La noticia llegó hasta la hacienda del fallecido rey Felipe, rey de una sola noche. La reina junto a su hijo y su futura nuera estaban desayunando, el momento era incómodo, mientras los jóvenes se veían con cariño, la reina no paraba de pensar en el horror que esa tal Ariel, si es que era su verdadero nombre, representaba. Temía por su hijo, porque fuera a terminar igual que su padre, pero no podía simplemente cancelar todo por su propia decisión, sabía perfectamente que su hijo se rehusaría, no le creería, tenía que ser más inteligente que esa muchachita.Al lado de la reina, de pie, con las manos detrás de la espalda y un rostro apacible, se encontraba Atabae. Había sido presentado como amigo de la reina, uno nuevo y con conocimientos profundos de hechicería y magia. Aunque Cirice lo conocía por Morgan sabía dentro de ella que lo había visto antes, su rostro le era familiar, pero no podía comprenderlo y Atabae no estaba dispuesto a sacarla de la duda por el momento.Mientras todos e
—Lo juro —dice Cirice convencida. Que fácil era para una persona como ella jurar en vano, mentir, tal vez en otro momento de su vida se hubiera sentido culpable, hubiera dudado, pero en estos momentos las mentiras fluían tan fácil como decir la verdad. Abrazándola con fuerza a él, el príncipe hunde su rostro en el cuello de Cirice y la aprieta con fuerza, mientras ella acaricia su cabello y su espalda buscando consolarlo.—Lo estoy perdiendo todo por ti —le dice al oído el príncipe—. Prométeme que valdrá la pena.—Lo prometo. —Aunque nunca dijo para «quién» valdrá la pena.Dentro del comedor, la reina seguía con la mano en la mejilla, sintiendo el ardor del golpe en su piel, con el corazón roto y llorando por la falta que hizo su hijo hacia ella. ¿En qué momento su pequeño Carlos se había puesto en su contra? Cuando por fin se percató de la presencia de Caroline trata de aparentar que nada ocurrió.—Y bien… ¿Qué conseguiste? —pregunta atenta hacia la nerviosa mujer.—Ya no me quiere,
—No todos son malos… —dice Cirice con dolor.—¿Cómo sabes que él no es malo? —pregunta Adewale.La mirada de la princesa parece contrariada por esa pregunta, se siente traicionada y herida.—No puede serlo… Deberías haberlo visto en ese barco, parecía ser amado por todos los que lo rodeaban, tenía una mirada tierna, cálida… y… y…—No me agrada como hablas de él —responde el hechicero sintiendo una punzada de celos. Anteriormente ya se había sentido contrariado al pensar en la princesa como algo más, no solo como la niña que ha visto crecer o la criatura que iba todos los días a buscarlo para que él le explicara los artefactos humanos. La pequeña se había vuelto una señorita, con una belleza nunca vista, no solo por los ojos del hechicero, los pretendientes empezaban a llegar de todas partes buscándola, sabiendo que no solo podrían volverse los reyes consorte si no también tendrían a una de las sirenas más hermosas del reino. Pensar en eso le molestaba cada vez más y aunque quería neg
El corazón de Cirice da un vuelco y se siente con la responsabilidad de reconocerlo.—Lo siento, pero no sé quién eres y ni de qué hablas… —Confundida y sintiendo el peligro cerca, Cirice busca con la mirada algo con lo cual defenderse.—Yo sé que sí, no me puedes haber olvidado tan fácil… Podría mostrarte mi forma real, pero lamento que sería algo desagradable fuera del agua… Tal vez si te digo mi verdadero nombre entonces me puedas recordar, princesa Cirice. —Hace una ligera reverencia y de nuevo esos ojos amarillos se clavan en los turquesa de ella—. Mi nombre es Adewale… Fui el hechicero de tu padre, el rey Adrián.De pronto todo es claro en la cabeza de Cirice y puede verlo en recuerdos fugaces que pasan frente a sus ojos. Puede ver a ese tritón de carácter dulce que era el hechicero real, quien estuvo ahí corrigiéndola y jugueteando con ella durante su crecimiento, al ser ella la heredera al trono él tenía la enmienda de dirigirla, de darle lecciones y prepararla junto con su p
Se mete entre las sábanas y somete a la reina a ese ritual cargado de lujuria, la toma con fuerza, la domina mientras en su mente solo se repite un único nombre hasta que ambos llegan a la locura y mientras la reina se siente complacida por el desempeño del hombre que descansa a su lado, Adewale parece frustrado, molesto, apretando la mandíbula, de nuevo ve el rostro de la reina en vez de su querida Cirice y se siente asqueado. Al día siguiente todos se reúnen en el comedor, listos para desayunar, la señora Galindez ayudada de otras dos chicas ponen todo en la mesa, cada manjar que el chef cocinó y el aroma llena la habitación. Cirice llega acompañada del príncipe que pasó por ella a su habitación, incómoda por ver a la reina a la cabeza de la mesa, baja la mirada y avanza de la mano de Carlos, sin intenciones de hacer contacto visual con ella, sin embargo, voltea en todas direcciones buscando a Adewale, pero para su tristeza no está y se siente algo desesperada, es el único en el qu
—Algo me cayó en el ojo y… me duele —dice el príncipe apenado por haber pensado mal de su prometida. Cirice se levanta y camina hacia él, lo toma del rostro y ve sus ojos irritados. —¿Qué pasó? Tienes los ojos muy rojos, anda… será mejor que te lleve a tu habitación y descanses en lo que llega el doctor —dice preocupada mientras lo toma de la mano y lo dirige. —Sí… Será lo mejor —termina de decir el príncipe aún con el coraje clavado en el pecho. Mientras la señora Galindez sale de la casa hacia el pueblo en busca del doctor, Cirice se mantiene al lado del príncipe, acaricia su rostro y le obliga a acostarse en la cama, cerrando los ojos. Permanece confundida a su lado, pero no sospecha nada en especial, tal vez algo de polvo o tierra le cayó, no es nada complicado, no es como si algún hechicero le hubiera dejado caer algún cristal especial que pudiera manipular lo que el príncipe ve, eso sería demasiado rebuscado de imaginar, ¿no? —No sé si las enfermedades en los ojos te hagan
—¿Lo amas? ¿Así como amabas a ese humano? ¡Eres demasiado joven para saber lo que es el amor! —El rey perdiendo cada vez más los cabales se acercaba de manera atemorizante. —Mi señor… Por favor, yo… —Adewale no sabía cómo explicar lo que estaba sucediendo, tampoco cómo defender a la princesa. —Adewale… borra la memoria de mi hija. —¡¿Qué?! ¡No! ¡¿Por qué?! —Cirice estaba alarmada, no quería que eso pasara, no quería olvidar nada de lo que había ocurrido. —No quiero que recuerde que alguna vez te quiso ni que tú la quisiste, es demasiado joven para saber lo que ocurre, no pienso permitir que se desvíe de su prioridad que es ascender al trono, así que haz lo que te pido. —El rey tranquilamente lo ordena como si se tratara de cualquier favor. —Mi señor yo… No… No me puede estar pidiendo eso. —La angustia crece en el hechicero sin saber qué hacer, sin sentir la fuerza para cumplir con el cometido. —Si su amor es verdadero, trascenderá ante cualquier magia, si en verdad tu interés po
—Perfecto… Vayamos a un lugar más solitario —dice Morgan con una sonrisa de lado y con un movimiento de cabeza invita a Cooper a seguirlo. —¿Es en serio? ¿Solo saben hablar de trabajo? —pregunta Bonny ofendida dispuesta a caminar junto con ellos. —Lo siento Bonny, esto es cosa de hombres —dice Cooper guiñándole un ojo a la pirata y dejándola atrás. Ambos hombres caminan hacia el malecón en silencio, Cooper decide empezar a chiflar una de las tantas canciones que él domina mientras Morgan solo sonríe, recordando aquella vez que la vio cantando en la hacienda. —¿Qué fue lo que sucedió con el príncipe? —pregunta Morgan guardando sus manos en los bolsillos de su saco. —Le cayó algo en el ojo… pero parece que ya está bien, lo único a lo que le veo problema es que se está volviendo posesivo, celoso… Me temo que sepa lo que hay entre tú y yo. Cuando dice eso, uno de los pescadores que estaba guardando sus redes ve a ambos hombres con asombro, la quijada se le cae de sorpresa y al sent