Ylva despertó lentamente, con la mente nublada y la vista borrosa. Se dio cuenta de que estaba en una habitación desconocida, rodeada de paredes de un blanco inmaculado y con el suave sonido de aparatos médicos zumbando a su alrededor. Antes de que pudiera procesar completamente dónde se encontraba, la puerta se abrió y entraron sus hermanos, Federico y Elsie.
—¡Ylva! —exclamó Federico con alegría, corriendo hacia su cama. —¡Estás despierta! —añadió Elsie, con una gran sonrisa. La alegría de sus hermanos fue contagiosa, y Ylva no pudo evitar sonreír. Ver sus rostros aliviados le dio una sensación de calidez y consuelo. —¡Mamá, papá, Ylva está despierta! —gritó Federico, llamando a sus padres con emoción. No pasó mucho tiempo antes de que Elena, entrara apresuradamente en la habitación, seguida de cerca por Thomas. La preocupación en sus rostros se transformó en alivio al ver a Ylva despierta y consciente. —Ylva, cariño, ¿cómo te sientes? —preguntó Elena, acercándose a la cama y tomando la mano de su hija, la cual había estado tres días inconsciente. Ylva parpadeó, tratando de recordar los eventos que la habían llevado a este lugar. Lo último que recordaba era haberse desmayado en el colegio. —¿Dónde estamos, mamá? —preguntó Ylva, con voz débil—. Lo último que recuerdo es que me desmayé en la escuela. Elena respiró hondo antes de responder, mirando a Thomas con una mezcla de preocupación y determinación. —Tuvimos que viajar, Ylva. Tu fiebre era muy alta y no bajaba, así que buscamos una mejor atención médica en otra clínica. Queríamos asegurarnos de que recibieras el mejor cuidado posible. Ylva asintió, asimilando la información. Aunque estaba agradecida por el esfuerzo de sus padres, una sensación de inquietud seguía presente en su mente. Sabía que había algo más detrás de todo esto, algo que aún no comprendía por completo. A pesar de los mejores esfuerzos de los padres de Ylva, Elena y Thomas, no lograban encontrar un médico que pudiera darles una explicación clara sobre la fiebre repentina de su hija. La situación se volvió frustrante y desgastante, ya que cada visita a un especialista terminaba sin respuestas. Los Mistral, habían iniciado su búsqueda desde su hogar en Seattle, un lugar conocido por su vibrante naturaleza y su clima lluvioso. La familia viajó incansablemente, visitando clínicas y hospitales en ciudades importantes a lo largo del país. Desde Nueva York hasta Chicago, y finalmente incluso hasta Vermont, en la costa este. —Mamá, papá, ya no quiero viajar, por favor —suplico la joven agotada una noche—. Necesitamos un descanso, incluso nuestros estudios se están viendo afectados. Así que, después de tantas consultas y pruebas sin resultados concluyentes, la familia decidió quedarse en Vermont. Ylva estaba agotada por el constante viajar, y su cuerpo necesitaba descansar. Además, Vermont les ofrecía un entorno tranquilo y pintoresco que parecía el lugar ideal para recuperarse del agotamiento físico y emocional. Establecidos temporalmente en una acogedora casa de campo, la familia Mistral intentó encontrar un ritmo normal en medio de la incertidumbre. Elena y Thomas seguían preocupados por su hija, pero sabían que necesitaban darle un respiro de tanto ajetreo. Ylva, por su parte, aprovechaba la calma de Vermont para reflexionar sobre todo lo que había sucedido. —¿Qué me está pasando? —se preguntaba la joven mientras miraba las estrellas cada noche. Una tarde, mientras caminaba por los bosques cercanos a su nueva casa, Ylva sintió una extraña conexión con la naturaleza que la rodeaba. Los sonidos del viento entre los árboles y el canto de los pájaros parecían susurrarle secretos antiguos, y, por un momento, se sintió en paz. La familia, finalmente, había logrado establecerse en Vermont. Después de todos los trámites necesarios, Federico, había comenzado sus estudios universitarios, mientras que Ylva ingresaba al último año de secundaria le faltaba poco para graduarse y Elsie empezaba 5º grado en la primaria. La rutina diaria empezaba a tomar forma, proporcionando una sensación de estabilidad que tanto necesitaban. El primer día de clases, Thomas llevó a Ylva a la escuela. Mientras estacionaba frente a la entrada, el hombre miró a su hija con una expresión de remordimiento y ternura. —Ylva, lo siento mucho cariño —dijo Thomas, rompiendo el silencio. Ylva lo miró, sorprendida por la repentina disculpa. —¿Por qué lo dices, papá? Thomas suspiró y buscó las palabras adecuadas, quería que ella entendiera que todo lo hacían porque están preocupados y la aman mucho. —Sé que estos últimos meses han sido difíciles para ti. Todos los cambios, tener que dejar a tus amigos en Seattle y adaptarte a un nuevo lugar… No ha sido fácil. Ylva asintió lentamente, reconociendo la verdad en las palabras de su padre. —Ha sido complicado, pero entiendo que lo hicieron por mi salud —respondió Ylva, tratando de mostrar una valentía que no siempre sentía. Thomas le sonrió con calidez, sintiéndose aliviado al ver la madurez en su hija. —Prometo que nos quedaremos en Vermont por mucho tiempo. Quiero que tengas la oportunidad de asentarte, hacer nuevos amigos y sentirte en casa aquí. Ylva se sintió conmovida por las palabras de su padre. La promesa de estabilidad y permanencia le brindó un consuelo que tanto anhelaba. —Gracias, papá. Realmente aprecio que lo intentes, te amo. Thomas la abrazó rápidamente antes de que Ylva bajara del auto y se dirigiera a la entrada de la escuela. Mientras observaba a su hija caminar, Thomas sintió una mezcla de esperanza y determinación. Sabía que mantener esa promesa no sería fácil, pero estaba dispuesto a hacer todo lo necesario para el bienestar de su familia.Ylva respiró hondo mientras cruzaba las puertas de su nueva escuela en Vermont. Los pasillos estaban llenos de estudiantes, y la sensación de empezar de nuevo en un lugar desconocido la hacía sentir una mezcla de nerviosismo y emoción.Mientras caminaba hacia su casillero, una chica con cabello negro, ondulado y largo, y ojos dorados como el oro, se acercó a ella con una sonrisa amistosa.—Hola, ¿tú debes ser la nueva estudiante, verdad? —preguntó la chica con entusiasmo.Ylva se sorprendió por el saludo directo y no pudo evitar mostrar su desconcierto.—Sí, soy Ylva —respondió, tratando de sonar segura.La chica notó la sorpresa en el rostro de Ylva y soltó una risa suave.—¡Te estábamos esperando! Después de todo, Vermont no es un lugar muy grande. Aquí todo se sabe rápidamente. Soy Isabel Whitmore, ¡encantada de conocerte! —dijo, extendiendo una mano y luego dándole un abrazo amistoso.Ylva sintió que Isabel estaba inusualmente helada al tacto, pero antes de poder procesar ese pens
Las semanas pasaron y Ylva se adaptaba cada vez más a su nueva escuela. Las clases iban bien y comenzaba a sentirse más cómoda con sus compañeros. Sin embargo, un día, todo cambió cuando el profesor anunció que harían una evaluación en parejas. —Voy a asignarles sus parejas para este examen —dijo el profesor mientras leía la lista—. Ylva Mistral y David Whitmore. Ylva se sorprendió al escuchar su nombre junto al de David. Desde su llegada, apenas habían cruzado miradas, y mucho menos palabras. Sin más opción, recogió sus cosas y se dirigió a la mesa donde estaba sentado David, pues él no mostró ninguna intención de moverse, así que Ylva tomó asiento junto a él. Mientras empezaban a organizarse para el examen, Ylva escuchó claramente una queja en la voz de David. “Huele a perro mojado, qué tormento” Confundida, Ylva se giró hacia él, mirándolo directamente. David levantó la vista de sus papeles y la miró con frialdad. —¿Qué es lo que ves? —preguntó, su tono seco y distante. Ylva
En el corazón del Reino de Lycandar, la majestuosa fortaleza de la manada del Imperio estaba envuelta en la calma de la noche. Las estrellas brillaban en el cielo y una ligera brisa susurraba entre los árboles del bosque que rodeaba el castillo.Aldric, con su imponente figura y su cabello blanco como la nieve, caminaba por los silenciosos pasillos. Se detuvo frente a la puerta de la habitación de su pequeña hermana, Katrina. Tocó suavemente antes de abrir la puerta y entrar.Katrina, con solo 15 años, estaba sentada en su cama, mirando por la ventana con una expresión de preocupación. Su cabello blanco pero a diferencia del de su hermano tenía algunos mechones dorados caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus ojos reflejaban la luz de la luna con un brillo melancólico.—Katrina, ¿qué haces despierta a estas horas? —preguntó Aldric en voz baja, acercándose a su cama.Katrina levantó la vista y esbozó una pequeña sonrisa al ver a su hermano mayor.—No puedo dormir, Aldric —respondi
La luna llena iluminaba el bosque, proyectando sombras alargadas que bailaban entre los árboles. Ylva, con su cabello blanco como la nieve y sus ojos azules como zafiros, se adentraba en el bosque, guiada por una extraña sensación de atracción.A medida que avanzaba, el aire se volvía más fresco y el sonido de los animales nocturnos se hacía más intenso. De repente, un aullido resonó en la distancia, enviando escalofríos por la columna vertebral de Ylva.Siguiendo el sonido, se abrió paso entre los árboles hasta llegar a un claro donde un grupo de lobos se reunía alrededor de una hoguera. Ylva se detuvo, observándolos con cautela, sintiendo una mezcla de miedo y fascinación.Los lobos la notaron y se acercaron lentamente, sus ojos amarillos brillando en la oscuridad. Ylva se quedó quieta, sin moverse, y los lobos se detuvieron a unos metros de distancia, observándola con curiosidad.De repente, uno de los lobos dio un paso adelante y se acercó a Ylva. La joven se agachó y acarició su
Ylva Mistral, una hermosa joven que apenas acaba de cumplir sus 18 años, su cabellera blanca como la nieve, y sus ojos de un azul intenso, se encontraba inmersa en un sueño que parecía tan real como la vida misma. Estaba en un lugar encantador, un prado vasto y lleno de flores de colores brillantes que ondeaban suavemente con la brisa. Mariposas de alas iridiscentes danzaban en el aire, creando un espectáculo etéreo bajo el cielo claro y azul. El clima era perfecto, cálido y acogedor, envolviendo a Ylva en una sensación de paz y felicidad.En medio de este paraíso floral, se encontraba una loba de extraordinaria belleza. Su pelaje era de un blanco puro con reflejos plateados que brillaban bajo la luz del sol. Sus ojos eran de un azul profundo, como dos zafiros que reflejaban sabiduría y misterio. La loba irradiaba una majestuosidad serena, y su presencia llenaba el lugar de una energía tranquila y poderosa.Ylva se acercó lentamente, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. La
Ethan Volkov, un joven de apenas 24 años vivía en una cabaña rústica escondida en lo profundo del denso bosque en el estado de Washington. Rodeado de árboles centenarios y la fauna silvestre, había encontrado un refugio en la naturaleza, lejos del caos de la vida humana y de la manada que había dejado atrás. La cabaña, aunque sencilla, estaba cuidadosamente mantenida, con muebles de madera tallada y una chimenea de piedra que creaba un ambiente acogedor.Una tarde, mientras Ethan afilaba un cuchillo de caza junto a la chimenea, sintió una presencia familiar. Al levantar la vista, vio a un lobo majestuoso transformarse en la figura de su padre, Iván Volkov. La preocupación era evidente en los ojos azules de Iván, un reflejo del vínculo que los unía, a pesar de la distancia que Ethan había impuesto.—Hijo —dijo Iván, con voz profunda y cargada de emociones—, por fin te he encontrado. ¿Cómo has estado?Ethan se puso de pie y abrazó a su padre. Aunque había decidido aislarse, la visita de
Ylva se encontró nuevamente en el hermoso prado de sus sueños. El lugar estaba tan encantador como siempre, con flores de colores vibrantes que ondeaban suavemente con la brisa y mariposas de alas iridiscentes que danzaban en el aire. La sensación de paz y felicidad envolvía el lugar, y el clima era cálido y acogedor.Frente a ella estaba Luna, la majestuosa loba de pelaje blanco y plateado que brillaba bajo la luz del sol. Luna, con su tamaño imponente y ojos azules profundo, irradiaba una majestuosidad que llenaba el prado de energía tranquila y poderosa.Ylva no podía evitar admirar a Luna con emoción, sintiendo una profunda conexión con la loba.—Eres tan hermosa y grande —dijo Ylva, con los ojos llenos de admiración—. Estoy segura de que no eres una loba cualquiera. ¿De dónde vienes?Luna inclinó la cabeza, sus ojos reflejando sabiduría y misterio.—Vengo del Reino de Lycandar, Ylva.El corazón de Ylva se llenó de curiosidad. Quería saber más sobre este reino misterioso.—¿Cómo e
En el corazón del continente de Erandor se encuentra el Reino de Lycandar, una majestuosa ciudad alejada de los seres humanos. Un vasto territorio dominado por licántropos y hombres lobo. Sus extensos bosques y montañas proporcionaban el refugio perfecto para estas criaturas, que vivían en armonía con la naturaleza y bajo el liderazgo de un poderoso rey Lycan. Aunque parecía una ciudad sacada de la época medieval, con sus elegantes edificios de piedra, mansiones señoriales y encantadoras casas, también contaba con muchas comodidades modernas.Una loba esbelta y ágil, Sarai, que trabajaba como mensajera para la Corte Imperial, corría a gran velocidad a través del denso bosque que rodeaba la ciudad. Su pelaje gris plateado brillaba bajo la luz de la luna mientras esquivaba ramas y saltaba sobre raíces con una gracia incomparable. Sarai llevaba consigo una carta urgente, y sabía que cada segundo contaba.Finalmente, llegó a la imponente fortaleza que servía como sede del poder en Lycan