3 - El Testamento

Lorenzo

Verla tan altiva, hablándole de esa forma a Sofía, hace que mi corazón se acelere y mi vista quede fija en ella. Está más hermosa desde la última vez que la ví, justo en esta casa.

—Bienvenida, querida—le dice Roberto, el esposo de Sofía, quien se ha levantado para ir a saludarla.

—Gracias por este gran recibimiento, estoy segura que no esperaban verme por estas tierras—contesta con una gran sonrisa dibujada en sus labios.

—No digas eso, hija. Siempre te hemos extrañado—contesta Roberto, quien le hace señas a Sofía para que vaya a saludar a su hija, pero esto se rehúsa.

—La verdad no estoy aquí para un reencuentro familiar, solo vine porque los abogados de mi abuelo me indicaron que mi presencia era requerida para la lectura del testamento—dice Andrea, que se quita las gafas oscuras que tenía puesta y nuestras miradas se cruzan en ese momento. El contacto es breve y es roto cuando ella se dirige a uno de los asientos acompañada por su nana.

—No pretendes saludar a tu madre, ni a mí, que soy casi como tu abuelo—le reclama Francesco—debes respetar a tus mayores—le exige y Andrea solo le regala una gran sonrisa.

—El respeto se gana y ninguno de ustedes se lo ha ganado. Así que no vengan a exigir cosas que no se merecen—les da como respuesta, manteniendo esa actitud fría.

Los reclamos paran cuando llegan los abogados del señor Stefano junto con un notario. Todos nos levantamos cuando el señor Marcucci nos pide reunirnos en el despacho del señor Stefano.

Al entrar, recuerdos de nuestra última conversación se cuelan en mi mente. Voy a honrar mi palabra y cumplir la promesa que le hice antes de su inminente partida.

Los abogados nos indican dónde debe sentarse cada persona que fue citada para la lectura, quedando yo justo detrás de Andrea.

No sé si son imaginaciones mías, pero veo como los vellos de su cuello están erizados y quisiera creer que yo soy el causante.

El notario en compañía de los abogados del patriarca Carlucci, proceden a abrir el sobre sellado, que contiene su última voluntad.

—Buenas tardes, señores, señoras y señoritas. Estamos reunidos aquí para hacer lectura de la última voluntad del señor Stefano Carlucci. Al momento de la elaboración de este documento, el señor Carlucci estaba en pleno uso de sus facultades mentales, las cuales fueron certificadas por personal médico idóneo. Una vez que hemos aclarado este punto, procederemos a la lectura del mismo—pronuncia el licenciado Marcucci.

“Yo, Stefano Carlucci, hombre mayor de edad, residente de Piamonte, dueño del viñedo Mio Cuore, en pleno uso de mis facultades mentales, le dejo a mi hermano, Francesco, le dejo un quince por ciento de las acciones del viñedo, como recompensa de su arduo trabajo todos estos años a mi lado.

A mí sobrino, Roberto, un diez por ciento, por su valioso trabajo en Mio Cuore y a mis sobrinas Romina y Renata, hijas de Roberto, cada una recibirá una hectárea de las parcelas de Mio Cuore. El uso que hagan con esos terrenos será ya decisión de cada una y serán sacadas de los registros catastrales del viñedo.

A Sofía, quien fuera esposa de mi adorado hijo, Adriano, le dejo el apartamento de San Donato en Turín.

A mi querida nieta, Andrea Sofía Carlucci Mancini, le dejo el resto de mis bienes. La lista de los mismos será detallada por mi abogado, Leonardo Marcucci. La única condición para que ella sea la única dueña de todo es que debe casarse con el señor Lorenzo Pasqale. De dicho matrimonio, deberá de producirse un heredero que una a las familias Pasqale y Carlucci, afianzando así nuestra sociedad comercial. El matrimonio tendrá una duración mínima de tres años.

En caso contrario, que mi nieta se rehúse en aceptar estás condiciones, se deberá proceder a la venta de todos mis bienes y lo recaudado deberá ser donado a obras de beneficencia, las cuáles ya tengo seleccionadas.

Está es mi última voluntad, dada en la ciudad de Turín el día 13 de mayo de 2024, en presencia de testigos y un notario público de la ciudad de Turín, Piamonte”

Todos en la oficina nos quedamos en silencio por algunos minutos, hasta que Francesco se levanta molesto en protesta.

—¡Esto debe ser una m*****a broma!¡ ¿Dejarle todo esto a esa niña que no sabe nada del negocio?!—grita molesto y estoy por contestarle cuando Andrea se levanta y lo fulmina con la mirada.

—Mio Cuore por derecho me pertenece y creeme que lo último que querría es cumplir con la condición que dejó mi abuelo pero la satisfacción de verte retorcer, a ti y a tu familia, estoy más que dispuesta a casarme con él —le contesta mientras me señala con un dedo.

—Voy a impugnar ese documento, mi hermano no pudo solo dejarme el quince por ciento—grita molesto Francesco.

—Papá, lo que nos dejó el tío es más que justo. Todo esto mi tío lo levantó junto a su esposa, Esmeralda—dice Roberto, tratando de calmar los ánimos.

—¡Tu, cállate! ¡Siempre tan mediocre, ni pareces hijo mío, te conformas con un mísero diez por ciento!—le grita Francesco.

—Señores, orden. Señor Francesco, usted está en libertad de impugnar este documento, pero dudo que su demanda prospere, ya que el señor Stefano, tomó todas las provisiones para que no hubiera dudas de su última voluntad —contesta el licenciado Marcucci y Andrea sonríe.

Ha quedado más que evidente la ambición de Francesco, pero lo que no pasó desapercibido para mí y creo para Andrea, es la cara de disgusto que tienen Sofía, Romina y Renata.

Ya esas mujeres se hacían dueñas y señoras de todo lo que le pertenece a Andrea. Es hora que mi piccolina les demuestre quien es la única capaz de heredar Mio Cuore.

Sé que me detesta, pero por ella soy capaz de todo y hoy es el primer paso para recuperar su amor y ayudarla a hacer justicia. Debo demostrarle que ya no está sola, que todo esto es por su bien.

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