De pronto un par de ojos turquesa empezaron a verlo a través de los barrotes de coral de la cuna, lo veían con atención, pero sin miedo, pequeñas manos se agarraban de la orilla y pronto una pequeña criatura se asomó por el borde. Sus cabellos de colores flotaban en el agua mientras ella solo asomaba su vista con atención y fascinación sin dejar de ver al animal rondándola. Ante la sorpresa de Köpek, la pequeña princesa empezó a reír, parecía divertida, fascinada por verlo rondando la cuna, se recargaba sobre el barandal y alzaba sus pequeñas manos queriéndolo alcanzar. Sin saber porque motivo decidió acercarse a ella, si por curiosidad o piedad, pero acerco la punta de su nariz hasta que la pequeña la tocó con ambas manos, parecía fascinada al sentir la piel áspera de la criatura; empujándose con su aleta buscaba salir de la cuna para poder montarlo. Estaba totalmente encantada y Köpek no se sentía con ánimos de terminar su misión, algo se retorcía dentro de él cada vez que pasab
El viejo, emocionado por tener carne fresca en la cama no duda en seguirla, hasta que algo le causa curiosidad. Se detiene a unos pasos de la taberna y ve a su alrededor, preguntándose en dónde pasará la noche con esta criatura; la taberna tiene habitaciones, siempre es más fácil usarlas, pero si planea que la lleve a donde él está viviendo ahora, sería un gran error, la familia real se ofendería de que él metiera una mujerzuela a la casa que le están brindando.—¿A dónde vamos? —Se queda plantado, estático esperando a que la mujer decida decirle la verdad.—¿Nunca lo ha hecho en un bote, bajo la luz de la luna y las estrellas mientras el mar los mece suavemente? —Se acerca de nuevo Tabata con toda la intención de terminar de seducirlo y una sonrisa cargada de maldad se forma en sus labios. Sabe que no es difícil convencer a un hombre como él, que no piensa y que solo se mueve por sus instintos. Con una sonrisa estúpida por parte del joyero ella entiende su aprobación y retoma el cam
La noticia llegó hasta la hacienda del fallecido rey Felipe, rey de una sola noche. La reina junto a su hijo y su futura nuera estaban desayunando, el momento era incómodo, mientras los jóvenes se veían con cariño, la reina no paraba de pensar en el horror que esa tal Ariel, si es que era su verdadero nombre, representaba. Temía por su hijo, porque fuera a terminar igual que su padre, pero no podía simplemente cancelar todo por su propia decisión, sabía perfectamente que su hijo se rehusaría, no le creería, tenía que ser más inteligente que esa muchachita.Al lado de la reina, de pie, con las manos detrás de la espalda y un rostro apacible, se encontraba Atabae. Había sido presentado como amigo de la reina, uno nuevo y con conocimientos profundos de hechicería y magia. Aunque Cirice lo conocía por Morgan sabía dentro de ella que lo había visto antes, su rostro le era familiar, pero no podía comprenderlo y Atabae no estaba dispuesto a sacarla de la duda por el momento.Mientras todos e
—Lo juro —dice Cirice convencida. Que fácil era para una persona como ella jurar en vano, mentir, tal vez en otro momento de su vida se hubiera sentido culpable, hubiera dudado, pero en estos momentos las mentiras fluían tan fácil como decir la verdad. Abrazándola con fuerza a él, el príncipe hunde su rostro en el cuello de Cirice y la aprieta con fuerza, mientras ella acaricia su cabello y su espalda buscando consolarlo.—Lo estoy perdiendo todo por ti —le dice al oído el príncipe—. Prométeme que valdrá la pena.—Lo prometo. —Aunque nunca dijo para «quién» valdrá la pena.Dentro del comedor, la reina seguía con la mano en la mejilla, sintiendo el ardor del golpe en su piel, con el corazón roto y llorando por la falta que hizo su hijo hacia ella. ¿En qué momento su pequeño Carlos se había puesto en su contra? Cuando por fin se percató de la presencia de Caroline trata de aparentar que nada ocurrió.—Y bien… ¿Qué conseguiste? —pregunta atenta hacia la nerviosa mujer.—Ya no me quiere,
—No todos son malos… —dice Cirice con dolor.—¿Cómo sabes que él no es malo? —pregunta Adewale.La mirada de la princesa parece contrariada por esa pregunta, se siente traicionada y herida.—No puede serlo… Deberías haberlo visto en ese barco, parecía ser amado por todos los que lo rodeaban, tenía una mirada tierna, cálida… y… y…—No me agrada como hablas de él —responde el hechicero sintiendo una punzada de celos. Anteriormente ya se había sentido contrariado al pensar en la princesa como algo más, no solo como la niña que ha visto crecer o la criatura que iba todos los días a buscarlo para que él le explicara los artefactos humanos. La pequeña se había vuelto una señorita, con una belleza nunca vista, no solo por los ojos del hechicero, los pretendientes empezaban a llegar de todas partes buscándola, sabiendo que no solo podrían volverse los reyes consorte si no también tendrían a una de las sirenas más hermosas del reino. Pensar en eso le molestaba cada vez más y aunque quería neg
El corazón de Cirice da un vuelco y se siente con la responsabilidad de reconocerlo.—Lo siento, pero no sé quién eres y ni de qué hablas… —Confundida y sintiendo el peligro cerca, Cirice busca con la mirada algo con lo cual defenderse.—Yo sé que sí, no me puedes haber olvidado tan fácil… Podría mostrarte mi forma real, pero lamento que sería algo desagradable fuera del agua… Tal vez si te digo mi verdadero nombre entonces me puedas recordar, princesa Cirice. —Hace una ligera reverencia y de nuevo esos ojos amarillos se clavan en los turquesa de ella—. Mi nombre es Adewale… Fui el hechicero de tu padre, el rey Adrián.De pronto todo es claro en la cabeza de Cirice y puede verlo en recuerdos fugaces que pasan frente a sus ojos. Puede ver a ese tritón de carácter dulce que era el hechicero real, quien estuvo ahí corrigiéndola y jugueteando con ella durante su crecimiento, al ser ella la heredera al trono él tenía la enmienda de dirigirla, de darle lecciones y prepararla junto con su p
Se mete entre las sábanas y somete a la reina a ese ritual cargado de lujuria, la toma con fuerza, la domina mientras en su mente solo se repite un único nombre hasta que ambos llegan a la locura y mientras la reina se siente complacida por el desempeño del hombre que descansa a su lado, Adewale parece frustrado, molesto, apretando la mandíbula, de nuevo ve el rostro de la reina en vez de su querida Cirice y se siente asqueado. Al día siguiente todos se reúnen en el comedor, listos para desayunar, la señora Galindez ayudada de otras dos chicas ponen todo en la mesa, cada manjar que el chef cocinó y el aroma llena la habitación. Cirice llega acompañada del príncipe que pasó por ella a su habitación, incómoda por ver a la reina a la cabeza de la mesa, baja la mirada y avanza de la mano de Carlos, sin intenciones de hacer contacto visual con ella, sin embargo, voltea en todas direcciones buscando a Adewale, pero para su tristeza no está y se siente algo desesperada, es el único en el qu
—Algo me cayó en el ojo y… me duele —dice el príncipe apenado por haber pensado mal de su prometida. Cirice se levanta y camina hacia él, lo toma del rostro y ve sus ojos irritados. —¿Qué pasó? Tienes los ojos muy rojos, anda… será mejor que te lleve a tu habitación y descanses en lo que llega el doctor —dice preocupada mientras lo toma de la mano y lo dirige. —Sí… Será lo mejor —termina de decir el príncipe aún con el coraje clavado en el pecho. Mientras la señora Galindez sale de la casa hacia el pueblo en busca del doctor, Cirice se mantiene al lado del príncipe, acaricia su rostro y le obliga a acostarse en la cama, cerrando los ojos. Permanece confundida a su lado, pero no sospecha nada en especial, tal vez algo de polvo o tierra le cayó, no es nada complicado, no es como si algún hechicero le hubiera dejado caer algún cristal especial que pudiera manipular lo que el príncipe ve, eso sería demasiado rebuscado de imaginar, ¿no? —No sé si las enfermedades en los ojos te hagan