Capítulo 6

¿Miedo? No podría decir si se trataba de eso, pero estaba segura de que ahora mismo estaba temblando. No sabía si era por su expresión aterradora, su aura que se elevó hasta el grado de ser perceptible a mis ojos como un gran manto negro a su alrededor o simplemente porque me permití recordar que a pesar de todo él era un demonio; uno muy poderoso e indomable. Estaba más allá de lo que cualquier persona normal podría controlar. Así que me aseguré de no olvidarlo de aquí en adelante.

No podía confiarme simplemente por la sonrisa cínica en su rostro, pues solamente era como una máscara que detrás ocultaba el peor de los males. Tampoco funcionaban mi astucia e inteligencia, pues, como él mismo aseguró, tenía muchos años de existencia y no había manera de que pudiera engañarlo. Muy bien acertaba el dicho popular cuando aseguraba: «Más sabe es el diablo por viejo que por diablo». Mucho menos cuando sus penetrantes ojos parecían mirar más allá del alma y develar cada secreto de la existencia humana.

—¿Qué debo esperar que suceda a partir de ahora?—pregunté y tragué en seco.

—Ese es el gran problema.—Rodeó mi figura hasta quedar a mis espaldas y llevar sus labios a mi oído —. No puedes esperar nada, porque no sabes cuál es la siguiente movida que haré.—Sus dedos acariciaron lentamente mi brazo —. Así que tú solo debes esperar, ya sea con ansias o con miedo, como tú elijas. Pero espera, porque no me iré a ningún lado y cuando menos lo esperes, entonces, estaré de nuevo aquí; susurrando en tu oído.

Una brisa helada bañó la habitación. Me abracé a mí misma para protegerme del frío, pero sentí su presencia desaparecer. Observé a mi alrededor asegurándome de que realmente se hubiese ido, todo indicaba que sí. Sin embargo, no pude alegrarme, pues me había dejado bien en claro que siempre estaría aquí; que no me libraría tan fácil de él.

Suspiré desganada. ¿Cómo se supone que superaría este obstáculo? Todo se había salido decontrol. No podía lidiar sola con eso, pero tampoco podía contárselo a nadie. Lo más probable era que me tacharan de loca y no me creyeran, eso en el mejor de los casos ya que no sabía las represalias que tomaría Asmodeus, Rei o como se llamara ese maldito ser infernal.

Le di vueltas al asunto hasta que no vi otra solución más lógica que ir de nuevo a ver a la bruja. Ahora sabía que no era una farsante, y si había invocado al demonio en aquel lugar quizá ella podía ayudarme a deshacerme de él lo antes posible.

Apresurada, arreglé mi desordenado aspecto y me calcé un nuevo par de zapatos. Conduje como alma que lleva el diablo hasta su casa. Llegué y golpeé de forma impaciente la puerta hasta que al fin abrió. Pero al verme intentó cerrarla en mi cara, se lo impedí empujando la puerta con fuerza hasta abrirla.

—¿Qué quieres? —preguntó con el rostro muy serio, notoriamente enojada.

—Necesito su ayuda.—Pedí suplicante.

—¿Mi ayuda? —Rio con sarcasmo —. ¿Qué ayuda podría ofrecerle una estafadora barata como yo?

—Escuche, sé que me sobrepasé, sin ningún derecho acabé descargando sobre usted todos mis problemas y la rabia que había acumulado. —Bajé la mirada avergonzada — . En serio, lo siento por dudar de usted, de su don y lo que escapaz de hacer.

—¿Qué ha pasado para que vengas ahora pidiendo perdón? —Achinó los ojos con desconfianza.

—Usted siempre tuvo la razón —me pasé las manos por el rostro — . No debí liberar mi odio en un lugar sagrado, no debí descontrolarme y menos clamar por un demonio.

—Por lo que veo ha traído consecuencias y muy pronto. —Negó—. Te lo advertí, jovencita. Ahora, dime, ¿qué pasó?

—Lo hice —la miré a los ojos —, invoqué a un demonio. —Abrió los ojos de par en par.

—Ven, pasa. —Se hizo a un lado.

Me dejó entrar y tomamos asiento en la sala de su casa, al ver lo nerviosa que me encontraba me sirvió un té de hierbas. Tomé la taza con mis manos temblorosas y le di un sorbo al líquido caliente, esperando que cumpliera su función y me ayudase con mi ansiedad.

—Ahora respira y cuéntame todo en detalles —habló con tranquilidad.

—Después de lo que dije aquí, me marché a casa y en el trayecto escuché una voz en mi oído. Estaba segura de ello, pero lo dejé pasar —suspiré — . Al llegar a casa volví a sentirlo y se mostró ante mí.

—¿Estás segura de que era un demonio? —preguntó cruzando las manos sobre su regazo.

—Al principio creí que era un desquiciado que se había colado en mi casa, pero luego él me lo demostró. Me arrastró a unas visiones muy realistas y aterrorizantes. Estoy segura de que esa vez no solo era mi imaginación. Además, me dijo cosas. Aseguró que la conexión que existe entre su lugar sagrado y el más allá es real y a causa de eso pudo escucharme.

—¿Vino del Infierno solo por tu clamor? —se colocó la mano en el mentón —. Pero es muy raro, para invocar a un demonio del Infierno hace falta un ritual muy complejo.

—Él me dijo que no estaba en el Infierno —me miró extrañada — . Según me contó, estaba entre los humanos, conviviendo como uno más de nosotros.

—¿Conviviendo entre nosotros? —Frunció el ceño — . No es propio de demonios ordinarios.

—Eso es porque no es uno ordinario —le di otro sorbo al té — . Me dijo su nombre e investigué su historia.

—Vaya, no es común que revelen sus nombres. Usualmente los hace más vulnerables y fáciles de dominar.

—Quizás es porque sabe que es imposible controlarlo y mucho menos derrotarlo —dije; y me encogí de hombros.

—Bueno, entonces sí es un problema. Está claro que es poderoso, lo demuestra el hecho de que pudiese estar entre los humanos con un cuerpo propio.

—¿No es eso posible para ellos? —pregunté con confusión.

—No, la mayoría deben poseer un cuerpo humano para poder estar entre nosotros, pero esto trae consecuencias a quien utilicen como recipiente.

—Ya veo —la miré desesperanzada —. Entonces, ¿qué puedo hacer?

—Trataré de ayudarte, aunque no puedo asegurarte que funcionará.

—No importa, mientras tenga una esperanza estará bien —apuntillé.

—Acompáñame.

Llegamos a aquel sitio en el que cometí el peor error de mi vida, todo a causa de la ignorancia. La mujer retiró del suelo una pequeña alfombra redonda y justo debajo noté que había pintado un extraño signo redondo adornado con varias escrituras y simbologías.

Ella se colocó en el centro y me indicó que también lo hiciera.

—Hace mucho que no uso esto, pero creo que es la única manera en la que te puedo ser útil. No hay otro modo —dijo tomando mis manos.

—¿Para qué es? —pregunté mirando la simbología trazada en el suelo de madera con pintura blanca.

—Es parte de un hechizo, uno que sirve para liberarse de alguna fuerza maligna.

—¿Como un exorcismo?

—No, es muy diferente porque el ser maligno no te está poseyendo, solo persiguiendo. Esperemos que de este modo consigamos hacer que se aleje de ti.

—Yo también lo espero —confesé, cabizbaja.

—Ahora para llevar a cabo el ritual, dime, ¿cuál es el nombre de ese demonio?

—Su nombre es A... —Mi boca fue cubierta por una amplia mano de largos dedos. Juro que por un instante mi corazón se detuvo para comenzar a latir de una forma veloz.

—No no. —Su voz en mi oído me asustó, pues noté que estaba de pie justo detrás de mí. Mientras que una de sus manos cubría mi boca la otra sostenía posesivamente mi cintura—. No te di permiso para irte de la lengua, pequeña.

—Pero ¿cómo? —preguntó alterada la bruja—. Un ser maligno no puede entrar a esta habitación y menos a este círculo.

—Oh, esto —arrugó los labios y sopló ligeramente, eso bastó para que dicho signo desapareciera completamente del suelo—. Ya está. —sonrió irónico.

—¿Quién eres tú? —preguntó aterrada la bruja frente a mí.

—No debo darte esa respuesta. Solo te advierto que lo dejaré pasar por esta ocasión, ya que fue Camille quien vino a buscarte. Pero si sé que estás interviniendo en algo, entonces no te tendré piedad. —Su gruesa voz sonó atemorizante.

La mano que cubría mi boca esta vez lo hizo con mis ojos, sentí un aire despeinar mi cabello y entonces soltó el agarre. Me vi de pie en la salida de la casa, junto a mi coche. Jamás podría acostumbrarme a esa sensación de extrañeza que me da la manera en la que logra transportarme de un lugar a otro en segundos

—Vete a casa —exigió con hosquedad. Iba a hablar, pero elevó una mano indicándome que callara—. Ahora no, porque no estoy de humor. No castigué a la bruja solo porque tú cargas la culpa y serás tú quien reciba un castigo. —Sostuvo mi barbilla y puso su rostro a centímetros del mío—. Si te dije mi nombre no es para que vayas por ahí divulgándolo, tienes prohibido contárselo a alguien. A quien se lo cuentes, me aseguraré de que se convierta en un cadáver en segundos frente a tus ojos. ¿Entendido?

—Sí —dije quejumbrosa por la fuerza que ejercía en mi barbilla.

—Bien, ahora, no me llames así, jamás. Entre vosotros soy Rei y así me dirás siempre, es mi nombre. Ahora ve a casa y ten en cuenta que te castigaré, no es una falsa amenaza.

Plantó sobre mis labios un rápido beso para desaparecer justo frente a mis ojos, dejándome con un ligero dolor en el rostro y una sensación de miedo apretando mi pecho.

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