Las últimas burbujas de aire salían de su boca y no tenía tiempo que perder, así que una pequeña y ligera corriente salió de su boca hacia el rostro de Cirice, esta chocó contra él, era de un color rojizo y morado y perturbaba el agua de alrededor, entró por la nariz y boca de la sirena, viajó por su cuerpo recorriendo cada célula y regresándole la energía que necesitaba.Lentamente el cuerpo de la sirena empezó a cambiar, sus piernas generaron escamas que parecían nacer de cada poro, como si hubieran estado escondidas ahí todo este tiempo mientras que ambos miembros se funcionaban, adhiriéndose lentamente y perdiendo la forma de piernas al igual que los huesos de sus pies tronaban, se rompían y desaparecían. Parecía algo doloroso con el simple hecho de escuchar cada crujido, pero la inconsciencia de la sirena facilitaba que no se retorciera de dolor; la hechicera repitió el ritual, mordió de nuevo el corazón, lo masticó con más agrado y de nuevo sopló hacia la sirena haciendo que es
—Cariño, no tienes ya nada de qué temer. El príncipe le pidió al señor Tavernier que se fuera esta mañana a otra de las propiedades de la corona española. Aquí podrás estar a tus anchas sin que te lo puedas encontrar. —Con cuidado acaricia su cabello y lo acomoda detrás de la oreja esperando que Cirice tome la noticia con gusto. —¿Por qué no fue llevado ante la ley? ¿Por qué si me quería hacer daño lo están protegiendo? ¿Por qué es tan importante? Las preguntas incomodan a la señora Galindez, mientras que Cirice parece solo querer confirmar sus sospechas. —Mi niña, él se está haciendo cargo de la venta de algunas pertenencias de la familia real, no pueden prescindir de él. —Con algo de pena decide resolver sus dudas de forma algo mediocre, pensando que la curiosidad de la sirena se quedará con eso. —¿Qué puede ser tan importante que lo necesiten tanto a él? ¿No hay alguien más que pueda hacerlo? —Lo siento mi niña, él tiene ya el trato con el rey de Francia, es el único capaz de
Bonny por un momento se detiene, ve fijamente a la bruja y entiende que es una mujer de cuidado que no es tan fácil que pueda enfrentarla, tal vez arremeter contra ella podría resultar más peligroso que simplemente responderle otra vez. —¿Dónde encuentro a ese tal Henry Morgan? La pregunta sobresalta a Bonny y voltea hacia Hornigold quien parece verla con desaprobación, entiende que no solo podría ser peligroso para ella sino también para Morgan. —Lo siento, pero mejor que así quede… No quiero nada. —Bonny se aleja lentamente sin quitarle la vista de encima a la hechicera. —¿Segura? —Insiste la hechicera viendo divertida a la pirata. Siempre le da gracia ver la forma tan nerviosa y llena de miedo con la que responden los humanos a su presencia. —Segura… —Bonny le da un golpe a Hornigold y salen de la taberna casi corriendo. Mientras los piratas huyen hacia el puerto dispuestos a poner en aviso a Morgan de lo ocurrido, la hechicera sale detrás de ellos, viendo el polvo que deja
—No me siento bien —dice Cirice con la voz apagada mientras retrocede un par de pasos. Su espalda choca con la pared de tablas que conforman la bodega dejando tanto a Morgan como al príncipe preocupados.—¿Qué pasa? ¿Qué tienes? —pregunta el príncipe Carlos con insistencia mientras la toma por los hombros.—Parece que se insoló —dice Morgan viéndola con curiosidad, tratando de identificar si es alguna treta de ella, pero en verdad parece enferma.—Hay que llevarla a la casa —dice el príncipe sin saber muy bien qué hacer. Sin pedir permiso ni avisar, Morgan toma en brazos a Cirice y emprende el camino de regreso hacia la casa.Morgan no puede dejar de pensar en cómo el príncipe pese a su interés hacia Cirice no es capaz de tomar cartas en el asunto, tuvo que haberla tomado en brazos desde un principio, no quedarse como estúpido pensando en qué hacer, esa es la diferencia entre un niño y un hombre, un niño corre como gallina sin cabeza mientras la mujer que ama espera pacientemente a qu
—Creo que eso es algo difícil, ¿no cree? Es un príncipe y yo solo una plebeya, le debo respeto, mi señor —dice Cirice agachando la mirada. Aparentemente dolido por ese comentario, el príncipe Carlos regresa hacia la sirena y se sienta a su lado. —Lo he pensado mucho… Ni siquiera he podido dormir por lo mismo. —Con la cabeza gacha y tomando de las manos a Cirice, parece estar hablando más con él mismo que con ella—. Sé que no llevamos mucho tiempo conociéndonos, pero en verdad te has clavado muy profundamente en mi pecho y en mi cabeza y… no puedo seguir así. —Con cada palabra que dice el príncipe Cirice se asusta más—. Ariel… ¿Te casarías conmigo? Todo pasó por la cabeza de la sirena, pudo ver al padre del príncipe rechazándola, quedándose con la mujer que él creyó mejor y ahora estaba ante el hijo, sin esfuerzo, sin necesidad de seducirlo o enredarlo, simplemente las cosas se fueron dando y ahora se sentía enamorado de ella, lo suficiente como para pedirle matrimonio. En un cue
—¿Quién? ¿Quién era él? ¿Quién quiso dañarlos y después se arrepintió? —Olvidando el miedo que le tiene, aprovechando ese momento de vulnerabilidad de la hechicera, la sirena decide acercarse, presionar un poco más de forma gentil esperando obtener algo más, pero Gumbora despierta de su ensoñación y lo primero que ve son esos ojos turquesa, esos ojos que la cautivaron y la hundieron en la inmundicia. Toma por el cuello a la sirena y la arroja sobre la cama con fuerza, esta empieza a toser por sentir como su tráquea colapsaba. —Eso es algo que no te importa sirena, haz tu trabajo y no preguntes, no estás para hacerlo, ¿entendido? —De nuevo, la Gumbora de siempre está al mando de su cabeza. Después de esa amenaza dejó el agua de mar sobre uno de los muebles—. Le diré a Köpek que te traiga agua de mar seguido para que no colapses antes de lograr tu cometido, recuerda no quiero errores. No robarás esa joya, él te la regalará… Después pídele un viaje en barco, yo me encargaré de todo…—con
—Solo quiero confirmarlo… Si ninguno de los hijos mayores del rey está dispuesto a tomar su lugar, eso deja a esta pequeña criatura con esa responsabilidad, a menos que llegue otro bebé y le den la opción a Cirice de abjurar. —Con una sonrisa se acerca Gumbora lentamente hacia el hechicero que no le quita la mirada de encima a la pequeña princesa, esta se mantiene somnolienta y cómoda entre los brazos de la hechicera. —No la lastimes… —las palabras salen con miedo de la boca de él, causando un placer oscuro en Gumbora. —¿Me crees estúpida? Claramente no la voy a lastimar, no saldría de aquí, llegaría la guardia y moriría junto con ella, tengo claro que no es una opción. —Entonces… ¿Qué haces aquí? —pregunta el hechicero aún confundido. —No lo sé… Simplemente… Tenía que venir, tenía que… verla. —Ve por primera vez a la pequeña Cirice sin miedo ni odio, en cierta forma se siente enternecida por la criatura. Por su cabeza pasan las miles de posibilidades donde esa pequeña princesa hu
Por un momento se olvida del príncipe, suelta su mano y empieza a caminar por el lugar, ante los ojos de él parece maravillada, pero todo el oro que pudiera haber en la bodega no es algo que fuera nuevo o llamativo para ella pues viene de un lugar donde esto es apenas suficiente para un poblador promedio, porque allá abajo la riqueza no se mide por el oro, simplemente no puedes envidiar o sobrevalorar algo que todos pueden tener.Las cosas eran muy diferentes en el reino del que viene; pero algo si está buscando y es un collar en especial, una pieza que necesita para poder terminar su trabajo y darle gusto a la hechicera, recorre con la mirada cada joya un par de veces, alcanza a ver varios zafiros y por momentos duda en si son la piedra que ella busca.Gira sobre sus talones una y otra vez hasta que de repente siente como si alguien le llamara, como si algo buscara atraer su atención, perturbando el aire a su alrededor, atrayéndola como si se tratara de un imán y entonces sabe hacia