Se mete entre las sábanas y somete a la reina a ese ritual cargado de lujuria, la toma con fuerza, la domina mientras en su mente solo se repite un único nombre hasta que ambos llegan a la locura y mientras la reina se siente complacida por el desempeño del hombre que descansa a su lado, Adewale parece frustrado, molesto, apretando la mandíbula, de nuevo ve el rostro de la reina en vez de su querida Cirice y se siente asqueado. Al día siguiente todos se reúnen en el comedor, listos para desayunar, la señora Galindez ayudada de otras dos chicas ponen todo en la mesa, cada manjar que el chef cocinó y el aroma llena la habitación. Cirice llega acompañada del príncipe que pasó por ella a su habitación, incómoda por ver a la reina a la cabeza de la mesa, baja la mirada y avanza de la mano de Carlos, sin intenciones de hacer contacto visual con ella, sin embargo, voltea en todas direcciones buscando a Adewale, pero para su tristeza no está y se siente algo desesperada, es el único en el qu
—Algo me cayó en el ojo y… me duele —dice el príncipe apenado por haber pensado mal de su prometida. Cirice se levanta y camina hacia él, lo toma del rostro y ve sus ojos irritados. —¿Qué pasó? Tienes los ojos muy rojos, anda… será mejor que te lleve a tu habitación y descanses en lo que llega el doctor —dice preocupada mientras lo toma de la mano y lo dirige. —Sí… Será lo mejor —termina de decir el príncipe aún con el coraje clavado en el pecho. Mientras la señora Galindez sale de la casa hacia el pueblo en busca del doctor, Cirice se mantiene al lado del príncipe, acaricia su rostro y le obliga a acostarse en la cama, cerrando los ojos. Permanece confundida a su lado, pero no sospecha nada en especial, tal vez algo de polvo o tierra le cayó, no es nada complicado, no es como si algún hechicero le hubiera dejado caer algún cristal especial que pudiera manipular lo que el príncipe ve, eso sería demasiado rebuscado de imaginar, ¿no? —No sé si las enfermedades en los ojos te hagan
—¿Lo amas? ¿Así como amabas a ese humano? ¡Eres demasiado joven para saber lo que es el amor! —El rey perdiendo cada vez más los cabales se acercaba de manera atemorizante. —Mi señor… Por favor, yo… —Adewale no sabía cómo explicar lo que estaba sucediendo, tampoco cómo defender a la princesa. —Adewale… borra la memoria de mi hija. —¡¿Qué?! ¡No! ¡¿Por qué?! —Cirice estaba alarmada, no quería que eso pasara, no quería olvidar nada de lo que había ocurrido. —No quiero que recuerde que alguna vez te quiso ni que tú la quisiste, es demasiado joven para saber lo que ocurre, no pienso permitir que se desvíe de su prioridad que es ascender al trono, así que haz lo que te pido. —El rey tranquilamente lo ordena como si se tratara de cualquier favor. —Mi señor yo… No… No me puede estar pidiendo eso. —La angustia crece en el hechicero sin saber qué hacer, sin sentir la fuerza para cumplir con el cometido. —Si su amor es verdadero, trascenderá ante cualquier magia, si en verdad tu interés po
—Perfecto… Vayamos a un lugar más solitario —dice Morgan con una sonrisa de lado y con un movimiento de cabeza invita a Cooper a seguirlo. —¿Es en serio? ¿Solo saben hablar de trabajo? —pregunta Bonny ofendida dispuesta a caminar junto con ellos. —Lo siento Bonny, esto es cosa de hombres —dice Cooper guiñándole un ojo a la pirata y dejándola atrás. Ambos hombres caminan hacia el malecón en silencio, Cooper decide empezar a chiflar una de las tantas canciones que él domina mientras Morgan solo sonríe, recordando aquella vez que la vio cantando en la hacienda. —¿Qué fue lo que sucedió con el príncipe? —pregunta Morgan guardando sus manos en los bolsillos de su saco. —Le cayó algo en el ojo… pero parece que ya está bien, lo único a lo que le veo problema es que se está volviendo posesivo, celoso… Me temo que sepa lo que hay entre tú y yo. Cuando dice eso, uno de los pescadores que estaba guardando sus redes ve a ambos hombres con asombro, la quijada se le cae de sorpresa y al sent
—Esa joya no es lo único que tiene magia… Tú has visto como de un momento a otro soy un hombre y no me refiero a simplemente verme varonil, mi estatura y peso aumentan, mis pechos desaparecen, cambio totalmente. Lo has visto, eso es magia, no mi magia. —Las lágrimas siguen saliendo sin control de los ojos de la sirena—. Ella me provee de esa magia, ella quiere la joya, quiere volverla más maldita de lo que ya es y quiere que se la regrese al príncipe y a su familia, eso es lo que quiere… No salí de aquí solo para verte, no lo hice solo para estar contigo, ella me llamó, ella quiere verme y tengo que acudir, tengo que decirle cualquier pormenor, ¿lo entiendes? No es tan fácil simplemente dejarlo todo y huir, si tú no quieres esa joya ella sí, sí ella la quiere por ende… yo también. —Se deshace del agarre del pirata y sale del barco a toda velocidad sin ganas de volver a verlo a la cara.La sirena tiene el corazón destrozado, sabe que no hay un futuro para ellos, sabe que no hay forma d
De inmediato Cirice se aferra a su cuerpo, lo abraza con fuerza, con miedo por perderlo, con miedo porque las cosas no resulten como ella espera, pero se siente amada, se siente protegida. Jamás se hubiera esperado que alguien enfrentara a Gumbora por ella, que buscara su libertad poniendo la suya propia o incluso su vida. Si antes sentía que amaba a ese hombre ahora no solo se sentía enamorada sino también agradecida, sentía que podía confiar en alguien y que ese hombre la seguiría a donde ella fuera sin importar nada, esperando que ni siquiera su condición de sirena lo alejara de ella, pero eso sería algo que se tendría que comprobar después. Corriendo entre las sombras, Morgan y Cirice regresaron a la hacienda y después de un beso suave de despedida ella entró saltando por las altas bardas de la propiedad. Escondiéndose entre los cultivos y avanzando con sigilo logró llegar de regreso a su habitación para quitarse las ropas de Cooper y guardarlas debajo de la cama, ponerse un bl
—La mujer que lo mató… Ya me lo has contado —dice el príncipe con desesperación.—Te conté cómo lo mató, pero no te dije lo que sucedió antes —corrige a su hijo y este parece comprender que debe de esperar—. Yo veía a esa mujer tan apegada a tu padre que jamás creí que tu papá me hiciera caso. Ella era hermosa, más de lo que te lo puedas imaginar… o… tal vez sí puedes. —La reina ve a Cirice caminando por la plantación, viendo la hierba, jugando con los niños, saludando a los guardias—. Era agradable para todos, siempre tenía una sonrisa que brindar, siempre tenía un detalle que hacerte, siempre ayudando, escuchando, era una mujer con un corazón de oro y todo apuntaba a que se había vuelto la adoración de tu padre. »Siempre estaban juntos y todos creían que ella se volvería la futura reina, aunque fuera muda sabía muy bien cómo expresarse, como demostrar el cariño y no solo a tu padre, a mí también me lo llegó a expresar. Siempre sabía qué hacer para decirme que era bonita o que usaba
—No sé… qué está pasando, pero el príncipe tiene un hechizo encima, alguna clase de magia. No soy bruja, pero sé reconocer a un humano embrujado cuando lo veo —responde Cirice en voz baja y sin poder ocultar su preocupación. —Y… lo que estabas haciendo tú, ¿qué? ¿Eso no fue magia? —Sí, una clase de magia, no tan poderosa… pero lo es… —¿Me lo has hecho a mí? —pregunta Morgan sin poder ocultar su angustia. —Descuida, no lo he hecho contigo, todo lo que ha pasado ha sido porque has querido. —Le guiña un ojo antes de entrar a la casa a buscar a su prometido, provocando una sonrisa socarrona en el pirata. —¿Sólo yo lo he querido? No lo creo… —Morgan entra después de Cirice con una sonrisa recordando la noche anterior, sintiendo la necesidad de repetirla. En cuanto entran, Cirice ve a Adewale recargado en el barandal del primer piso, comiendo una manzana roja, prestando atención a todo. En cuanto la mirada turquesa choca con la miel, él sonríe de lado y decide alejarse sin que nadie m