Elena no podía evitar recordar las palabras de aquella mujer misteriosa que se había presentado en su vida muchos años atrás. La mujer le había advertido que Ylva experimentaría una transformación al cumplir 15 años. Aunque la mujer había tratado de olvidarlo, los eventos recientes le hacían recordar esas palabras.
Después de que Ylva fue dada de alta del hospital, Elena se mantuvo más atenta a cualquier señal de cambio en su hija. Sin embargo, los días pasaban y parecía que la fiebre había sido solo un episodio aislado. A pesar de que los médicos no lograron encontrar una explicación para la fiebre, Elena trató de convencerse de que todo estaba bien. El único cambio evidente que notó en su hija fue algo inesperado. Al llegar a casa tras su estancia en el hospital, experimentó su primera menstruación, algo que para la mayoría de las jóvenes ocurre a una edad más temprana. Esto la sorprendió y, en cierto modo, la inquietó, pero no le dio mucha importancia, pensando que era simplemente otra etapa de su crecimiento y que más bien se había tardado demasiado. Thomas, por su parte, estaba preocupado y sugería repetidamente que buscaran a alguien que entendiera más sobre estos temas misteriosos. —Elena, debemos hablar con alguien que sepa más sobre esto —decía Thomas, su preocupación evidente—. Hay demasiadas coincidencias con lo que esa mujer te dijo. Pero Elena seguía negándose a aceptar esa posibilidad. —Thomas, esos solo son cuentos de hadas. No podemos basar nuestras decisiones en palabras de una extraña. Ylva está bien ahora, eso es lo que importa. Aunque intentaba mantenerse firme, Elena no podía evitar la creciente inquietud en su corazón. Ylva, por otro lado, había notado algo extraño desde que sufrió aquella fiebre repentina, aparte de su período. Sus sueños con Luna, la majestuosa loba, habían cesado. La ausencia de esos sueños la hacía sentir incompleta y un poco perdida. Ylva trataba de concentrarse en su vida diaria y en sus estudios, pero no podía evitar la sensación de que algo estaba faltando. Los días se volvieron monótonos sin la magia de sus sueños, y una melancolía silenciosa comenzó a asentarse en su corazón. La ausencia de los sueños con Luna tenían a Ylva inquieta y llena de preguntas sin respuestas a medida que pasaban los días, los cuales se convertían en semanas y luego en meses. Decidida a entender lo que le estaba ocurriendo, decidió investigar más sobre el misterioso Reino de Lycandar, el cual había mencionado Luna en su sueño. Se sentó frente a su computadora y comenzó a buscar información. Escribió “Lycandar” en el buscador de G****e, esperando que algo, cualquier cosa, pudiera darle una pista sobre el reino que había visto en sus sueños. Sin embargo, cada búsqueda resultaba en nada. No había ningún registro, referencia o mención de un lugar llamado Lycandar en ningún rincón de la web. Ylva pasó horas navegando por páginas de mitología, foros de fantasía y sitios de historia antigua, pero su búsqueda fue infructuosa. Frustrada, dejó escapar un suspiro y se recostó en su silla, mirando fijamente la pantalla en blanco que no le ofrecía ninguna respuesta. —¿Cómo puede ser que un lugar tan real en mis sueños no exista en ninguna parte? —murmuró para sí misma, sintiendo una mezcla de desesperación y curiosidad insaciable—. Si lo pienso bien, eso es exactamente así, es mi imaginación, dudo que pueda encontrar algo. Mientras tanto, Elena y Thomas observaban a Ylva con creciente preocupación. Habían notado que su hija estaba más reservada y absorta en sus pensamientos desde que había salido del hospital. —Thomas, creo que necesitamos hacer algo más —dijo Elena, finalmente cediendo a la preocupación que la había consumido durante días—. No podemos ignorar esto. Tal vez esa mujer tenía razón. Thomas la miró con seriedad, asintiendo lentamente. —Vamos a buscar a alguien que pueda ayudarnos a entender lo que está pasando. No podemos dejar que Ylva pase por esto sola. Ylva, ajena a la conversación de sus padres, continuaba mirando la pantalla de su computadora, decidida a no rendirse en su búsqueda. Sabía que había algo importante, algo que necesitaba descubrir sobre sí misma y sobre Lycandar. Ylva siempre había mantenido una distancia prudente con sus compañeros de colegio. Su fascinación por los lobos la había convertido en el blanco de miradas extrañas y susurros a sus espaldas. Era más fácil mantenerse alejada y enfocarse en sus estudios que lidiar con la incomprensión y el rechazo. Un día, mientras estaba en el patio durante el recreo, una de las chicas populares, Clara, se acercó a ella con una sonrisa maliciosa. La joven era conocida por su lengua afilada y su habilidad para hacer que los demás se sintieran pequeños. —¿Dónde está tu loba, Ylva? De seguro te irás a casar con un lobo del bosque —se burló Clara, con sus amigas riendo a su lado—. ¿Acaso estas tan necesita de compañía que te imaginas a lobos? Porque aquí no eres bienvenida. Ylva intentó ignorarla, manteniendo la vista fija en el suelo, pero el comentario de Clara logró herirla. Sin embargo, lo que realmente rebasó el vaso fue el empujón inesperado que la hizo caer de bruces al suelo. La risa de Clara y sus amigas resonaba en sus oídos, cruel y despiadada. En ese momento, Ylva sintió algo dentro de ella despertar. Un calor abrasador emanaba de su cuerpo, llenándola de una sensación de poder y rabia. Era como si alguien, o algo, intentara ocupar su cuerpo, reclamarlo desde su interior. La confusión y la fiebre aparecieron de manera repentina, nublando su visión y debilitándola aún más. Los ojos de Ylva empezaron a brillar con un color dorado intenso mientras trataba de controlar la furia y la energía que se acumulaban dentro de ella. Justo cuando pensaba que podría perder el control por completo, todo se volvió negro. La fiebre la consumió, y Ylva se desmayó en medio del patio, con su cuerpo temblando de manera incontrolable. El pánico se extendió entre los estudiantes, y algunos corrieron a buscar ayuda. Clara y sus amigas se quedaron mirando, sus rostros pálidos por la sorpresa y el miedo. Mientras Ylva era llevada a la enfermería del colegio, los murmullos se propagaban como fuego, alimentando rumores y especulaciones sobre lo que realmente le había ocurrido. Nadie podía entender lo que había sucedido, y la sombra del misterio se cernía sobre ella. Mientras tanto, en el mundo de los licántropos y hombres lobo, los líderes del Reino de Lycandar estaban en una búsqueda desesperada por encontrar a la persona cuyo lobo estaba a punto de despertar. El destino de ambos mundos se colgaba de un hilo, y cada día que pasaba los acercaba más al momento de la verdad. El equilibrio entre la realidad y la fantasía seguía desdibujándose, y aunque los protagonistas aún no lo sabían, sus caminos estaban destinados a cruzarse de maneras inesperadas.Ylva despertó lentamente, con la mente nublada y la vista borrosa. Se dio cuenta de que estaba en una habitación desconocida, rodeada de paredes de un blanco inmaculado y con el suave sonido de aparatos médicos zumbando a su alrededor. Antes de que pudiera procesar completamente dónde se encontraba, la puerta se abrió y entraron sus hermanos, Federico y Elsie.—¡Ylva! —exclamó Federico con alegría, corriendo hacia su cama.—¡Estás despierta! —añadió Elsie, con una gran sonrisa.La alegría de sus hermanos fue contagiosa, y Ylva no pudo evitar sonreír. Ver sus rostros aliviados le dio una sensación de calidez y consuelo.—¡Mamá, papá, Ylva está despierta! —gritó Federico, llamando a sus padres con emoción.No pasó mucho tiempo antes de que Elena, entrara apresuradamente en la habitación, seguida de cerca por Thomas. La preocupación en sus rostros se transformó en alivio al ver a Ylva despierta y consciente.—Ylva, cariño, ¿cómo te sientes? —preguntó Elena, acercándose a la cama y tomand
Ylva respiró hondo mientras cruzaba las puertas de su nueva escuela en Vermont. Los pasillos estaban llenos de estudiantes, y la sensación de empezar de nuevo en un lugar desconocido la hacía sentir una mezcla de nerviosismo y emoción.Mientras caminaba hacia su casillero, una chica con cabello negro, ondulado y largo, y ojos dorados como el oro, se acercó a ella con una sonrisa amistosa.—Hola, ¿tú debes ser la nueva estudiante, verdad? —preguntó la chica con entusiasmo.Ylva se sorprendió por el saludo directo y no pudo evitar mostrar su desconcierto.—Sí, soy Ylva —respondió, tratando de sonar segura.La chica notó la sorpresa en el rostro de Ylva y soltó una risa suave.—¡Te estábamos esperando! Después de todo, Vermont no es un lugar muy grande. Aquí todo se sabe rápidamente. Soy Isabel Whitmore, ¡encantada de conocerte! —dijo, extendiendo una mano y luego dándole un abrazo amistoso.Ylva sintió que Isabel estaba inusualmente helada al tacto, pero antes de poder procesar ese pens
Las semanas pasaron y Ylva se adaptaba cada vez más a su nueva escuela. Las clases iban bien y comenzaba a sentirse más cómoda con sus compañeros. Sin embargo, un día, todo cambió cuando el profesor anunció que harían una evaluación en parejas. —Voy a asignarles sus parejas para este examen —dijo el profesor mientras leía la lista—. Ylva Mistral y David Whitmore. Ylva se sorprendió al escuchar su nombre junto al de David. Desde su llegada, apenas habían cruzado miradas, y mucho menos palabras. Sin más opción, recogió sus cosas y se dirigió a la mesa donde estaba sentado David, pues él no mostró ninguna intención de moverse, así que Ylva tomó asiento junto a él. Mientras empezaban a organizarse para el examen, Ylva escuchó claramente una queja en la voz de David. “Huele a perro mojado, qué tormento” Confundida, Ylva se giró hacia él, mirándolo directamente. David levantó la vista de sus papeles y la miró con frialdad. —¿Qué es lo que ves? —preguntó, su tono seco y distante. Ylva
En el corazón del Reino de Lycandar, la majestuosa fortaleza de la manada del Imperio estaba envuelta en la calma de la noche. Las estrellas brillaban en el cielo y una ligera brisa susurraba entre los árboles del bosque que rodeaba el castillo.Aldric, con su imponente figura y su cabello blanco como la nieve, caminaba por los silenciosos pasillos. Se detuvo frente a la puerta de la habitación de su pequeña hermana, Katrina. Tocó suavemente antes de abrir la puerta y entrar.Katrina, con solo 15 años, estaba sentada en su cama, mirando por la ventana con una expresión de preocupación. Su cabello blanco pero a diferencia del de su hermano tenía algunos mechones dorados caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus ojos reflejaban la luz de la luna con un brillo melancólico.—Katrina, ¿qué haces despierta a estas horas? —preguntó Aldric en voz baja, acercándose a su cama.Katrina levantó la vista y esbozó una pequeña sonrisa al ver a su hermano mayor.—No puedo dormir, Aldric —respondi
La luna llena iluminaba el bosque, proyectando sombras alargadas que bailaban entre los árboles. Ylva, con su cabello blanco como la nieve y sus ojos azules como zafiros, se adentraba en el bosque, guiada por una extraña sensación de atracción.A medida que avanzaba, el aire se volvía más fresco y el sonido de los animales nocturnos se hacía más intenso. De repente, un aullido resonó en la distancia, enviando escalofríos por la columna vertebral de Ylva.Siguiendo el sonido, se abrió paso entre los árboles hasta llegar a un claro donde un grupo de lobos se reunía alrededor de una hoguera. Ylva se detuvo, observándolos con cautela, sintiendo una mezcla de miedo y fascinación.Los lobos la notaron y se acercaron lentamente, sus ojos amarillos brillando en la oscuridad. Ylva se quedó quieta, sin moverse, y los lobos se detuvieron a unos metros de distancia, observándola con curiosidad.De repente, uno de los lobos dio un paso adelante y se acercó a Ylva. La joven se agachó y acarició su
Ylva Mistral, una hermosa joven que apenas acaba de cumplir sus 18 años, su cabellera blanca como la nieve, y sus ojos de un azul intenso, se encontraba inmersa en un sueño que parecía tan real como la vida misma. Estaba en un lugar encantador, un prado vasto y lleno de flores de colores brillantes que ondeaban suavemente con la brisa. Mariposas de alas iridiscentes danzaban en el aire, creando un espectáculo etéreo bajo el cielo claro y azul. El clima era perfecto, cálido y acogedor, envolviendo a Ylva en una sensación de paz y felicidad.En medio de este paraíso floral, se encontraba una loba de extraordinaria belleza. Su pelaje era de un blanco puro con reflejos plateados que brillaban bajo la luz del sol. Sus ojos eran de un azul profundo, como dos zafiros que reflejaban sabiduría y misterio. La loba irradiaba una majestuosidad serena, y su presencia llenaba el lugar de una energía tranquila y poderosa.Ylva se acercó lentamente, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. La
Ethan Volkov, un joven de apenas 24 años vivía en una cabaña rústica escondida en lo profundo del denso bosque en el estado de Washington. Rodeado de árboles centenarios y la fauna silvestre, había encontrado un refugio en la naturaleza, lejos del caos de la vida humana y de la manada que había dejado atrás. La cabaña, aunque sencilla, estaba cuidadosamente mantenida, con muebles de madera tallada y una chimenea de piedra que creaba un ambiente acogedor.Una tarde, mientras Ethan afilaba un cuchillo de caza junto a la chimenea, sintió una presencia familiar. Al levantar la vista, vio a un lobo majestuoso transformarse en la figura de su padre, Iván Volkov. La preocupación era evidente en los ojos azules de Iván, un reflejo del vínculo que los unía, a pesar de la distancia que Ethan había impuesto.—Hijo —dijo Iván, con voz profunda y cargada de emociones—, por fin te he encontrado. ¿Cómo has estado?Ethan se puso de pie y abrazó a su padre. Aunque había decidido aislarse, la visita de
Ylva se encontró nuevamente en el hermoso prado de sus sueños. El lugar estaba tan encantador como siempre, con flores de colores vibrantes que ondeaban suavemente con la brisa y mariposas de alas iridiscentes que danzaban en el aire. La sensación de paz y felicidad envolvía el lugar, y el clima era cálido y acogedor.Frente a ella estaba Luna, la majestuosa loba de pelaje blanco y plateado que brillaba bajo la luz del sol. Luna, con su tamaño imponente y ojos azules profundo, irradiaba una majestuosidad que llenaba el prado de energía tranquila y poderosa.Ylva no podía evitar admirar a Luna con emoción, sintiendo una profunda conexión con la loba.—Eres tan hermosa y grande —dijo Ylva, con los ojos llenos de admiración—. Estoy segura de que no eres una loba cualquiera. ¿De dónde vienes?Luna inclinó la cabeza, sus ojos reflejando sabiduría y misterio.—Vengo del Reino de Lycandar, Ylva.El corazón de Ylva se llenó de curiosidad. Quería saber más sobre este reino misterioso.—¿Cómo e