¿Miedo? No podría decir si se trataba de eso, pero estaba segura de que ahora mismo estaba temblando. No sabía si era por su expresión aterradora, su aura que se elevó hasta el grado de ser perceptible a mis ojos como un gran manto negro a su alrededor o simplemente porque me permití recordar que a pesar de todo él era un demonio; uno muy poderoso e indomable. Estaba más allá de lo que cualquier persona normal podría controlar. Así que me aseguré de no olvidarlo de aquí en adelante.
No podía confiarme simplemente por la sonrisa cínica en su rostro, pues solamente era como una máscara que detrás ocultaba el peor de los males. Tampoco funcionaban mi astucia e inteligencia, pues, como él mismo aseguró, tenía muchos años de existencia y no había manera de que pudiera engañarlo. Muy bien acertaba el dicho popular cuando aseguraba: «Más sabe es el diablo por viejo que por diablo». Mucho menos cuando sus penetrantes ojos parecían mirar más allá del alma y develar cada secreto de la existencia humana. —¿Qué debo esperar que suceda a partir de ahora?—pregunté y tragué en seco. —Ese es el gran problema.—Rodeó mi figura hasta quedar a mis espaldas y llevar sus labios a mi oído —. No puedes esperar nada, porque no sabes cuál es la siguiente movida que haré.—Sus dedos acariciaron lentamente mi brazo —. Así que tú solo debes esperar, ya sea con ansias o con miedo, como tú elijas. Pero espera, porque no me iré a ningún lado y cuando menos lo esperes, entonces, estaré de nuevo aquí; susurrando en tu oído. Una brisa helada bañó la habitación. Me abracé a mí misma para protegerme del frío, pero sentí su presencia desaparecer. Observé a mi alrededor asegurándome de que realmente se hubiese ido, todo indicaba que sí. Sin embargo, no pude alegrarme, pues me había dejado bien en claro que siempre estaría aquí; que no me libraría tan fácil de él. Suspiré desganada. ¿Cómo se supone que superaría este obstáculo? Todo se había salido decontrol. No podía lidiar sola con eso, pero tampoco podía contárselo a nadie. Lo más probable era que me tacharan de loca y no me creyeran, eso en el mejor de los casos ya que no sabía las represalias que tomaría Asmodeus, Rei o como se llamara ese maldito ser infernal. Le di vueltas al asunto hasta que no vi otra solución más lógica que ir de nuevo a ver a la bruja. Ahora sabía que no era una farsante, y si había invocado al demonio en aquel lugar quizá ella podía ayudarme a deshacerme de él lo antes posible. Apresurada, arreglé mi desordenado aspecto y me calcé un nuevo par de zapatos. Conduje como alma que lleva el diablo hasta su casa. Llegué y golpeé de forma impaciente la puerta hasta que al fin abrió. Pero al verme intentó cerrarla en mi cara, se lo impedí empujando la puerta con fuerza hasta abrirla. —¿Qué quieres? —preguntó con el rostro muy serio, notoriamente enojada. —Necesito su ayuda.—Pedí suplicante. —¿Mi ayuda? —Rio con sarcasmo —. ¿Qué ayuda podría ofrecerle una estafadora barata como yo? —Escuche, sé que me sobrepasé, sin ningún derecho acabé descargando sobre usted todos mis problemas y la rabia que había acumulado. —Bajé la mirada avergonzada — . En serio, lo siento por dudar de usted, de su don y lo que escapaz de hacer. —¿Qué ha pasado para que vengas ahora pidiendo perdón? —Achinó los ojos con desconfianza. —Usted siempre tuvo la razón —me pasé las manos por el rostro — . No debí liberar mi odio en un lugar sagrado, no debí descontrolarme y menos clamar por un demonio. —Por lo que veo ha traído consecuencias y muy pronto. —Negó—. Te lo advertí, jovencita. Ahora, dime, ¿qué pasó? —Lo hice —la miré a los ojos —, invoqué a un demonio. —Abrió los ojos de par en par. —Ven, pasa. —Se hizo a un lado. Me dejó entrar y tomamos asiento en la sala de su casa, al ver lo nerviosa que me encontraba me sirvió un té de hierbas. Tomé la taza con mis manos temblorosas y le di un sorbo al líquido caliente, esperando que cumpliera su función y me ayudase con mi ansiedad. —Ahora respira y cuéntame todo en detalles —habló con tranquilidad. —Después de lo que dije aquí, me marché a casa y en el trayecto escuché una voz en mi oído. Estaba segura de ello, pero lo dejé pasar —suspiré — . Al llegar a casa volví a sentirlo y se mostró ante mí. —¿Estás segura de que era un demonio? —preguntó cruzando las manos sobre su regazo. —Al principio creí que era un desquiciado que se había colado en mi casa, pero luego él me lo demostró. Me arrastró a unas visiones muy realistas y aterrorizantes. Estoy segura de que esa vez no solo era mi imaginación. Además, me dijo cosas. Aseguró que la conexión que existe entre su lugar sagrado y el más allá es real y a causa de eso pudo escucharme. —¿Vino del Infierno solo por tu clamor? —se colocó la mano en el mentón —. Pero es muy raro, para invocar a un demonio del Infierno hace falta un ritual muy complejo. —Él me dijo que no estaba en el Infierno —me miró extrañada — . Según me contó, estaba entre los humanos, conviviendo como uno más de nosotros. —¿Conviviendo entre nosotros? —Frunció el ceño — . No es propio de demonios ordinarios. —Eso es porque no es uno ordinario —le di otro sorbo al té — . Me dijo su nombre e investigué su historia. —Vaya, no es común que revelen sus nombres. Usualmente los hace más vulnerables y fáciles de dominar. —Quizás es porque sabe que es imposible controlarlo y mucho menos derrotarlo —dije; y me encogí de hombros. —Bueno, entonces sí es un problema. Está claro que es poderoso, lo demuestra el hecho de que pudiese estar entre los humanos con un cuerpo propio. —¿No es eso posible para ellos? —pregunté con confusión. —No, la mayoría deben poseer un cuerpo humano para poder estar entre nosotros, pero esto trae consecuencias a quien utilicen como recipiente. —Ya veo —la miré desesperanzada —. Entonces, ¿qué puedo hacer? —Trataré de ayudarte, aunque no puedo asegurarte que funcionará. —No importa, mientras tenga una esperanza estará bien —apuntillé. —Acompáñame. Llegamos a aquel sitio en el que cometí el peor error de mi vida, todo a causa de la ignorancia. La mujer retiró del suelo una pequeña alfombra redonda y justo debajo noté que había pintado un extraño signo redondo adornado con varias escrituras y simbologías. Ella se colocó en el centro y me indicó que también lo hiciera. —Hace mucho que no uso esto, pero creo que es la única manera en la que te puedo ser útil. No hay otro modo —dijo tomando mis manos. —¿Para qué es? —pregunté mirando la simbología trazada en el suelo de madera con pintura blanca. —Es parte de un hechizo, uno que sirve para liberarse de alguna fuerza maligna. —¿Como un exorcismo? —No, es muy diferente porque el ser maligno no te está poseyendo, solo persiguiendo. Esperemos que de este modo consigamos hacer que se aleje de ti. —Yo también lo espero —confesé, cabizbaja. —Ahora para llevar a cabo el ritual, dime, ¿cuál es el nombre de ese demonio? —Su nombre es A... —Mi boca fue cubierta por una amplia mano de largos dedos. Juro que por un instante mi corazón se detuvo para comenzar a latir de una forma veloz. —No no. —Su voz en mi oído me asustó, pues noté que estaba de pie justo detrás de mí. Mientras que una de sus manos cubría mi boca la otra sostenía posesivamente mi cintura—. No te di permiso para irte de la lengua, pequeña. —Pero ¿cómo? —preguntó alterada la bruja—. Un ser maligno no puede entrar a esta habitación y menos a este círculo. —Oh, esto —arrugó los labios y sopló ligeramente, eso bastó para que dicho signo desapareciera completamente del suelo—. Ya está. —sonrió irónico. —¿Quién eres tú? —preguntó aterrada la bruja frente a mí. —No debo darte esa respuesta. Solo te advierto que lo dejaré pasar por esta ocasión, ya que fue Camille quien vino a buscarte. Pero si sé que estás interviniendo en algo, entonces no te tendré piedad. —Su gruesa voz sonó atemorizante. La mano que cubría mi boca esta vez lo hizo con mis ojos, sentí un aire despeinar mi cabello y entonces soltó el agarre. Me vi de pie en la salida de la casa, junto a mi coche. Jamás podría acostumbrarme a esa sensación de extrañeza que me da la manera en la que logra transportarme de un lugar a otro en segundos —Vete a casa —exigió con hosquedad. Iba a hablar, pero elevó una mano indicándome que callara—. Ahora no, porque no estoy de humor. No castigué a la bruja solo porque tú cargas la culpa y serás tú quien reciba un castigo. —Sostuvo mi barbilla y puso su rostro a centímetros del mío—. Si te dije mi nombre no es para que vayas por ahí divulgándolo, tienes prohibido contárselo a alguien. A quien se lo cuentes, me aseguraré de que se convierta en un cadáver en segundos frente a tus ojos. ¿Entendido? —Sí —dije quejumbrosa por la fuerza que ejercía en mi barbilla. —Bien, ahora, no me llames así, jamás. Entre vosotros soy Rei y así me dirás siempre, es mi nombre. Ahora ve a casa y ten en cuenta que te castigaré, no es una falsa amenaza. Plantó sobre mis labios un rápido beso para desaparecer justo frente a mis ojos, dejándome con un ligero dolor en el rostro y una sensación de miedo apretando mi pecho.Llegué a casa. Estaba aturdida y sentía que todo a mi alrededor era casi inexistente, no podía concentrarme en nada. Sin darme cuenta, el tiempo había pasado y fui consciente de ello cuando la puerta principal se abrió dejándome entrever la figura de William.Respiré hondo y traté de ocultar mi malestar. —Hola cariño —me depositó un beso fugaz sobre los labios y se dirigió a la habitación. Suspiré y caminé a la cocina, me lavé las manos y comencé a cortar algunos vegetales para la cena. Perdida de nuevo en un nudo de pensamientos, no noté el filo del cuchillo cortando mi piel hasta que el dolor me hizo reaccionar. Chillé y solté el objeto rápidamente. Mi dedo índice sangraba y tenía una herida de tamaño mediano. Coloqué la mano bajo el chorro del agua. Pero, de repente, la herida comenzó a desaparecer hasta no quedar ni rastro. Jadeé sorprendida.—«De nada.» —Escuché de nuevo su voz en mi cabeza y gruñí con molestia. —No necesito tu maldita ayuda con una herida —hablé porque, a pe
—¡Te he dicho que me sueltes! —exclamé moviéndome bajo su agarre.—¿Estás subiendo el tono a propósito? —Enarcó una ceja—. Sabes que tu querido esposo puede escucharte, ¿acaso quieres que venga? —Se acercó hasta que sus labios quedaron a centímetros de los míos—. Si interrumpe, no le tendré piedad. —No te creo —dije molesta—, eres solo palabras. Si le haces daño sabes que no habrá nada que me impida alejarme de ti. Lo usas como excusa para chantajearme porque sabes que es mi debilidad. Pensé que simplemente se alejaría consternado por mis palabras. Pero pasó todo lo contrario. Comenzó a reírse a carcajadas tomándome por sorpresa y siendo yo la conturbada. —Lo primero que debes saber, Camille —dijo mi nombre con algo de rabia y sus ojos se tornaron en un ferviente color rojo—, es que tú no eres imprescindible para mí. Solo eres una humana del montón. —Hundió su rostro en mi cuello y su aliento helado me causó escalofríos; pero no podría decir que era desagradable, a pesar de su tono
Al final logré irme a dormir en paz, aunque un tanto intranquila. Desperté algo aturdida, la luz se filtraba a través de la ventana abierta de la habitación, y corría una sutil brisa cálida que mecía la cortina. Parpadeé y miré el reloj que estaba a mi lado, eran más de las 10 de la mañana. Lo había supuesto porque el sol estaba muy alto. Suspiré y me desperecé. No recordaba la última vez que había dormido hasta esta hora. Siempre despertaba temprano para preparar el desayuno de William. A estas horas ya debe de estar en su trabajo. Moví las sábanas a un lado y caminé a mi habitación, y como supuse él no estaba. Tomé un cambio de ropa y entré al baño para prepararme. Cuando estuve lista, procedí a beber un poco de jugo. Mi estómago me estaba matando, y supuse que las crisis volverían a aparecer. Decidí ir a visitar a mis padres y de paso beber una de esas infusiones que preparaba mamá porque eran únicas para aliviar estas molestias.Me encaminé en el coche, e iba tranquila hasta qu
La tarde llegó de una manera rápida; demasiado para mi gusto. Luego de despedirme, me fui a casa. Al final no había logrado ver a mi padre, aunque no era algo que me extrañara; sabía que era una persona muy ocupada. Cuando entré William ya estaba allí. Estaba en la cocina bebiendo un vaso de agua. Al verme se acercó y depositó en mi frente un beso. No me moví y no hice nada por saludarlo, ni siquiera por hablarle. Solo lo miré y me di la vuelta para ir a la habitación. —Camille —me llamó cuando iba a salir de la cocina. Lo miré—. Necesitamos hablar. —Hablar al parecer no soluciona nuestros problemas, solo los empeora —dije con desgana.—Esta vez será diferente —aseguró—. Solo unos minutos. Asentí y tomamos asiento en la sala. Esperé a que comenzara a hablar, pues yo no tenía explicaciones que darle. Estaba segura de que mi comportamiento no era el erróneo, sino el suyo. Aunque siendo sinceros mi último encuentro con el demonio no me dejaba libre de culpas.—Sé que estamos tenien
Me mantuve en calma a pesar de que por dentro era un manojo de nervios. Respiré cuando desvió la mirada hacia otro lado para contemplar a todas las personas de alrededor. —Señor Kim. —El anciano le estrecha la mano—. Espero que este evento sea de su agrado. —Es muy interesante —dijo dedicándome una rápida mirada. —Le presento al señor William Kanne y a su esposa Camille Kanne. —El anciano hizo un gesto con la mano, señalándonos. —«No me gusta como suena el título de señora Kanne en ti.» —Sus palabras me llegaron mientras que con una sonrisa hipócrita saludaba a William y procedía a besar mi mano. —Encantado de conocerlo —dijo William, entusiasta. —«Tu esposo es repugnante»—susurró en mi mente con burla—. «Por cierto, el rojo me pone; y mucho. ¿Te has puesto ese vestido a propósito? Te ves bellísima.» Le encantaba molestarme y más sabiendo que no podía contestarle. Me sentía como una bomba a punto de estallar. Pero respiré hondo y fingí estar sedienta. Caminé hacia la m
Dije aquello y todo el peso de mi título cayó de nuevo sobre mis hombros. Era como si la realidad hubiese vuelto, como si acabase de despertar de un sueño profundo. Sin embargo, había muchas cosas a las que había renunciado ya, y no podía recuperar. —Señora Duquesa —se puso de pie quedando muy cerca—. No olvide que usted me pertenece por esta noche. —No —dije mirándolo a los ojos, me devolvió una expresión de confusión—. No soy una duquesa, renuncié a mi título por William. No era necesario, pero quería que tuviésemos una vida sin protocolo, una vida normal. —Posé mis manos en sus hombros y me puse de puntillas para alcanzar sus labios, quedando así muy cerca —. Con respecto a lo otro, está bien. Seré tuya esta noche, pero porque así yo lo he decidido. Su sonrisa se amplió, aunque no me dejó contemplarla mucho porque enseguida sentí sus labios presionar contra los míos. Jadeé cuando su audaz boca tomó posesión de la mía, sin contemplaciones. Traté de imponerle mi ritmo pero era im
No perdí ni un instante para comenzar a deshacerme de su traje negro botón tras botón hasta deshacerme de toda su ropa con desesperación. Paso mis manos por sus hombros desnudos hasta su pecho y abdomen. Su piel se siente fría pero muy tersa. Su abdomen es muy blanco y aunque no podría decir que es exactamente musculoso, tiene un cuerpo muy bonito. Llevo mi rostro a su cuello e inhalo profundamente su aroma. ¿Cómo era que podía oler tan bien? —No te diré lo raro que es que me olfatees. — Rio por lo bajo. —Hueles bien —confesé sin pudor. —Y tú ahora mismo hueles a deseo. Sus manos agarraron el costado de mis bragas y como si se tratase de papel tiró de ellas rompiéndolas con facilidad. Guió mis caderas hasta quedar perfectamente alineado con mi entrada. —No espera déjame preparar... ¡Hijo de arg! —gruñí cuando sin contemplaciones empujó dentro de mí. —Oh, perdón, ¿te dolió? —preguntó sarcástico elevando una ceja. —¿Tú qué crees, maldito? —golpeé su hombro. —Estas toda
Me volteé a verlo algo temerosa, no de él sino de sus palabras que me tomaron por sorpresa y me bombardeó de dudas. —Dime de una vez a lo que te refieres —pregunté manteniéndome algo alejada. —Vamos. —Se puso de pie y tomó mi mano guiándome hacia el baño. No habló, solo me llevó hasta la ducha y abrió el grifo. Su cuerpo se mantuvo a mis espaldas recostando ligeramente su peso. Sus dedos danzan con delicadeza sobre mi piel, baja por mi abdomen y se deslizan por la cara interna de mis muslos, pero detengo su ascenso al sostener su muñeca e impidiendo que llegara a donde quería. —¿Qué pasa? —preguntó con su voz ronca en mi oído —Solo te estoy ayudando a limpiarte. La sensualidad de su tono casi me hizo perder la fortaleza, pero no me lo permití. —No me des largos —me di la vuelta quedando justo de frente—. ¿A qué te referías con aquello? —Pues a lo que oíste. —No es suficiente explicación, no entiendo nada. —Desde que cediste a mí anoche y caíste en mis garras —torció el rostro