33.
—Entendí, mi señor… Lo entendí perfectamente. —Bajando la cabeza y con la cola entre las patas, sale de ahí Tavernier. Parece que el golpe que le dio Morgan es suficiente para hacerlo caminar de forma incoordinada.

—No hay nada que ver aquí, ¿entendido? La fiesta ha terminado —dice el príncipe y la gente poco a poco empieza a dispersarse.

—¡Mi niña! —Entra corriendo la ama de llaves hacia la sirena. Se sienta a su lado y revisa su rostro como si a través de sus ojos pudiera saber cómo está, mientras que Bradley entra algo tomado y le da unos golpes en el brazo a Morgan lleno de orgullo.

—¡Duncan! ¡Qué caballero! ¡Todo un héroe! —dice con la voz arrastrada y la nariz roja por el alcohol.

—Exageras, Bradley. —Morgan le responde con una sonrisa, divertido por ver al mercader de aspecto bonachón.

—No exagera, señor Duncan, salvó a la señorita Ariel y siempre le estaré agradecido. —El príncipe camina hacia Morgan con compromiso, una mirada llena de seriedad y admiración, en verdad expr
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