5 - Primera Cita

Andrea

No voy a negar que a pesar del cansancio, me costó demasiado poder conciliar el sueño. Por una parte, la responsabilidad de hacerme cargo de Mio Cuore.

Sé que soy más que capaz, lo he demostrado estos años. Soy una vinícola experta, reconocida por la industria, pero tal parece que mi querida familia no está al tanto de esto.

Voy a tener que llamar a mi asistente, Jennifer, ya que necesito personas de confianza a mi alrededor. Tendré que llamar a Jeff, mi socio, para que se encargue del negocio.

Me miro una última vez antes de salir de la habitación, a enfrentarme a las víboras. Espero que hayan tenido la decencia de no querer tomar el desayuno afuera y no en casa.

Bajo las escaleras, armandome de paciencia por el drama seguro que me espera tan temprano.

Al llegar al comedor, niego con la cabeza al escuchar la discusión que tienen mi madre y Roberto. No escucho la voz de Renata, Romina ni Francesco, lo que sería un alivio solo tener que enfrentar a mi adorada madre.

— No puedes hablar en serio, Roberto. Esta ha sido mi casa por más de veinticinco años, no pienso irme sólo porque esa mocosa así lo exige—le dice mi madre.

—Ella es la dueña de todo, además está en todo su derecho. No sé porque siempre la has tratado así. Es tu hija por Dios. Por años ha estado lejos y mira el recibimiento que tuvo de tu parte. Me decepcionas—le dice Roberto y yo tambien me pregunto el motivo de su odio.

Decido parar la conversación, por lo que entró al comedor. La mesa está hermosamente servida, panes de diferentes clases, pequeños platos con mermeladas de fresa, naranja y moras servida sobre ellos. También hay una tabla de quesos y embutidos servidos, jugos naturales y un plato con frutas frescas de la temporada.

—Buenos días, mamita querida, Roberto, veo que solo estamos nosotros para disfrutar de tan maravilloso desayuno —saludo mientras me dirijo a la cabecera de la mesa para tomar asiento.

—Buenos días, mi niña. Aquí te traje tu taza de café, tal como te gusta —me dice mi Nana, que trae una bandeja con el café.

—Nana, gracias pero que haces sirviendo café. Ven y acompáñame a tomar el desayuno —le digo y ella me mira algo incómoda.

—No pretenderás que la servidumbre se siente junto a nosotros —me reclama Sofía y sus palabras venenosas me calan. Ya entiendo la actitud de mi Nana pero esto no se va a quedar así.

—Me interesa muy poco si te gusta o no. Esta es mi CASA, C-A-S-A, y la que pone las reglas soy yo. Está señora que ves aquí, tiene más derecho de sentarse en esta mesa que alguno de ustedes. Si estar sentada junto a ella te molesta, eres libre de levantar tu operado trasero e ir a desayunar en otra parte—le digo y veo cómo su rostro se pone rojo de ira.

—No seas grosera. Ya no eres una salvaje, eres la Heredera de Mio Cuore y debes comportarte como tal—me dice y como no puedo soportar que menosprecie a quién ha cuidado de mí todos estos años estallo.

—Mira, Sofía. Mi paciencia tiene un límite y tú en menos de quince minutos la has colmado. Roberto, lo siento, pero tu mujer y yo no podemos estar compartiendo el mismo lugar, así que te pido adelanten su partida de mi casa. Recuérdale a esa señora, por decirle de alguna manera, que la mujer que ella ha despreciado hizo el trabajo que ella jamás ha hecho, criarme—le digo y Roberto asiente.

—Acepta mis disculpas en nombre de tu madre. No te preocupes, ella ya no te molestará en tu casa—me contesta mientras se levanta de la mesa tomando de la mano a Sofía.

—¡Estás loco! ¡Suéltame!—le grita mi madre, pero Roberto la ignora, sacándola del comedor.

—Mi niña, no debiste hablarle así a tu madre. Además tiene razón, yo formo parte del servicio doméstico—me dice apenada María y yo la tomo de la mano para que tome asiento a mi lado.

—Escuchame bien, tu eres la mujer que me crío, quien ha cuidado de mi desde que vine a este mundo. Sacrificaste mucho por mí y es hora que yo te retribuya todo lo que has hecho por mi —le digo y veo cómo su rostro se cubre de lágrimas.

—Cuidarte jamás ha sido un sacrificio, mi niña. Estoy más que orgullosa de ver la gran mujer que te has convertido—me dice mientras yo limpio las lágrimas sobre su rostro con mis dedos

—Gracias Nana, ahora sí vamos a comer este delicioso festín que nos han servido —le digo y ella asiente.

Una vez terminamos nuestro desayuno, me dirijo al despacho de mi Nonno para ponerme al día en los asuntos del viñedo.

Estoy absorta leyendo el mar de papeles que están sobre la mesa, que no escucho cuando la puerta se abre.

Mi cuerpo de pronto siente una corriente que estremece mi cuerpo. Al levantar mi vista, veo a Lorenzo frente al escritorio.

¿Qué pasa con mi cuerpo que reacciona de este modo cada vez que él está cerca mío?

—No me digas que se te olvidó nuestra cita, mi amorina—me dice Lorenzo, quien me regala una sonrisa que hace que mi corazón se acelere.

—¿Cita? Cierto, la reunión para hablar de la locura del matrimonio—le digo mientras me levanto de la silla ejecutiva.

—¿Estás lista?—me pregunta y yo asiento, mientras tomo mi bolso para dirigirme a la salida.

Cuando llegó a la puerta, siento como Lorenzo toma mi mano y enlaza sus dedos con los míos. ¿Este hombre se ha puesto loco?Es la única explicación que encuentro.

—¿Qué haces Lorenzo? No te he dado la confianza para que me tomes la mano—le digo tratando inútilmente de zafarme de su agarre.

—Tomar de la mano a mi prometida, eso es lo que hago, amore—me dice dejándome aturdida por como me llama que no me doy cuenta cuando se acerca a darme un beso muy cerca de la comisura de mis labios.

Su perfume me embriaga, tan masculino, tan él que por algunos segundos quedo hipnotizada por su aroma. Pero pronto salgo de su hechizo y protesto.

—¡Lorenzo! Deja de ser un aprovechado—le exijo y en cambio me regala una sonrisa baja calzones que me hacen apretar mis piernas por miedo a que se me caigan.

—Mi amorina, tienes que acostumbrarte a mis besos. Cuando estemos casados y estemos en público tendremos que hacerlo. Pero, vamos que ya tengo hambre y tenemos que hablar sobre nuestro matrimonio y quiero disfrutar de nuestra primera cita—me dice dejándome sorprendida por lo que me lleva casi a rastras a su Maserati.

No sé que se traiga entre manos, pero por ahora voy a seguirle la corriente. Necesito saber sus intenciones y lo peor del caso es que el muy desgraciado sabe que me tiene en sus manos.

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