—Creo que eso es algo difícil, ¿no cree? Es un príncipe y yo solo una plebeya, le debo respeto, mi señor —dice Cirice agachando la mirada. Aparentemente dolido por ese comentario, el príncipe Carlos regresa hacia la sirena y se sienta a su lado. —Lo he pensado mucho… Ni siquiera he podido dormir por lo mismo. —Con la cabeza gacha y tomando de las manos a Cirice, parece estar hablando más con él mismo que con ella—. Sé que no llevamos mucho tiempo conociéndonos, pero en verdad te has clavado muy profundamente en mi pecho y en mi cabeza y… no puedo seguir así. —Con cada palabra que dice el príncipe Cirice se asusta más—. Ariel… ¿Te casarías conmigo? Todo pasó por la cabeza de la sirena, pudo ver al padre del príncipe rechazándola, quedándose con la mujer que él creyó mejor y ahora estaba ante el hijo, sin esfuerzo, sin necesidad de seducirlo o enredarlo, simplemente las cosas se fueron dando y ahora se sentía enamorado de ella, lo suficiente como para pedirle matrimonio. En un cue
—¿Quién? ¿Quién era él? ¿Quién quiso dañarlos y después se arrepintió? —Olvidando el miedo que le tiene, aprovechando ese momento de vulnerabilidad de la hechicera, la sirena decide acercarse, presionar un poco más de forma gentil esperando obtener algo más, pero Gumbora despierta de su ensoñación y lo primero que ve son esos ojos turquesa, esos ojos que la cautivaron y la hundieron en la inmundicia. Toma por el cuello a la sirena y la arroja sobre la cama con fuerza, esta empieza a toser por sentir como su tráquea colapsaba. —Eso es algo que no te importa sirena, haz tu trabajo y no preguntes, no estás para hacerlo, ¿entendido? —De nuevo, la Gumbora de siempre está al mando de su cabeza. Después de esa amenaza dejó el agua de mar sobre uno de los muebles—. Le diré a Köpek que te traiga agua de mar seguido para que no colapses antes de lograr tu cometido, recuerda no quiero errores. No robarás esa joya, él te la regalará… Después pídele un viaje en barco, yo me encargaré de todo…—con
—Solo quiero confirmarlo… Si ninguno de los hijos mayores del rey está dispuesto a tomar su lugar, eso deja a esta pequeña criatura con esa responsabilidad, a menos que llegue otro bebé y le den la opción a Cirice de abjurar. —Con una sonrisa se acerca Gumbora lentamente hacia el hechicero que no le quita la mirada de encima a la pequeña princesa, esta se mantiene somnolienta y cómoda entre los brazos de la hechicera. —No la lastimes… —las palabras salen con miedo de la boca de él, causando un placer oscuro en Gumbora. —¿Me crees estúpida? Claramente no la voy a lastimar, no saldría de aquí, llegaría la guardia y moriría junto con ella, tengo claro que no es una opción. —Entonces… ¿Qué haces aquí? —pregunta el hechicero aún confundido. —No lo sé… Simplemente… Tenía que venir, tenía que… verla. —Ve por primera vez a la pequeña Cirice sin miedo ni odio, en cierta forma se siente enternecida por la criatura. Por su cabeza pasan las miles de posibilidades donde esa pequeña princesa hu
Por un momento se olvida del príncipe, suelta su mano y empieza a caminar por el lugar, ante los ojos de él parece maravillada, pero todo el oro que pudiera haber en la bodega no es algo que fuera nuevo o llamativo para ella pues viene de un lugar donde esto es apenas suficiente para un poblador promedio, porque allá abajo la riqueza no se mide por el oro, simplemente no puedes envidiar o sobrevalorar algo que todos pueden tener.Las cosas eran muy diferentes en el reino del que viene; pero algo si está buscando y es un collar en especial, una pieza que necesita para poder terminar su trabajo y darle gusto a la hechicera, recorre con la mirada cada joya un par de veces, alcanza a ver varios zafiros y por momentos duda en si son la piedra que ella busca.Gira sobre sus talones una y otra vez hasta que de repente siente como si alguien le llamara, como si algo buscara atraer su atención, perturbando el aire a su alrededor, atrayéndola como si se tratara de un imán y entonces sabe hacia
Sin esperar a que la sirena pueda decir algo más la toma de la mano y camina de regreso, atraviesa la bodega dejando todas las joyas detrás, subiendo las escaleras de caracol y regresando apresuradamente hacia el comedor. Cuando vuelven a entrar todos los invitados voltean con curiosidad viendo la euforia del príncipe, la sonrisa tan amplia que derrocha felicidad y mientras Cirice parece incomodarse cada vez más. El príncipe gira hacia ella y pone una rodilla en tierra dispuesto a hacer la propuesta ante todos los ojos espectadores sabiendo que ella no lo rechazará, le ha dado su palabra, su corazón por el corazón del mar y él confía ciegamente, así que sin pensarlo saca de la bolsa de su saco un delicado anillo con diamantes incrustados y toma la mano de Cirice, esta quiere retroceder, siente miedo, incomodidad, pero un trato es un trato. —Ariel… ¿Quieres ser mi esposa? ¿Mi reina? El aire se escapa de la boca de la sirena y por un microsegundo voltea hacia Morgan como si esperara
La chica estaba tocando la flauta que alguna vez el príncipe le regaló y en la que entonaba las canciones que alguna vez cantó para él cuando lo rescató. Lamentablemente aprendió a tocarla después de que había escuchado al príncipe hacerlo y entonar las mismas melodías, así que no pudo demostrar que ella era la dueña de esas notas y con ello darle una pista al príncipe.—¿Melody? —la voz de la prometida del príncipe hizo callar la canción que tocaba con dolor—. ¿Podemos hablar? —Hizo a un lado las cortinas para poder visualizar a la joven mujer de ojos turquesa y cabellos castaños que se mantenía aferrada a su flauta mientras las lágrimas caían por sus mejillas—. Yo… sé lo que estás sintiendo en este momento, sé lo que sentías por Felipe y… lamento mucho que las cosas no hayan salido a tu favor, pero… todo pasó de forma inesperada. »Yo lo amo y él a mí y… en verdad lamento mucho que esto sea desfavorable para ti, pero eso no significa que el cariño que él te tiene desaparezca, ¿lo en
—Sí, me enteré, ni siquiera aquí estamos a salvo de los piratas… Lo bueno es que un buen ciudadano se encargó de ponernos al alba. ¿Tienes algún otro plan para poder llevar mis joyas a España? —Bueno… Yo no, pero parece que su hijo sí. —Atrayendo aún más la atención de la reina, el joyero decide levantar su rostro y sonreír con más confianza—. Me comentó por medio de una carta que contratará a un mercader que tiene una flota de tres barcos. El hombre parece aceptar arriesgarse a enfrentar piratas en el camino con el fin de una buena remuneración. —Bueno, no me parece mala idea. El hombre será bien pagado si eso es lo que quiere, con tal de que nos deshagamos de ese maldito collar. —Es una pieza exquisita mi señora, con detalles minuciosos que le dan una apariencia irreal. Nunca había visto un trabajo tan bien hecho. —El joyero parece contrariado por la forma tan despectiva con la que la reina hace referencia a la joya y decide resaltar sus cualidades. —No es maldito por su forma,
Por un momento Morgan pudo recordar Port Royal y la vida que tenía ahí, vacía, llena de alcohol y fracasos. Recordó cuando regresó y su mujer ya lo había olvidado y cambiado, podía sentir ese dolor, tal vez no el mismo que la sirena transmitía, era un dolor propio que había enterrado y creía que ya no volvería, pero la tonada melancólica lo hizo escarbar en lo más profundo de su memoria. Tratando de distraerse volteo hacia otra dirección y vio a lo lejos a la reina que por el contrario a lo que todos sentían, ella parecía asustada, como si estuviera viendo un fantasma. Cada nota parecía horrorizarla aún más, sus ojos se abrían con desagrado y se mordía el labio inferior con fuerza. Morgan no entendía por qué tanto horror hacia una melodía que causaba todo lo contrario. De pronto la reina volteo hacia él, movida por sentir una mirada, en cuanto lo vio dejó de morder su labio y trató de colocarse de nuevo esa máscara de seguridad y paz, pero era demasiado tarde, el pirata se había fi