Andrea
Mientras el avión desciende me fijo en el hermoso paisaje a través de mi ventana. El cielo, celeste intenso con algunas nubes que lo adornan. El sol brilla en lo alto, majestuoso como siempre. Me vuelvo a recordar las palabras que me dijo mi papá en mi sueño y quisiera creerlas, pero la realidad es que mi presencia es un mero requisito para la lectura del testamento de mi nonno. Por algunos minutos me invade la culpa, cuando se vienen a mi mente las palabras que mi Nana me dijo hace poco, que mi nonno quiso verme en sus últimos días y me recuerdo las últimas palabras que le dije y que a pesar que en sus últimos días me rogó que regresara, mi orgullo fue más fuerte y ahora, solo quedan en mi mente y corazón las palabras que no nos dijimos y ya es tarde. Mi nonno ya no está entre nosotros, lo único que me unía a estas tierras. Los recuerdos de mi infancia se hacen presente, de cómo me llevaba en el lomo de su caballo “Emperador” mientras hacía sus recorridos diarios por los diferentes cultivos. Salgo de mis pensamientos, cuando escucho por los parlantes que el capitán nos informa que tuvimos un aterrizaje exitoso. Escuchar esas palabras me traen a la triste realidad de tener que enfrentarme con el nido de víboras. Mi corazón late desmedido, y sin querer me trae recuerdos de la última vez que estuve en suelo italiano. — ¡Por fin en casa, mi niña! — dice mi Nana emocionada mientras yo solo asiento fingiendo una sonrisa. —Si, casa —digo sin mucha convicción, pues Mio Cuore dejó de ser mi hogar hace diez años por la misma persona que me trajo de regreso a Piamonte. El capitán nos anuncia que ya podemos desabrochar los cinturones de seguridad, lo cual hacemos sin demora. Espero en mi asiento hasta que el avión se detenga, lo cual no demora mucho. Las azafatas proceden a abrir la puerta del avión privado y es cuando veo a un señor maduro,que se me hace conocido, de cabello negro, cuyo rostro está enmarcado por unos anteojos de pasta gruesa negra. —Signorina Carlucci, bienvenida a casa — me dice el hombre en cuestión, quien veo sostiene un maletín de cuero entre sus manos. —Gracias, ¿señor? — contesto y veo como me brinda su mano derecha a modo de saludo. —Señor Lucchese, Marco Lucchese, para servirle. Disculpe mi falta de educación, pero estoy emocionado por conocer a la nieta del Señor Carlucci. Su nonno siempre hablaba con mucho orgullo y nostalgia de usted, es una lastima que nos conozcamos en estás circunstancias. El señor Pasqale me encomendó su estadía— me dice el hombre y yo solo asiento. —Un placer conocerlo, Señor Lucchese. Me imagino que es hora que partamos a Mio Cuore —le pregunto y escuchar el apellido Pasqale me causa una pequeña incomodidad. —Primero la llevaré a que descanse, el vuelo ha sido muy largo y debe descansar antes que se de la lectura del testamento de su abuelo, signorina. Usted debe ser la señora María, un placer conocerla—saluda a Maria que le brinda una cálida sonrisa—Ya sus maletas están en el automóvil. He preparado una habitación en un hotel para que descanse un par de horas antes de emprender el viaje a Mio Cuore—me indica el señor Lucchese. Abordamos la camioneta negra con los vidrios tintados de color oscuro, que nos está esperando. El trayecto del aeropuerto al hotel se siente corto, pues el señor Lucchese nos informa cómo la enfermedad de mi abuelo fue detectada en forma tardía, por lo que sólo se les pudo dar tratamientos paliativos para hacer sus últimos días lo más confortables posible. Evito preguntar por el resto de mi familia y por supuesto por los Pasqale y el señor Lucchese tampoco los menciona, lo que se me hace algo extraño, pues la última vez que ví al nonno, me habló maravillas de Romina y Renata, y sobre todo de mi madre. Trato de sacar esos pensamientos de mi mente, no debo dejar que los Carlucci me afecten. Ellos dejaron de ser mi familia hace diez años. Me lo repito como un mantra, para darme la fortaleza del drama seguro crearán las mujeres de la familia con mi regreso. Una vez estamos en el cuarto del hotel que nos tenía reservado el Señor Lucchese, procedo a darme un baño con agua caliente, que me ayuda a relajarme. Cuando salgo de la ducha, veo mi reflejo en el espejo empañado y por un breve segundo veo a la Andrea adolescente de hace diez años, esa joven a la que no le tuvieron compasión. “Andrea, es hora que vean que ya no eres esa niña a quien humillaron, lastimaron y sobre todo le quitaron a lo que más quería”, me digo a mi misma. Después del día que tomé la peor decisión de mi vida, y que me enviaran lejos del lugar que consideraba mi hogar, rompí lazos con quienes consideraba familia y amigos, los cuales resultaron ser los seres más falsos que haya conocido. Me pongo un conjunto de ropa deportiva, algo bastante cómodo. Salgo de mi habitación para encontrarme con una mesa con el desayuno servido. Mi Nana ya se encuentra sentada, quien conversa muy animada con el señor Luchese. La conversación es interrumpida cuando notan mi presencia. El desayuno pasa bastante tranquilo, mi Nana y el señor Lucchese tienen una conversación bastante amena sobre los cambios que ha sufrido la ciudad en los últimos años. Antes de levantarme de la mesa, el señor Lucchese me indica la hora que partiremos hacia Mio Cuore, lo que me da tiempo de poder descansar un poco. Cuando se acerca la hora de partir, me visto con un hermoso traje nego ceñido, mi maquillaje es sencillo donde el único toque de color son los labios pintados de color rojo. Antes de salir, me coloco unas gafas oscuras y me calzo mis zapatos de tacón alto Leboutin. Me veo en el espejo y sonrió, ya que estoy segura que la Andrea que esperan no esta que veo en el reflejo del espejo. Subimos al helipuerto del hotel, dónde veo al señor Lucchese quien me espera junto a mi Nana en la puerta del helicóptero. El vuelo es bastante tranquilo, una vez aterrizamos una limusina nos está esperando, la cual abordamos sin demora. Veo los cultivos de vid, pronto vendrá la vendimia y la tristeza se apodera de mí al recordar a mi papá. No hay día que no lo extrañe y recuerde cuando dió su último aliento. Estoy tan absorta en mis recuerdos, que no me doy cuenta cuando llegamos a la casona. Sigue igual de imponente con sus hermosas paredes de piedra. Cuando estoy acercándome a la gran puerta de madera, escucho como mi querida madre despotrica en mi contra, según ella por mi tardanza. En vez de molestarme, me causa gracia y sonrió porque el espectáculo está por comenzar. La puerta se abre y es cuando camino con pasos seguros y veo a las personas reunidas en la sala, mis ojos buscan a mi madre. —Ya no tienes que esperar más, mamita querida. Claro, no podía esperar menos de tí, pero no perdamos el tiempo que la verdad verlos jugando a la familia feliz me causa asco—le digo en tono tan seco provisto de ninguna emoción y es cuando siento una mirada fija en mi que hace que mi cuerpo se estremezca.LorenzoVerla tan altiva, hablándole de esa forma a Sofía, hace que mi corazón se acelere y mi vista quede fija en ella. Está más hermosa desde la última vez que la ví, justo en esta casa.—Bienvenida, querida—le dice Roberto, el esposo de Sofía, quien se ha levantado para ir a saludarla.—Gracias por este gran recibimiento, estoy segura que no esperaban verme por estas tierras—contesta con una gran sonrisa dibujada en sus labios.—No digas eso, hija. Siempre te hemos extrañado—contesta Roberto, quien le hace señas a Sofía para que vaya a saludar a su hija, pero esto se rehúsa.—La verdad no estoy aquí para un reencuentro familiar, solo vine porque los abogados de mi abuelo me indicaron que mi presencia era requerida para la lectura del testamento—dice Andrea, que se quita las gafas oscuras que tenía puesta y nuestras miradas se cruzan en ese momento. El contacto es breve y es roto cuando ella se dirige a uno de los asientos acompañada por su nana.—No pretendes saludar a tu madre, ni
AndreaMi nonno debió estar loco o los medicamentos que tomaba le hicieron alucinar. Aunque no lo iba a aceptar frente a todos, estoy totalmente de acuerdo con Francesco. Es una total locura, yo, Andrea, casarme con Lorenzo.El muy desgraciado sigue estando guapo, que digo guapo, es todo un maldito monumento. Cuando nuestras miradas se cruzaron, sentí como mi corazón dejó de latir al sentir lo profundo de su mirada, como si pudiera leer mis pensamientos.Para mí maldita mala suerte, al momento de la lectura del testamento, el licenciado Marcucci le asignó justo el asiento detrás mío.Su sola presencia hizo que todo mi cuerpo reaccionará. Me costó demasiado mantener mi actitud estoica, falta de emociones. Aún tengo los vellos en mi nuca erizados, porque el muy descarado no dejó de posar su mirada en mí.Francesco sigue gritando como un loco, que va a impugnar el testamento y por querer sacarlo de quicio, le regalo una sonrisa.—Señor Francesco, debe controlarse, ya le dije que está
AndreaNo voy a negar que a pesar del cansancio, me costó demasiado poder conciliar el sueño. Por una parte, la responsabilidad de hacerme cargo de Mio Cuore.Sé que soy más que capaz, lo he demostrado estos años. Soy una vinícola experta, reconocida por la industria, pero tal parece que mi querida familia no está al tanto de esto.Voy a tener que llamar a mi asistente, Jennifer, ya que necesito personas de confianza a mi alrededor. Tendré que llamar a Jeff, mi socio, para que se encargue del negocio.Me miro una última vez antes de salir de la habitación, a enfrentarme a las víboras. Espero que hayan tenido la decencia de no querer tomar el desayuno afuera y no en casa.Bajo las escaleras, armandome de paciencia por el drama seguro que me espera tan temprano. Al llegar al comedor, niego con la cabeza al escuchar la discusión que tienen mi madre y Roberto. No escucho la voz de Renata, Romina ni Francesco, lo que sería un alivio solo tener que enfrentar a mi adorada madre.— No puedes
LorenzoTener a Andrea, aquí en mi automóvil junto a mi es un sueño hecho realidad. Por años soñé con esta posibilidad, pero ahora es una realidad. Estoy seguro que ella tratará que este matrimonio solo sea de papel, pero yo no lo voy a aceptar.Estoy preparado a negociar para que acepte mi propuesta. Si le digo que quiero un matrimonio de verdad para el resto de nuestras vidas me trataría de loco, y bueno si lo acepto, estoy loco por ella.Andrea cree que no sé nada de ella, pero está muy equivocada. He seguido de cerca su vida desde que el difunto señor Stefano la envió a San Francisco. Sé lo mucho que sufrió haberse alejado de los recuerdos de su padre, pero gracias a Dios, siempre ha tenido a Maria a su lado.Quise estar a su lado, después del escándalo, pero la m*****a de Romina me tenía amenazado con levantarme una acusación por corrupción de menores. La muy desgraciada sabía del contenido del diario de Andrea, gracias a mi hermana, Luciana. De nadie era desconocido que yo le ten
Andrea Lorenzo tiene que estar mal de la cabeza para proponerme un matrimonio por contrato. Acaso no se acuerda de lo que sucedió hace años. Aún tengo grabada su mirada, como me vió, y ahora pretende que acepte esa propuesta. Logro por fin deshacerme de su agarre, y estoy dispuesta a irme al escuchar las propuesta de Lorenzo, cuando las palabras que salen de su boca me detienen. “Sabes que te conviene aceptar mi oferta, Andrea. O es que ahora quieres que Francesco se haga dueño y señor del viñedo. Me quedo sin palabras por unos segundos, analizando sus palabras. Lorenzo sabe algo. ¿Cómo sabe de mis sospechas? ¿Mi nonno le habrá contado? Todas estas dudas surgen y vuelvo a sentarme. Esta vez algo alejada para no permitir que vuelva a tomar mis manos. —¿Cómo tú sabes que me conviene?—le pregunto, mirándolo fijamente y él me brinda una sonrisa cansada. —Como ya te dije Andrea, tu nonno me pidió que cuidara de tí. La última vez que fue a visitarte, no sé que pasó entre ustedes. Pero
Sofía ¿Que estaría pensando el viejo Stefano con dejarle todo a la inútil de mi hija? Aunque debo decir que me sorprendió la seguridad con la que habla. No puedo creer que se haya atrevido a echarme, a mí, su propia madre de Mio Cuore. Si bien es cierto, que ese lugar nunca fue de mi agrado, es lo único que me quedaba del recuerdo de Adriano. Hasta eso me lo arrebato la mocosa esa, mi Adriano, no hay día que no lo extrañe. Ni aún casándome con Roberto, he podido olvidarlo. ¿Cómo se puede olvidar al amor de tu vida? Sé que al principio, Stefano pensó que yo era una arribista que solo me había acercado a su hijo por su dinero. En ese entonces, lo entendí. Adriano era uno de los solteros más cotizados. Era el heredero de Mio Cuore, el mejor viñedo de Piamonte, y yo apenas una simple aspirante a modelo, proveniente de un pequeño pueblo. El destino hizo de las suyas y en uno de mis primeros trabajos, lo conocí. Era una fiesta benéfica y yo tenía que modelar o enseñar los objetos a se
LorenzoHan pasado casi dos semanas desde la última vez que ví a Andrea. Aún me duelen las pelotas del golpe que me dió según ella por propasarme.Pero no me arrepiento, haber podido sentir sus dulces labios, los cuales me confieso ya soy adicto a ellos. Amo todo de ella hasta su carácter indomable.Escucharla gemir entre mis brazos fue tan sublime que estoy seguro que ahí mismo la hubiera hecho mía pero la magia terminó cuando mi piccolina me golpeó mi entrepierna con su rodilla.Sé que no confía en mí, pero soy su mejor opción. Tendré la paciencia suficiente hasta que ella confíe en mí y se de cuenta de mis sentimientos por ella.—Hola, fratello—me saluda Luciana, sacándome de mis pensamientos y la verdad es la última persona que quiero ver, sobre todo ahora que Andrea está de regreso.—Hola, no sabía que habías regresado. ¿A qué debo el honor de tu visita?—le pregunto y ella se acerca a la silla frente a mi escritorio.—Si alguien te escucha, pensaría que no te es grata mi presenci
LorenzoHan pasado casi diez años desde la última vez que la ví. Aún me tortura recordar su mirada vidriosa, llena de dolor y decepción.Esa noche que se suponía debía ser su gran evento, su primera aparición ante la sociedad piamontesa como la heredera de los viñedos “Mio Cuore”, terminó siendo su peor pesadilla.La peor parte fue que no hice nada, debí defenderla pero no podía. Si tan solo hubiera alzado mi voz, los hechos posteriores a ese evento pude haberlos evitado.Pueden llamarme cobarde, pero cómo podía reaccionar si la persona detrás de todo era mi propia hermana, Luciana. La humillación y las palabras duras de Sofía, la quebraron. Solo me quedaba esperar. Cuando pensé que los ánimos ya estaban calmados, quise verla, consolarla como debí hacerlo desde el principio, pero al llegar a la Casa Grande me enteré de la peor noticia, la habían exiliado, enviándola lejos.No pude verla, ni despedirme de ella. Lo peor, fue ver cómo su propia madre renegaba de ella. ¿Qué clase de muje