Luego de explicar todo cuidadosamente a la policía, claro, omitiendo ciertas cosas, les conté sobre el hecho de que William era hijo de aquel terrorista y pretendía vengarse de mí porque me inculpaba. Conté sobre el hecho de que Hanna había sido su amante y lo estaba ayudando, pero que al negarse a ayudarlo, él la asesinó y asustado por ello huyó.Mi historia fue creída, ya que su cuerpo jamás apareció y no quería ni imaginar qué había sido de él en manos de Ciro, aunque tampoco me importaba. El caso se mantuvo abierto y la búsqueda de William aún permanece, aunque sabía que jamás lo encontrarían. Mis padres se tornaron más sobreprotectores y me pidieron permanecer en casa, temerosos de que William pudiera aparecer nuevamente con su sed de venganza. Además, agradecieron a Rei por ayudarme y papá lo aceptó, por así decirlo.Pasaron varios días en los que, para mantener a mis padres tranquilos y felices, no abandoné la casa nada más que para ir al funeral de Hanna. A pesar de todo y del
—No puedo dejarte sola ni un maldito minuto. —Ciro golpeó su frente, frustrado. —Fue un accidente —dije encogiéndome de hombros. —¿Desde cuándo al suicidio le cambiaron el nombre? —se cruzó de brazos. —Me sentía muy sola —confesé cabizbaja—. Además, ya no hay vuelta atrás. Miré las enormes puertas que se alzaban frente a mí. Eran de un material parecido al mármol, pero estaba segura de que no había nada igual. En medio de una gran oscuridad, solo ellas se alzaban, impenetrables e imponentes. En el enorme umbral distinguí una gran escritura. —*Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate* —repetí leyendo. —Abandonad toda esperanza, quienes aquí entráis —repitió mi hermano tras de mí y desapareció—. Sigues tú sola de ahora en adelante. Como si me recibieran, aquellas puertas enormes se abrieron dando paso a una cegadora luz seguida de un calor casi asfixiante. Cerré los ojos, deslumbrada, y entonces escuché una voz. Era como un canto masculino, realmente hermoso y reconfortante.
Le doy un sorbo al café, y siento el líquido caliente bajar por mi garganta dejando un ligero sabor amargo en mi paladar. Normalmente no bebo más que té, pero hoy estoy de visita y sería muy descortés el haberme negado a beber una taza de café con mi amiga de la adolescencia.Ella me sonríe con júbilo y deposito con suavidad la taza sobre la mesita que está frente a nosotras para continuar con nuestra conversación. A pesar de los años, Hanna seguía teniendo el mismo aspecto que en la niñez. Todavía poseía esa sonrisa característica de una niña y ese aire jovial a su alrededor; tanto que estar cerca de ella te brindaba una paz sin igual.—Así que te casaste hace dos años—dije,y ella asintió con armonía.—Así es, conocí a Ed en la exposición de arte de su hermano. Comenzamos a salir y después de un año y medio nos comprometimos y posteriormente casamos. Ya hacen dos años.—Vaya, que bien—me alegro mucho por ella.—¿Sabes? Cuando estábamos en secundaria siempre creí que serías la última
Desperté temprano, como era de costumbre, para preparar el desayuno de Will antes de que se marchara al trabajo. Pasé por mi rutina mañanera y me dirigí a la cocina. Lo dejé todo listo y, de nuevo, me encerré en la habitación. No me apetecía para nada encontrarme cara a cara con él; no después de la discusión de anoche. Pensé que se marcharía, pero sentí unos suaves golpes en la puerta de la habitación. Abrí para encontrarlo ya listo para irse al trabajo. Me hice a un lado para que pudiera pasar y permanecí en silencio.—No quería marcharme sin despedirme —Se acercó y acarició mi cabello—. Sabes que no me gusta que discutamos.—A mí tampoco, pero al parecer no logramos estar de acuerdo —contesté viéndolo a los ojos.—Yo solo quiero que sigamos como antes. —Apoyó su frente en la mía. Y esa pequeña muestra de afecto fue suficiente para lograr derretir mi corazón—. ¿No cambiarás, cierto? ¿Seguirás siendo mi dulce Camille?—No cambiaré —susurré sumida en el amor que siento por él que, a p
—Vale, ya basta. —Solté mi mano de su agarre y me puse en pie—. Lo que dice no tiene el menor sentido, solo es una maldita estafa —dije molesta.—Joven. —La mujer se puso de pie—. No cobro por lo que hago, no tengo la más mínima intención de estafarte ni a ti ni a nadie. Está en tu interior creer o no en mis palabras. Créeme que he visto a mucha gente como tú, incrédula y atea. Pero cuando lo que preveo suceda, recordarás este día y mis palabras.—Mire, señora —hablé tratando de calmarme —, sin la más mínima intención de ofenderla, pero este tipo de cosas no me parecen muy reales. E, incluso, la existencia de personas como usted, supuestamente atadas a lo sobrenatural, es muy difícil creer cuando no se ha confirmado.—No diré nada más, ahora le pido que se marche. Y, por favor, le pedí que no liberara sus rencores en este lugar.—¿O qué? —Reí incrédula—. ¿Invocaré el mal? ¿Aparecerá un demonio? —resoplé—. Patrañas sin sentido.—Ya basta, amiga. —Vickie colocó una mano en mi hombro.—E
—Hola Camille —dijo con tono socarrón dando un paso en mi dirección. Retrocedí de forma instintiva hasta que mi espalda chocó contra la puerta. —¿Quién eres? —pregunté aterrada.—No no. —Negó con el dedo y se acercó hasta quedar a solo unos pasos de distancia—. Si luces así de indefensa querré aprovecharme de ti.—Rio, humedeciendo sus labios luego.—Llamaré a la policía —advertí tratando de lucir valiente. —¿Oh, sí? ¿Y qué dirás? Después de todo, tú me llamaste, pequeña. —Ladeó el rostro. —¿Yo te llamé? Debes de estar loco, te has colado en mi casa. Eso es ilegal. Además, mi esposo llegará pronto. —¡Uy, tu esposo llegará pronto! —Hizo un dramático gesto de terror—. Mira como tiemblo, estoy muriendo de miedo.—Escucha —el enojo había hecho disminuir mi miedo y me llenó de coraje —, no sé quién eres, de donde vienes y mucho menos lo que quieres; pero vas a marcharte ahora mismo de mi casa. —Vaya vaya, que atrevida eres, pequeña. —Terminó con la distancia entre nosotros y me apresó
Su sonrisa me heló la sangre aún más que su nombre, el cual no podía identificar como uno que yo conociera. Sin embargo, estaba segura de que antes lo había escuchado. Agitó la mano en el aire y sentí el suelo a mis pies desaparecer, y cuando creí que caería aparecí de nuevo en mi habitación y él estaba de pie a poco más de un metro de mí mientras miraba la foto sobre la mesita de noche. —Así que este es tu esposo. —Señaló la foto en la que ambos aparecíamos el día de nuestra boda—. No es la gran cosa —Hizo una mueca con los labios. Intenté decir algo, pero las palabras estaban atoradas en mi garganta; estaba muda de la impresión—. ¿Qué pasa? ¿Te ha comido la lengua el gato? —preguntó en un tono burlón—. Al parecer has perdido todo el valor, no pensé que fueras tan cobarde. —¿Qué es lo que pretendes? —pregunté con la voz entrecortada. —Buena pregunta. —Se tocó el mentón pensativo—. Solo te quiero a ti, nada más. —¿A mí? ¿Por qué yo? Soy solo una simple humana y tú eres u
¿Miedo? No podría decir si se trataba de eso, pero estaba segura de que ahora mismo estaba temblando. No sabía si era por su expresión aterradora, su aura que se elevó hasta el grado de ser perceptible a mis ojos como un gran manto negro a su alrededor o simplemente porque me permití recordar que a pesar de todo él era un demonio; uno muy poderoso e indomable. Estaba más allá de lo que cualquier persona normal podría controlar. Así que me aseguré de no olvidarlo de aquí en adelante. No podía confiarme simplemente por la sonrisa cínica en su rostro, pues solamente era como una máscara que detrás ocultaba el peor de los males. Tampoco funcionaban mi astucia e inteligencia, pues, como él mismo aseguró, tenía muchos años de existencia y no había manera de que pudiera engañarlo. Muy bien acertaba el dicho popular cuando aseguraba: «Más sabe es el diablo por viejo que por diablo». Mucho menos cuando sus penetrantes ojos parecían mirar más allá del alma y develar cada secreto de la existen