59.

—Lo siento, pero mi magia me la reservo para mí. Aprendí que hay gente malagradecida que puede hacer daño con ella. —Con la mirada fija en el rey, Gumbora escupe cada palabra con odio—. Usted bien lo sabe, su majestad… Le recomiendo que se apure, su hija puede estar en aprietos. —Le guiña un ojo y vuelve a darle la espalda molesta.

Ante la sorpresa en los ojos del hechicero, el rey se abalanza sobre la hechicera, la toma por el cuello y con fuerza la azota contra la pared haciéndola voltear hacia él. La empieza a sofocar con sus propias manos, pero ella en vez de suplicar por su vida solo sonríe de oreja a oreja, fascinada por la desesperación del rey, disfrutando como se consume en su angustia.

En su desesperación, poco a poco empieza a colapsar, el mundo se cae a pedazos y no tiene forma de salir de esta. De pronto el rey la suelta y se aleja de ella, volviendo sus manos puños y tratando de controlar la furia que crece dentro de él.

—El karma llega, viejo amigo, a veces tarde, a
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