Capítulo 2

Desperté temprano, como era de costumbre, para preparar el desayuno de Will antes de que se marchara al trabajo. Pasé por mi rutina mañanera y me dirigí a la cocina. Lo dejé todo listo y, de nuevo, me encerré en la habitación. No me apetecía para nada encontrarme cara a cara con él; no después de la discusión de anoche. Pensé que se marcharía, pero sentí unos suaves golpes en la puerta de la habitación. Abrí para encontrarlo ya listo para irse al trabajo. Me hice a un lado para que pudiera pasar y permanecí en silencio.

—No quería marcharme sin despedirme —Se acercó y acarició mi cabello—. Sabes que no me gusta que discutamos.

—A mí tampoco, pero al parecer no logramos estar de acuerdo —contesté viéndolo a los ojos.

—Yo solo quiero que sigamos como antes. —Apoyó su frente en la mía. Y esa pequeña muestra de afecto fue suficiente para lograr derretir mi corazón—. ¿No cambiarás, cierto? ¿Seguirás siendo mi dulce Camille?

—No cambiaré —susurré sumida en el amor que siento por él que, a pesar de todo este tiempo, se mantiene vigente y latente—. Siempre seré la mujer que amas.

—Así me gusta. —Acarició mi cabello y tomó mi rostro entre sus manos para darme un lento beso.

Quería permanecer así por más tiempo, pero él se alejó y me dio un beso en la frente para despedirse y marcharse a trabajar. Entonces me quedé con unaretorcida sensación de inconformidad. Inconforme conmigo misma porque no sabía que mi necesidad de afecto llegase a ese punto de volverme tan dócil. Me comporté como una pequeña mascota, sin darme ellugar que realmente merezco. Sin embargo, prefiero mil veces esto que estar separada de él; he creado unadependencia que me asusta.

Me dejé caer en el asiento de la sala. Estaba sin nada que hacer, no tenía labores y ni siquiera trabajaba, pues según Will el esfuerzo que él hacía erasuficiente para mantener la familia. Medité por un rato hasta que me decidí a llamar a una de mis amigas.Justamente a Vickie que, a pesar de todo, ella era muy carismática y pasar tiempo a su lado me resultaba divertido. Tomé mi teléfono y la llamé. No tardó mucho en contestar y menos para darme una respuesta afirmativa. La idea de reunirnos hoy le entusiasmó mucho.

Me quedé por un tiempo indefinido escudriñando cada rincón del salón. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo había cambiado mi vida tanto? Yo no era así. La Camille de hacía unos seis o siete años no hubiera sentido dependencia de nadie. ¿Por qué ahora sí? ¿Por qué?

Observé de nuevo el salón, y dejé que la mirada callera sobre las agujas del reloj suizo que colgaba de la pared, ese reloj que tanto le gustaba a Will pero que yo detestaba porque no creaba armonía con la estética de la casa.

Y quizá pasaron varios minutos u horas hasta que escuché que llamaban a la puerta. Me levanté del sillón y la abrí. Vickie me recibió con un cariñoso abrazo.

—Hola Cam. —Sonrió.

—Hola Vickie, pasa —me hice a un lado para que entrar.

Preparé un té acompañado de una rebanada de pastel y tomamos asiento en la sala donde comenzamos a conversar y a reír por sus ocurrencias. Todo hasta que cayó el tema de William y mi semblante cambió de forma drástica.

—¿Qué pasa? —me miró borrando su sonrisa—. ¿Ha sucedido algo entre vosotros?

—Solo unos desacuerdos —me encogí de hombros restándole importancia.

—No lo parece. —Arrugó la frente—. En todo caso, recuerda que siempre estaré para ayudarte. Desde el instituto hemos sido las que mejor nos llevábamos. Tal vez era porque nuestras personalidades en aquel entonces eran muy parecidas.

En aquel entonces…

Mi mente vagó por los recuerdos de aquel tiempo en el que no sentía que vivía en una jaula.

—Pues sí, pero ahora he cambiado y me he vuelto muy aburrida.

—Que va, te has vuelto más madura. Yo soy la que no crece. —Rio—. De todos modos sigo queriéndote tanto como antes. Así que no dudes en consultarme tus problemas.

—La verdad es que hemos discutido. Pero se supone hoy en la mañana lo hemos arreglado —me mordí el labio inferior porque ni yo misma sabía bien lo que había pasado.

—¿Supuestamente? —Hizo un gesto de desentendimiento.

—Pues sí, lo único que hice fue mover la cola como un cachorro y decir sí señor —me quejé, y ella estalló en una sonora carcajada.

—Si lo dices de ese modo parece un chiste —contraje los labios—. Aunque viéndote parece que no es así.

—Ya ves —murmuré.

—Tengo una idea —movió las cejas a lo Gaucho Marx, y supe que me vería envuelta en otra de sus locuras.

—Ay, por Dios, ¿qué te traes entre manos mujer? —inquirí con una extrema sensación de efusividad recorriendo cada fibra de mi cuerpo.

—No es nada malo, pero resulta que hay una mujer en la ciudad. La llaman bruja, tiene toda clase de talismanes y esas cosas raras.

—No iré a pedirle a ninguna bruja un amarre para mi esposo —advertí con cierta burla.

—No es eso, solo que podemos ir allí y, a lo mejor, ella ve algo en tu futuro o te ayuda a saber el por qué la relación entre vosotros está tan mal. Quizás te ayuden sus consejos.

—No lo sé —me quedé pensativa.

—¿Qué puedes perder? —insistió—. Además, será solo un ratito. Si algo nos parece turbio, nos vamos y listo.

¿Ir yo a una bruja? Quizá puede sonar irracional, pero ¿y si es la única forma que tenía de arreglar mi matrimonio? A estas alturas me agarraba a un clavo ardiendo por muy ridícula que me pareciera la idea. Y por muy loca que sonaba la idea de Vickie asentí.

—Está bien.

Fuimos en mi coche a la dirección donde se localizaba la casa de dicha mujer. No fue necesario buscar mucho porque un letrero muy extravagante justo en la entrada de la casa nos indicó que estábamos en el sitio correcto. Estuve indecisa en entrar, pero Vickie no me dio mucho tiempo para arrepentirme porque me tomó de la mano y me llevó hacia la puerta.

Luego de llamar un par de veces nos abrió una mujer. Era una señora algo mayor, y su figura estaba ligeramente encorvada. Sus labios tenían el mismotono rojo fuerte que el vestido que llevaba. La bruja estaba adornada por collares y brazaletes de vistososcolores, y desprendía un extraño aroma a hierbas y medicina. Luego de saludarnos, nos dejó ingresar allugar. No sabía si era simplemente por sus creencias, pero la casa estaba iluminada por numerosas velas quele otorgaban al interior un tono y ambiente cálido. Pero, al igual que ella, tenía impregnada la casa ese aroma tan extraño que hasta cierto punto podía llegar a ser algo molesto.

—Antes de nada —dijo volteándose a vernos de pronto, logrando que diéramos un pequeño brinco desorpresa—, al entrar a mi lugar santo, debéis dejar atrás todos los rencores, pensamientos e incluso palabras. Todo lo que exprese mal u odio.

—¿Y eso por qué? —preguntó mi amiga con curiosidad.

—Ese lugar es donde mantengo mi conexión con el más allá, con espíritus tanto benignos como malignos —explicó con seriedad—. Cualquier maldad o rencor que arrastren consigo, puede ser percibida por los malos espíritus y traer consigo consecuencias.

—Sí, como no —susurré para mí misma, poniendo los ojos en blanco cuando nos dio la espalda. A mí todo aquello me parecía una gran e****a. ¿Cómo podía haberme Vickie convencido de estar aquí? Hoy en día lo que más había eran farsantes haciéndose pasar por adivinos, brujos y todo ese tipo de cosas enlazadas a lo sobrenatural. La razón era simple, no había un negocio tan fructífero ni una e****a mássimple que esa. La gente siempre buscaba respuestas y consuelos en el más allá en vez de tratar de resolverlos por sí mismos.

Llegamos a una pequeña habitación en el segundo piso de la casa. El lugar estaba iluminado también por la luz de las velas, y un aroma a incienso muy dulce llenaba el lugar. Había una mesa redonda de mediano tamaño con algunas cartas del tarot y otras cosas que no supe identificar. La mujer se sentó y nos hizo una señal para que tomáramos asiento frente a ella. Eso hicimos y, entonces, mi amiga habla primero.

—Señora, estamos aquí porque mi amiga —me miró— tiene problemas en su matrimonio. Y le gustaría saber qué puede hacer para solucionarlo o cuál es el motivo de todo lo que le sucede.

—Dame tu mano —dijo la mujer mirándome.

Con cierta incomodidad se la extendí y la tomó fijándose en ella.

—¿Es todo esto necesario? —pregunté después de unos segundos en los que ella delineaba las finas líneas que adornan la palma de mi mano.

—Veo conflictos interiores —dijo la mujer ganándose mi atención—. Los problemas amorosos se avecinan, los veo llegar.

—Los problemas amorosos ya están —dije poniendo los ojos en blanco.

—No, aún no sabes lo que realmente te espera. Habrá dos hombres, cada uno luchando por ti, pero ninguno querrá tu amor.—La miré extrañada—. Uno querrá tu dinero y el otro querrá tu cuerpo.

—Uy, que interesante —chilló Vickie con euforia y la fulminé con la mirada.

—Ambos serán peligrosos para ti, pero ten especial cuidado con el que lleva un manto negro. Este no se saciará fácilmente y cada vez querrá más de ti hasta que te consuma.

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