Capitulo 54

Esa noche, el desierto parecía más silencioso. Las estrellas se encendían como luciérnagas eternas sobre el cielo oscuro, y en el ala privada del palacio, donde solo los elegidos podían caminar sin escoltas, Mariam estaba de pie en el balcón, envuelta en una bata ligera color marfil. Su cabello caía en ondas sobre sus hombros, y en sus manos sostenía el cuaderno que Zayd le había regalado.

Lo hojeó con suavidad. Aún no había escrito nada, pero sus pensamientos estaban llenos. Una suave brisa le acarició el rostro, y entonces escuchó el golpe tenue en la puerta.

—¿Puedo pasar? —preguntó la voz profunda y cálida que ahora era tan familiar.

—Pasa, Zayd.—Él entró con pasos silenciosos, vestido con ropa ligera de lino, sin el peso de sus ropajes reales. Cerró la puerta tras de sí y la observó. Ella no se giró de inmediato. Se limitó a decir:

—Hoy comprendí algo.

—¿El qué?

—Que mi libertad no empieza cuando escapo... sino cuando dejo de correr. —Zayd se acercó hasta quedar a su lado. Ella l
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