En el corazón del continente de Erandor se encuentra el Reino de Lycandar, una majestuosa ciudad alejada de los seres humanos.
Un vasto territorio dominado por licántropos y hombres lobo. Sus extensos bosques y montañas proporcionaban el refugio perfecto para estas criaturas, que vivían en armonía con la naturaleza y bajo el liderazgo de un poderoso rey Lycan. Aunque parecía una ciudad sacada de la época medieval, con sus elegantes edificios de piedra, mansiones señoriales y encantadoras casas, también contaba con muchas comodidades modernas. Una loba esbelta y ágil, Sarai, que trabajaba como mensajera para la Corte Imperial, corría a gran velocidad a través del denso bosque que rodeaba la ciudad. Su pelaje gris plateado brillaba bajo la luz de la luna mientras esquivaba ramas y saltaba sobre raíces con una gracia incomparable. Sarai llevaba consigo una carta urgente, y sabía que cada segundo contaba. Finalmente, llegó a la imponente fortaleza que servía como sede del poder en Lycandar. Los guardias la dejaron pasar sin demora, reconociendo su importancia como mensajera real. Sarai se transformó en su forma humana a medida que se acercaba a la sala del trono, ajustándose la capa de cuero sobre sus hombros. Al entrar en la sala, se arrodilló ante el rey Lycan, Aldric, un lobo de imponente presencia y autoridad inquebrantable. Aldric, con su cabello blanco como la nieve y ojos azules penetrantes, observaba a Sarai con intensidad. —Su Majestad Lycan, Aldric, traigo un mensaje urgente para usted —dijo Sarai, entregando la carta con reverencia. Aldric tomó la carta y la abrió cuidadosamente. A medida que leía las palabras escritas en el pergamino, su expresión cambió drásticamente. La firmeza habitual en su rostro se desvaneció, dejando paso a una mirada de preocupación y asombro. El silencio en la sala era palpable, y todos los presentes sentían la tensión en el aire. Aldric finalmente levantó la vista, sus ojos reflejando la gravedad de la situación. —Esto… esto cambia algunas cosas —murmuró Aldric, incapaz de ocultar la conmoción en su voz. La carta contenía una advertencia crucial: pronto habría el despertar de un lobo que podría causar estragos en el mundo de los humanos. Debían localizarlo antes de que fuera demasiado tarde. Sarai, aunque preocupada por la reacción de su alfa, sabía que su deber estaba cumplido. La información estaba en mano de quién podía tomar decisiones fundamentales para el futuro del reino. El Rey Lycan, Aldric sabía que no podía enfrentar esta situación solo. Necesitaba el apoyo y la sabiduría de sus más cercanos y leales compañeros, su Delta, Jasper, y su Beta, Kael. Ambos no solo eran sus segundos al mando, sino también sus mejores amigos desde la infancia. La reunión tuvo lugar en la sala de estrategia, un salón amplio con mapas detallados de todo Lycandar y sus alrededores. Aldric, con su cabello blanco, bien peinado y ojos azules llenos de determinación, esperaba a sus amigos mientras estudiaba la carta una vez más. Jasper, un hombre robusto de cabello castaño y ojos verdes, fue el primero en llegar. Kael, alto y de constitución atlética, con cabello negro y ojos grises, le siguió de cerca. Los dos hombres se saludaron con un gesto de respeto antes de dirigir su atención al rey. —Aldric, ¿qué es tan urgente? —preguntó Jasper, notando la seriedad en el rostro de su líder. Aldric les entregó la carta para que la leyeran. La expresión de Jasper y Kael cambió a medida que comprendían la gravedad del mensaje. —Tenemos que actuar rápido —dijo Kael, su voz firme—. Si este lobo despierta sin control, podría causar un desastre en el mundo de los humanos, al no saber lo que le está pasando, aparte de ponernos al descubierto. Aldric asintió, sabiendo que Kael tenía razón. —Debemos localizar a la persona que posee al lobo antes de que sea demasiado tarde. La carta no nos da muchos detalles, pero menciona que está en el mundo humano. Jasper frunció el ceño mientras consideraba la situación. —Esto podría ser más difícil de lo que pensamos. Hay demasiadas variables, y encontrar a una persona específica en el mundo humano no será sencillo. Aldric golpeó la mesa ligeramente, transmitiendo su determinación. —Lo sé, pero no tenemos otra opción. Debemos usar todos nuestros recursos y contactos para rastrear cualquier señal de actividad inusual. Sarai, nuestra mensajera, también puede ayudarnos a recopilar información. Kael miró a Aldric, sus ojos reflejando confianza en su líder. —Trabajaremos juntos en esto. No dejaremos piedra sin mover hasta encontrar a esa persona. Y cuando lo hagamos, nos aseguraremos de que no cause ningún daño. Aldric asintió con gratitud, sabiendo que podía contar con sus amigos y aliados. La tarea era monumental, pero con Jasper y Kael a su lado, estaba seguro de que podían enfrentar cualquier desafío. Mientras la noche caía sobre Lycandar, los tres hombres se sumergieron en la planificación y la estrategia, preparados para enfrentar los desafíos que se avecinaban y proteger tanto su mundo como el de los humanos. Sin embargo, ninguno de ellos estaba al tanto del inminente cataclismo que pronto afectaría a cada continente del planeta Tierra, donde las barreras entre la realidad y la fantasía comenzaban a desdibujarse. Los cielos se oscurecieron y un viento inquietante recorrió las tierras, como un presagio de lo que estaba por venir. En Erandor los árboles murmuraban secretos antiguos, mientras las criaturas del bosque se inquietaban con una energía desconocida. En Surnova, las selvas densas y vibrantes ocultaban sombras que susurraban profecías olvidadas. En Norwyn, los reinos encantados empezaban a sentir una perturbación en la magia que sostenía sus ciudades. En Khalira, los clanes de dragones alzaban la vista hacia un horizonte teñido de presagios oscuros. En Astoria, las montañas nevadas y las densas selvas cobraban vida con rumores de una antigua profecía que se despertaba. En Aurala, las tribus guardianas de la naturaleza percibían un cambio en el equilibrio del mundo. Y en Frigoria, las criaturas heladas se preparaban para enfrentarse a una oscuridad que se aproximaba bajo el hielo eterno. El mundo humano y el sobrenatural estaban a punto de entrelazarse de manera irrevocable.Elena no podía evitar recordar las palabras de aquella mujer misteriosa que se había presentado en su vida muchos años atrás. La mujer le había advertido que Ylva experimentaría una transformación al cumplir 15 años. Aunque la mujer había tratado de olvidarlo, los eventos recientes le hacían recordar esas palabras. Después de que Ylva fue dada de alta del hospital, Elena se mantuvo más atenta a cualquier señal de cambio en su hija. Sin embargo, los días pasaban y parecía que la fiebre había sido solo un episodio aislado. A pesar de que los médicos no lograron encontrar una explicación para la fiebre, Elena trató de convencerse de que todo estaba bien.El único cambio evidente que notó en su hija fue algo inesperado. Al llegar a casa tras su estancia en el hospital, experimentó su primera menstruación, algo que para la mayoría de las jóvenes ocurre a una edad más temprana. Esto la sorprendió y, en cierto modo, la inquietó, pero no le dio mucha importancia, pensando que era simplemente
Ylva despertó lentamente, con la mente nublada y la vista borrosa. Se dio cuenta de que estaba en una habitación desconocida, rodeada de paredes de un blanco inmaculado y con el suave sonido de aparatos médicos zumbando a su alrededor. Antes de que pudiera procesar completamente dónde se encontraba, la puerta se abrió y entraron sus hermanos, Federico y Elsie.—¡Ylva! —exclamó Federico con alegría, corriendo hacia su cama.—¡Estás despierta! —añadió Elsie, con una gran sonrisa.La alegría de sus hermanos fue contagiosa, y Ylva no pudo evitar sonreír. Ver sus rostros aliviados le dio una sensación de calidez y consuelo.—¡Mamá, papá, Ylva está despierta! —gritó Federico, llamando a sus padres con emoción.No pasó mucho tiempo antes de que Elena, entrara apresuradamente en la habitación, seguida de cerca por Thomas. La preocupación en sus rostros se transformó en alivio al ver a Ylva despierta y consciente.—Ylva, cariño, ¿cómo te sientes? —preguntó Elena, acercándose a la cama y tomand
Ylva respiró hondo mientras cruzaba las puertas de su nueva escuela en Vermont. Los pasillos estaban llenos de estudiantes, y la sensación de empezar de nuevo en un lugar desconocido la hacía sentir una mezcla de nerviosismo y emoción.Mientras caminaba hacia su casillero, una chica con cabello negro, ondulado y largo, y ojos dorados como el oro, se acercó a ella con una sonrisa amistosa.—Hola, ¿tú debes ser la nueva estudiante, verdad? —preguntó la chica con entusiasmo.Ylva se sorprendió por el saludo directo y no pudo evitar mostrar su desconcierto.—Sí, soy Ylva —respondió, tratando de sonar segura.La chica notó la sorpresa en el rostro de Ylva y soltó una risa suave.—¡Te estábamos esperando! Después de todo, Vermont no es un lugar muy grande. Aquí todo se sabe rápidamente. Soy Isabel Whitmore, ¡encantada de conocerte! —dijo, extendiendo una mano y luego dándole un abrazo amistoso.Ylva sintió que Isabel estaba inusualmente helada al tacto, pero antes de poder procesar ese pens
Las semanas pasaron y Ylva se adaptaba cada vez más a su nueva escuela. Las clases iban bien y comenzaba a sentirse más cómoda con sus compañeros. Sin embargo, un día, todo cambió cuando el profesor anunció que harían una evaluación en parejas. —Voy a asignarles sus parejas para este examen —dijo el profesor mientras leía la lista—. Ylva Mistral y David Whitmore. Ylva se sorprendió al escuchar su nombre junto al de David. Desde su llegada, apenas habían cruzado miradas, y mucho menos palabras. Sin más opción, recogió sus cosas y se dirigió a la mesa donde estaba sentado David, pues él no mostró ninguna intención de moverse, así que Ylva tomó asiento junto a él. Mientras empezaban a organizarse para el examen, Ylva escuchó claramente una queja en la voz de David. “Huele a perro mojado, qué tormento” Confundida, Ylva se giró hacia él, mirándolo directamente. David levantó la vista de sus papeles y la miró con frialdad. —¿Qué es lo que ves? —preguntó, su tono seco y distante. Ylva
En el corazón del Reino de Lycandar, la majestuosa fortaleza de la manada del Imperio estaba envuelta en la calma de la noche. Las estrellas brillaban en el cielo y una ligera brisa susurraba entre los árboles del bosque que rodeaba el castillo.Aldric, con su imponente figura y su cabello blanco como la nieve, caminaba por los silenciosos pasillos. Se detuvo frente a la puerta de la habitación de su pequeña hermana, Katrina. Tocó suavemente antes de abrir la puerta y entrar.Katrina, con solo 15 años, estaba sentada en su cama, mirando por la ventana con una expresión de preocupación. Su cabello blanco pero a diferencia del de su hermano tenía algunos mechones dorados caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus ojos reflejaban la luz de la luna con un brillo melancólico.—Katrina, ¿qué haces despierta a estas horas? —preguntó Aldric en voz baja, acercándose a su cama.Katrina levantó la vista y esbozó una pequeña sonrisa al ver a su hermano mayor.—No puedo dormir, Aldric —respondi
La luna llena iluminaba el bosque, proyectando sombras alargadas que bailaban entre los árboles. Ylva, con su cabello blanco como la nieve y sus ojos azules como zafiros, se adentraba en el bosque, guiada por una extraña sensación de atracción.A medida que avanzaba, el aire se volvía más fresco y el sonido de los animales nocturnos se hacía más intenso. De repente, un aullido resonó en la distancia, enviando escalofríos por la columna vertebral de Ylva.Siguiendo el sonido, se abrió paso entre los árboles hasta llegar a un claro donde un grupo de lobos se reunía alrededor de una hoguera. Ylva se detuvo, observándolos con cautela, sintiendo una mezcla de miedo y fascinación.Los lobos la notaron y se acercaron lentamente, sus ojos amarillos brillando en la oscuridad. Ylva se quedó quieta, sin moverse, y los lobos se detuvieron a unos metros de distancia, observándola con curiosidad.De repente, uno de los lobos dio un paso adelante y se acercó a Ylva. La joven se agachó y acarició su
Ylva Mistral, una hermosa joven que apenas acaba de cumplir sus 18 años, su cabellera blanca como la nieve, y sus ojos de un azul intenso, se encontraba inmersa en un sueño que parecía tan real como la vida misma. Estaba en un lugar encantador, un prado vasto y lleno de flores de colores brillantes que ondeaban suavemente con la brisa. Mariposas de alas iridiscentes danzaban en el aire, creando un espectáculo etéreo bajo el cielo claro y azul. El clima era perfecto, cálido y acogedor, envolviendo a Ylva en una sensación de paz y felicidad.En medio de este paraíso floral, se encontraba una loba de extraordinaria belleza. Su pelaje era de un blanco puro con reflejos plateados que brillaban bajo la luz del sol. Sus ojos eran de un azul profundo, como dos zafiros que reflejaban sabiduría y misterio. La loba irradiaba una majestuosidad serena, y su presencia llenaba el lugar de una energía tranquila y poderosa.Ylva se acercó lentamente, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. La
Ethan Volkov, un joven de apenas 24 años vivía en una cabaña rústica escondida en lo profundo del denso bosque en el estado de Washington. Rodeado de árboles centenarios y la fauna silvestre, había encontrado un refugio en la naturaleza, lejos del caos de la vida humana y de la manada que había dejado atrás. La cabaña, aunque sencilla, estaba cuidadosamente mantenida, con muebles de madera tallada y una chimenea de piedra que creaba un ambiente acogedor.Una tarde, mientras Ethan afilaba un cuchillo de caza junto a la chimenea, sintió una presencia familiar. Al levantar la vista, vio a un lobo majestuoso transformarse en la figura de su padre, Iván Volkov. La preocupación era evidente en los ojos azules de Iván, un reflejo del vínculo que los unía, a pesar de la distancia que Ethan había impuesto.—Hijo —dijo Iván, con voz profunda y cargada de emociones—, por fin te he encontrado. ¿Cómo has estado?Ethan se puso de pie y abrazó a su padre. Aunque había decidido aislarse, la visita de