaluación en parejas. —Voy a asignarles sus parejas para este examen —dijo el profesor mientras leía la lista—. Ylva Mistral y David Whitmore. Ylva se sorprendió al escuchar su nombre junto al de David. Desde su llegada, apenas habían cruzado miradas, y mucho menos palabras. Sin más opción, recogió sus cosas y se dirigió a la mesa donde estaba sentado David, pues él no mostró ninguna intención de moverse, así que Ylva tomó asiento junto a él. Mientras empezaban a organizarse para el examen, Ylva escuchó claramente una queja en la voz de David. “Huele a perro mojado, qué tormento” Confundida, Ylva se giró hacia él, mirándolo directamente. David levantó la vista de sus papeles y la miró con frialdad. —¿Qué es lo que ves? —preguntó, su tono seco y distante. Ylva
En el corazón del Reino de Lycandar, la majestuosa fortaleza de la manada del Imperio estaba envuelta en la calma de la noche. Las estrellas brillaban en el cielo y una ligera brisa susurraba entre los árboles del bosque que rodeaba el castillo.Aldric, con su imponente figura y su cabello blanco como la nieve, caminaba por los silenciosos pasillos. Se detuvo frente a la puerta de la habitación de su pequeña hermana, Katrina. Tocó suavemente antes de abrir la puerta y entrar.Katrina, con solo 15 años, estaba sentada en su cama, mirando por la ventana con una expresión de preocupación. Su cabello blanco pero a diferencia del de su hermano tenía algunos mechones dorados caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus ojos reflejaban la luz de la luna con un brillo melancólico.—Katrina, ¿qué haces despierta a estas horas? —preguntó Aldric en voz baja, acercándose a su cama.Katrina levantó la vista y esbozó una pequeña sonrisa al ver a su hermano mayor.—No puedo dormir, Aldric —respondi
La luna llena iluminaba el bosque, proyectando sombras alargadas que bailaban entre los árboles. Ylva, con su cabello blanco como la nieve y sus ojos azules como zafiros, se adentraba en el bosque, guiada por una extraña sensación de atracción.A medida que avanzaba, el aire se volvía más fresco y el sonido de los animales nocturnos se hacía más intenso. De repente, un aullido resonó en la distancia, enviando escalofríos por la columna vertebral de Ylva.Siguiendo el sonido, se abrió paso entre los árboles hasta llegar a un claro donde un grupo de lobos se reunía alrededor de una hoguera. Ylva se detuvo, observándolos con cautela, sintiendo una mezcla de miedo y fascinación.Los lobos la notaron y se acercaron lentamente, sus ojos amarillos brillando en la oscuridad. Ylva se quedó quieta, sin moverse, y los lobos se detuvieron a unos metros de distancia, observándola con curiosidad.De repente, uno de los lobos dio un paso adelante y se acercó a Ylva. La joven se agachó y acarició su