Estaba enfermita, por eso andaba desaparecida:(
Anfisa cerró la puerta de su habitación con cuidado, como si temiera que cualquier sonido rompiera el frágil silencio que la envolvía. Apoyó la espalda contra la madera y dejó escapar un suspiro tembloroso, sintiendo cómo la tensión de la noche comenzaba a desmoronarse en su pecho. Sus manos se deslizaron por el delicado bordado del vestido que Thomas había elegido para ella, los dedos encontrando los diminutos botones en su espalda. Mientras los desabrochaba uno por uno, las palabras de él regresaban, como un eco persistente que la hacía estremecerse. “Me vuelves loco, Anfisa.”El vestido cayó al suelo en un susurro de tela. Anfisa lo dejó allí, sin molestarse en recogerlo, mientras avanzaba hacia el espejo de cuerpo entero frente a la cama. Se miró fijamente, con los brazos cruzados sobre el pecho, como si tratara de protegerse de algo invisible. «¿Por qué me dijo eso? ¿Qué esperaba que hiciera? ¿Y por qué mi corazón…?»Se detuvo. Una mano subió lentamente a su cuello, rozando
Anfisa miró el asiento vacío de Thomas en el comedor, sus palabras todavía rondaban en su mente, ¿podría ser que él no quisiera verla hoy? Se preguntó mientras miraba a Henry. "¿Y Thomas?" Preguntó al ver que un hombre tan puntual no estaba desayunando. Henry continuó sirviendo la comida, con expresión impasible como siempre. "El señor Hammond desayunó temprano esta mañana, señorita", respondió, sin un rastro de irritación. "Tenía que atender algunos asuntos". Ella miró a Henry con expresión de decepción, cansancio y frustración. No sabía lo que sentía pero esperaba que no la estuviera evitando ya que no era la primera vez que lo hacía y estaba empezando a entender su comportamiento. Algo olía extraño. "¿Ah, sí? ¿Dónde fue?" preguntó, dándole un mordisco a lo que Henry le sirvió. Henry la miró brevemente antes de concentrarse en la tarea que tenía entre manos. Su expresión no delataba nada. "No lo sé", respondió un momento después, con una voz perfectamente neutral
Anfisa se sorbió la nariz roja, se limpió la nariz con un pañuelo que Henry le entregó, ahora estaba más tranquila pero todavía un poco triste. “¿Puedes dejar de mirarme así?” Preguntó ella tirando el pañuelo sucio al bote de basura que estaba a su lado, solo con ver la expresión en el rostro de Henry supo que él se estaba conteniendo para no decirle cosas, pero ella no estaba de humor. Henry se apoyó contra la pared y la miró con una mezcla de preocupación y frustración. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y los ojos fijos en su cuerpo exhausto. “Con el debido respeto, señorita, alguien tiene que hacerla entrar en razón.” Respondió con franqueza, con un tono un poco más severo de lo habitual. “Estás jugando con fuego y vas a terminar quemándote.” Sintió que el inicio de sus cejas se alzaba de nuevo y las palabras de Henry no la ayudaron mucho. Desde aquella incómoda conversación con Thomas no había vuelto a verlo y tampoco se había atrevido a buscarlo. Henry observó su re
Anfisa había aprovechado que Thomas se había integrado a un grupo de hombres y ella había ido por un poco de agua para tomar distancia de él, buscando con quien incluirse con ella pero los grupos parecían cerrados.Salió del salón principal con pasos ligeros, esquivando a los invitados que charlaban animadamente entre sí. Su vestido, largo y ajustado, rozaba el suelo con elegancia, pero ella no lo notaba. Su mente estaba atrapada en un remolino de pensamientos mientras se dirigía hacia el balcón más cercano. El aire fresco de la noche la envolvió cuando cruzó las puertas de cristal. Se apoyó en la barandilla, sus manos delicadas descansando sobre el frío metal, mientras su mirada se perdía en las luces de la ciudad. Respiró profundamente, intentando calmar el nudo de ansiedad que llevaba en el pecho desde que había llegado a la fiesta. «¿Por qué está tan distante?» pensó, su ceño frunciéndose levemente. Desde aquella noche, Thomas apenas le dirigía la palabra. Sus interacciones se
Anfisa lo escuchó salir del auto de un portazo, luego del beso, ambos habían subido al auto para irse del lugar y no habían dicho nada más, ni siquiera habían tocado el tema de la discusión y mucho menos del beso, el silencio había sido incómodo ya que él había manejado como un loco y ella solo podía pensar en rezar para que no hubiera un accidente. Cuando llegaron y él salió del auto a toda prisa, ella solo lo vio alejarse mientras Henry salía de la mansión y Thomas le entregaba las llaves. Henry inmediatamente la miró como si quisiera saber qué había hecho ahora. Ella solo salió con los tacones en la mano mientras sostenía la falda larga del vestido. Henry la miró con una mezcla de sorpresa y preocupación. “Señorita Anfisa, ¿está todo bien?”, preguntó con voz amable pero con una mirada penetrante al notar su aspecto desaliñado y la ausencia de Thomas. “Yo… yo realmente no lo sé…” respondió ella mientras se paraba frente a él y pensaba que decirle, ni siquiera sabía que estaba pa
Ella gimió débilmente mientras se aferraba a sus grandes brazos y pequeñas lágrimas salieron de sus ojos, fue un balanceo lento pero profundo.Thomas se movió lentamente, cada embestida medida y deliberada, sus manos agarrando sus caderas con fuerza. Podía sentir sus paredes apretándose a su alrededor, su cuerpo respondiendo a su toque incluso mientras las lágrimas se filtraban por las comisuras de sus ojos. Se inclinó, presionando su frente contra la de ella, su aliento caliente contra su rostro. Se sentía tan extasiado, como si estuviera drogado, que apenas pudo resistirse.Se sentía tan jodidamente bien pero mal al mismo tiempo, estar encima de ella, sentirla aferrarse a él fuertemente era el paraíso, pero sentía que la estaba violando, quería parar pero no podía.Ella ahogó sus gemidos mientras se aferraba más fuerte a él, su peso aplastándola contra la enorme cama y las sábanas enredándose con ellas con cada movimiento, sollozaba en medio de tantas emociones y sensaciones abrumad
Pasaron un par de días y Anfisa aún no se atrevía a abrir el libro de nuevo. Lo había dejado sobre su mesita de noche, como si al hacerlo pudiera ignorar las preguntas que revoloteaban en su cabeza. Pero esa noche, con el silencio cubriendo la casa y la tenue luz de su lámpara encendida, sus dedos lo buscaron casi por inercia. Abrió las páginas y dejó que sus ojos se deslizaran por las palabras, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza mientras la historia se volvía más y más intensa. Había leído novelas románticas antes, pero esto… esto era diferente. No eran solo besos y miradas furtivas. No era la tímida exploración del amor juvenil. Eran palabras directas, describiendo deseos y sensaciones que jamás se había permitido imaginar con claridad. ¿Thomas… deseaba esto? El pensamiento la golpeó con fuerza. Su estómago se revolvió, una mezcla de curiosidad, vergüenza y algo que no sabía nombrar. Thomas no estaba en edad de romances dulces e inocentes como los que ella solía imag
¿Estaba soñando de nuevo?La tenía contra la estantería del estudio, atrapada entre su cuerpo y la madera oscura, con su respiración entrecortada mezclándose con la de él. Anfisa estaba tan cerca que podía sentir sus pechos rozando su torso con cada tembloroso respiro. No llevaba sostén, lo supo en el instante en que su cuerpo chocó contra el suyo y ese maldito detalle lo estaba volviendo loco. Thomas intentaba contenerse, sus manos firmes en los hombros de ella, un agarre que no sabía si pretendía apartarla o sujetarla aún más. Sus dedos se crispaban, queriendo deslizarse por sus brazos, bajar a su cintura, sentir la suavidad de su piel bajo sus palmas. Pero no. Los labios de Anfisa se movieron con torpeza sobre los suyos, desesperados, ansiosos, como si estuviera intentando seguir un ritmo que apenas estaba descubriendo. Era atrevida, sí, pero inexperta, y eso lo desesperaba más que cualquier otra cosa. Su respiración era errática, sus manos temblaban ligeramente mientras