Desperté temprano, como era de costumbre, para preparar el desayuno de Will antes de que se marchara al trabajo. Pasé por mi rutina mañanera y me dirigí a la cocina. Lo dejé todo listo y, de nuevo, me encerré en la habitación. No me apetecía para nada encontrarme cara a cara con él; no después de la discusión de anoche. Pensé que se marcharía, pero sentí unos suaves golpes en la puerta de la habitación. Abrí para encontrarlo ya listo para irse al trabajo. Me hice a un lado para que pudiera pasar y permanecí en silencio.
—No quería marcharme sin despedirme —Se acercó y acarició mi cabello—. Sabes que no me gusta que discutamos. —A mí tampoco, pero al parecer no logramos estar de acuerdo —contesté viéndolo a los ojos. —Yo solo quiero que sigamos como antes. —Apoyó su frente en la mía. Y esa pequeña muestra de afecto fue suficiente para lograr derretir mi corazón—. ¿No cambiarás, cierto? ¿Seguirás siendo mi dulce Camille? —No cambiaré —susurré sumida en el amor que siento por él que, a pesar de todo este tiempo, se mantiene vigente y latente—. Siempre seré la mujer que amas. —Así me gusta. —Acarició mi cabello y tomó mi rostro entre sus manos para darme un lento beso. Quería permanecer así por más tiempo, pero él se alejó y me dio un beso en la frente para despedirse y marcharse a trabajar. Entonces me quedé con unaretorcida sensación de inconformidad. Inconforme conmigo misma porque no sabía que mi necesidad de afecto llegase a ese punto de volverme tan dócil. Me comporté como una pequeña mascota, sin darme ellugar que realmente merezco. Sin embargo, prefiero mil veces esto que estar separada de él; he creado unadependencia que me asusta. Me dejé caer en el asiento de la sala. Estaba sin nada que hacer, no tenía labores y ni siquiera trabajaba, pues según Will el esfuerzo que él hacía erasuficiente para mantener la familia. Medité por un rato hasta que me decidí a llamar a una de mis amigas.Justamente a Vickie que, a pesar de todo, ella era muy carismática y pasar tiempo a su lado me resultaba divertido. Tomé mi teléfono y la llamé. No tardó mucho en contestar y menos para darme una respuesta afirmativa. La idea de reunirnos hoy le entusiasmó mucho. Me quedé por un tiempo indefinido escudriñando cada rincón del salón. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo había cambiado mi vida tanto? Yo no era así. La Camille de hacía unos seis o siete años no hubiera sentido dependencia de nadie. ¿Por qué ahora sí? ¿Por qué? Observé de nuevo el salón, y dejé que la mirada callera sobre las agujas del reloj suizo que colgaba de la pared, ese reloj que tanto le gustaba a Will pero que yo detestaba porque no creaba armonía con la estética de la casa. Y quizá pasaron varios minutos u horas hasta que escuché que llamaban a la puerta. Me levanté del sillón y la abrí. Vickie me recibió con un cariñoso abrazo. —Hola Cam. —Sonrió. —Hola Vickie, pasa —me hice a un lado para que entrar. Preparé un té acompañado de una rebanada de pastel y tomamos asiento en la sala donde comenzamos a conversar y a reír por sus ocurrencias. Todo hasta que cayó el tema de William y mi semblante cambió de forma drástica. —¿Qué pasa? —me miró borrando su sonrisa—. ¿Ha sucedido algo entre vosotros? —Solo unos desacuerdos —me encogí de hombros restándole importancia. —No lo parece. —Arrugó la frente—. En todo caso, recuerda que siempre estaré para ayudarte. Desde el instituto hemos sido las que mejor nos llevábamos. Tal vez era porque nuestras personalidades en aquel entonces eran muy parecidas. En aquel entonces… Mi mente vagó por los recuerdos de aquel tiempo en el que no sentía que vivía en una jaula. —Pues sí, pero ahora he cambiado y me he vuelto muy aburrida. —Que va, te has vuelto más madura. Yo soy la que no crece. —Rio—. De todos modos sigo queriéndote tanto como antes. Así que no dudes en consultarme tus problemas. —La verdad es que hemos discutido. Pero se supone hoy en la mañana lo hemos arreglado —me mordí el labio inferior porque ni yo misma sabía bien lo que había pasado. —¿Supuestamente? —Hizo un gesto de desentendimiento. —Pues sí, lo único que hice fue mover la cola como un cachorro y decir sí señor —me quejé, y ella estalló en una sonora carcajada. —Si lo dices de ese modo parece un chiste —contraje los labios—. Aunque viéndote parece que no es así. —Ya ves —murmuré. —Tengo una idea —movió las cejas a lo Gaucho Marx, y supe que me vería envuelta en otra de sus locuras. —Ay, por Dios, ¿qué te traes entre manos mujer? —inquirí con una extrema sensación de efusividad recorriendo cada fibra de mi cuerpo. —No es nada malo, pero resulta que hay una mujer en la ciudad. La llaman bruja, tiene toda clase de talismanes y esas cosas raras. —No iré a pedirle a ninguna bruja un amarre para mi esposo —advertí con cierta burla. —No es eso, solo que podemos ir allí y, a lo mejor, ella ve algo en tu futuro o te ayuda a saber el por qué la relación entre vosotros está tan mal. Quizás te ayuden sus consejos. —No lo sé —me quedé pensativa. —¿Qué puedes perder? —insistió—. Además, será solo un ratito. Si algo nos parece turbio, nos vamos y listo. ¿Ir yo a una bruja? Quizá puede sonar irracional, pero ¿y si es la única forma que tenía de arreglar mi matrimonio? A estas alturas me agarraba a un clavo ardiendo por muy ridícula que me pareciera la idea. Y por muy loca que sonaba la idea de Vickie asentí. —Está bien. Fuimos en mi coche a la dirección donde se localizaba la casa de dicha mujer. No fue necesario buscar mucho porque un letrero muy extravagante justo en la entrada de la casa nos indicó que estábamos en el sitio correcto. Estuve indecisa en entrar, pero Vickie no me dio mucho tiempo para arrepentirme porque me tomó de la mano y me llevó hacia la puerta. Luego de llamar un par de veces nos abrió una mujer. Era una señora algo mayor, y su figura estaba ligeramente encorvada. Sus labios tenían el mismotono rojo fuerte que el vestido que llevaba. La bruja estaba adornada por collares y brazaletes de vistososcolores, y desprendía un extraño aroma a hierbas y medicina. Luego de saludarnos, nos dejó ingresar allugar. No sabía si era simplemente por sus creencias, pero la casa estaba iluminada por numerosas velas quele otorgaban al interior un tono y ambiente cálido. Pero, al igual que ella, tenía impregnada la casa ese aroma tan extraño que hasta cierto punto podía llegar a ser algo molesto. —Antes de nada —dijo volteándose a vernos de pronto, logrando que diéramos un pequeño brinco desorpresa—, al entrar a mi lugar santo, debéis dejar atrás todos los rencores, pensamientos e incluso palabras. Todo lo que exprese mal u odio. —¿Y eso por qué? —preguntó mi amiga con curiosidad. —Ese lugar es donde mantengo mi conexión con el más allá, con espíritus tanto benignos como malignos —explicó con seriedad—. Cualquier maldad o rencor que arrastren consigo, puede ser percibida por los malos espíritus y traer consigo consecuencias. —Sí, como no —susurré para mí misma, poniendo los ojos en blanco cuando nos dio la espalda. A mí todo aquello me parecía una gran e****a. ¿Cómo podía haberme Vickie convencido de estar aquí? Hoy en día lo que más había eran farsantes haciéndose pasar por adivinos, brujos y todo ese tipo de cosas enlazadas a lo sobrenatural. La razón era simple, no había un negocio tan fructífero ni una e****a mássimple que esa. La gente siempre buscaba respuestas y consuelos en el más allá en vez de tratar de resolverlos por sí mismos. Llegamos a una pequeña habitación en el segundo piso de la casa. El lugar estaba iluminado también por la luz de las velas, y un aroma a incienso muy dulce llenaba el lugar. Había una mesa redonda de mediano tamaño con algunas cartas del tarot y otras cosas que no supe identificar. La mujer se sentó y nos hizo una señal para que tomáramos asiento frente a ella. Eso hicimos y, entonces, mi amiga habla primero. —Señora, estamos aquí porque mi amiga —me miró— tiene problemas en su matrimonio. Y le gustaría saber qué puede hacer para solucionarlo o cuál es el motivo de todo lo que le sucede. —Dame tu mano —dijo la mujer mirándome. Con cierta incomodidad se la extendí y la tomó fijándose en ella. —¿Es todo esto necesario? —pregunté después de unos segundos en los que ella delineaba las finas líneas que adornan la palma de mi mano. —Veo conflictos interiores —dijo la mujer ganándose mi atención—. Los problemas amorosos se avecinan, los veo llegar. —Los problemas amorosos ya están —dije poniendo los ojos en blanco. —No, aún no sabes lo que realmente te espera. Habrá dos hombres, cada uno luchando por ti, pero ninguno querrá tu amor.—La miré extrañada—. Uno querrá tu dinero y el otro querrá tu cuerpo. —Uy, que interesante —chilló Vickie con euforia y la fulminé con la mirada. —Ambos serán peligrosos para ti, pero ten especial cuidado con el que lleva un manto negro. Este no se saciará fácilmente y cada vez querrá más de ti hasta que te consuma.—Vale, ya basta. —Solté mi mano de su agarre y me puse en pie—. Lo que dice no tiene el menor sentido, solo es una maldita estafa —dije molesta.—Joven. —La mujer se puso de pie—. No cobro por lo que hago, no tengo la más mínima intención de estafarte ni a ti ni a nadie. Está en tu interior creer o no en mis palabras. Créeme que he visto a mucha gente como tú, incrédula y atea. Pero cuando lo que preveo suceda, recordarás este día y mis palabras.—Mire, señora —hablé tratando de calmarme —, sin la más mínima intención de ofenderla, pero este tipo de cosas no me parecen muy reales. E, incluso, la existencia de personas como usted, supuestamente atadas a lo sobrenatural, es muy difícil creer cuando no se ha confirmado.—No diré nada más, ahora le pido que se marche. Y, por favor, le pedí que no liberara sus rencores en este lugar.—¿O qué? —Reí incrédula—. ¿Invocaré el mal? ¿Aparecerá un demonio? —resoplé—. Patrañas sin sentido.—Ya basta, amiga. —Vickie colocó una mano en mi hombro.—E
—Hola Camille —dijo con tono socarrón dando un paso en mi dirección. Retrocedí de forma instintiva hasta que mi espalda chocó contra la puerta. —¿Quién eres? —pregunté aterrada.—No no. —Negó con el dedo y se acercó hasta quedar a solo unos pasos de distancia—. Si luces así de indefensa querré aprovecharme de ti.—Rio, humedeciendo sus labios luego.—Llamaré a la policía —advertí tratando de lucir valiente. —¿Oh, sí? ¿Y qué dirás? Después de todo, tú me llamaste, pequeña. —Ladeó el rostro. —¿Yo te llamé? Debes de estar loco, te has colado en mi casa. Eso es ilegal. Además, mi esposo llegará pronto. —¡Uy, tu esposo llegará pronto! —Hizo un dramático gesto de terror—. Mira como tiemblo, estoy muriendo de miedo.—Escucha —el enojo había hecho disminuir mi miedo y me llenó de coraje —, no sé quién eres, de donde vienes y mucho menos lo que quieres; pero vas a marcharte ahora mismo de mi casa. —Vaya vaya, que atrevida eres, pequeña. —Terminó con la distancia entre nosotros y me apresó
Su sonrisa me heló la sangre aún más que su nombre, el cual no podía identificar como uno que yo conociera. Sin embargo, estaba segura de que antes lo había escuchado. Agitó la mano en el aire y sentí el suelo a mis pies desaparecer, y cuando creí que caería aparecí de nuevo en mi habitación y él estaba de pie a poco más de un metro de mí mientras miraba la foto sobre la mesita de noche. —Así que este es tu esposo. —Señaló la foto en la que ambos aparecíamos el día de nuestra boda—. No es la gran cosa —Hizo una mueca con los labios. Intenté decir algo, pero las palabras estaban atoradas en mi garganta; estaba muda de la impresión—. ¿Qué pasa? ¿Te ha comido la lengua el gato? —preguntó en un tono burlón—. Al parecer has perdido todo el valor, no pensé que fueras tan cobarde. —¿Qué es lo que pretendes? —pregunté con la voz entrecortada. —Buena pregunta. —Se tocó el mentón pensativo—. Solo te quiero a ti, nada más. —¿A mí? ¿Por qué yo? Soy solo una simple humana y tú eres u
¿Miedo? No podría decir si se trataba de eso, pero estaba segura de que ahora mismo estaba temblando. No sabía si era por su expresión aterradora, su aura que se elevó hasta el grado de ser perceptible a mis ojos como un gran manto negro a su alrededor o simplemente porque me permití recordar que a pesar de todo él era un demonio; uno muy poderoso e indomable. Estaba más allá de lo que cualquier persona normal podría controlar. Así que me aseguré de no olvidarlo de aquí en adelante. No podía confiarme simplemente por la sonrisa cínica en su rostro, pues solamente era como una máscara que detrás ocultaba el peor de los males. Tampoco funcionaban mi astucia e inteligencia, pues, como él mismo aseguró, tenía muchos años de existencia y no había manera de que pudiera engañarlo. Muy bien acertaba el dicho popular cuando aseguraba: «Más sabe es el diablo por viejo que por diablo». Mucho menos cuando sus penetrantes ojos parecían mirar más allá del alma y develar cada secreto de la existen
Llegué a casa. Estaba aturdida y sentía que todo a mi alrededor era casi inexistente, no podía concentrarme en nada. Sin darme cuenta, el tiempo había pasado y fui consciente de ello cuando la puerta principal se abrió dejándome entrever la figura de William.Respiré hondo y traté de ocultar mi malestar. —Hola cariño —me depositó un beso fugaz sobre los labios y se dirigió a la habitación. Suspiré y caminé a la cocina, me lavé las manos y comencé a cortar algunos vegetales para la cena. Perdida de nuevo en un nudo de pensamientos, no noté el filo del cuchillo cortando mi piel hasta que el dolor me hizo reaccionar. Chillé y solté el objeto rápidamente. Mi dedo índice sangraba y tenía una herida de tamaño mediano. Coloqué la mano bajo el chorro del agua. Pero, de repente, la herida comenzó a desaparecer hasta no quedar ni rastro. Jadeé sorprendida.—«De nada.» —Escuché de nuevo su voz en mi cabeza y gruñí con molestia. —No necesito tu maldita ayuda con una herida —hablé porque, a pe
—¡Te he dicho que me sueltes! —exclamé moviéndome bajo su agarre.—¿Estás subiendo el tono a propósito? —Enarcó una ceja—. Sabes que tu querido esposo puede escucharte, ¿acaso quieres que venga? —Se acercó hasta que sus labios quedaron a centímetros de los míos—. Si interrumpe, no le tendré piedad. —No te creo —dije molesta—, eres solo palabras. Si le haces daño sabes que no habrá nada que me impida alejarme de ti. Lo usas como excusa para chantajearme porque sabes que es mi debilidad. Pensé que simplemente se alejaría consternado por mis palabras. Pero pasó todo lo contrario. Comenzó a reírse a carcajadas tomándome por sorpresa y siendo yo la conturbada. —Lo primero que debes saber, Camille —dijo mi nombre con algo de rabia y sus ojos se tornaron en un ferviente color rojo—, es que tú no eres imprescindible para mí. Solo eres una humana del montón. —Hundió su rostro en mi cuello y su aliento helado me causó escalofríos; pero no podría decir que era desagradable, a pesar de su tono
Al final logré irme a dormir en paz, aunque un tanto intranquila. Desperté algo aturdida, la luz se filtraba a través de la ventana abierta de la habitación, y corría una sutil brisa cálida que mecía la cortina. Parpadeé y miré el reloj que estaba a mi lado, eran más de las 10 de la mañana. Lo había supuesto porque el sol estaba muy alto. Suspiré y me desperecé. No recordaba la última vez que había dormido hasta esta hora. Siempre despertaba temprano para preparar el desayuno de William. A estas horas ya debe de estar en su trabajo. Moví las sábanas a un lado y caminé a mi habitación, y como supuse él no estaba. Tomé un cambio de ropa y entré al baño para prepararme. Cuando estuve lista, procedí a beber un poco de jugo. Mi estómago me estaba matando, y supuse que las crisis volverían a aparecer. Decidí ir a visitar a mis padres y de paso beber una de esas infusiones que preparaba mamá porque eran únicas para aliviar estas molestias.Me encaminé en el coche, e iba tranquila hasta qu
La tarde llegó de una manera rápida; demasiado para mi gusto. Luego de despedirme, me fui a casa. Al final no había logrado ver a mi padre, aunque no era algo que me extrañara; sabía que era una persona muy ocupada. Cuando entré William ya estaba allí. Estaba en la cocina bebiendo un vaso de agua. Al verme se acercó y depositó en mi frente un beso. No me moví y no hice nada por saludarlo, ni siquiera por hablarle. Solo lo miré y me di la vuelta para ir a la habitación. —Camille —me llamó cuando iba a salir de la cocina. Lo miré—. Necesitamos hablar. —Hablar al parecer no soluciona nuestros problemas, solo los empeora —dije con desgana.—Esta vez será diferente —aseguró—. Solo unos minutos. Asentí y tomamos asiento en la sala. Esperé a que comenzara a hablar, pues yo no tenía explicaciones que darle. Estaba segura de que mi comportamiento no era el erróneo, sino el suyo. Aunque siendo sinceros mi último encuentro con el demonio no me dejaba libre de culpas.—Sé que estamos tenien