—¡Ey! ¡Teach! Necesito hablar contigo. —Morgan caminaba con toda la seguridad por la taberna dirigiéndose hacia la mesa donde estaba Barba Negra junto con Bonny y Hornigold. —¿Qué tal tus vacaciones con tu amada? ¿Disfrutaste del Caribe? —pregunta Bonny con una sonrisa amplia en la boca ocultando sus celos. —Es la prometida del príncipe Carlos, fue un grave error que me hicieras eso —dice Morgan molesto distrayendo su atención de Teach. —Eso es algo que no me importa. —Bebe de su botella la pirata tratando de pasar el trago amargo—. Es una muy mala jugada que estés enamorado de la prometida de alguien tan poderoso… ¡Oh! Pero es cierto… Ella es la mentada Cirice, ¿no? Solamente le están tendiendo la trampa al idiota del príncipe. —Se cruza de brazos mientras Morgan se abalanza sobre ella y cubre su boca con una mano. —¿No quieres gritarlo más fuerte? —le pregunta lleno de coraje. —No sé, que yo recuerde te gusta que grite bastante duro —le responde Bonny quitando la mano de su boc
El pirata empieza a caminar por la playa, viendo todo a su alrededor, tratando de poner las cosas claras en su mente. Ve hacia los enormes barcos que han atracado en la orilla y extraña a su «Jackdaw», empieza a maldecir a Bonny en su mente, pero después se arrepiente, si no hubiera hecho eso tal vez no hubiera pasado una noche tan especial con Cirice, tal vez era el empujón que necesitaba para ese momento que terminó uniéndolos más. De pronto como un espectro, la figura de una mujer se divisa a lo lejos, no cualquier mujer, una que ya conocía desde hace años. Ve entre un par de tiendas en la arena a Caroline, lo está viendo fijamente, parece acongojada, temerosa, de inmediato emprende el camino para alejarse y se mete entre los recovecos saliendo del campo de visión del pirata. Ya sea por curiosidad o escepticismo, Morgan se decide a seguirla. Corre hacia donde la vio huir y empieza a buscarla con la mirada. Se asoma por encima de las tiendas en la arena, dirige su mirada hacia el
—Hablé con mi hijo… Él quiere entregarte algo muy importante para la familia… Cuando dice eso la reina, levanta la mirada Cirice sabiendo perfectamente a lo que se refiere. —…él quiere entregarte una joya, el corazón del mar, un bien que tenemos por generaciones en la realeza. Su padre me la entregó la noche en que me casé con él —dice la reina y nota cierto movimiento en los ojos de Cirice, algo muy sutil, pero que no pasa desapercibido—. Supongo que ya lo sabías. —No sé de qué habla, su majestad. —Cirice baja la mirada para no evidenciar sus sentimientos. —Es una joya que ha pasado de mano en mano como regalo de bodas, ahora él te la quiere entregar antes… Te debe de querer mucho para faltar a una tradición familiar —las palabras de la reina dejan en silencio a Cirice quien se mantiene de pie frente a ella, tratando de conservar la frente el alto. La reina camina hasta rodearla por completo y después vuelve a ponerse frente a frente—. Cuando te comenté que un médico te evaluar
—¿Qué quieres de mí? —pregunta el tiburón con su voz profunda. —Quiero que me ayudes a llevar a cabo mis planes, sumir en la miseria al rey Adrián y a su pueblo, pero sola no puedo. —La hechicera se cruza de brazos y por un momento nota que el tiburón voltea hacia los tiburones rezagados que ven todo desde lo lejos. —¿Por qué no te apoyas de ellos? —Aunque lo intenté, les brindé una voz y una consciencia aún más profunda, ellos no quisieron aceptar… Desistieron, prefieren seguir con su consciencia animal, seguir sus instintos. Son como mascotas, me sirven para mantener a los extraños lejos de aquí, atacan cuando les doy una orden, pero sus habilidades no llegan a más. Tanto el tiburón como la hechicera ven a los animales nadando lejos, retomando su trabajo de custodiar. —Me estás pidiendo que deje mi naturaleza, que cambie mi forma y que te ayude en tus planes. ¿Qué gano yo? —Vaya… Todo un ambicioso… Algo que tus demás compañeros no demostraron. ¿Qué es lo que quieres? —pregunt
De pronto un par de ojos turquesa empezaron a verlo a través de los barrotes de coral de la cuna, lo veían con atención, pero sin miedo, pequeñas manos se agarraban de la orilla y pronto una pequeña criatura se asomó por el borde. Sus cabellos de colores flotaban en el agua mientras ella solo asomaba su vista con atención y fascinación sin dejar de ver al animal rondándola. Ante la sorpresa de Köpek, la pequeña princesa empezó a reír, parecía divertida, fascinada por verlo rondando la cuna, se recargaba sobre el barandal y alzaba sus pequeñas manos queriéndolo alcanzar. Sin saber porque motivo decidió acercarse a ella, si por curiosidad o piedad, pero acerco la punta de su nariz hasta que la pequeña la tocó con ambas manos, parecía fascinada al sentir la piel áspera de la criatura; empujándose con su aleta buscaba salir de la cuna para poder montarlo. Estaba totalmente encantada y Köpek no se sentía con ánimos de terminar su misión, algo se retorcía dentro de él cada vez que pasab
El viejo, emocionado por tener carne fresca en la cama no duda en seguirla, hasta que algo le causa curiosidad. Se detiene a unos pasos de la taberna y ve a su alrededor, preguntándose en dónde pasará la noche con esta criatura; la taberna tiene habitaciones, siempre es más fácil usarlas, pero si planea que la lleve a donde él está viviendo ahora, sería un gran error, la familia real se ofendería de que él metiera una mujerzuela a la casa que le están brindando.—¿A dónde vamos? —Se queda plantado, estático esperando a que la mujer decida decirle la verdad.—¿Nunca lo ha hecho en un bote, bajo la luz de la luna y las estrellas mientras el mar los mece suavemente? —Se acerca de nuevo Tabata con toda la intención de terminar de seducirlo y una sonrisa cargada de maldad se forma en sus labios. Sabe que no es difícil convencer a un hombre como él, que no piensa y que solo se mueve por sus instintos. Con una sonrisa estúpida por parte del joyero ella entiende su aprobación y retoma el cam
La noticia llegó hasta la hacienda del fallecido rey Felipe, rey de una sola noche. La reina junto a su hijo y su futura nuera estaban desayunando, el momento era incómodo, mientras los jóvenes se veían con cariño, la reina no paraba de pensar en el horror que esa tal Ariel, si es que era su verdadero nombre, representaba. Temía por su hijo, porque fuera a terminar igual que su padre, pero no podía simplemente cancelar todo por su propia decisión, sabía perfectamente que su hijo se rehusaría, no le creería, tenía que ser más inteligente que esa muchachita.Al lado de la reina, de pie, con las manos detrás de la espalda y un rostro apacible, se encontraba Atabae. Había sido presentado como amigo de la reina, uno nuevo y con conocimientos profundos de hechicería y magia. Aunque Cirice lo conocía por Morgan sabía dentro de ella que lo había visto antes, su rostro le era familiar, pero no podía comprenderlo y Atabae no estaba dispuesto a sacarla de la duda por el momento.Mientras todos e
—Lo juro —dice Cirice convencida. Que fácil era para una persona como ella jurar en vano, mentir, tal vez en otro momento de su vida se hubiera sentido culpable, hubiera dudado, pero en estos momentos las mentiras fluían tan fácil como decir la verdad. Abrazándola con fuerza a él, el príncipe hunde su rostro en el cuello de Cirice y la aprieta con fuerza, mientras ella acaricia su cabello y su espalda buscando consolarlo.—Lo estoy perdiendo todo por ti —le dice al oído el príncipe—. Prométeme que valdrá la pena.—Lo prometo. —Aunque nunca dijo para «quién» valdrá la pena.Dentro del comedor, la reina seguía con la mano en la mejilla, sintiendo el ardor del golpe en su piel, con el corazón roto y llorando por la falta que hizo su hijo hacia ella. ¿En qué momento su pequeño Carlos se había puesto en su contra? Cuando por fin se percató de la presencia de Caroline trata de aparentar que nada ocurrió.—Y bien… ¿Qué conseguiste? —pregunta atenta hacia la nerviosa mujer.—Ya no me quiere,