48.

—Sí, me enteré, ni siquiera aquí estamos a salvo de los piratas… Lo bueno es que un buen ciudadano se encargó de ponernos al alba. ¿Tienes algún otro plan para poder llevar mis joyas a España?

—Bueno… Yo no, pero parece que su hijo sí. —Atrayendo aún más la atención de la reina, el joyero decide levantar su rostro y sonreír con más confianza—. Me comentó por medio de una carta que contratará a un mercader que tiene una flota de tres barcos. El hombre parece aceptar arriesgarse a enfrentar piratas en el camino con el fin de una buena remuneración.

—Bueno, no me parece mala idea. El hombre será bien pagado si eso es lo que quiere, con tal de que nos deshagamos de ese maldito collar.

—Es una pieza exquisita mi señora, con detalles minuciosos que le dan una apariencia irreal. Nunca había visto un trabajo tan bien hecho. —El joyero parece contrariado por la forma tan despectiva con la que la reina hace referencia a la joya y decide resaltar sus cualidades.

—No es maldito por su forma,
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