Capítulo cuatro.

En el corazón del continente de Erandor se encuentra el Reino de Lycandar, una majestuosa ciudad alejada de los seres humanos. 

Un vasto territorio dominado por licántropos y hombres lobo. Sus extensos bosques y montañas proporcionaban el refugio perfecto para estas criaturas, que vivían en armonía con la naturaleza y bajo el liderazgo de un poderoso rey Lycan.

Aunque parecía una ciudad sacada de la época medieval, con sus elegantes edificios de piedra, mansiones señoriales y encantadoras casas, también contaba con muchas comodidades modernas.

Una loba esbelta y ágil, Sarai, que trabajaba como mensajera para la Corte Imperial, corría a gran velocidad a través del denso bosque que rodeaba la ciudad. Su pelaje gris plateado brillaba bajo la luz de la luna mientras esquivaba ramas y saltaba sobre raíces con una gracia incomparable. Sarai llevaba consigo una carta urgente, y sabía que cada segundo contaba.

Finalmente, llegó a la imponente fortaleza que servía como sede del poder en Lycandar. Los guardias la dejaron pasar sin demora, reconociendo su importancia como mensajera real. Sarai se transformó en su forma humana a medida que se acercaba a la sala del trono, ajustándose la capa de cuero sobre sus hombros.

Al entrar en la sala, se arrodilló ante el rey Lycan, Aldric, un lobo de imponente presencia y autoridad inquebrantable. Aldric, con su cabello blanco como la nieve y ojos azules penetrantes, observaba a Sarai con intensidad.

—Su Majestad Lycan, Aldric, traigo un mensaje urgente para usted —dijo Sarai, entregando la carta con reverencia.

Aldric tomó la carta y la abrió cuidadosamente. A medida que leía las palabras escritas en el pergamino, su expresión cambió drásticamente. La firmeza habitual en su rostro se desvaneció, dejando paso a una mirada de preocupación y asombro.

El silencio en la sala era palpable, y todos los presentes sentían la tensión en el aire. Aldric finalmente levantó la vista, sus ojos reflejando la gravedad de la situación.

—Esto… esto cambia algunas cosas —murmuró Aldric, incapaz de ocultar la conmoción en su voz.

La carta contenía una advertencia crucial: pronto habría el despertar de un lobo que podría causar estragos en el mundo de los humanos. Debían localizarlo antes de que fuera demasiado tarde.

Sarai, aunque preocupada por la reacción de su alfa, sabía que su deber estaba cumplido. La información estaba en mano de quién podía tomar decisiones fundamentales para el futuro del reino. 

El Rey Lycan, Aldric sabía que no podía enfrentar esta situación solo. Necesitaba el apoyo y la sabiduría de sus más cercanos y leales compañeros, su Delta, Jasper, y su Beta, Kael. Ambos no solo eran sus segundos al mando, sino también sus mejores amigos desde la infancia.

La reunión tuvo lugar en la sala de estrategia, un salón amplio con mapas detallados de todo Lycandar y sus alrededores. Aldric, con su cabello blanco, bien peinado y ojos azules llenos de determinación, esperaba a sus amigos mientras estudiaba la carta una vez más.

Jasper, un hombre robusto de cabello castaño y ojos verdes, fue el primero en llegar. Kael, alto y de constitución atlética, con cabello negro y ojos grises, le siguió de cerca. Los dos hombres se saludaron con un gesto de respeto antes de dirigir su atención al rey.

—Aldric, ¿qué es tan urgente? —preguntó Jasper, notando la seriedad en el rostro de su líder.

Aldric les entregó la carta para que la leyeran. La expresión de Jasper y Kael cambió a medida que comprendían la gravedad del mensaje.

—Tenemos que actuar rápido —dijo Kael, su voz firme—. Si este lobo despierta sin control, podría causar un desastre en el mundo de los humanos, al no saber lo que le está pasando, aparte de ponernos al descubierto. 

Aldric asintió, sabiendo que Kael tenía razón.

—Debemos localizar a la persona que posee al lobo antes de que sea demasiado tarde. La carta no nos da muchos detalles, pero menciona que está en el mundo humano.

Jasper frunció el ceño mientras consideraba la situación.

—Esto podría ser más difícil de lo que pensamos. Hay demasiadas variables, y encontrar a una persona específica en el mundo humano no será sencillo.

Aldric golpeó la mesa ligeramente, transmitiendo su determinación.

—Lo sé, pero no tenemos otra opción. Debemos usar todos nuestros recursos y contactos para rastrear cualquier señal de actividad inusual. Sarai, nuestra mensajera, también puede ayudarnos a recopilar información.

Kael miró a Aldric, sus ojos reflejando confianza en su líder.

—Trabajaremos juntos en esto. No dejaremos piedra sin mover hasta encontrar a esa persona. Y cuando lo hagamos, nos aseguraremos de que no cause ningún daño.

Aldric asintió con gratitud, sabiendo que podía contar con sus amigos y aliados. La tarea era monumental, pero con Jasper y Kael a su lado, estaba seguro de que podían enfrentar cualquier desafío.

Mientras la noche caía sobre Lycandar, los tres hombres se sumergieron en la planificación y la estrategia, preparados para enfrentar los desafíos que se avecinaban y proteger tanto su mundo como el de los humanos.

Sin embargo, ninguno de ellos estaba al tanto del inminente cataclismo que pronto afectaría a cada continente del planeta Tierra, donde las barreras entre la realidad y la fantasía comenzaban a desdibujarse.

Los cielos se oscurecieron y un viento inquietante recorrió las tierras, como un presagio de lo que estaba por venir. En Erandor los árboles murmuraban secretos antiguos, mientras las criaturas del bosque se inquietaban con una energía desconocida. En Surnova, las selvas densas y vibrantes ocultaban sombras que susurraban profecías olvidadas.

En Norwyn, los reinos encantados empezaban a sentir una perturbación en la magia que sostenía sus ciudades. En Khalira, los clanes de dragones alzaban la vista hacia un horizonte teñido de presagios oscuros. 

En Astoria, las montañas nevadas y las densas selvas cobraban vida con rumores de una antigua profecía que se despertaba. En Aurala, las tribus guardianas de la naturaleza percibían un cambio en el equilibrio del mundo. Y en Frigoria, las criaturas heladas se preparaban para enfrentarse a una oscuridad que se aproximaba bajo el hielo eterno.

El mundo humano y el sobrenatural estaban a punto de entrelazarse de manera irrevocable. 

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