31.
—¿Cómo vas a permitirlo si simplemente no te has puesto a conversar con ninguna? Para conocerlas tendrías que acercarte a ellas y dialogar —le reprocha Cirice como si la única forma en la que ella pudiera descansar es deshaciéndose del príncipe.

—¡Claro que he dialogado con ellas y con sus padres! Solo hablan de propiedades, dinero y negocios. Ninguna ha parecido tener afinidad por algo, tocar algún instrumento, compartir algún gusto… ¿Entiendes lo frustrante que es eso?

—Seamos sinceros, esa información no depende de ellas. Los padres son los que guían la conversación. Tendrías que darte el tiempo de tomar a una de la mano, la que más te guste y llevarla a un lugar apartado de sus padres, tal vez a algún balcón, y por fin hablar de forma más tranquila y personal. —Mientras la sirena decía eso, paseaba su mirada entre todas las señoritas que se veían ansiosas por tener un poco de la atención del apuesto príncipe.

—Creo que tienes razón.

Cirice voltea sorprendida hacia el príncipe,
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