92.

El barco de Barba Negra estaba en el malecón, los marineros se habían quedado ahí mientras la guardia española y el príncipe descendían en silencio. El príncipe estaba pensando en lo que había visto. Ariel era una sirena no lo podía negar, todo este tiempo estuvo comprometido con una sirena y jamás lo sospechó. Trataba de pensar en si hubo alguna señal, algo que la hubiera podido delatar antes, pero solo pensaba en cómo su voz era hipnótica y no podía evitar cumplir sus peticiones.

El coraje de sentirse manipulado lo hacía rabiar, tenía la necesidad de buscarla y maldecirla para después asesinarla, si tan solo hubiera escuchado a su madre tal vez las cosas hubieran sido diferentes, ella tenía razón, Ariel solo lo estaba usando y no comprendía bien con qué fin, pero la reina lo sabía y aunque quiso advertirlo él jamás lo aceptó.

Rápidamente el príncipe, montado a caballo, junto con su capitán, se dirigieron hacia la hacienda, pasando por entre las calles del pueblo, haciendo que las
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