La mujer de sus sueños estaba delante de él, lo malo es que ella siempre lo había estado y se había cansado de esperar a que se diera cuenta. La tomó por el rostro y se acercó para besarla; la sirena recibió el beso, pero ya no era el momento, los labios que tanto había anhelado tenían un sabor ácido, se movían desagradablemente sobre los de ella generándole asco y mientras él cerraba los ojos y llenaba su pecho de emoción este era atravesado por la daga de la sirena, sin remordimiento, sin piedad.
El príncipe abrió sus ojos con sorpresa y se separó de ella dejándole un sabor a metal en la boca, producto de su propia sangre, sin poder entender lo que ocurría vio la daga clavada en su pecho y se recostó con cuidado antes de que la sirena la sacara y la volviera a encajar una y otra vez hasta que el hombre dejó de respirar.
Abrió su pecho y metió su mano para obtener lo que tanto buscaba, lo que desde un principio buscó y no obtuvo por las buenas ahora lo estaba arrancando de raíz y su motivación no era poder renegociar su contrato, no, no importaba si al llegar con la hechicera esta la mataba, lo que importaba es que pasara lo que pasara, el motivo de su infortunio había sufrido antes de que ella terminara de perecer.
La venganza era dulce y era una lección que la sirena estaba aprendiendo y deleitando en ese momento hasta que sintió una mirada a sus espaldas. Cuando se volteó hacia la puerta de la habitación notó que era de la esposa, con el rostro pálido y la mandíbula desencajada, no creía lo que veía, la sirena se plantó frente a ella, la vio de arriba abajo con desprecio y pasó por su lado satisfecha, con una sonrisa cargada de orgullo sabiendo el dolor que había provocado, sintiendo el cálido corazón del príncipe en su mano, brincó al mar donde el tiburón…
—¡Oye! Así no va la historia.
—¿Perdón?
—Así no va la historia, mi mamá me la ha contado muchas veces y no es así.
—A ver niño estúpido. ¿Quién va a saber más? ¿Tú? pequeño mocoso nacido ayer o yo marinero de hace siglos?
—No pareces tener siglos.
—¿Sabes qué? A la m****a, vete con tu madre y deja de joderme.
Ψ
Al contrario de lo que todos piensan, la bruja del mar no era exclusivamente mala, simplemente había tenido una vida muy larga donde se había desilusionado más veces de las que le gustaría. Hay veces que el corazón se cansa de tanta estupidez y termina pudriéndose o convirtiéndose en piedra, es como una forma de autopreservación, de evitar atraer gente estúpida que siga jodiéndote la vida. En el caso de la hechicera su más grande error fue dejar que su corazón tomara las peores elecciones por ella, era joven, tonta y aun no estaba consciente de la maldad que puede haber en otras personas o criaturas.
Hace mucho tiempo ella era la hechicera del palacio, se encargaba de asesorar al rey, era amada por su gran corazón, por su serenidad y su paciencia. Inspiraba bondad y ayudaba a cualquiera que decidía pedirle un favor, no tenía inconveniente en dar felicidad a los ciudadanos del mar, ayudarlos a cumplir con sus motivaciones y volver su existencia más placentera y claro, su magia era enteramente dedicada a los asuntos reales, a complacer al rey y a la reina, darles todo aquello que ellos buscaran y mientras lo hizo su estancia en el palacio estuvo llena de lujos y comodidades, los reyes hacían hasta lo imposible porque ella estuviera bien, que tuviera todo aquello que la hiciera sentirse más contenta y por ende más dadivosa hacia ellos.
Su vida hubiera transcurrido sin complicaciones si no fuera por el heredero al trono, un tritón con rostro de ángel, joven, impertinente y conocedor de su belleza y lo que provocaba en las féminas que lo llegaban a conocer. Sus cabellos rubios como oro y sus ojos turquesa atrapaban a cualquier mujer que se topara con ellos, incluida a la hechicera, pero sabiendo que era imposible aspirar a volverse la pareja del tritón que ascendería en cuestión de tiempo al trono de su padre, prefería voltear hacia otro lado, intentar mantenerse alejada de los caprichos de muchacho y hasta de su mirada.
Manteniéndose al margen no evitó escuchar el rumor de que el joven príncipe estaba metiéndose en problemas, su actitud misteriosa y las ausencias durante reuniones importantes empezaron a causar revuelo en el palacio. El rey sumamente molesto buscó la ayuda de la hechicera del mar, quería saber qué era lo que distraía a su hijo y le pidió que lo vigilara.
No era una petición a la que simplemente pudiera negarse, era su obligación y más siendo una orden directa del rey, así que su largo sufrimiento empezó; se convertía en todo tipo de criatura para poder seguir de cerca al príncipe sin ser notada.
No pensaba acercarse a él como si se tratara de una amiga, buscando ser su cómplice de confianza, eso solo sería peligroso para ella y su corazón, así que quería mantener su distancia de él, por su propia salud mental.
Aunque sus disfraces eran buenos y jamás se creyó descubierta por el príncipe, llegaba un momento en que el hábil tritón desaparecía de su vista, no entendía en qué fallaba, tal vez ya lo sabía, tal vez ya la había descubierto, pero solo eran suposiciones, no había otra prueba que apoyara su teoría hasta que un día, como un mal augurio mientras vagaba por su pequeño «taller de magia» en el castillo, revisando sus libros e ingredientes, se percató de la presencia del príncipe.
Él se mantenía en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y sus ojos clavados en ella con una intensidad tan grande que su corazón se detuvo, su alma se congeló y su lengua se atrofió. Simplemente no podía emitir ni una sola palabra, como si su cerebro y su boca se hubieran desconectado.
—Hechicera. —El príncipe entró tranquilamente y empezó a nadar alrededor del lugar viendo todo, analizando cada botella con líquidos raros, fluorescentes y viscosos ante la mirada de sorpresa de la cecaelia que temblaba hasta la punta de cada tentáculo.
—Joven príncipe. —Por fin un par de palabras y una reverencia en símbolo de respeto para no quedar como una retrasada ante él—. Dígame… ¿En qué puedo servirle? —En cuanto formuló la pregunta, el príncipe depositó toda su atención en ella poniéndola nerviosa. Su sonrisa arrogante era un mal presagio.
—Necesito tu ayuda… pero no deben enterarse mis padres, ¿lo entiendes? —Con un movimiento grácil de su aleta recortó la distancia entre él y la hechicera, posó sus manos en los hombros de ella diezmando su fuerza de voluntad.
—¿Qué es lo que necesita? Le recuerdo que mis servicios están a voluntad de mi señor, nuestro rey.
—Lo sé… Es… Algo sencillo, ¿sabes? Solo un pequeño favor que solo tú puedes hacer. —Los ojos del príncipe se volvieron tiernos y cargados de emoción, su petición hizo que la hechicera se sintiera privilegiada al ser ella la única que tal vez podría ayudarlo y con ello ganarse su benevolencia y su atención—. Quiero caminar en tierra firme, quiero que me vuelvas humano.
La petición aterró a la hechicera, eso no era un pequeño favor, eso era un muy gran favor; de inmediato se alejó de él sin poder ocultar su horror, el simple hecho de haber escuchado esa petición le hacía creer que de no decírsela al rey estaría cometiendo alguna clase de acto de traición. Tenía ganas de salir de ahí cuanto antes y decirlo todo implorando el perdón por escuchar tan horrible petición, como si con eso fuera suficiente para volverse cómplice.
—No… jamás… eso… ¡nunca! Salga de mi taller, no hay nada aquí para usted, joven príncipe. —La hechicera, nadando alrededor buscando huir de esos aterradores pensamientos, le daba tiempo al joven de que saliera y dejara todo en el olvido.
—Hechicera… espera… por favor, escúchame. —El príncipe suplicaba, pero la hechicera tenía la cabeza revuelta, simplemente no había nada que la hiciera prestarle atención, excepto que la sujetara de nuevo frente a él, a escasos centímetros, los necesarios para de nuevo capturarla con su belleza—. Solo quiero conocer allá arriba, eso es todo, un par de días poder… ver cómo es, que hay allá arriba y regresaría, creo que eso me haría mejor rey si es que alguna vez lo tengo que ser, ¿no crees?
—Claro… dile a tu padre que te dé el permiso y yo con gusto te doy un par de piernas. —La hechicera se aferró a sus ideales lo mejor que pudo, sabía de su compromiso hacia el rey y no pensaba actuar de esa manera, por encima de las órdenes reales.
—Él no lo entendería, pensé que tú sí. —Acariciando el rostro lentamente de la hechicera, el príncipe se dio cuenta de algo muy importante, la mujer no era ajena a sus encantos, lo cual se volvió algo beneficioso—. ¿Crees que no te he visto, hechicera? Sé que, dentro de ese caparazón abnegado y aferrado a seguir las reglas, hay un alma salvaje que quiere descubrir aventuras nuevas. —Se acercaba peligrosamente, cada vez sus labios estaban más cerca de los de ella, tentándola, sabiendo perfectamente que no necesitaba de mucho esfuerzo para revolverle la cabeza, solo faltaba un beso.
Lo que la hechicera jamás esperó, lo que nunca creyó que sería posible estaba pasando en ese momento, los labios suaves del príncipe se fundieron con los de ella. Eran más suaves de lo que había imaginado, su saliva era dulce como la miel y de un momento a otro se encontraba en sus brazos, aferrada al torso del príncipe disfrutando de ese beso lleno de furia, de pasión que jamás creyó recibir, callando todas esas voces en su cabeza que le gritaban que era una mala idea, pero era algo tan placentero que valía la pena simplemente ignorarlas y dejar que continuara. —¿Entonces? ¿Me ayudarás? —El príncipe pronunció esas preguntas contra los labios de la hechicera quien rápidamente volvió a abrir sus ojos recordando la peligrosa petición. —Mi señor, si algo le pasa allá arriba la única culpable seré yo por haberlo permitido, lo que me pide es imposible. —La hechicera tuvo que retroceder, salir de esa jaula de oro tan cómoda que significaba el abrazo del príncipe y retroceder. Su cuerpo d
—Aprendí muchas cosas allá arriba… Disfruté inmensamente, no sabes cuánto. —El príncipe se acerca lentamente hacia la hechicera haciendo que esta tiemble no solo de atracción, también con terror—, pero con lo que me quedé fue que… no es mi lugar, ese no es mi sitio… —La mano del príncipe se posó sobre la mejilla de la hechicera y su dedo pulgar acarició sus labios suavemente—. Mi sitio está contigo hechicera, en tu boca.Con esa última frase, el príncipe se arrojó sobre ella, presionó su cuerpo contra el suyo hasta atraparla contra la pared en un beso feroz, anhelante, deseoso, un beso que por un momento logró arrancarle todo el dolor y la angustia del pecho a la hechicera, la hizo olvidar todo, cada recuerdo se iba presentando en su mente y era descartado como basura hasta que uno se clavó con fuerza, aferrándose a no extinguirse, ese recuerdo donde el príncipe caminaba con una doncella por la playa, cayendo encima de la hechicera como agua helada logrando que tuviera fuerzas para ale
El asombro en los ojos de los marineros que la rodean se vuelve más grande al ver como se empieza a sumergir en el mar sin que este la regrese a la playa de forma violenta, como si permitiera que se adentrara cada vez más en él, siendo un motivo más por el que prefieren mantener su distancia, por precaución. Köpek es un hombre muy alto, con una estatura de 1.95 y no solo lo ven por eso, su cabello negro y su piel blanca contrastan de forma llamativa. para un marinero es imposible tener la piel tan blanca, pero en el caso de él es imposible que no fuera de otra forma y si lo ves directo a los ojos te sientes succionado por un par de hoyos negros, su mirada es fría, pesada, intimida a cualquiera que intente enfrentarlo. Su rostro al igual que el resto de su cuerpo tiene marcas, cicatrices de batallas pasadas, su ojo izquierdo es atravesado por una línea que empieza en la frente y termina en el pómulo, sin hablar de la cicatriz que atraviesa su boca de lado derecho. Su andar es pesado,
—Quiero creer que en un futuro a la gente no le importará que dos hombres muestren su amor en público. Seamos sinceros, hay muchos marineros que no les gustan las mujeres —dice Cooper divertido viendo a todos esos borrachos a su alrededor.Köpek simplemente decide voltear hacia otro lado, ignorando lo que para él considera un tema desagradable y más para hablar con ella. —Además también tengo fe en que en el futuro una mujer pueda vestirse de hombre y no sea mal vista. —Cooper dispuesto a voltear el juego y ahora ser quien molesta al viejo tiburón se para frente a él con los brazos cruzados y analizando el rostro de su molesto compañero.—Es antinatural. —Con esa única respuesta, Köpek cree que puede dar por finalizada la conversación y ser el vencedor.—¿En serio? ¿Me lo dice el tiburón hecho humano? —Con esa pregunta le quita la victoria a Köpek, dejándolo sin palabras. Todos saben que en este tipo de discusiones pierde el que se queda sin algo bueno que decir. El silencio entre am
El camino se vuelve silencioso, Köpek no es alguien muy parlanchín, por lo general se pasa escuchando la palabrería de Cooper, pero esta vez se mantiene en silencio. Llegan a la playa y ven a lo lejos el navío de Hornigold, en la proa alcanzan a ver un hombre alto, tal vez no tan alto como Köpek, pero si lo suficiente para llamar su atención. Su piel bronceada por el sol y sus cabellos rubios son lo primero que percibe Cooper a la distancia, su andar es confiado y ve al mar con devoción. ¿Será ese tal Morgan? Sigue su camino recorriendo la playa, evitando chocar con los marineros que están en un vaivén eterno entre llevar y traer cosas de los barcos. Más allá del puerto donde un montículo de rocas hace difícil continuar con su camino, un pequeño arco de piedra se forma de la punta y baja hacia el agua, como un enorme brazo que sujeta la isla al mar. Cooper pasa pegado a las rocas, pasando por el estrecho camino de arena rodeando las piedras y ahí, del otro lado, en una cueva natural
—El corazón del mar —dice Cirice sin darle muchas vueltas. De forma inconsciente la hechicera se queda petrificada cuando escucha a la sirena pronunciar ese nombre que no había escuchado en años, decide prestarle atención mientras mueve más cosas, aparentando que no es de su interés, por lo menos no del todo. —Hay un bergantín español con un botín muy grande, entre todas las joyas está ese diamante. Hornigold me dijo que está maldito. Un joyero se lo venderá al rey de Francia, pero… no entiendo muchas cosas. —¿Qué no entiendes? —Voltea lentamente Gumbora prestando toda su atención a Cirice, ni siquiera parpadea. —Si es una joya encontrada en la India y será un regalo de un joyero francés a un rey francés… ¿Qué hace en un barco español? —Porque esa joya no es ni francesa ni hindú… esa joya como su nombre lo dice, es el corazón del mar o por lo menos salió de él… Ese joyero o es un ladrón o está haciéndole un favor a cierta familia española. —La hechicera habla de lo que sabe y tie
Cuando pone el primer pie en cubierta nota que está desierta, ni una sola alma haciendo nudos o fregando el suelo, lo cual es demasiado extraño para un barco como este, incluso el vigía está ausente. No es capaz de dar el primer paso cuando el filo de una navaja se pone sobre su garganta obligándolo a levantar el mentón y respirar suavemente, buscando no hacer ningún movimiento brusco que pueda terminar degollándolo. —Y… ¿tú eres? Una voz gruesa choca con su oído, un aliento a alcohol y un pulso firme en la mano armada, nada sirve para poder identificar al hombre. —Es Cooper, no le hagas daño. —Hornigold sale del camarote del capitán extendiendo sus manos con miedo de que el hombre no haga caso y corte el cuello de su aliado. De pronto el hombre que lo tenía amenazado lo suelta y con un empujón lo lanza hacia delante, haciendo que Cooper de un par de pasos trastabillando y logrando erguirse evitando caer. De primera instancia cubre su cuello con la mano como si temiera que en ese
De inmediato la sirena voltea hacia Hornigold que sigue pensativo, sin ser capaz de levantar la mirada. Cooper con paso firme y la frente en alto baja del barco sintiéndose frustrado por no poder cambiar la decisión de los piratas, pero… ¿por qué esforzarse? ¿Qué gana con que ellos conserven su vida? ¿Desde cuándo se volvió partidaria de defender a los humanos? Ellos se ganan su suerte y sobre advertencia no hay engaño, ya hizo su trabajo advirtiéndoles los riesgos de su acción, si no quieren entender no es su culpa o ¿sí? Conforme camina por la playa se empieza a despojar de su ropa aventándola al piso y dejándola sobre la arena. Se arranca la camisa y sigue caminando furibunda volteando cada cierto tiempo asegurándose que el barco sigue atracado en el malecón, pero cuando la luz del sol se extingue se da cuenta que no piensan ceder ante sus planes y su codicia, el barco se pone en movimiento, se empieza a alejar de la playa ante su mirada cargada de impotencia y frustración. Refunfu