Capítulo cinco.

Elena no podía evitar recordar las palabras de aquella mujer misteriosa que se había presentado en su vida muchos años atrás. La mujer le había advertido que Ylva experimentaría una transformación al cumplir 15 años. Aunque la mujer había tratado de olvidarlo, los eventos recientes le hacían recordar esas palabras. 

Después de que Ylva fue dada de alta del hospital, Elena se mantuvo más atenta a cualquier señal de cambio en su hija. Sin embargo, los días pasaban y parecía que la fiebre había sido solo un episodio aislado. A pesar de que los médicos no lograron encontrar una explicación para la fiebre, Elena trató de convencerse de que todo estaba bien.

El único cambio evidente que notó en su hija fue algo inesperado. Al llegar a casa tras su estancia en el hospital, experimentó su primera menstruación, algo que para la mayoría de las jóvenes ocurre a una edad más temprana. Esto la sorprendió y, en cierto modo, la inquietó, pero no le dio mucha importancia, pensando que era simplemente otra etapa de su crecimiento y que más bien se había tardado demasiado.

Thomas, por su parte, estaba preocupado y sugería repetidamente que buscaran a alguien que entendiera más sobre estos temas misteriosos.

—Elena, debemos hablar con alguien que sepa más sobre esto —decía Thomas, su preocupación evidente—. Hay demasiadas coincidencias con lo que esa mujer te dijo.

Pero Elena seguía negándose a aceptar esa posibilidad.

—Thomas, esos solo son cuentos de hadas. No podemos basar nuestras decisiones en palabras de una extraña. Ylva está bien ahora, eso es lo que importa.

Aunque intentaba mantenerse firme, Elena no podía evitar la creciente inquietud en su corazón. Ylva, por otro lado, había notado algo extraño desde que sufrió aquella fiebre repentina, aparte de su período. Sus sueños con Luna, la majestuosa loba, habían cesado. La ausencia de esos sueños la hacía sentir incompleta y un poco perdida.

Ylva trataba de concentrarse en su vida diaria y en sus estudios, pero no podía evitar la sensación de que algo estaba faltando. Los días se volvieron monótonos sin la magia de sus sueños, y una melancolía silenciosa comenzó a asentarse en su corazón.

La ausencia de los sueños con Luna tenían a Ylva inquieta y llena de preguntas sin respuestas a medida que pasaban los días, los cuales se convertían en semanas y luego en meses. Decidida a entender lo que le estaba ocurriendo, decidió investigar más sobre el misterioso Reino de Lycandar, el cual había mencionado Luna en su sueño.

Se sentó frente a su computadora y comenzó a buscar información. Escribió “Lycandar” en el buscador de G****e, esperando que algo, cualquier cosa, pudiera darle una pista sobre el reino que había visto en sus sueños. Sin embargo, cada búsqueda resultaba en nada. No había ningún registro, referencia o mención de un lugar llamado Lycandar en ningún rincón de la web.

Ylva pasó horas navegando por páginas de mitología, foros de fantasía y sitios de historia antigua, pero su búsqueda fue infructuosa. Frustrada, dejó escapar un suspiro y se recostó en su silla, mirando fijamente la pantalla en blanco que no le ofrecía ninguna respuesta.

—¿Cómo puede ser que un lugar tan real en mis sueños no exista en ninguna parte? —murmuró para sí misma, sintiendo una mezcla de desesperación y curiosidad insaciable—. Si lo pienso bien, eso es exactamente así, es mi imaginación, dudo que pueda encontrar algo. 

Mientras tanto, Elena y Thomas observaban a Ylva con creciente preocupación. Habían notado que su hija estaba más reservada y absorta en sus pensamientos desde que había salido del hospital.

—Thomas, creo que necesitamos hacer algo más —dijo Elena, finalmente cediendo a la preocupación que la había consumido durante días—. No podemos ignorar esto. Tal vez esa mujer tenía razón.

Thomas la miró con seriedad, asintiendo lentamente.

—Vamos a buscar a alguien que pueda ayudarnos a entender lo que está pasando. No podemos dejar que Ylva pase por esto sola.

Ylva, ajena a la conversación de sus padres, continuaba mirando la pantalla de su computadora, decidida a no rendirse en su búsqueda. Sabía que había algo importante, algo que necesitaba descubrir sobre sí misma y sobre Lycandar.

Ylva siempre había mantenido una distancia prudente con sus compañeros de colegio. Su fascinación por los lobos la había convertido en el blanco de miradas extrañas y susurros a sus espaldas. Era más fácil mantenerse alejada y enfocarse en sus estudios que lidiar con la incomprensión y el rechazo.

Un día, mientras estaba en el patio durante el recreo, una de las chicas populares, Clara, se acercó a ella con una sonrisa maliciosa. La joven era conocida por su lengua afilada y su habilidad para hacer que los demás se sintieran pequeños.

—¿Dónde está tu loba, Ylva? De seguro te irás a casar con un lobo del bosque —se burló Clara, con sus amigas riendo a su lado—. ¿Acaso estas tan necesita de compañía que te imaginas a lobos? Porque aquí no eres bienvenida.

Ylva intentó ignorarla, manteniendo la vista fija en el suelo, pero el comentario de Clara logró herirla. Sin embargo, lo que realmente rebasó el vaso fue el empujón inesperado que la hizo caer de bruces al suelo. La risa de Clara y sus amigas resonaba en sus oídos, cruel y despiadada.

En ese momento, Ylva sintió algo dentro de ella despertar. Un calor abrasador emanaba de su cuerpo, llenándola de una sensación de poder y rabia. Era como si alguien, o algo, intentara ocupar su cuerpo, reclamarlo desde su interior. La confusión y la fiebre aparecieron de manera repentina, nublando su visión y debilitándola aún más.

Los ojos de Ylva empezaron a brillar con un color dorado intenso mientras trataba de controlar la furia y la energía que se acumulaban dentro de ella. Justo cuando pensaba que podría perder el control por completo, todo se volvió negro. La fiebre la consumió, y Ylva se desmayó en medio del patio, con su cuerpo temblando de manera incontrolable.

El pánico se extendió entre los estudiantes, y algunos corrieron a buscar ayuda. Clara y sus amigas se quedaron mirando, sus rostros pálidos por la sorpresa y el miedo.

Mientras Ylva era llevada a la enfermería del colegio, los murmullos se propagaban como fuego, alimentando rumores y especulaciones sobre lo que realmente le había ocurrido. Nadie podía entender lo que había sucedido, y la sombra del misterio se cernía sobre ella.

Mientras tanto, en el mundo de los licántropos y hombres lobo, los líderes del Reino de Lycandar estaban en una búsqueda desesperada por encontrar a la persona cuyo lobo estaba a punto de despertar. El destino de ambos mundos se colgaba de un hilo, y cada día que pasaba los acercaba más al momento de la verdad.

El equilibrio entre la realidad y la fantasía seguía desdibujándose, y aunque los protagonistas aún no lo sabían, sus caminos estaban destinados a cruzarse de maneras inesperadas.

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