Me mantuve en calma a pesar de que por dentro era un manojo de nervios. Respiré cuando desvió la mirada hacia otro lado para contemplar a todas las personas de alrededor. —Señor Kim. —El anciano le estrecha la mano—. Espero que este evento sea de su agrado. —Es muy interesante —dijo dedicándome una rápida mirada. —Le presento al señor William Kanne y a su esposa Camille Kanne. —El anciano hizo un gesto con la mano, señalándonos. —«No me gusta como suena el título de señora Kanne en ti.» —Sus palabras me llegaron mientras que con una sonrisa hipócrita saludaba a William y procedía a besar mi mano. —Encantado de conocerlo —dijo William, entusiasta. —«Tu esposo es repugnante»—susurró en mi mente con burla—. «Por cierto, el rojo me pone; y mucho. ¿Te has puesto ese vestido a propósito? Te ves bellísima.» Le encantaba molestarme y más sabiendo que no podía contestarle. Me sentía como una bomba a punto de estallar. Pero respiré hondo y fingí estar sedienta. Caminé hacia la m
Dije aquello y todo el peso de mi título cayó de nuevo sobre mis hombros. Era como si la realidad hubiese vuelto, como si acabase de despertar de un sueño profundo. Sin embargo, había muchas cosas a las que había renunciado ya, y no podía recuperar. —Señora Duquesa —se puso de pie quedando muy cerca—. No olvide que usted me pertenece por esta noche. —No —dije mirándolo a los ojos, me devolvió una expresión de confusión—. No soy una duquesa, renuncié a mi título por William. No era necesario, pero quería que tuviésemos una vida sin protocolo, una vida normal. —Posé mis manos en sus hombros y me puse de puntillas para alcanzar sus labios, quedando así muy cerca —. Con respecto a lo otro, está bien. Seré tuya esta noche, pero porque así yo lo he decidido. Su sonrisa se amplió, aunque no me dejó contemplarla mucho porque enseguida sentí sus labios presionar contra los míos. Jadeé cuando su audaz boca tomó posesión de la mía, sin contemplaciones. Traté de imponerle mi ritmo pero era im
No perdí ni un instante para comenzar a deshacerme de su traje negro botón tras botón hasta deshacerme de toda su ropa con desesperación. Paso mis manos por sus hombros desnudos hasta su pecho y abdomen. Su piel se siente fría pero muy tersa. Su abdomen es muy blanco y aunque no podría decir que es exactamente musculoso, tiene un cuerpo muy bonito. Llevo mi rostro a su cuello e inhalo profundamente su aroma. ¿Cómo era que podía oler tan bien? —No te diré lo raro que es que me olfatees. — Rio por lo bajo. —Hueles bien —confesé sin pudor. —Y tú ahora mismo hueles a deseo. Sus manos agarraron el costado de mis bragas y como si se tratase de papel tiró de ellas rompiéndolas con facilidad. Guió mis caderas hasta quedar perfectamente alineado con mi entrada. —No espera déjame preparar... ¡Hijo de arg! —gruñí cuando sin contemplaciones empujó dentro de mí. —Oh, perdón, ¿te dolió? —preguntó sarcástico elevando una ceja. —¿Tú qué crees, maldito? —golpeé su hombro. —Estas toda
Me volteé a verlo algo temerosa, no de él sino de sus palabras que me tomaron por sorpresa y me bombardeó de dudas. —Dime de una vez a lo que te refieres —pregunté manteniéndome algo alejada. —Vamos. —Se puso de pie y tomó mi mano guiándome hacia el baño. No habló, solo me llevó hasta la ducha y abrió el grifo. Su cuerpo se mantuvo a mis espaldas recostando ligeramente su peso. Sus dedos danzan con delicadeza sobre mi piel, baja por mi abdomen y se deslizan por la cara interna de mis muslos, pero detengo su ascenso al sostener su muñeca e impidiendo que llegara a donde quería. —¿Qué pasa? —preguntó con su voz ronca en mi oído —Solo te estoy ayudando a limpiarte. La sensualidad de su tono casi me hizo perder la fortaleza, pero no me lo permití. —No me des largos —me di la vuelta quedando justo de frente—. ¿A qué te referías con aquello? —Pues a lo que oíste. —No es suficiente explicación, no entiendo nada. —Desde que cediste a mí anoche y caíste en mis garras —torció el rostro
—No siento mis piernas —dije mientras caminaba hacia la salida. —Te recuerdo que fuiste tú quien me pidió ser peor —elevó una ceja. —Sí, lo sé, pero… —suspiré sintiendo los músculos de mis muslos y cadera adormecidos. ¿Acaso eso podía pasar?— ya no importa. La mañana ya había llegado hacía un par de horas. Después de pasar la mayor parte de ella bastante ocupada y en varias posiciones, llegó la hora de enfrentar cara a cara a William y estaba más que lista. —Puedo llevarte —dijo Rei a mi lado mientras salíamos del hotel. —No es necesario, tomaré un taxi. —¿Tienes dinero? —preguntó y negué encogiéndome de hombros—. Uf, típico de una duquesa multimillonaria no tener dinero para el taxi —habló con sarcasmo. —Ya te dije que renuncié a mi título y no he firmado los documentos de la herencia aún, es que no quiero tener todo ese dinero en mi poder, no aún —suspiré—. Además, no traje mi bolso. —Eres un dilema —negó tomando del bolsillo trasero de su pantalón su billetera. —Oh, estás
Abrí los ojos aturdida. Me senté en la cama mientras frotaba mis ojos con pesadez. Estiré mis brazos para mirar alrededor. Sonreí inevitablemente cuando distinguí su figura acostada a mi lado. Al parecer, está profundamente dormido, pues su expresión está bañada en serenidad. Luce realmente hermoso. Delicadamente deslicé mis dedos por el contorno de su rostro para luego delinear sus delgados labios rosados. Contrajo los párpados antes de abrirlos con lentitud. Me miró y sonrió con notoria malicia. —¿Quieres más? —preguntó con doble sentido. —¡No! —retrocedí hasta chocar mi espalda contra la cabecera de la cama—. Estás loco, tengo fuerzas apenas para caminar. —Vaya, pero estabas mirándome como una acosadora. —No es cierto, idiota —me crucé de brazos. —¿Qué harás? —dijo esta vez con seriedad y supe a qué se refería. Iré a casa de mis padres y haré los trámites del divorcio lo antes posible. —No te diré si es correcto o no —se puso de pie lentamente—. Antes lo hice y jamá
A veces pensaba que lo hacía a propósito, como si quisiera sembrar nuevas dudas en mi cabeza. Pero eso solo lo creía a ratos, porque la sinceridad y la pasión con las que decía esas cosas no parecían ser una broma. Eran reales, tan reales como lo que él causaba en mí. Todo esto me preocupaba profundamente, porque antes me consolaba pensando que tuve la buena o mala suerte de ser escuchada por él, y que por eso apareció en mi vida. Pero ahora sé que no es así; hay algo más. Eso, sin contar las palabras de aquella bruja, las cuales al fin tomaron todo el sentido para mí. «Uno querrá tu dinero». Ese era William, ahora lo entendía. «Y el otro querrá tu cuerpo». Obviamente, era Rei. No puedo olvidar que también me dijo que ninguno querría mi amor. Entonces, ¿por qué ambos me daban una impresión equivocada? William asegura amarme, aunque ahora no le creo en lo más mínimo. Por otra parte, aquel demonio me trata de una manera incomprensible; cualquiera diría que siente algo por mí. P
Regresé a la mansión y bebí un vaso de agua para calmar mis nervios, que estaban a flor de piel. Suspíré cuando llegué a mi habitación y me dejé caer sobre la cama, mirando fijamente al techo. Coloqué una mano en mi frente y cerré los ojos; estaba confundida. Aquello definitivamente era una alucinación y no le habría dado importancia si no tuviera este presentimiento últimamente. Necesitaba saber más, sabía que era peligroso y no debía querer descubrir más de lo que me era de incumbencia, pero este asunto algo tenía que ver conmigo. El problema real era: ¿dónde conseguir información? La que encontraría en páginas de demonología no tendría la más mínima relación conmigo. Pero sé que en algo tengo que ver. Las palabras de ese tal Abigor me lo confirmaban. Tomé mi teléfono e investigué un poco donde podía conseguir información verificada sobre demonios. Enseguida descubrí que en la ciudad había una iglesia satánica. Me retorcí por la simple idea de imaginar ese lugar. Pero al ver las fo