Le doy un sorbo al café, y siento el líquido caliente bajar por mi garganta dejando un ligero sabor amargo en mi paladar. Normalmente no bebo más que té, pero hoy estoy de visita y sería muy descortés el haberme negado a beber una taza de café con mi amiga de la adolescencia.
Ella me sonríe con júbilo y deposito con suavidad la taza sobre la mesita que está frente a nosotras para continuar con nuestra conversación. A pesar de los años, Hanna seguía teniendo el mismo aspecto que en la niñez. Todavía poseía esa sonrisa característica de una niña y ese aire jovial a su alrededor; tanto que estar cerca de ella te brindaba una paz sin igual. —Así que te casaste hace dos años—dije,y ella asintió con armonía. —Así es, conocí a Ed en la exposición de arte de su hermano. Comenzamos a salir y después de un año y medio nos comprometimos y posteriormente casamos. Ya hacen dos años. —Vaya, que bien—me alegro mucho por ella. —¿Sabes? Cuando estábamos en secundaria siempre creí que serías la última en casarse. Tenías una forma de ser tan extrovertida, alegre y alocada que pensaba que nunca encajarías con todas esas formalidades. Tenías el estereotipo de mujer moderna e independiente. —Yo tampoco creí que terminaría en esto. La verdad es que fui la primera de nosotras en casarse. Supongo que los años y las responsabilidades me hancambiado mucho —me encogí de hombros—. Ya ves que no soy tan independiente y, sinceramente, me gusta mi vida como es. —Me alegro mucho —le dio un sorbo al café—. ¿Qué ha sido de tus padres? Tengo mucha añoranza de los pasteles de manzana de la señora Ailyn. —Mis padres se encuentran bien, rebosantes de felicidad y salud —suspiré. —Y sobre todo orgullosos de la mujer en la que te has convertido, ¿cierto? —Pues sí. A pesar de todo, ellos siempre han comprendido mi personalidad, incluso cuando eraalocada. —Ambas reímos. —Y, bueno, ¿tienes planes futuros? Como ser madre, por ejemplo —inquiere con suma curiosidad. Por un momento, desvío la mirada hacia el gran ventanal que posee el salón. Sus vistas son espléndidas y hacen que pierda la noción de nuestra conversación. Sin embargo, parpadeo y vuelvo a observarla con ojo crítico. —¿Ser madre? —Lo medité y me di cuenta de que ese tema nunca había sido el de conversación entreWilliam y yo—. La verdad es que tenemos otros planes en mente ahora mismo y aún no nos hemos planteado el ser padres. —Ya veo. —Asintió. —Hanna, ha sido increíble verte, pero ahora mismo es hora de que regrese a casa —me puse de pie y ella imitó mi acción—. Espero vernos pronto denuevo. —Seré yo quien te haga lavisita —me dio un cariñoso abrazo. —Estaré esperándote. Salí de aquella casa revestida de madera y me subí al coche poniendo camino a casa. No me habíadado cuenta en compañía de mi amiga de lo rápido que había pasado el tiempo. Hace apenas unos años era una joven taciturna y alocada con aires de independencia que daba dolores de cabeza a sus padres. ¿Y ahora? ¿Quién era ahora? Asumía que William ya habría llegado, o estaba a punto de hacerlo. Estacioné el coche y observé desde la ventanilla nuestra casa; porque no podía decir que es mía. Dejé que un suspiro abandonara mis labios antes de abrir la puerta y cerrarla con ímpetu. Me adentré por la puerta principal de madera oscura y a la sala, al llegar encontré una corbata negra sobre el sofá. La recogí y me dirigí hacia nuestra habitación. —Ya has llegado —dije al verlo de piemientras se quitaba su traje azul marino. —Oh, hola cariño. —Se acercó y me depositó un suave beso en los labios. —Te he dicho un sinfín de veces que no dejes la ropa esparcida por la casa —me quejé, y sonrió encogiéndose de hombros. —Lo siento. Por cierto, ¿dónde estabas? —inquirió. —Estaba visitando a Hanna, una amiga de la niñez. No nos veíamos desde hace casi seis años. —Otra de las ovejas descarriadas —dijo poniendo los ojos en blanco. —Oye, no hables así de mis amigas —resoplé cruzándome de brazos. —Lo siento, pero está de más sabido que la mayoría de ellas tuvieron un historial no muy bueno. Por ejemplo, la que vino a verte hace un mes, la tal... —Se quedó pensativo. —¿Vickie? —Sí, esa. Ni siquiera se ha casado y, por lo que escuché, es toda una p... —Dejó ahí la frase y cerré mis manos en puños. Su actitud me molesta, aún más lo hacen sus palabras. ¿Quién se ha creído para decir semejante burrada? —¿Con qué derecho hablas así de ella? Estamos en el siglo XXI, las mujeres no tenemos que casarnos porque así lo determine la sociedad. Eso quedó en el siglo pasado. Además, no le faltes el respeto —exigí con la mirada seria. —No te molestes, es solo que yo tuve suerte y me tocó la mejor esposa del mundo. —Acarició mi rostro, pero me quedé esperado su beso ya que se sentó en la cama—. ¿Me ayudas a quitarme la camisa? —Claro. —Fingí una sonrisa. Lo ayudé y, cuando dejé la camisa bien puesta en la percha, me fui a hacer la cena. Dejé la mesa preparada antes de ir a darme una ducha rápida. Pero, cuando volví lista para cenar con William, me sorprendió ver que él ya había acabado de cenar. —¿Por qué no me has esperado? —lepregunté. —¿Debía esperarte? Me quedé atónita ante su respuesta. —Se supone que cenamos juntos. —Lo siento, cariño, estoy muy ocupado — dijo—. Quería cenar rápido para poder seguir revisando unos documentos. —Está bien —suspiré con desgana—. Ve a trabajar, yo recogeré los platos. Había perdido hasta el apetito, así que recogí la mesa y me dirigí a lavar los platos. Sentí un extraño vacío en mi estómago que no tenía nada que ver con el hambre. Era una sensación de inconformidad y tristeza que últimamente me acompañaba casi a diario.Pero como acostumbro trago el nudo de mi garganta y aparté en un rincón de mi mente, y de mi corazón, esa sensación. Terminé las tareas y regresé a la habitación. Me lo encontré sentado en el escritorio, tiene la vista fija en un montón de documentos que se esparcían en la superficie de madera. —¿Tardarás mucho más? —hablé a sus espaldas mientras masajeaba sus hombros. —Aún me falta un poco —dijo, sin mirarme. —¿Sabes? —Me senté en una esquina del escritorio haciendo que fijara en mí su atención—. Hace mucho que no hacemos el amor. —Mordí mi labioinferior. —¿Y? —¿Y? ¿A qué se refería con eso? —¿Y? —dije exaltada—. ¿Cómo qué y? Me tienes desatendida, Will. ¿Hasta cuándo será esto? —Eso quiero preguntar yo —Se volteó a verme molesto—. ¿Qué está pasando contigo? ¿Acaso visitar a tus amigas te está volviendo como ellas? Últimamente estás diferente, todo temolesta e, incluso, estás siendo muy rebelde. —Solo estoy diciendo lo que siento. Nadie necesita influenciarme para que exprese lo que pienso. —Veo que esa etapa tuya de niña malcriada está volviendo, justo igual que cuando te conocí. A diferencia de ti, no nací en cuna de oro. Te niegas aaceptar un solo centavo de toda tu fortuna familiar porque según tú nuestro matrimonio debe salir adelante por nuestros propios esfuerzos. —Se revolvió el cabello exasperado—. Así que tengo que matarme trabajando en esa m*****a empresa para poder dartetodos tus gustos. —¡No me culpes! —grité, y me puse de pie—. Nunca te he exigido nada. Ni lujos, joyas, zapatos o algo más de lo que podamos tener. Solo te necesito a ti, pero me estás alejando y culpando sin razón alguna. —Por favor, Camille, no tengo ganas de seguir esta discusión. —Se levantó de forma brusca—. Iré a dormir a la habitación de huéspedes, mientras piensas tu comportamiento. —No tengo nada que pensar, no soy una niña pequeña —apuntillé. —Tú no eres la mujer con la que me casé —dice molesto—. Realmente no quiero volver a decepcionarme contigo. Sin dejarme decir nada más, William salió de la habitación dando un fuerte portazo y dejándome allí sumida en mis pensamientos. Por uno momento me debatí entre cuál de los dos tenía la razón. Puede que últimamente estuviera siendo algo insistente en muestras de afecto por su parte. Pero no era mi culpa. Cada vez lo sentía más distante y me hacía creer que nuestro matrimonio podría acabar en cualquier momento. Pero, por otra parte, entendía que estaba muy ocupado. Bien sabía que el trabajo dominaba gran parte de su tiempo y, al final, siempre tenía que traer parte de él a casa para continuarlo. Pero esto no era mi culpa, yo no estaba cambiando, sino él. Sin embargo, a pesar de saber que no tenía la culpa, aquí me encontraba; meditando el cambiar mi actual actitud y volver a ser la mujer a la que él ama y de la que se siente orgulloso. No quería perderlo y para ello estaba dispuesta a ser de nuevo la esposa ejemplar. Al fin y al cabo, es la única función que ejerzo en esta relación.Desperté temprano, como era de costumbre, para preparar el desayuno de Will antes de que se marchara al trabajo. Pasé por mi rutina mañanera y me dirigí a la cocina. Lo dejé todo listo y, de nuevo, me encerré en la habitación. No me apetecía para nada encontrarme cara a cara con él; no después de la discusión de anoche. Pensé que se marcharía, pero sentí unos suaves golpes en la puerta de la habitación. Abrí para encontrarlo ya listo para irse al trabajo. Me hice a un lado para que pudiera pasar y permanecí en silencio.—No quería marcharme sin despedirme —Se acercó y acarició mi cabello—. Sabes que no me gusta que discutamos.—A mí tampoco, pero al parecer no logramos estar de acuerdo —contesté viéndolo a los ojos.—Yo solo quiero que sigamos como antes. —Apoyó su frente en la mía. Y esa pequeña muestra de afecto fue suficiente para lograr derretir mi corazón—. ¿No cambiarás, cierto? ¿Seguirás siendo mi dulce Camille?—No cambiaré —susurré sumida en el amor que siento por él que, a p
—Vale, ya basta. —Solté mi mano de su agarre y me puse en pie—. Lo que dice no tiene el menor sentido, solo es una maldita estafa —dije molesta.—Joven. —La mujer se puso de pie—. No cobro por lo que hago, no tengo la más mínima intención de estafarte ni a ti ni a nadie. Está en tu interior creer o no en mis palabras. Créeme que he visto a mucha gente como tú, incrédula y atea. Pero cuando lo que preveo suceda, recordarás este día y mis palabras.—Mire, señora —hablé tratando de calmarme —, sin la más mínima intención de ofenderla, pero este tipo de cosas no me parecen muy reales. E, incluso, la existencia de personas como usted, supuestamente atadas a lo sobrenatural, es muy difícil creer cuando no se ha confirmado.—No diré nada más, ahora le pido que se marche. Y, por favor, le pedí que no liberara sus rencores en este lugar.—¿O qué? —Reí incrédula—. ¿Invocaré el mal? ¿Aparecerá un demonio? —resoplé—. Patrañas sin sentido.—Ya basta, amiga. —Vickie colocó una mano en mi hombro.—E
—Hola Camille —dijo con tono socarrón dando un paso en mi dirección. Retrocedí de forma instintiva hasta que mi espalda chocó contra la puerta. —¿Quién eres? —pregunté aterrada.—No no. —Negó con el dedo y se acercó hasta quedar a solo unos pasos de distancia—. Si luces así de indefensa querré aprovecharme de ti.—Rio, humedeciendo sus labios luego.—Llamaré a la policía —advertí tratando de lucir valiente. —¿Oh, sí? ¿Y qué dirás? Después de todo, tú me llamaste, pequeña. —Ladeó el rostro. —¿Yo te llamé? Debes de estar loco, te has colado en mi casa. Eso es ilegal. Además, mi esposo llegará pronto. —¡Uy, tu esposo llegará pronto! —Hizo un dramático gesto de terror—. Mira como tiemblo, estoy muriendo de miedo.—Escucha —el enojo había hecho disminuir mi miedo y me llenó de coraje —, no sé quién eres, de donde vienes y mucho menos lo que quieres; pero vas a marcharte ahora mismo de mi casa. —Vaya vaya, que atrevida eres, pequeña. —Terminó con la distancia entre nosotros y me apresó
Su sonrisa me heló la sangre aún más que su nombre, el cual no podía identificar como uno que yo conociera. Sin embargo, estaba segura de que antes lo había escuchado. Agitó la mano en el aire y sentí el suelo a mis pies desaparecer, y cuando creí que caería aparecí de nuevo en mi habitación y él estaba de pie a poco más de un metro de mí mientras miraba la foto sobre la mesita de noche. —Así que este es tu esposo. —Señaló la foto en la que ambos aparecíamos el día de nuestra boda—. No es la gran cosa —Hizo una mueca con los labios. Intenté decir algo, pero las palabras estaban atoradas en mi garganta; estaba muda de la impresión—. ¿Qué pasa? ¿Te ha comido la lengua el gato? —preguntó en un tono burlón—. Al parecer has perdido todo el valor, no pensé que fueras tan cobarde. —¿Qué es lo que pretendes? —pregunté con la voz entrecortada. —Buena pregunta. —Se tocó el mentón pensativo—. Solo te quiero a ti, nada más. —¿A mí? ¿Por qué yo? Soy solo una simple humana y tú eres u
¿Miedo? No podría decir si se trataba de eso, pero estaba segura de que ahora mismo estaba temblando. No sabía si era por su expresión aterradora, su aura que se elevó hasta el grado de ser perceptible a mis ojos como un gran manto negro a su alrededor o simplemente porque me permití recordar que a pesar de todo él era un demonio; uno muy poderoso e indomable. Estaba más allá de lo que cualquier persona normal podría controlar. Así que me aseguré de no olvidarlo de aquí en adelante. No podía confiarme simplemente por la sonrisa cínica en su rostro, pues solamente era como una máscara que detrás ocultaba el peor de los males. Tampoco funcionaban mi astucia e inteligencia, pues, como él mismo aseguró, tenía muchos años de existencia y no había manera de que pudiera engañarlo. Muy bien acertaba el dicho popular cuando aseguraba: «Más sabe es el diablo por viejo que por diablo». Mucho menos cuando sus penetrantes ojos parecían mirar más allá del alma y develar cada secreto de la existen
Llegué a casa. Estaba aturdida y sentía que todo a mi alrededor era casi inexistente, no podía concentrarme en nada. Sin darme cuenta, el tiempo había pasado y fui consciente de ello cuando la puerta principal se abrió dejándome entrever la figura de William.Respiré hondo y traté de ocultar mi malestar. —Hola cariño —me depositó un beso fugaz sobre los labios y se dirigió a la habitación. Suspiré y caminé a la cocina, me lavé las manos y comencé a cortar algunos vegetales para la cena. Perdida de nuevo en un nudo de pensamientos, no noté el filo del cuchillo cortando mi piel hasta que el dolor me hizo reaccionar. Chillé y solté el objeto rápidamente. Mi dedo índice sangraba y tenía una herida de tamaño mediano. Coloqué la mano bajo el chorro del agua. Pero, de repente, la herida comenzó a desaparecer hasta no quedar ni rastro. Jadeé sorprendida.—«De nada.» —Escuché de nuevo su voz en mi cabeza y gruñí con molestia. —No necesito tu maldita ayuda con una herida —hablé porque, a pe
—¡Te he dicho que me sueltes! —exclamé moviéndome bajo su agarre.—¿Estás subiendo el tono a propósito? —Enarcó una ceja—. Sabes que tu querido esposo puede escucharte, ¿acaso quieres que venga? —Se acercó hasta que sus labios quedaron a centímetros de los míos—. Si interrumpe, no le tendré piedad. —No te creo —dije molesta—, eres solo palabras. Si le haces daño sabes que no habrá nada que me impida alejarme de ti. Lo usas como excusa para chantajearme porque sabes que es mi debilidad. Pensé que simplemente se alejaría consternado por mis palabras. Pero pasó todo lo contrario. Comenzó a reírse a carcajadas tomándome por sorpresa y siendo yo la conturbada. —Lo primero que debes saber, Camille —dijo mi nombre con algo de rabia y sus ojos se tornaron en un ferviente color rojo—, es que tú no eres imprescindible para mí. Solo eres una humana del montón. —Hundió su rostro en mi cuello y su aliento helado me causó escalofríos; pero no podría decir que era desagradable, a pesar de su tono
Al final logré irme a dormir en paz, aunque un tanto intranquila. Desperté algo aturdida, la luz se filtraba a través de la ventana abierta de la habitación, y corría una sutil brisa cálida que mecía la cortina. Parpadeé y miré el reloj que estaba a mi lado, eran más de las 10 de la mañana. Lo había supuesto porque el sol estaba muy alto. Suspiré y me desperecé. No recordaba la última vez que había dormido hasta esta hora. Siempre despertaba temprano para preparar el desayuno de William. A estas horas ya debe de estar en su trabajo. Moví las sábanas a un lado y caminé a mi habitación, y como supuse él no estaba. Tomé un cambio de ropa y entré al baño para prepararme. Cuando estuve lista, procedí a beber un poco de jugo. Mi estómago me estaba matando, y supuse que las crisis volverían a aparecer. Decidí ir a visitar a mis padres y de paso beber una de esas infusiones que preparaba mamá porque eran únicas para aliviar estas molestias.Me encaminé en el coche, e iba tranquila hasta qu