CAPITULO XXXII

Anfisa había aprovechado que Thomas se había integrado a un grupo de hombres y ella había ido por un poco de agua para tomar distancia de él, buscando con quien incluirse con ella pero los grupos parecían cerrados.

Salió del salón principal con pasos ligeros, esquivando a los invitados que charlaban animadamente entre sí. Su vestido, largo y ajustado, rozaba el suelo con elegancia, pero ella no lo notaba. Su mente estaba atrapada en un remolino de pensamientos mientras se dirigía hacia el balcón más cercano.

El aire fresco de la noche la envolvió cuando cruzó las puertas de cristal. Se apoyó en la barandilla, sus manos delicadas descansando sobre el frío metal, mientras su mirada se perdía en las luces de la ciudad. Respiró profundamente, intentando calmar el nudo de ansiedad que llevaba en el pecho desde que había llegado a la fiesta.

«¿Por qué está tan distante?» pensó, su ceño frunciéndose levemente. Desde aquella noche, Thomas apenas le dirigía la palabra. Sus interacciones se
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