La puerta de acero retumbó varias veces, el capitán desenfundo su espada mientras que la ama de llaves buscaba esconderse en el fondo del recinto. Köpek sabiendo que era el momento indicado, usando su fuerza rompió sus sogas y de inmediato se dispuso a liberar a Tabata y a Morgan, aunque a este último le hubiera gustado mantenerlo atado. El príncipe sorprendido por la fuerza del tiburón retrocedió con algo de recelo, viendo después hacia Cirice. —De haber querido, hubiéramos salido de aquí sin necesidad de convencerte… Otra muestra de que no somos tus enemigos —dice Cirice viéndolo fijamente con molestia. Antes de que el príncipe pueda responder la puerta se abre abruptamente, el ama de llaves no puede evitar gritar ante el horror de ver a esas bestias entrar a la bodega. Su rostro está lleno de escamas, pero su cuerpo es el de un humano, sus ojos son totalmente negros y se alcanzan a ver colmillos saliendo de su boca. De inmediato Cirice le quita la daga a Carlos de la mano y se pr
—Lo quiero todo… Quiero tu corazón como antes, que me veas como lo hacías… Ya tienes presente cada recuerdo que tuve que borrar, ya sabes que a quien en verdad amabas era a mí. —Se acerca un poco más Adewale, intentando atraer la mirada de Cirice. —Ya no somos los de antes… —No… Ahora somos mejores, las cosas serán mucho mejor, pero necesito que confíes en mí. Cuando Cirice está dispuesta a levantar la mirada hacia él se percata de la presencia de Gumbora y no puede evitar hacer a un lado a Adewale para precipitarse hacia ella con preocupación. De inmediato Cirice se postra al lado de Gumbora y la examina con la mirada, acaricia su rostro con preocupación analizando que tanto daño ha recibido; ambas se abrazan por un momento agradeciendo que la otra esté sana y salva, pero ese instante de reencuentro se nubla por la presencia de Adewale. —Cirice… —Su voz se hace escuchar y la sirena no tiene más que voltear hacia él— …no hay tiempo… Eres la única que conoce cómo realizar el ritua
—Imposible… —dice Adewale mientras los ojos de la hechicera se llenan de luz, el poder del mar empieza a vibrar por las venas de Gumbora y se iluminan a través de su piel—. Solo la sangre del rey Adrián podría completar el ritual… Solo él podría decir quién tomará el poder… Ella lo dijo —añade sorprendido y atormentado por lo que ve. Gumbora toma con ambas manos el arpón que empezaba a encajarse en su pecho y se lo quita con facilidad a Adewale mientras esté suelta su cuello. —Y tienes razón, hechicero… pero ella es su hija, en sus venas corre la misma sangre que su padre, ella tiene su voz escondida en su garganta… Ella puede decidir a quién darle el poder. Con esas últimas palabras el hechicero retrocede y busca una última vez con la mirada a Cirice quien solo levanta los hombros y le sonríe de lado. Adewale comienza la huida, junto con sus lacayos buscan alejarse, pero tan rápido como da la vuelta un arpón termina atravesándolo por completo, haciendo que se hunda hasta tocar la
Era el año de 1912, la piratería ya llevaba mucho tiempo que había acabado, siglos donde los navíos evolucionaron, la tecnología llegó, los humanos desarrollaron otra forma de vivir. Ahora los barcos no solo eran un transporte sino un lujo y justamente el 10 de abril zarparía uno que cambiaría la historia por siempre del puerto de Southampton en Inglaterra. Mientras unas viejas amigas se veían en una de las cafeterías más cercanas al evento, ataviadas con trajes exquisitos que solo las mujeres de la alta sociedad se dignaban a lucir.—Admito que es mejor que esos viejos vestidos estorbosos con corsé molesto —decía Gumbora mientras tomaba su taza de café y veía por la ventana.—Los tiempos han cambiado, las cosas son muy diferentes en todos los aspectos —dice Cirice quien ve con una sonrisa.—¿Qué hacen en Inglaterra? —pregunta Gumbora sin despegar la mirada del enorme trasatlántico que permanece afuera.—Él es gales… Solo hicimos una pequeña escala aquí, cada cierto tiempo visitamos s
¿Conoces la historia de «La sirenita»? Sí… esa que habla de una sirena joven y enamorada, que lo tenía todo. Tenía un padre complaciente, pero con mano firme que gobernaba con puño de hierro y sabiduría el fondo del océano. Era un rey piadoso y justo, pero tampoco era alguien que dejara al azar las cosas. Todos lo amaban y lo respetaban, lo único malo es que tenía una hija bastante testaruda y rebelde, por no decir estúpida y malcriada. La juventud la hacía creerse indestructible y, sobre todo, la hacía sentir que tenía la razón en todo lo que ella decidiera. Si han oído la historia sabrán al punto al que voy. La sirena se enamoró de un príncipe: era guapo, joven, ojos radiantes y una belleza que atrapaba a cualquiera. Lo conoció en un barco a mitad de una tormenta. En ese entonces los humanos no conocían mucho sobre lo caprichoso que puede volverse el mar cuando lo desea y claro, aparte de eso, la joven sirena había faltado a sus deberes para cubrir su necesidad de ver el mundo terre
El tiempo pasó y la sirena en vez de lograr enamorar al príncipe solo lo aburría. Al principio era gracioso ver a una mujer sin pasado, sin voz y que no entendía nada, no sabía comer con cubiertos, no sabía vestirse, no sabía ni caminar. Se convirtió en la mascota de la realeza, cuidada por unos, siendo la burla de otros, pero manteniéndose siempre fiel y devota a su príncipe que no era capaz de verla de la forma que ella esperaba. El tiempo pasó y el príncipe terminó dejando atrás su sueño de encontrar a la sirena y se casó con otra mujer y no, no era la bruja. La bruja, aunque era vieja, aún conservaba su belleza y juventud, era parte de su naturaleza, pero aun así nunca estuvo en sus planes entrometerse en el camino de la sirena, ya suficiente había hecho. Ella no solo era poderosa, había vivido por años en el castillo donde estaba al resto de la nobleza, había sido escogida como la hechicera del rey por sus poderes que rebasaban al de cualquier otro en el reino y era sabia, era
La mujer de sus sueños estaba delante de él, lo malo es que ella siempre lo había estado y se había cansado de esperar a que se diera cuenta. La tomó por el rostro y se acercó para besarla; la sirena recibió el beso, pero ya no era el momento, los labios que tanto había anhelado tenían un sabor ácido, se movían desagradablemente sobre los de ella generándole asco y mientras él cerraba los ojos y llenaba su pecho de emoción este era atravesado por la daga de la sirena, sin remordimiento, sin piedad. El príncipe abrió sus ojos con sorpresa y se separó de ella dejándole un sabor a metal en la boca, producto de su propia sangre, sin poder entender lo que ocurría vio la daga clavada en su pecho y se recostó con cuidado antes de que la sirena la sacara y la volviera a encajar una y otra vez hasta que el hombre dejó de respirar. Abrió su pecho y metió su mano para obtener lo que tanto buscaba, lo que desde un principio buscó y no obtuvo por las buenas ahora lo estaba arrancando de raíz y s
Lo que la hechicera jamás esperó, lo que nunca creyó que sería posible estaba pasando en ese momento, los labios suaves del príncipe se fundieron con los de ella. Eran más suaves de lo que había imaginado, su saliva era dulce como la miel y de un momento a otro se encontraba en sus brazos, aferrada al torso del príncipe disfrutando de ese beso lleno de furia, de pasión que jamás creyó recibir, callando todas esas voces en su cabeza que le gritaban que era una mala idea, pero era algo tan placentero que valía la pena simplemente ignorarlas y dejar que continuara. —¿Entonces? ¿Me ayudarás? —El príncipe pronunció esas preguntas contra los labios de la hechicera quien rápidamente volvió a abrir sus ojos recordando la peligrosa petición. —Mi señor, si algo le pasa allá arriba la única culpable seré yo por haberlo permitido, lo que me pide es imposible. —La hechicera tuvo que retroceder, salir de esa jaula de oro tan cómoda que significaba el abrazo del príncipe y retroceder. Su cuerpo d