—Por favor… veme —dice Cirice con el corazón roto, sintiéndose mal por ver al hombre que ama en esa situación, pero Morgan sigue intentando dirigir su navío.—Te fallé a ti también… Te estoy perdiendo como perdí a Caroline —dice en voz baja, pensando en que Cirice es una alucinación y no necesita gritar.—¿Por eso quieres estar conmigo? ¿Para compensar tu error con Caroline? ¿Me ves como una segunda oportunidad? ¿Solo eso? —pregunta Cirice con el corazón latiendo a mil por hora.—¡Claro que no! ¡Jamás creí encontrar el amor después de ella! ¡Pensé que solo me dedicaría a robar, beber y revolcarme con cortesanas hasta morir en batalla!... pero… llegaste tú. —Cuando dice eso voltea por fin hacia Cirice, suelta el timón que se pone a girar como loco haciendo que el barco de nuevo vuelva a girar bruscamente, haciendo que esta vez Cirice pierda el equilibrio y caiga hacia delante. Morgan la sostiene contra su pecho, sorprendido por lo fiel de la alucinación y en el momento que la sirena l
—¿Eso crees? Yo no lo creo, al contrario… Haré un verdadero cambio, obtendré el poder de esta maldita piedra, volveré a su gloria al antiguo y destruido reino y después… Una guerra contra esos malditos humanos —dice Adewale con una sonrisa amplia—. Mis hombres, creaciones mías, invadirán las playas, atacarán a todo humano que se atraviese en su camino, mientras los tritones, sirenas y cecaelidos destruirán los barcos. »Los tiburones y ballenas se moverán a mi voluntad y acabarán con cada navío que se les atraviese hasta que los humanos tengan miedo de siquiera mojar sus pies en la orilla de la playa. Entenderán que no todo les pertenece y empezarán a respetarnos. —Con cada palabra, el hechicero se embriagaba en sus ideas, disfrutándolas mientras las veía realizadas en su cabeza. De pronto voltea hacia Gumbora y una sonrisa se forma en sus labios pensando en otra cosa—, pero primero, necesito a Cirice a mi lado, como siempre tuvo que ser. La liberaré de ti y será mi esposa, la reina q
—¡Mientes! ¡Eso es imposible! ¡No tiene sentido nada de lo que dices! —grita Carlos desesperado, horrorizado de cada palabra que sale de su boca.—No miento… Lamento lo que hice, me siento arrepentida por todas las decisiones que tomé y fueron equivocadas, pero no puedo hacer nada por regresar el tiempo —añade Cirice cabizbaja.—¿Qué hacías aquí? ¿Por qué quieren tanto esa joya maldita? ¡¿Qué carajos está pasando?! —exclama desesperado el príncipe sin quitarle la mirada de encima a Cirice, ella solo lo ve con piedad.—La joya… El corazón del mar guarda el poder sobre los siete océanos, mi padre lo puso en él para mí, soy la heredera del reino de las sirenas…—Todo esto es una locura —dice el capitán detrás de ellos rascándose la cabeza y caminando en círculos.—Ustedes mismos me vieron en el agua, vieron mi cola de pescado, saben lo que soy, pero temen decir la palabra porque eso significaría aceptar que hay cosas que no pueden comprender ni dominar —dice Cirice con coraje en la voz—.
La puerta de acero retumbó varias veces, el capitán desenfundo su espada mientras que la ama de llaves buscaba esconderse en el fondo del recinto. Köpek sabiendo que era el momento indicado, usando su fuerza rompió sus sogas y de inmediato se dispuso a liberar a Tabata y a Morgan, aunque a este último le hubiera gustado mantenerlo atado. El príncipe sorprendido por la fuerza del tiburón retrocedió con algo de recelo, viendo después hacia Cirice. —De haber querido, hubiéramos salido de aquí sin necesidad de convencerte… Otra muestra de que no somos tus enemigos —dice Cirice viéndolo fijamente con molestia. Antes de que el príncipe pueda responder la puerta se abre abruptamente, el ama de llaves no puede evitar gritar ante el horror de ver a esas bestias entrar a la bodega. Su rostro está lleno de escamas, pero su cuerpo es el de un humano, sus ojos son totalmente negros y se alcanzan a ver colmillos saliendo de su boca. De inmediato Cirice le quita la daga a Carlos de la mano y se pr
—Lo quiero todo… Quiero tu corazón como antes, que me veas como lo hacías… Ya tienes presente cada recuerdo que tuve que borrar, ya sabes que a quien en verdad amabas era a mí. —Se acerca un poco más Adewale, intentando atraer la mirada de Cirice. —Ya no somos los de antes… —No… Ahora somos mejores, las cosas serán mucho mejor, pero necesito que confíes en mí. Cuando Cirice está dispuesta a levantar la mirada hacia él se percata de la presencia de Gumbora y no puede evitar hacer a un lado a Adewale para precipitarse hacia ella con preocupación. De inmediato Cirice se postra al lado de Gumbora y la examina con la mirada, acaricia su rostro con preocupación analizando que tanto daño ha recibido; ambas se abrazan por un momento agradeciendo que la otra esté sana y salva, pero ese instante de reencuentro se nubla por la presencia de Adewale. —Cirice… —Su voz se hace escuchar y la sirena no tiene más que voltear hacia él— …no hay tiempo… Eres la única que conoce cómo realizar el ritua
—Imposible… —dice Adewale mientras los ojos de la hechicera se llenan de luz, el poder del mar empieza a vibrar por las venas de Gumbora y se iluminan a través de su piel—. Solo la sangre del rey Adrián podría completar el ritual… Solo él podría decir quién tomará el poder… Ella lo dijo —añade sorprendido y atormentado por lo que ve. Gumbora toma con ambas manos el arpón que empezaba a encajarse en su pecho y se lo quita con facilidad a Adewale mientras esté suelta su cuello. —Y tienes razón, hechicero… pero ella es su hija, en sus venas corre la misma sangre que su padre, ella tiene su voz escondida en su garganta… Ella puede decidir a quién darle el poder. Con esas últimas palabras el hechicero retrocede y busca una última vez con la mirada a Cirice quien solo levanta los hombros y le sonríe de lado. Adewale comienza la huida, junto con sus lacayos buscan alejarse, pero tan rápido como da la vuelta un arpón termina atravesándolo por completo, haciendo que se hunda hasta tocar la
Era el año de 1912, la piratería ya llevaba mucho tiempo que había acabado, siglos donde los navíos evolucionaron, la tecnología llegó, los humanos desarrollaron otra forma de vivir. Ahora los barcos no solo eran un transporte sino un lujo y justamente el 10 de abril zarparía uno que cambiaría la historia por siempre del puerto de Southampton en Inglaterra. Mientras unas viejas amigas se veían en una de las cafeterías más cercanas al evento, ataviadas con trajes exquisitos que solo las mujeres de la alta sociedad se dignaban a lucir.—Admito que es mejor que esos viejos vestidos estorbosos con corsé molesto —decía Gumbora mientras tomaba su taza de café y veía por la ventana.—Los tiempos han cambiado, las cosas son muy diferentes en todos los aspectos —dice Cirice quien ve con una sonrisa.—¿Qué hacen en Inglaterra? —pregunta Gumbora sin despegar la mirada del enorme trasatlántico que permanece afuera.—Él es gales… Solo hicimos una pequeña escala aquí, cada cierto tiempo visitamos s
¿Conoces la historia de «La sirenita»? Sí… esa que habla de una sirena joven y enamorada, que lo tenía todo. Tenía un padre complaciente, pero con mano firme que gobernaba con puño de hierro y sabiduría el fondo del océano. Era un rey piadoso y justo, pero tampoco era alguien que dejara al azar las cosas. Todos lo amaban y lo respetaban, lo único malo es que tenía una hija bastante testaruda y rebelde, por no decir estúpida y malcriada. La juventud la hacía creerse indestructible y, sobre todo, la hacía sentir que tenía la razón en todo lo que ella decidiera. Si han oído la historia sabrán al punto al que voy. La sirena se enamoró de un príncipe: era guapo, joven, ojos radiantes y una belleza que atrapaba a cualquiera. Lo conoció en un barco a mitad de una tormenta. En ese entonces los humanos no conocían mucho sobre lo caprichoso que puede volverse el mar cuando lo desea y claro, aparte de eso, la joven sirena había faltado a sus deberes para cubrir su necesidad de ver el mundo terre