—Vale, ya basta. —Solté mi mano de su agarre y me puse en pie—. Lo que dice no tiene el menor sentido, solo es una m*****a e****a —dije molesta.
—Joven. —La mujer se puso de pie—. No cobro por lo que hago, no tengo la más mínima intención de estafarte ni a ti ni a nadie. Está en tu interior creer o no en mis palabras. Créeme que he visto a mucha gente como tú, incrédula y atea. Pero cuando lo que preveo suceda, recordarás este día y mis palabras. —Mire, señora —hablé tratando de calmarme —, sin la más mínima intención de ofenderla, pero este tipo de cosas no me parecen muy reales. E, incluso, la existencia de personas como usted, supuestamente atadas a lo sobrenatural, es muy difícil creer cuando no se ha confirmado. —No diré nada más, ahora le pido que se marche. Y, por favor, le pedí que no liberara sus rencores en este lugar. —¿O qué? —Reí incrédula—. ¿Invocaré el mal? ¿Aparecerá un demonio? —resoplé—. Patrañas sin sentido. —Ya basta, amiga. —Vickie colocó una mano en mi hombro. —Es que no lo entiendes, ¿realmente crees en algo de esto? —La analicé con ojo crítico. —No sabría decirte —se encogió de hombros. —Solo las personas que carezcan de inteligencia caerían en una e****a de tan bajo nivel. —Jovencita, estás perturbando la armonía de este lugar —advirtió la mujer mortalmente seria—. Si sigues así desatarás sobre ti cosas con las que no podrás lidiar. —Cosas con las que no podré lidiar —contraje los labios ofendida—. Créame, señora, que puedo lidiar con muchas cosas. Incluso con un demonio si ese fuera el caso. —¡Calla! —exigió molesta—. No oses decir esas palabras así, nunca sabes cuando el mal puede estar escuchando. —Pues sería genial si me escuchara. —Alcé la voz—. Que venga si quiere, a lo mejor así logro encontrar algo interesante en mi vida. Que aparezca entonces un maldito demonio, lo quiero, lo estoy esperando. —¡Basta, Camille! —Vickie me tomó por el brazo—. Lo sentimos mucho, señora —se disculpó avergonzada. Tirando con fuerza de mi brazo me llevó hasta la salida y subimos al coche. Molesta, me puse de camino hacia casa. —¿Qué te ha pasado allí? —preguntó Vickie observándome desde el asiento del copiloto—. Tú no eres así. —Es que me molesta ver la manera en que las personas como ella se aprovechan de la gente. —Ni siquiera te pidió dinero —suspiró—. Creo que en realidad, estabas desquitándote con ella la rabia por tus problemas. —Es que no sé. —Mordí mi labio inferior frustrada—. Sé que me porté como una troglodita maleducada, pero lo que me dijo me perturbó. Entiendo que no debo creerle, pero hizo referencia a dos hombres, y uno de ellos podría ser William. —¿Y? —Enarcó una ceja. —Según ella, ninguno quería mi amor. —Cierto, uno tu dinero y el otro tu cuerpo. Que sensual. —No le encuentro la sensualidad a nada —le dediqué una rápida mirada para luego seguir con la vista fija en la carretera—. El caso es que significaría que William nunca me ha querido, sea cual sea de los dos. —Eso es imposible —le restó importancia haciendo un gesto con la mano—. William está loco por ti, desde que comenzaron hace ocho años. Incluso terminó por pedirte matrimonio. Si no te hubiese querido no se hubiese casado contigo siendo ambos tan jóvenes. —Lo sé, pero esa señora plantó en mi cabeza la duda. —Vamos, Cam, tú misma has dicho que es todo una gran mentira; solo patrañas. ¿No me digas que creerás ahora en eso? —No, claro que no. —Negué. Vickie tenía razón, no creía en esas tonterías. Y no debo dejarme atormentar por esas falsas palabras. Lo que nos pasaba a nosotros era normal en todas las personas casadas, solo son crisis matrimoniales. Saldríamos de ella juntos. Al fin y al cabo, llevamos varios años casados y siempre hemos sido felices, no hay motivo para que eso cambie ahora. —«¿Segura?» Pisé el freno haciendo que amabas nos balanceáramos con fuerza hacia delante. —¡Cam! —Mi amiga chilló sorprendida y asustada—. ¿Qué te pasa? ¿Quieres matarnos? —¿Has oído eso? —pregunté asustada. —¿Oír qué? —Frunció el ceño. —Esa voz grave, lo que dijo. ¿No lo has oído? —No he escuchado nada —me miró como si estuviera loca—. Debe haber sido impresión tuya. —Pero... —No estaba imaginándolo, ¿o sí? Estaba segura de que escuché una voz a mi oído. Respiré profundamente calmando mis nervios, que estaban a flor de piel. Entonces, puse nuevamente el coche en marcha. Vickie me pidió que la dejase en su casa y eso hice. Cuando llegué a la mía me adentré directamente a la cocina para tomar un vaso de agua y calmar el revuelo de nervios y ansiedad que estaba sintiendo sin razón alguna. Entonces, sentí una presencia a mis espaldas. Mi cuerpo se tensó por completo, pues sabía que no podía ser William ya que a esta hora todavía estaba en el trabajo. Además, dicha presencia se sentía muy fuerte e imponente; el ambiente estaba cargado. Deslicé mi mano con lentitud, tratando de alcanzar algo con lo cual pudiese defenderme. Pero cuando estaba a punto de tomarlo, una mano se posó sobre la mía impidiéndome llegar a mi objetivo. Solté un grito de miedo. Empujé a quien fuera que estaba tras de mí y me alejé. Cuando volteé, no vi nadie y mi piel se tornó de gallina. No podía decirme que había imaginado aquello, pues lo había sentido y había visto esa mano sostener la mía. Lo había empujado. Tragué en seco el nudo de mi garganta. Agarré uno de los cuchillos y, sintiendo el martilleo de mi corazón justo en mis oídos, comencé a caminar por la casa pendiente de todo; mirando a todos lados esperando que, en cualquier momento, alguien pudiese saltar y atacarme de la nada. Al pasar junto a la habitación de William y la mía, noté la puerta de esta entreabierta y la luz del interior encendida. Sabía que la había dejado cerrada y la luz apagada. Sin duda alguna, había alguien allí dentro. Era demasiado riesgoso para mí entrar y ya. Aunque llevase con que defenderme, no sabía a quién me enfrentaba. Ni siquiera si eran más de uno y llevaban armas de fuego. Era insensato entrar y esperar a poder salir ilesa. No estaba en una película de terror, lo más inteligente era salir de la casa y llamar a la policía. Pasé despacio frente a la puerta y me dirigí apresurada hacia la salida. Cuando la abrí para salir esta se azotó cerrándose de nuevo. Pegué un grito de terror dejando caer el cuchillo al suelo, pues no había nadie para cerrarla. Intenté abrirla rápidamente, pero se negaba a ceder. ¿Qué estaba pasando? —«Camille.» —Esa voz de nuevo... Esta vez canturreaba mi nombre con tono malicioso. No hubo un músculo de mi cuerpo que no se tensara de la impresión y mi corazón parecía querer salir de mi pecho. Mis manos estaban temblando y sudando en frío mientras sentía el sonido de unos pasos cada vez más cerca; hasta que se detuvieron a solo un par de metros de distancia. Respiré hondo tratando de calmarme. Pensé que en cualquier instante podría desmallarme. Lo peor era que no sabía quién era la persona que ahora mismo me tenía cautiva dentro de mi propia casa. Podía ser un asesino, un ladrón o ambas cosas. Cerré los ojos, tomé una larga bocanada de aire y lo solté, llenándome de valor. Entonces, comencé a girarme con lentitud sobre mis talones para mirar a la persona tras de mí. Me quedé muda de la impresión, pero me llené de alivio no encontrar en sus manos ninguna arma de fuego ni un objeto punzante. Sin embrago, me dejó pasmada su postura y vestimenta. Recorrí su figura con mis ojos, la verdad era que no parecía ser nada de lo que imaginé; aunque no dejé de estar alerta. Su vestimenta era muy elegante, aunque tenía un toque algo tenebroso. Aquel hombre frente a mí llevaba un elegante traje negro y sobre sus hombros una especie de capa cuyo cuello estaba adornado por pelaje de un hermoso e impoluto color blanco. Los botones de su traje brillaban de color oro, al igual que la pequeña cadenita que unía los extremos de su capa. Su figura, aunque no demasiado alta, era imponente y desprendía un aura perceptiblemente siniestra. Su rostro, por otra parte, era delgado; adornado por rasgos finos y elegantes. Sin embargo, sus ojos le daban aspecto un tanto asiático. Su cabello era ligeramente largo, que caía por su rostro, y de un color castaño. Y sus labios estaban curvados en una sonrisa de medio lado que me heló la sangre. ¿Quién era ese hombre?—Hola Camille —dijo con tono socarrón dando un paso en mi dirección. Retrocedí de forma instintiva hasta que mi espalda chocó contra la puerta. —¿Quién eres? —pregunté aterrada.—No no. —Negó con el dedo y se acercó hasta quedar a solo unos pasos de distancia—. Si luces así de indefensa querré aprovecharme de ti.—Rio, humedeciendo sus labios luego.—Llamaré a la policía —advertí tratando de lucir valiente. —¿Oh, sí? ¿Y qué dirás? Después de todo, tú me llamaste, pequeña. —Ladeó el rostro. —¿Yo te llamé? Debes de estar loco, te has colado en mi casa. Eso es ilegal. Además, mi esposo llegará pronto. —¡Uy, tu esposo llegará pronto! —Hizo un dramático gesto de terror—. Mira como tiemblo, estoy muriendo de miedo.—Escucha —el enojo había hecho disminuir mi miedo y me llenó de coraje —, no sé quién eres, de donde vienes y mucho menos lo que quieres; pero vas a marcharte ahora mismo de mi casa. —Vaya vaya, que atrevida eres, pequeña. —Terminó con la distancia entre nosotros y me apresó
Su sonrisa me heló la sangre aún más que su nombre, el cual no podía identificar como uno que yo conociera. Sin embargo, estaba segura de que antes lo había escuchado. Agitó la mano en el aire y sentí el suelo a mis pies desaparecer, y cuando creí que caería aparecí de nuevo en mi habitación y él estaba de pie a poco más de un metro de mí mientras miraba la foto sobre la mesita de noche. —Así que este es tu esposo. —Señaló la foto en la que ambos aparecíamos el día de nuestra boda—. No es la gran cosa —Hizo una mueca con los labios. Intenté decir algo, pero las palabras estaban atoradas en mi garganta; estaba muda de la impresión—. ¿Qué pasa? ¿Te ha comido la lengua el gato? —preguntó en un tono burlón—. Al parecer has perdido todo el valor, no pensé que fueras tan cobarde. —¿Qué es lo que pretendes? —pregunté con la voz entrecortada. —Buena pregunta. —Se tocó el mentón pensativo—. Solo te quiero a ti, nada más. —¿A mí? ¿Por qué yo? Soy solo una simple humana y tú eres u
¿Miedo? No podría decir si se trataba de eso, pero estaba segura de que ahora mismo estaba temblando. No sabía si era por su expresión aterradora, su aura que se elevó hasta el grado de ser perceptible a mis ojos como un gran manto negro a su alrededor o simplemente porque me permití recordar que a pesar de todo él era un demonio; uno muy poderoso e indomable. Estaba más allá de lo que cualquier persona normal podría controlar. Así que me aseguré de no olvidarlo de aquí en adelante. No podía confiarme simplemente por la sonrisa cínica en su rostro, pues solamente era como una máscara que detrás ocultaba el peor de los males. Tampoco funcionaban mi astucia e inteligencia, pues, como él mismo aseguró, tenía muchos años de existencia y no había manera de que pudiera engañarlo. Muy bien acertaba el dicho popular cuando aseguraba: «Más sabe es el diablo por viejo que por diablo». Mucho menos cuando sus penetrantes ojos parecían mirar más allá del alma y develar cada secreto de la existen
Llegué a casa. Estaba aturdida y sentía que todo a mi alrededor era casi inexistente, no podía concentrarme en nada. Sin darme cuenta, el tiempo había pasado y fui consciente de ello cuando la puerta principal se abrió dejándome entrever la figura de William.Respiré hondo y traté de ocultar mi malestar. —Hola cariño —me depositó un beso fugaz sobre los labios y se dirigió a la habitación. Suspiré y caminé a la cocina, me lavé las manos y comencé a cortar algunos vegetales para la cena. Perdida de nuevo en un nudo de pensamientos, no noté el filo del cuchillo cortando mi piel hasta que el dolor me hizo reaccionar. Chillé y solté el objeto rápidamente. Mi dedo índice sangraba y tenía una herida de tamaño mediano. Coloqué la mano bajo el chorro del agua. Pero, de repente, la herida comenzó a desaparecer hasta no quedar ni rastro. Jadeé sorprendida.—«De nada.» —Escuché de nuevo su voz en mi cabeza y gruñí con molestia. —No necesito tu maldita ayuda con una herida —hablé porque, a pe
—¡Te he dicho que me sueltes! —exclamé moviéndome bajo su agarre.—¿Estás subiendo el tono a propósito? —Enarcó una ceja—. Sabes que tu querido esposo puede escucharte, ¿acaso quieres que venga? —Se acercó hasta que sus labios quedaron a centímetros de los míos—. Si interrumpe, no le tendré piedad. —No te creo —dije molesta—, eres solo palabras. Si le haces daño sabes que no habrá nada que me impida alejarme de ti. Lo usas como excusa para chantajearme porque sabes que es mi debilidad. Pensé que simplemente se alejaría consternado por mis palabras. Pero pasó todo lo contrario. Comenzó a reírse a carcajadas tomándome por sorpresa y siendo yo la conturbada. —Lo primero que debes saber, Camille —dijo mi nombre con algo de rabia y sus ojos se tornaron en un ferviente color rojo—, es que tú no eres imprescindible para mí. Solo eres una humana del montón. —Hundió su rostro en mi cuello y su aliento helado me causó escalofríos; pero no podría decir que era desagradable, a pesar de su tono
Al final logré irme a dormir en paz, aunque un tanto intranquila. Desperté algo aturdida, la luz se filtraba a través de la ventana abierta de la habitación, y corría una sutil brisa cálida que mecía la cortina. Parpadeé y miré el reloj que estaba a mi lado, eran más de las 10 de la mañana. Lo había supuesto porque el sol estaba muy alto. Suspiré y me desperecé. No recordaba la última vez que había dormido hasta esta hora. Siempre despertaba temprano para preparar el desayuno de William. A estas horas ya debe de estar en su trabajo. Moví las sábanas a un lado y caminé a mi habitación, y como supuse él no estaba. Tomé un cambio de ropa y entré al baño para prepararme. Cuando estuve lista, procedí a beber un poco de jugo. Mi estómago me estaba matando, y supuse que las crisis volverían a aparecer. Decidí ir a visitar a mis padres y de paso beber una de esas infusiones que preparaba mamá porque eran únicas para aliviar estas molestias.Me encaminé en el coche, e iba tranquila hasta qu
La tarde llegó de una manera rápida; demasiado para mi gusto. Luego de despedirme, me fui a casa. Al final no había logrado ver a mi padre, aunque no era algo que me extrañara; sabía que era una persona muy ocupada. Cuando entré William ya estaba allí. Estaba en la cocina bebiendo un vaso de agua. Al verme se acercó y depositó en mi frente un beso. No me moví y no hice nada por saludarlo, ni siquiera por hablarle. Solo lo miré y me di la vuelta para ir a la habitación. —Camille —me llamó cuando iba a salir de la cocina. Lo miré—. Necesitamos hablar. —Hablar al parecer no soluciona nuestros problemas, solo los empeora —dije con desgana.—Esta vez será diferente —aseguró—. Solo unos minutos. Asentí y tomamos asiento en la sala. Esperé a que comenzara a hablar, pues yo no tenía explicaciones que darle. Estaba segura de que mi comportamiento no era el erróneo, sino el suyo. Aunque siendo sinceros mi último encuentro con el demonio no me dejaba libre de culpas.—Sé que estamos tenien
Me mantuve en calma a pesar de que por dentro era un manojo de nervios. Respiré cuando desvió la mirada hacia otro lado para contemplar a todas las personas de alrededor. —Señor Kim. —El anciano le estrecha la mano—. Espero que este evento sea de su agrado. —Es muy interesante —dijo dedicándome una rápida mirada. —Le presento al señor William Kanne y a su esposa Camille Kanne. —El anciano hizo un gesto con la mano, señalándonos. —«No me gusta como suena el título de señora Kanne en ti.» —Sus palabras me llegaron mientras que con una sonrisa hipócrita saludaba a William y procedía a besar mi mano. —Encantado de conocerlo —dijo William, entusiasta. —«Tu esposo es repugnante»—susurró en mi mente con burla—. «Por cierto, el rojo me pone; y mucho. ¿Te has puesto ese vestido a propósito? Te ves bellísima.» Le encantaba molestarme y más sabiendo que no podía contestarle. Me sentía como una bomba a punto de estallar. Pero respiré hondo y fingí estar sedienta. Caminé hacia la m