Andrea
No voy a negar que a pesar del cansancio, me costó demasiado poder conciliar el sueño. Por una parte, la responsabilidad de hacerme cargo de Mio Cuore. Sé que soy más que capaz, lo he demostrado estos años. Soy una vinícola experta, reconocida por la industria, pero tal parece que mi querida familia no está al tanto de esto. Voy a tener que llamar a mi asistente, Jennifer, ya que necesito personas de confianza a mi alrededor. Tendré que llamar a Jeff, mi socio, para que se encargue del negocio. Me miro una última vez antes de salir de la habitación, a enfrentarme a las víboras. Espero que hayan tenido la decencia de no querer tomar el desayuno afuera y no en casa. Bajo las escaleras, armandome de paciencia por el drama seguro que me espera tan temprano. Al llegar al comedor, niego con la cabeza al escuchar la discusión que tienen mi madre y Roberto. No escucho la voz de Renata, Romina ni Francesco, lo que sería un alivio solo tener que enfrentar a mi adorada madre. — No puedes hablar en serio, Roberto. Esta ha sido mi casa por más de veinticinco años, no pienso irme sólo porque esa mocosa así lo exige—le dice mi madre. —Ella es la dueña de todo, además está en todo su derecho. No sé porque siempre la has tratado así. Es tu hija por Dios. Por años ha estado lejos y mira el recibimiento que tuvo de tu parte. Me decepcionas—le dice Roberto y yo tambien me pregunto el motivo de su odio. Decido parar la conversación, por lo que entró al comedor. La mesa está hermosamente servida, panes de diferentes clases, pequeños platos con mermeladas de fresa, naranja y moras servida sobre ellos. También hay una tabla de quesos y embutidos servidos, jugos naturales y un plato con frutas frescas de la temporada. —Buenos días, mamita querida, Roberto, veo que solo estamos nosotros para disfrutar de tan maravilloso desayuno —saludo mientras me dirijo a la cabecera de la mesa para tomar asiento. —Buenos días, mi niña. Aquí te traje tu taza de café, tal como te gusta —me dice mi Nana, que trae una bandeja con el café. —Nana, gracias pero que haces sirviendo café. Ven y acompáñame a tomar el desayuno —le digo y ella me mira algo incómoda. —No pretenderás que la servidumbre se siente junto a nosotros —me reclama Sofía y sus palabras venenosas me calan. Ya entiendo la actitud de mi Nana pero esto no se va a quedar así. —Me interesa muy poco si te gusta o no. Esta es mi CASA, C-A-S-A, y la que pone las reglas soy yo. Está señora que ves aquí, tiene más derecho de sentarse en esta mesa que alguno de ustedes. Si estar sentada junto a ella te molesta, eres libre de levantar tu operado trasero e ir a desayunar en otra parte—le digo y veo cómo su rostro se pone rojo de ira. —No seas grosera. Ya no eres una salvaje, eres la Heredera de Mio Cuore y debes comportarte como tal—me dice y como no puedo soportar que menosprecie a quién ha cuidado de mí todos estos años estallo. —Mira, Sofía. Mi paciencia tiene un límite y tú en menos de quince minutos la has colmado. Roberto, lo siento, pero tu mujer y yo no podemos estar compartiendo el mismo lugar, así que te pido adelanten su partida de mi casa. Recuérdale a esa señora, por decirle de alguna manera, que la mujer que ella ha despreciado hizo el trabajo que ella jamás ha hecho, criarme—le digo y Roberto asiente. —Acepta mis disculpas en nombre de tu madre. No te preocupes, ella ya no te molestará en tu casa—me contesta mientras se levanta de la mesa tomando de la mano a Sofía. —¡Estás loco! ¡Suéltame!—le grita mi madre, pero Roberto la ignora, sacándola del comedor. —Mi niña, no debiste hablarle así a tu madre. Además tiene razón, yo formo parte del servicio doméstico—me dice apenada María y yo la tomo de la mano para que tome asiento a mi lado. —Escuchame bien, tu eres la mujer que me crío, quien ha cuidado de mi desde que vine a este mundo. Sacrificaste mucho por mí y es hora que yo te retribuya todo lo que has hecho por mi —le digo y veo cómo su rostro se cubre de lágrimas. —Cuidarte jamás ha sido un sacrificio, mi niña. Estoy más que orgullosa de ver la gran mujer que te has convertido—me dice mientras yo limpio las lágrimas sobre su rostro con mis dedos —Gracias Nana, ahora sí vamos a comer este delicioso festín que nos han servido —le digo y ella asiente. Una vez terminamos nuestro desayuno, me dirijo al despacho de mi Nonno para ponerme al día en los asuntos del viñedo. Estoy absorta leyendo el mar de papeles que están sobre la mesa, que no escucho cuando la puerta se abre. Mi cuerpo de pronto siente una corriente que estremece mi cuerpo. Al levantar mi vista, veo a Lorenzo frente al escritorio. ¿Qué pasa con mi cuerpo que reacciona de este modo cada vez que él está cerca mío? —No me digas que se te olvidó nuestra cita, mi amorina—me dice Lorenzo, quien me regala una sonrisa que hace que mi corazón se acelere. —¿Cita? Cierto, la reunión para hablar de la locura del matrimonio—le digo mientras me levanto de la silla ejecutiva. —¿Estás lista?—me pregunta y yo asiento, mientras tomo mi bolso para dirigirme a la salida. Cuando llegó a la puerta, siento como Lorenzo toma mi mano y enlaza sus dedos con los míos. ¿Este hombre se ha puesto loco?Es la única explicación que encuentro. —¿Qué haces Lorenzo? No te he dado la confianza para que me tomes la mano—le digo tratando inútilmente de zafarme de su agarre. —Tomar de la mano a mi prometida, eso es lo que hago, amore—me dice dejándome aturdida por como me llama que no me doy cuenta cuando se acerca a darme un beso muy cerca de la comisura de mis labios. Su perfume me embriaga, tan masculino, tan él que por algunos segundos quedo hipnotizada por su aroma. Pero pronto salgo de su hechizo y protesto. —¡Lorenzo! Deja de ser un aprovechado—le exijo y en cambio me regala una sonrisa baja calzones que me hacen apretar mis piernas por miedo a que se me caigan. —Mi amorina, tienes que acostumbrarte a mis besos. Cuando estemos casados y estemos en público tendremos que hacerlo. Pero, vamos que ya tengo hambre y tenemos que hablar sobre nuestro matrimonio y quiero disfrutar de nuestra primera cita—me dice dejándome sorprendida por lo que me lleva casi a rastras a su Maserati. No sé que se traiga entre manos, pero por ahora voy a seguirle la corriente. Necesito saber sus intenciones y lo peor del caso es que el muy desgraciado sabe que me tiene en sus manos.LorenzoTener a Andrea, aquí en mi automóvil junto a mi es un sueño hecho realidad. Por años soñé con esta posibilidad, pero ahora es una realidad. Estoy seguro que ella tratará que este matrimonio solo sea de papel, pero yo no lo voy a aceptar.Estoy preparado a negociar para que acepte mi propuesta. Si le digo que quiero un matrimonio de verdad para el resto de nuestras vidas me trataría de loco, y bueno si lo acepto, estoy loco por ella.Andrea cree que no sé nada de ella, pero está muy equivocada. He seguido de cerca su vida desde que el difunto señor Stefano la envió a San Francisco. Sé lo mucho que sufrió haberse alejado de los recuerdos de su padre, pero gracias a Dios, siempre ha tenido a Maria a su lado.Quise estar a su lado, después del escándalo, pero la m*****a de Romina me tenía amenazado con levantarme una acusación por corrupción de menores. La muy desgraciada sabía del contenido del diario de Andrea, gracias a mi hermana, Luciana. De nadie era desconocido que yo le ten
Andrea Lorenzo tiene que estar mal de la cabeza para proponerme un matrimonio por contrato. Acaso no se acuerda de lo que sucedió hace años. Aún tengo grabada su mirada, como me vió, y ahora pretende que acepte esa propuesta. Logro por fin deshacerme de su agarre, y estoy dispuesta a irme al escuchar las propuesta de Lorenzo, cuando las palabras que salen de su boca me detienen. “Sabes que te conviene aceptar mi oferta, Andrea. O es que ahora quieres que Francesco se haga dueño y señor del viñedo. Me quedo sin palabras por unos segundos, analizando sus palabras. Lorenzo sabe algo. ¿Cómo sabe de mis sospechas? ¿Mi nonno le habrá contado? Todas estas dudas surgen y vuelvo a sentarme. Esta vez algo alejada para no permitir que vuelva a tomar mis manos. —¿Cómo tú sabes que me conviene?—le pregunto, mirándolo fijamente y él me brinda una sonrisa cansada. —Como ya te dije Andrea, tu nonno me pidió que cuidara de tí. La última vez que fue a visitarte, no sé que pasó entre ustedes. Pero
Sofía ¿Que estaría pensando el viejo Stefano con dejarle todo a la inútil de mi hija? Aunque debo decir que me sorprendió la seguridad con la que habla. No puedo creer que se haya atrevido a echarme, a mí, su propia madre de Mio Cuore. Si bien es cierto, que ese lugar nunca fue de mi agrado, es lo único que me quedaba del recuerdo de Adriano. Hasta eso me lo arrebato la mocosa esa, mi Adriano, no hay día que no lo extrañe. Ni aún casándome con Roberto, he podido olvidarlo. ¿Cómo se puede olvidar al amor de tu vida? Sé que al principio, Stefano pensó que yo era una arribista que solo me había acercado a su hijo por su dinero. En ese entonces, lo entendí. Adriano era uno de los solteros más cotizados. Era el heredero de Mio Cuore, el mejor viñedo de Piamonte, y yo apenas una simple aspirante a modelo, proveniente de un pequeño pueblo. El destino hizo de las suyas y en uno de mis primeros trabajos, lo conocí. Era una fiesta benéfica y yo tenía que modelar o enseñar los objetos a se
LorenzoHan pasado casi dos semanas desde la última vez que ví a Andrea. Aún me duelen las pelotas del golpe que me dió según ella por propasarme.Pero no me arrepiento, haber podido sentir sus dulces labios, los cuales me confieso ya soy adicto a ellos. Amo todo de ella hasta su carácter indomable.Escucharla gemir entre mis brazos fue tan sublime que estoy seguro que ahí mismo la hubiera hecho mía pero la magia terminó cuando mi piccolina me golpeó mi entrepierna con su rodilla.Sé que no confía en mí, pero soy su mejor opción. Tendré la paciencia suficiente hasta que ella confíe en mí y se de cuenta de mis sentimientos por ella.—Hola, fratello—me saluda Luciana, sacándome de mis pensamientos y la verdad es la última persona que quiero ver, sobre todo ahora que Andrea está de regreso.—Hola, no sabía que habías regresado. ¿A qué debo el honor de tu visita?—le pregunto y ella se acerca a la silla frente a mi escritorio.—Si alguien te escucha, pensaría que no te es grata mi presenci
LorenzoHan pasado casi diez años desde la última vez que la ví. Aún me tortura recordar su mirada vidriosa, llena de dolor y decepción.Esa noche que se suponía debía ser su gran evento, su primera aparición ante la sociedad piamontesa como la heredera de los viñedos “Mio Cuore”, terminó siendo su peor pesadilla.La peor parte fue que no hice nada, debí defenderla pero no podía. Si tan solo hubiera alzado mi voz, los hechos posteriores a ese evento pude haberlos evitado.Pueden llamarme cobarde, pero cómo podía reaccionar si la persona detrás de todo era mi propia hermana, Luciana. La humillación y las palabras duras de Sofía, la quebraron. Solo me quedaba esperar. Cuando pensé que los ánimos ya estaban calmados, quise verla, consolarla como debí hacerlo desde el principio, pero al llegar a la Casa Grande me enteré de la peor noticia, la habían exiliado, enviándola lejos.No pude verla, ni despedirme de ella. Lo peor, fue ver cómo su propia madre renegaba de ella. ¿Qué clase de muje
AndreaMio Cuore, el lugar que por mucho tiempo consideré mi hogar, donde tengo los más hermosos recuerdos y también los peores.Pensar en Mio Cuore, hace que las emociones que he reprimido por años quieran salir a flote. No puedo permitir que nadie vea mi vulnerabilidad, ya no más. La única persona que realmente me conoce es mi Nana, María. Ella y yo hemos vivido en el exilio que me impuso mi abuelo, por el escándalo generado.Los recuerdos de esa noche quieren hacerse presente por lo que pido a la azafata una copa de vino. ¡CONTROLATE ANDREA! Me reprendo a mi misma, no puedes demostrar debilidad a tus enemigos. Salgo de mis pensamientos a escuchar a mi nana.— Mi niña es muy temprano para una copa de vino — me dice mi nana pero yo la ignoro.— Lo necesito, solo pensar que voy a entrar a ese nido de víboras hace que se me revuelva el estómago. Tengo que controlarme y el vino es lo único que hay para calmarme — le contesto y ella solo niega con su cabeza.—Puede que en estos años, el
AndreaMientras el avión desciende me fijo en el hermoso paisaje a través de mi ventana. El cielo, celeste intenso con algunas nubes que lo adornan. El sol brilla en lo alto, majestuoso como siempre. Me vuelvo a recordar las palabras que me dijo mi papá en mi sueño y quisiera creerlas, pero la realidad es que mi presencia es un mero requisito para la lectura del testamento de mi nonno.Por algunos minutos me invade la culpa, cuando se vienen a mi mente las palabras que mi Nana me dijo hace poco, que mi nonno quiso verme en sus últimos días y me recuerdo las últimas palabras que le dije y que a pesar que en sus últimos días me rogó que regresara, mi orgullo fue más fuerte y ahora, solo quedan en mi mente y corazón las palabras que no nos dijimos y ya es tarde. Mi nonno ya no está entre nosotros, lo único que me unía a estas tierras. Los recuerdos de mi infancia se hacen presente, de cómo me llevaba en el lomo de su caballo “Emperador” mientras hacía sus recorridos diarios por los dife
LorenzoVerla tan altiva, hablándole de esa forma a Sofía, hace que mi corazón se acelere y mi vista quede fija en ella. Está más hermosa desde la última vez que la ví, justo en esta casa.—Bienvenida, querida—le dice Roberto, el esposo de Sofía, quien se ha levantado para ir a saludarla.—Gracias por este gran recibimiento, estoy segura que no esperaban verme por estas tierras—contesta con una gran sonrisa dibujada en sus labios.—No digas eso, hija. Siempre te hemos extrañado—contesta Roberto, quien le hace señas a Sofía para que vaya a saludar a su hija, pero esto se rehúsa.—La verdad no estoy aquí para un reencuentro familiar, solo vine porque los abogados de mi abuelo me indicaron que mi presencia era requerida para la lectura del testamento—dice Andrea, que se quita las gafas oscuras que tenía puesta y nuestras miradas se cruzan en ese momento. El contacto es breve y es roto cuando ella se dirige a uno de los asientos acompañada por su nana.—No pretendes saludar a tu madre, ni