No podía escuchar nada, más que el retumbar de mi corazón, esos saltos en mi pecho, esos fuertes latidos y esas dos manos sujetándome mientras entrábamos a la fiesta, de pronto comenzaron a bailar alrededor de mí, ellos bailaban conmigo en el medio de los dos y así duraron unos minutos, provocaron sonrojo en mis mejillas y calor en todo mi cuerpo, los dos me brindaron bebidas a la vez y yo rechacé ambas, jamás en mi vida había probado una gota de alcohol, pero un segundo después me tomé toda una copa de no sé qué y luego la otra porque los dos me exigieron tomar, seguían bailando, todo el mundo se alocaba aquí, yo estaba tiesa, tan dura como el tronco de un árbol, que ni mis pies se movían, tan solo mis ojos en busca de a dónde correr.
Una mano me sujetó, ni idea de quién era, pero ellos dos me sujetaron también, gruñendo al otro chico, que de inmediato se disculpó y desapareció entre la gente.
—Sonríe.—sujetó mi rostro y lo levantó, no sabía ni cómo se llamaban o qué hacía yo aquí, pero más extraño ¡¿cómo es que había esta tremenda fiesta en un tren?!
—Q-Quiero irme.—mi voz se perdió con la música, más sabía que él me escuchó.—Tengo sueño, no quiero estar aquí.
—¿Y qué quieres…Lois?—esas manos descansaron en mi cintura, provocando que mi rostro se girara con exaltación, di con el rostro de aquel Alfa y volví a huir de su mirada, pero su rostro cálido descansaba en mi hombro.—¿Qué es lo que quieres? No has movido ni un solo pie desde que llegaste a la fiesta. Está divertida, ¿era mejor estar dormida en aquella caja cuadrada sin nada de divertido? Míralo de este modo…quedan más de doce horas de viaje, por lo que tiempo tendrás de dormir. Disfruta, solo un poco. Hay muchas maneras de hacerlo. ¿Quieres verlo?—dejó mi mano en su hombro y rozó mi trasero en un movimiento rápido cuando me hizo dar varios pasos de bailes pegada a su cuerpo, deslizándome con mucha facilidad de un lado a otro.
Si mi corazón seguía recibiendo todas esas intensas palpitaciones, me iba a enfermar, eso era seguro.
—Si disfrutas un poco, te dejaremos ir. —el otro me apartó de su hermano, sujetando mis manos y dejándome frente a él.—Por cierto, soy Ezequiel y él es Emmanuel.
Emmanuel era el que antes tenía sus manos en mi cintura, reposando su cara en mi hombro, además de que me pegaba a él, mis ojos corrieron hacia el rostro del otro, Ezequiel y él sujetó mi rostro para que mis ojos solo fueran hacia él, llamando toda mi atención con aquella deslumbrante sonrisa, dando un paso hacia mí.
¡Sacudí mis manos y me alejé de ellos! Porque parecía que mi cuerpo quería rendirse ante ellos.
¡¿Por qué tenía que hacerles caso?! ¡¿Pero qué se creían?!
¡Estas eran una de las cosas que mis padres siempre me advirtieron!
Los Alfas se aprovechaban de los Omegas, los Betas eran abusivos y estos dos Alfas no eran diferentes.
Corrí hacia la salida y al mirar hacia atrás ellos no me seguían, lo que me causó mucho alivio. Tenía que buscar a Viviana, que regresara a la habitación ¡y no que me dejara con esos dos Alfas! ¡¿qué le pasaba por la cabeza?!
Las palabras de su padre, nuestro Alfa, surtieron efecto en mí y ahora me sentía con la responsabilidad de buscar a Viviana.
Entré a mi habitación y me quité este vestido tan vulgar, regresando a mi ropa ordinaria, toqué con fuerza en la habitación vecina y un hombre desnudo abrió la puerta, aparté mi mirada y cubrí mi nariz con el fuerte olor que salía de allí, mis ojos vieron a Viviana desnuda sobre la cama, con un tabaco en sus labios.
—¡Viviana!—saltó de la cama cuando escuchó mi voz, regresando a la puerta envuelta en una sábana y empujando al hombre para que se cubriera.—¡¿Cómo pudiste dejarme con esos dos?!—reclamé, airada y sonrojada porque las manos de aquel rozaron mis nalgas, mientras que la sonrisa del otro me cautivaba. ¡Era como un embrujo!
—Ah, ya los conociste.—como siempre, toda despreocupada. Tomó mi mano y me llevó al interior de la habitación, ya el hombre estaba vestido.—¿Qué pasa? ¿Y esa cara de disgusto? ¿Pasó algo malo o pasó algo bueno?
—No pasó nada, solo me llevaron a una fiesta…¡olvídalo!—no valía la pena explicarle si para ella sería igual, normal.—No puedo dormir en una habitación donde habrán dos hombres. Y solo hay dos camas, Viviana. Lo siento, pero tienes que regresar a tu habitación.—le dije. Sus cejas se enarcaron, torciendo sus labios, haciendo que se dibujara una mueca en toda su cara.—Por favor. ¡Por favor! Me dan miedo, ¡son dos Alfas!
—Sí, ¡que miedo! Podrían seducirte, pasar la mejor noche de tu vida, dejar de ser virgen y mojigata, probar los enormes “atributos” que tienen los Alfas, ¡o gemir con todas tus fuerzas hasta que te escuchen todos en el tren! Eso podría ser terrible, muy terrible.—bajé la mirada, dudosa. Yo sabía cómo era Viviana, aún así acepté venir, porque esta era la oportunidad de mi vida, de otro modo no podría salir de la manada, esta era la única oportunidad que se me iba a presentar y…la acepté, pero el temperamento, actitud y forma de pensar de Viviana no era nada similar a la mía. Por lo que este viaje no iba a resultar bien si sus decisiones me afectaban de esta manera, porque ahora mismo me afectaba que ella cambiara de habitación y me dejara con dos hombres.
Eso no era justo.
—Algunas preferimos no ser promiscuas. Nunca he juzgado tu manera de ser y hasta ahora estabas bien con la mía, jamás te pediría que cambiaras nada de ti por causa mía, te ruego que hagas lo mismo, Viviana. No puedo dormir en una habitación con dos hombres, es que tú también deberías de ver lo grave que es eso para mí. ¡Soy una m*****a Omega! ¡¿No me ves?!—comencé a llorar, los dedos de mis manos temblaban y ella se acercó.—Cuando lleguemos, regresaré. La verdad es que no estoy lista para el mundo exterior.
—Salir de la zona de confort aterra, Lois. Pero yo no te estoy diciendo que te arrojes a los brazos de ellos dos o de cualquier otro Alfa o Beta que se te cruce en el camino, lo que intento es que veas que el sexo es lo más natural que existe y que no porque duermas en una habitación con dos hombres, vaya a pasar algo. Algunas habitaciones son mixtas, hombres y mujeres, no necesariamente para que esas personas tengan sexo. A mí no me importa que seas una Omega, porque yo solo veo a una amiga, cobarde y quejica, pero mi amiga, nunca te he visto de otra manera. Lo siento, pero no cambiaré de habitación, porque no creo que te vaya hacer mal compartir habitación con otros. Si creyera que estás en peligro, sería la primera en sacar las garras y los colmillos por ti, pero no estás en peligro. No lo estás.—dejó un beso en mi frente y me abrazó, secó mis lágrimas y me sonrió.—No tengas miedo, conmigo jamás te pasará algo malo, Lois. Mataré a cualquiera que te toque sin tu consentimiento o al que se atreva hacerte de daño. Y no bromeo, mataría por ti ¿Quieres acompañarme a la fiesta? Iremos un rato y luego te llevaré a tu habitación, nadie te pondrá un solo dedo encima. Acompáñame, por favor.
—Ya fui. Y no me gusta.—le di otro abrazo, era cierto que con ella me sentía protegida, pero eso no disminuía el miedo de ser una Omega.
—Lois, ¿cuándo tendrás otra oportunidad de ir a una fiesta en un tren? Creo que no en esta vida. Anímate un poco y ve las cosas de otro modo. Lo que hagas hoy, ¡no lo volverás hacer en tu vida! Solo será un rato.
¿Cómo…cómo fue que acepté?
Me hizo una completa transformación, llenando mi cara de maquilla y vistiendo mi cuerpo con algo muy diminuto.
Me convencí que solo sería un rato y así fue, solo que en ese rato…tomé mucho.
—Adiós, Lois. Nos vemos en un rato.—dijo Ezequiel o Emmanuel cuando yo me iba.
Mis pies se detuvieron, soltando la mano de Viviana y girando para ver la sonrisa burlona que tenían ellos dos.
¡¿De qué demonios se reían?!
—Vamos, Lois.—me apremió Viviana, tomando de nuevo mi mano y tirando de ella.
—Ve a dormir, Lois.—exclamó de nuevo uno de los gemelos.—¡Nos veremos en un rato! ¡No apagues la luz!
¡Malditos! ¡¿Creía que me iban a intimidar?! ¡Eso querían! Solo habían dos camas, lo más probable es que quisiera provocar que yo saliera corriendo y les dejara la habitación solo a ellos.
Volví a soltar la mano de Viviana y ella se giró para ver qué pasaba.
—Me quedaré, solo un rato más.—le dije. Y luego me giré como toda una diva hacia aquellos gemelos, caminando ridículamente elegante o al menos de esa manera pasaba en mi mente.
¿Por qué lo hacía? ¡No tenía una puta idea! ¡Pero ellos no me iban a intimidar! ¡No saldría corriendo otra vez!
No estaba vez.
Porque como dijo Viviana, lo que sea que pasara hoy en mi vida, no se volvería a repetir.
Y esta vez quería hacerle frente a esos dos Alfas que me miraban acercarme a ellos con una sonrisa burlona en sus perfectos rostros.
El universo era mezquino conmigo, pero a ellos los benefició en todo, absolutamente en todo.
Emmanuel era el de las manos rápidas, eso ya lo había notado, en menos de cinco minutos ya había tocado mi trasero unas diez veces.Sí, las conté, porque cada vez que lo hacía enviaba unos pinchazos a mis piernas. Debilitándolas.Ezequiel era…¿cómo explicarlo? Mis pasos no podían estar lejos de él, seguía todos mis movimientos, era el que más cercano bailaba y exigía contacto visual conmigo. Desde luego, podría verse que estos dos Alfas me acorralaban, pero no sé si era por el alcohol, la adrenalina del lugar, no sentirme cobarde o algo más, pero estar en medio de ellos dos arrojaba algo en mí. Aparte de todo este calor que recorría mi cuerpo.Emmanuel, que estaba detrás de mí, posó sus manos en mi cintura luego de dejar un trago en mi mano, me llevó hasta tocar su pecho y después se acercó a mi oído, Ezequiel solo tardó un segundo en seguirnos el paso.—¿Qué hará una omega en nuestra universidad? Te van a comer viva, ¿lo sabías?—¿Qué vas a estudiar, Lois?—Ezequiel tomó el vaso vació
—¡Soy una zorra!—exclamé al abrir los ojos y verme desnuda entre estos dos hombres.—No…—masculló uno de ellos. Habíamos quedado en que para poder diferenciarlos, Ezequiel se quedaría a mi derecha y a mi izquierda Emmanuel. Por lo que el que hablaba era Emmanuel, a mi izquierda. Dejó una mano en mi hombro y devolvió mi cuerpo a la cama, para que de inmediato ambos me arroparan con sus manos.—Eres una loba, no una zorra.Ezequiel dejó salir una risa y luego comenzó a besar mis pechos o el que le correspondía a él, dado que se dividieron mi cuerpo cuando ya cada uno había andado todo y hecho lo que se les vino en gana. Y le dieron ganas de muchas cosas.La división solo salió cuando todo terminó, mientras pasaba eso nadie tenía territorio, yo solo era de ambos, cada parte, cada lugar de mí, ahora era de ellas.Estuve con estos dos Alfas y…creo que no me arrepentiría jamás.—Intenta dormido otra vez o…despertaremos nosotros también.—¡Ya me duermo!—Y cerré mis ojos, mientras los recuerdo
El agua bajaba por mi cara, no sé cómo cabíamos los tres en la ducha. Unas manos lavaban mi cabello y otras estaban agachas estregando mis pies.Deseaba que solo fuera un baño rápido, porque mi cuerpo estaba verdaderamente cansado.Esos buenos días fueron…tan fuertes como las buenas noches.No hacía más que suspirar, mientras mi atención iba de uno a otro. Era difícil mantener mis ojos solo en uno de ellos.Esto no era nada, una aventura que ocurrió en un tren, como la que estaba teniendo Viviana en la habitación de al lado. Solo que…se sentía extraño, quizás un mínimo apego por ser mi primera experiencia en cuanto a relaciones sexuales, mi primera experiencia para muchas cosas en este ámbito tan placentero y perverso en el que me veo inmersa, al menos por estas últimas horas.—Creo que ya está lista.—¡Menos mal! Todo pasó sin incidencias, no fue más que un baño. Agradecía eso.Pero mi estómago rugió y arruinó las cosas. Ahora ellos volvieron a prestar su atención en mí.¡¿Cuánto falt
No tuve tiempo de despedirme de ellos, pero puede que esa fuera la mejor despedida, no decirnos nada y solo apartarnos.En el restaurante se sintió demasiado bien que me defendieran, no lo esperé, ni siquiera supe que ellos estaban allí, pero verlos acercarse fue como un repentino alivio.No podía describir la sensación que me recorrió al sentirme protegida.—¿Y cómo te fue?—preguntó Viviana, sentada en la cama, observando toda la habitación, mientras yo ordenaba de forma correcta su equipaje, ya que ella lo había vuelto una etcétera. Yo seguía asombrada por la pelea que los gemelos protagonizaron durante el desayuno en aquel restaurante. Viviana recién terminaba su larga llamada, hablaba con una amiga de la universidad, contándole sus aventuras en el tren—¿Cómo se portaron? ¿Viste que no pasaba nada porque estuvieras con dos desconocidos?Pudo tratarse de dos desconocidos con malas intenciones, pero eso Viviana no lo veía de ese modo.—Bien, se portaron muy bien.—tragué discretamente
Después de mi registro, se me colocó una pulsera que me identificaba como parte del servicio de Viviana, de modo que como no usaba ningún tipo de uniforme, por suerte, esa era otra manera de identificarme.De igual modo no pretendía salir de aquí a ningún lado. ¡Jamás!Llegamos al recinto de los dormitorios, allí organicé todas las cosas de Viviana en la enorme habitación que teníamos, era como una casa, de hecho era por mucho más grande que la casa de mis padres, tenía mi propia habitación y era bastante amplia.Al menos había algo bueno en todo esto.Unas chicas habían tocado a la puerta hace un rato para presentarse, de paso invitar a Viviana a una fiesta, misma que ella me pidió que la acompañara, pero me negué. ¿Ir a una fiesta el primer día que llegábamos? Ni loca. Ni ahora, ni después. Me asustaba que Viviana no se diera cuenta de mi situación aquí, se olvidaba mi lugar, yo no formaba parte de ellos por más que Vivi me quisiera integrar.Aquello solo significaba peligro, y más
—¡Ayuda!—grité cuando ellos me conducían para uno de los edificios que estaban alrededor. ¡No podía dejar que ellos me llevaran a algún lado!—¡Ayuda!—si dejaba que me entraran a una de esas casas, entonces estaba perdida.—¡Ayuda! ¡Ayuda, por favor! ¡Por favor, ayuda!—¡Cállate!—¡Cállala, Hernán!—le gritó otro, una mano se posó en mi boca y presionó con fuerza, ahogando mis gritos. Me dio un golpe detrás de la rodilla y yo caí al suelo, pero su mano tiró de mi cabello, volviendo a levantarme. Me dolía la cabeza de tantas veces que había tirado de mi cabello, algunos mechones ya me tenía que haber arrancando con lo fuerte que tiraba de ellos.—Ahora ya se quedará callada.El pasillo se tornó oscuro luego de que pasamos el portal, puertas y puertas, escaleras y ventanas. Esos dedos que olían a tabaco, se presionaban contra mi boca y rozaban mi nariz, respirando con dificultad. Me empujaron hacia las últimas escaleras, comenzamos a subir con rapidez, mi miedo iba en aumento y yo ya no sa
Hernán, de primer año, Kevin del mismo año y Leo, de segundo, mi compañero en algunas clases. Cubrían su boca, tomaban sus cosas y la mantenían en medio de ellos, como si ya no la hubiera visto.Era Lois.Este olor era de ella.Ella.¿Qué estaba pasando aquí? Y no me refiero a lo que hacían o intentarían hacer ellos. Digo, ¿qué estaba pasando aquí conmigo? Este olor, estas sensaciones, mis latidos, el sudor repentino en mi cuerpo y la desesperación al verla, es decir, ¡demonios! Nos gustaba Lois, pero lo que sentía ahora mismo era mucho más que eso, completamente superior a cualquier cosa que haya sentido antes. Sentía mis dedos sudar, mis latidos retumbaban en mis oídos y mis ojos buscaban su mirada, pero Lois estaba en medio de ellos.Necesitaba mirarla, la necesitaba.¡¿Qué mierda hacían ellos en medio?!¿Qué iban hacer con ella?¿A dónde pretendían llevarla?La cabeza se me llenó de ideas con cada paso que daba hacia ellos. Ideas de una masacre, todo bañado en sangre y cuerpos pul
No.Esto no puede ser. Es una trampa, un juego, algo hormonal, ¡alguna explicación tenía que haber para esto!Quizás un juego.Solo pedí…ser salvada, no sentirme irrevocablemente atraída hacia uno de los gemelos, hasta el punto de pensar que podía ser mi pareja, ¡cuando eso no era posible!Podía sentirlo, podía escucharlo, lo olía, sabía que estaba detrás de la maldita puerta, acechando. Y lo que era peor, esta era la habitación de Ezequiel donde me estaba quedando yo. Tenían otra habitación, pero estaba llena de no sé qué, en fin, que no estaba equipada y para el colmo de los males el tren ya se había ido.¡Demonios!Estaba atrapada aquí, con él.¡¿Qué es lo que pasa?!—¡Aléjate de la puerta, Emmanuel!—le grité, sé que no podía contenerse, pero yo tampoco quería sentir estos malditos impulsos y sé que podía ser más débil que él, él era quien tenía que resistirse, alejarse o me vería obligada a darle un rotundo rechazo, aún si ese no era mi deseo.No podía dejarme arrastrar por estos