—Es lo mínimo que puede hacer esa maldita después de hacerme caminar por la plancha y dejarnos en esa maldita isla —dice Morgan molesto cruzándose de brazos y de nuevo la mirada de Barba Negra regresa a Cirice.—Bueno, pero quedaste en buena compañía, con esta criatura esculpida por el mismísimo Poseidón. ¿Qué clase de sirena encantadora tienes en tus manos?La forma de expresarse de Teach hacen reír a Cirice, si tan solo supiera el viejo pirata que su comentario no es tan lejano de la realidad.—Ella… es la prometida del príncipe Carlos II de España. Ante ese comentario todos los cercanos que pudieron escucharlo parecen sorprendidos.—¡Vaya! ¿Secuestraste a la prometida del príncipe de España? Cada vez estás más loco —dice Teach viendo con sorpresa a Cirice, sin saber cómo comportarse frente a ella. La sirena voltea hacia Morgan sin comprender que hacer, él solo asiente con la cabeza motivándola a que siga con la mentira incluso frente a sus amigos, comprende que, aunque parezcan s
De forma sorpresiva, Cirice brinca apoyándose en el tipo que la sostiene por el torso y se deja caer hacia delante, haciendo que el hombre pase por encima de su espalda y pierda el control sobre ella, cayendo frente a sus ojos y sin miramientos, la sirena encaja su espada entre los ojos del hombre, atravesando su cabeza hasta que la punta choca con la madera de la cubierta.La acción deja boquiabierto a Morgan mientras que Barba Negra y sus hombres levantan sus espadas, gritan de júbilo y siguen la batalla. Los hombres del barco enemigo empiezan a retroceder, su número se reduce e intentan huir. Querer enfrentarse a alguien como Barba Negra es un error que no se perdona. La tripulación persigue al enemigo hasta su propio barco, impidiendo que estos puedan irse, haciéndose con sus vidas. No queda ni un solo sobreviviente y todo lo que esos piratas guardaban como botín de anteriores barcos termina siendo de Barba Negra y sus hombres; el barco lo dan por perdido. Con sus 32 cañones, Tea
—Lo siento, pero mi magia me la reservo para mí. Aprendí que hay gente malagradecida que puede hacer daño con ella. —Con la mirada fija en el rey, Gumbora escupe cada palabra con odio—. Usted bien lo sabe, su majestad… Le recomiendo que se apure, su hija puede estar en aprietos. —Le guiña un ojo y vuelve a darle la espalda molesta. Ante la sorpresa en los ojos del hechicero, el rey se abalanza sobre la hechicera, la toma por el cuello y con fuerza la azota contra la pared haciéndola voltear hacia él. La empieza a sofocar con sus propias manos, pero ella en vez de suplicar por su vida solo sonríe de oreja a oreja, fascinada por la desesperación del rey, disfrutando como se consume en su angustia. En su desesperación, poco a poco empieza a colapsar, el mundo se cae a pedazos y no tiene forma de salir de esta. De pronto el rey la suelta y se aleja de ella, volviendo sus manos puños y tratando de controlar la furia que crece dentro de él. —El karma llega, viejo amigo, a veces tarde, a
—¡Ya basta! —grita Carlos cubriéndose los oídos, tratando de ignorar esas palabras llenas de lascivia que arroja su madre.—Ya te dije, un doctor la revisará… si tuvo relaciones con ese mercader, vete haciendo a la idea de que esa mujer saldrá de tu vida, ¿entiendes? —Con esa última advertencia, la reina sigue su camino. Sus tacones suenan en la habitación, ante el silencio del príncipe que parece empezar a llenarse de dudas, angustiarse por todas las posibilidades. Su cuento de hadas empieza a desmoronarse junto con su corazón.La reina sin más que decir o que hacer continúa su camino, sabiendo que puede agarrarse de lo que le acaba de mencionar a su hijo para deshacerse de esa criatura que le trae tantos malos recuerdos, simplemente no quiere verla, no quiere ver esos ojos, lo único que se le viene a la mente que justifica su existencia es que tal vez sea hija de aquella mujer muda que mató a su esposo. ¿Qué otra posibilidad habría?Llega hasta el despacho que alguna vez fue de Fel
—Morgan, creí que no regresarías —dice Atabae recargado en la barra bebiendo directo de una botella mientras que el pirata se sienta a su lado.—¿Qué haces aquí, Atabae? —pregunta Morgan con algo de pesar, aun siente arena adherida a su piel, se muere por un baño y su ropa casual.—Tardaste mucho en regresar, me preocupé —responde el hechicero con una sonrisa en los labios, contrastando sus dientes blancos con el resto de su piel morena casi negra.—¡Vamos! No soy tan estúpido para creerte. ¿Qué ocurre?—Nada… En serio… La tribu con la que me mantenía fue arrasada por los españoles, ¿sabes lo brutales que pueden ser? Pobres de aquellos que estaban antes de la llegada de Cortés… ahora sus raíces han sido arrancadas, su pueblo esclavizado… es triste.—Por el tiempo que lleva desde la caída de lo que le llamaban Tenochtitlan creo que ya se debieron de haber acostumbrado —dice el pirata tomando de la botella del hechicero.—¿Podrías acostumbrarte a la esclavitud? Con esa pregunta deja in
Se levanta con la poca dignidad que le queda, se acerca a su tridente y sin quitarlo del trono corta su mano pasándola por sus filosos dientes para después tomar el diamante, este empieza a palpitar y deja sin fuerzas al rey que de nuevo cae postrado ante ella. La hechicera ve fijamente el diamante palpitando frente a ella, la luz que despide es hipnotizante y una sonrisa se forma en sus labios sintiéndose satisfecha por haber cumplido con su propósito. El enorme tiburón blanco se mueve lentamente hacia ella con ese nado cadencioso, superando su miedo por entrar a un reino muerto. Sin temor a perder uno de sus tentáculos, la hechicera sujeta el collar con este y lo deposita en las fauces de la bestia que sale a toda prisa del lugar. —¿Qué es lo que quiere hechicera? Sabes muy bien en qué consiste el ritual… Sabes perfectamente que nadie podrá usar esa magia hasta que mi sangre lo diga… Si nadie toma el poder… Entonces… —Entonces habrá anarquía… Desorden… —Gumbora se inclina hacia d
—Es en serio, él se comportó como todo un caballero, en ningún momento me tocó ni me insinuó querer hacer algo indebido. —Cirice intenta no recordar lo que hicieron en esa isla, no quiere sonrojarse y delatarse por su nerviosismo. —Bien… Me alegra saberlo —dice Abigail sin poder quitarse la idea de que la sirena miente—. Será mejor que te lleve a que comas algo, debes de tener mucha hambre. —Con una sonrisa se levanta y le ofrece su mano a Cirice a la cual de inmediato le ruge el estómago delatándola. La señora Galindez sonríe ante la pena de la sirena y la lleva hacia el comedor. En el comedor, el príncipe Carlos se mantiene viendo por la ventana con las manos detrás de la espalda. Parece cabizbajo y cuando el ruido de la puerta lo hace voltear hacia Cirice ella nota que sus ojos no tienen el mismo brillo de siempre, parece molesto, incómodo y hasta cierto punto triste. Camina hacia ella tratando de reproducir una sonrisa, la invita a sentarse y él la imita a su lado, tomándola de
—¡Ey! ¡Teach! Necesito hablar contigo. —Morgan caminaba con toda la seguridad por la taberna dirigiéndose hacia la mesa donde estaba Barba Negra junto con Bonny y Hornigold. —¿Qué tal tus vacaciones con tu amada? ¿Disfrutaste del Caribe? —pregunta Bonny con una sonrisa amplia en la boca ocultando sus celos. —Es la prometida del príncipe Carlos, fue un grave error que me hicieras eso —dice Morgan molesto distrayendo su atención de Teach. —Eso es algo que no me importa. —Bebe de su botella la pirata tratando de pasar el trago amargo—. Es una muy mala jugada que estés enamorado de la prometida de alguien tan poderoso… ¡Oh! Pero es cierto… Ella es la mentada Cirice, ¿no? Solamente le están tendiendo la trampa al idiota del príncipe. —Se cruza de brazos mientras Morgan se abalanza sobre ella y cubre su boca con una mano. —¿No quieres gritarlo más fuerte? —le pregunta lleno de coraje. —No sé, que yo recuerde te gusta que grite bastante duro —le responde Bonny quitando la mano de su boc