Ylva se encontró nuevamente en el hermoso prado de sus sueños. El lugar estaba tan encantador como siempre, con flores de colores vibrantes que ondeaban suavemente con la brisa y mariposas de alas iridiscentes que danzaban en el aire. La sensación de paz y felicidad envolvía el lugar, y el clima era cálido y acogedor.
Frente a ella estaba Luna, la majestuosa loba de pelaje blanco y plateado que brillaba bajo la luz del sol. Luna, con su tamaño imponente y ojos azules profundo, irradiaba una majestuosidad que llenaba el prado de energía tranquila y poderosa. Ylva no podía evitar admirar a Luna con emoción, sintiendo una profunda conexión con la loba. —Eres tan hermosa y grande —dijo Ylva, con los ojos llenos de admiración—. Estoy segura de que no eres una loba cualquiera. ¿De dónde vienes? Luna inclinó la cabeza, sus ojos reflejando sabiduría y misterio. —Vengo del Reino de Lycandar, Ylva. El corazón de Ylva se llenó de curiosidad. Quería saber más sobre este reino misterioso. —¿Cómo es tu reino, Luna? —preguntó Ylva, ansiosa por conocer más. Pero Luna no respondió de inmediato. En lugar de eso, la loba miró a Ylva con una expresión de ternura y seriedad. —Pronto debes ir a casa, Ylva, la hora ha llegado. Ylva frunció el ceño, confundida y con una sensación de urgencia en su corazón. —¿Dónde queda ese reino, Luna? —insistió, su voz llena de curiosidad y una ligera desesperación por obtener respuestas—. ¿a que te refieres con que la hora ha llegado? Antes de que Luna pudiera responder, Ylva se despertó abruptamente. Su cuerpo estaba empapado en sudor y su respiración era rápida y entrecortada. Miró el reloj y vio que apenas eran las 4 de la madrugada. Se quedó acostada en la oscuridad, con el corazón latiendo con fuerza. Las palabras de Luna resonaban en su mente, llenándola de preguntas y una sensación de destino inminente. Sabía que estos sueños significaban algo importante, pero no sabía lo que eran. Después de despertarse de esa manera, Ylva no pudo dormir más. Sabía que tenía clases ese día y necesitaba descansar, pero el sueño se le escapaba. Decidió darse un baño con la esperanza de relajarse y tal vez encontrar algo de alivio. Sin embargo, media hora después, su cuerpo comenzó a calentarse de manera alarmante. Se sentía débil y exhausta, como si una fiebre repentina la estuviera consumiendo. Pensando que un descanso podría ayudar, Ylva se metió en la cama y se arropó hasta la cabeza, esperando sudar la fiebre. Pero la situación solo empeoró. Su temperatura corporal aumentó tanto que comenzó a temblar incontrolablemente. Cuando su madre, Elena, notó que Ylva no había bajado a desayunar, subió rápidamente a su habitación. Al ver a su hija acurrucada bajo las mantas, con la piel enrojecida y los ojos vidriosos, sintió un pánico inmediato. —¡Ylva! —exclamó Elena, sentándose en el borde de la cama y apartando las mantas con suavidad—. ¿Qué te pasa, cariño? Ylva apenas pudo responder, sus palabras se entrecortaban por los temblores. —Me siento muy… caliente… Mamá, no sé qué me pasa… Elena tocó la frente de Ylva y sintió el calor abrasador que emanaba de su piel. Con manos temblorosas, sacó un termómetro y le tomó la temperatura. El resultado la alarmó profundamente. —¡Tienes fiebre muy alta! —dijo Elena, su voz cargada de preocupación—. Esto no es normal. Necesitamos llevarte al médico de inmediato. Ylva intentó asentir, pero su cuerpo temblaba tan violentamente que apenas podía moverse. Elena llamó a su esposo, y juntos ayudaron a Ylva a bajar las escaleras y salir de la casa. Mientras la llevaban al hospital, los sueños de Ylva y las palabras de Luna resonaban en su mente, llenándola de una mezcla de miedo y curiosidad. Ylva pasó varios días en el hospital, luchando contra una fiebre que se negaba a ceder. Los médicos le realizaron numerosos exámenes, pero todos los resultados indicaban que estaba saludable. Aun así, su temperatura corporal continuaba alarmantemente alta. Elena, su madre, estaba constantemente a su lado, su preocupación aumentando con cada día que pasaba sin respuestas. Una noche, mientras Elena observaba a Ylva dormir en la camilla del hospital, su esposo Thomas se acercó a ella, su rostro reflejando la misma preocupación. —Elena, ¿crees que esta fiebre tenga algo que ver con su origen? —preguntó Thomas en voz baja, con los ojos fijos en su hija. Elena negó con la cabeza, intentando no dejarse llevar por las palabras de una mujer que había conocido tiempo atrás, justo el día en que adoptaron a la niña. —No, Thomas. Esos solo son cuentos de hadas. No puedo creer que eso tenga algo que ver con lo que le está pasando a nuestra hermosa Ylva. Thomas suspiró, deseando poder hacer más para ayudar a su hija. Sabía que Elena siempre había sido escéptica acerca de las historias sobre el origen de Ylva, pero en momentos como este, la duda comenzaba a filtrarse en su mente. Elena, sin embargo, se aferraba a la esperanza de que los médicos encontrarían una solución. Miró a su esposo con determinación. —Lo que le está pasando tiene que tener una explicación racional. Los médicos descubrirán qué está mal y la ayudarán a recuperarse. Thomas asintió, aunque en el fondo ambos sabían que había cosas en este mundo que no podían explicarse fácilmente. Mientras tanto, Ylva seguía luchando contra la fiebre, y los sueños con Luna continuaban llenando sus noches de misterio y promesas.En el corazón del continente de Erandor se encuentra el Reino de Lycandar, una majestuosa ciudad alejada de los seres humanos. Un vasto territorio dominado por licántropos y hombres lobo. Sus extensos bosques y montañas proporcionaban el refugio perfecto para estas criaturas, que vivían en armonía con la naturaleza y bajo el liderazgo de un poderoso rey Lycan. Aunque parecía una ciudad sacada de la época medieval, con sus elegantes edificios de piedra, mansiones señoriales y encantadoras casas, también contaba con muchas comodidades modernas.Una loba esbelta y ágil, Sarai, que trabajaba como mensajera para la Corte Imperial, corría a gran velocidad a través del denso bosque que rodeaba la ciudad. Su pelaje gris plateado brillaba bajo la luz de la luna mientras esquivaba ramas y saltaba sobre raíces con una gracia incomparable. Sarai llevaba consigo una carta urgente, y sabía que cada segundo contaba.Finalmente, llegó a la imponente fortaleza que servía como sede del poder en Lycan
Elena no podía evitar recordar las palabras de aquella mujer misteriosa que se había presentado en su vida muchos años atrás. La mujer le había advertido que Ylva experimentaría una transformación al cumplir 15 años. Aunque la mujer había tratado de olvidarlo, los eventos recientes le hacían recordar esas palabras. Después de que Ylva fue dada de alta del hospital, Elena se mantuvo más atenta a cualquier señal de cambio en su hija. Sin embargo, los días pasaban y parecía que la fiebre había sido solo un episodio aislado. A pesar de que los médicos no lograron encontrar una explicación para la fiebre, Elena trató de convencerse de que todo estaba bien.El único cambio evidente que notó en su hija fue algo inesperado. Al llegar a casa tras su estancia en el hospital, experimentó su primera menstruación, algo que para la mayoría de las jóvenes ocurre a una edad más temprana. Esto la sorprendió y, en cierto modo, la inquietó, pero no le dio mucha importancia, pensando que era simplemente
Ylva despertó lentamente, con la mente nublada y la vista borrosa. Se dio cuenta de que estaba en una habitación desconocida, rodeada de paredes de un blanco inmaculado y con el suave sonido de aparatos médicos zumbando a su alrededor. Antes de que pudiera procesar completamente dónde se encontraba, la puerta se abrió y entraron sus hermanos, Federico y Elsie.—¡Ylva! —exclamó Federico con alegría, corriendo hacia su cama.—¡Estás despierta! —añadió Elsie, con una gran sonrisa.La alegría de sus hermanos fue contagiosa, y Ylva no pudo evitar sonreír. Ver sus rostros aliviados le dio una sensación de calidez y consuelo.—¡Mamá, papá, Ylva está despierta! —gritó Federico, llamando a sus padres con emoción.No pasó mucho tiempo antes de que Elena, entrara apresuradamente en la habitación, seguida de cerca por Thomas. La preocupación en sus rostros se transformó en alivio al ver a Ylva despierta y consciente.—Ylva, cariño, ¿cómo te sientes? —preguntó Elena, acercándose a la cama y tomand
Ylva respiró hondo mientras cruzaba las puertas de su nueva escuela en Vermont. Los pasillos estaban llenos de estudiantes, y la sensación de empezar de nuevo en un lugar desconocido la hacía sentir una mezcla de nerviosismo y emoción.Mientras caminaba hacia su casillero, una chica con cabello negro, ondulado y largo, y ojos dorados como el oro, se acercó a ella con una sonrisa amistosa.—Hola, ¿tú debes ser la nueva estudiante, verdad? —preguntó la chica con entusiasmo.Ylva se sorprendió por el saludo directo y no pudo evitar mostrar su desconcierto.—Sí, soy Ylva —respondió, tratando de sonar segura.La chica notó la sorpresa en el rostro de Ylva y soltó una risa suave.—¡Te estábamos esperando! Después de todo, Vermont no es un lugar muy grande. Aquí todo se sabe rápidamente. Soy Isabel Whitmore, ¡encantada de conocerte! —dijo, extendiendo una mano y luego dándole un abrazo amistoso.Ylva sintió que Isabel estaba inusualmente helada al tacto, pero antes de poder procesar ese pens
Las semanas pasaron y Ylva se adaptaba cada vez más a su nueva escuela. Las clases iban bien y comenzaba a sentirse más cómoda con sus compañeros. Sin embargo, un día, todo cambió cuando el profesor anunció que harían una evaluación en parejas. —Voy a asignarles sus parejas para este examen —dijo el profesor mientras leía la lista—. Ylva Mistral y David Whitmore. Ylva se sorprendió al escuchar su nombre junto al de David. Desde su llegada, apenas habían cruzado miradas, y mucho menos palabras. Sin más opción, recogió sus cosas y se dirigió a la mesa donde estaba sentado David, pues él no mostró ninguna intención de moverse, así que Ylva tomó asiento junto a él. Mientras empezaban a organizarse para el examen, Ylva escuchó claramente una queja en la voz de David. “Huele a perro mojado, qué tormento” Confundida, Ylva se giró hacia él, mirándolo directamente. David levantó la vista de sus papeles y la miró con frialdad. —¿Qué es lo que ves? —preguntó, su tono seco y distante. Ylva
En el corazón del Reino de Lycandar, la majestuosa fortaleza de la manada del Imperio estaba envuelta en la calma de la noche. Las estrellas brillaban en el cielo y una ligera brisa susurraba entre los árboles del bosque que rodeaba el castillo.Aldric, con su imponente figura y su cabello blanco como la nieve, caminaba por los silenciosos pasillos. Se detuvo frente a la puerta de la habitación de su pequeña hermana, Katrina. Tocó suavemente antes de abrir la puerta y entrar.Katrina, con solo 15 años, estaba sentada en su cama, mirando por la ventana con una expresión de preocupación. Su cabello blanco pero a diferencia del de su hermano tenía algunos mechones dorados caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus ojos reflejaban la luz de la luna con un brillo melancólico.—Katrina, ¿qué haces despierta a estas horas? —preguntó Aldric en voz baja, acercándose a su cama.Katrina levantó la vista y esbozó una pequeña sonrisa al ver a su hermano mayor.—No puedo dormir, Aldric —respondi
La luna llena iluminaba el bosque, proyectando sombras alargadas que bailaban entre los árboles. Ylva, con su cabello blanco como la nieve y sus ojos azules como zafiros, se adentraba en el bosque, guiada por una extraña sensación de atracción.A medida que avanzaba, el aire se volvía más fresco y el sonido de los animales nocturnos se hacía más intenso. De repente, un aullido resonó en la distancia, enviando escalofríos por la columna vertebral de Ylva.Siguiendo el sonido, se abrió paso entre los árboles hasta llegar a un claro donde un grupo de lobos se reunía alrededor de una hoguera. Ylva se detuvo, observándolos con cautela, sintiendo una mezcla de miedo y fascinación.Los lobos la notaron y se acercaron lentamente, sus ojos amarillos brillando en la oscuridad. Ylva se quedó quieta, sin moverse, y los lobos se detuvieron a unos metros de distancia, observándola con curiosidad.De repente, uno de los lobos dio un paso adelante y se acercó a Ylva. La joven se agachó y acarició su
Ylva Mistral, una hermosa joven que apenas acaba de cumplir sus 18 años, su cabellera blanca como la nieve, y sus ojos de un azul intenso, se encontraba inmersa en un sueño que parecía tan real como la vida misma. Estaba en un lugar encantador, un prado vasto y lleno de flores de colores brillantes que ondeaban suavemente con la brisa. Mariposas de alas iridiscentes danzaban en el aire, creando un espectáculo etéreo bajo el cielo claro y azul. El clima era perfecto, cálido y acogedor, envolviendo a Ylva en una sensación de paz y felicidad.En medio de este paraíso floral, se encontraba una loba de extraordinaria belleza. Su pelaje era de un blanco puro con reflejos plateados que brillaban bajo la luz del sol. Sus ojos eran de un azul profundo, como dos zafiros que reflejaban sabiduría y misterio. La loba irradiaba una majestuosidad serena, y su presencia llenaba el lugar de una energía tranquila y poderosa.Ylva se acercó lentamente, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. La