Doble P.

—¡Soy una zorra!—exclamé al abrir los ojos y verme desnuda entre estos dos hombres.

—No…—masculló uno de ellos. Habíamos quedado en que para poder diferenciarlos, Ezequiel se quedaría a mi derecha y a mi izquierda Emmanuel. Por lo que el que hablaba era Emmanuel, a mi izquierda. Dejó una mano en mi hombro y devolvió mi cuerpo a la cama, para que de inmediato ambos me arroparan con sus manos.—Eres una loba, no una zorra.

Ezequiel dejó salir una risa y luego comenzó a besar mis pechos o el que le correspondía a él, dado que se dividieron mi cuerpo cuando ya cada uno había andado todo y hecho lo que se les vino en gana. Y le dieron ganas de muchas cosas.

La división solo salió cuando todo terminó, mientras pasaba eso nadie tenía territorio, yo solo era de ambos, cada parte, cada lugar de mí, ahora era de ellas.

Estuve con estos dos Alfas y…creo que no me arrepentiría jamás.

—Intenta dormido otra vez o…despertaremos nosotros también.

—¡Ya me duermo!—Y cerré mis ojos, mientras los recuerdos me asaltaban.

«—Tu deseo me corrompe.—dijo Emmanuel contra mis labios.

—No podrás con los dos, Lois.—me advirtió Ezequiel.—Te haríamos daño.—Con aquellas cosas en mis manos, era obvio que eso no podría entrar en ninguna parte de mi cuerpo, menos por partida doble, pero mi deseo decía lo contrario.

No retrocedería si eso era lo que ellos pretendían, asustarme no iban a poder.

—¿Fingirán que nunca han hecho un trío?—¿ahora querían hacerse los santos?

—¿Fingirás tú que no eres virgen, Lois?—Ezequiel tomó mi rostro, repartiendo besos por mi cara y torturándome con su lengua cerca de mi oído.—Tus pechos lo indican, las reacciones de tu cuerpo, tu manera de actuar, incluso tu olor.—ambos tomaran uno de mis senos a la vez, Emmanuel presionaba mi pezón con su pulgar, mientras que Ezequiel apretaba sus dedos contra el.—¿No quieres una primera vez romántica, en el bosque, bajo la luna llena mientras alguien te susurra que te ama?

Solté una fuerte carcajada, porque ese era mi plan cuando encontrara a mi pareja, un plan romántico en el que nos uniéramos bajo la luz de la luna y los “te quiero” y los “te amo” estuvieran a flor de piel.

Pero mi pareja me había rechazado, por lo que el plan estaba más que descartado.

Esa manera de perder mi virginidad ya no era viable.

—He sido rechazada, ya hace un tiempo. Unos dos años.—ellos se quedaron en silencio, retirando sus manos de mis pechos, bajaron hasta mis pies y tiraron de ellos, llevándome al borde de la cama.—¡¿Pero qué hacen?!—mis pies salieron, pero mi trasero se quedó dentro.

Los hermanos bajaron hasta mis muslos, arrodillándose frente a mí, separaron mis piernas desnudas, marcando con sus besos el camino que los conducía hasta mi vagina.

—Se perdió de mucho.—murmuró Ezequiel.

—Hay que ser muy tonto.—respondió a su hermano.

—Esta noche…no vas a recibir esas caricias llenas de amor y promesas que quizás nunca se puedan cumplir, pero deseo de ti no nos falta. Lois…

—…Te haremos nuestra.  

—¿Estás dispuesta?

—Es lo único que estoy esperando.

—Pero a nuestro modo, tú aquí no dices nada.

—Somos los expertos.

Cuando dos Alfas toman tu cuerpo y juran satisfacerte, complacerte hasta cada centímetro de tu cuerpo lleve sus nombres, entonces hay que prepararse, pero ni siquiera semanas me podían preparar para lo que los gemelos planeaban.

Mientras me tocaban, se sumergían entre mis piernas que no pasaban de temblar, expandiéndose hacia los lados. Al sentir el primer roce en uno de mis pliegues mis dedos se retorcieron y de mis labios huyó el primer gemido, solo para luego tragar con fuerza, apretando mis dedos contra la sábana.  

—Nada de eso dolerá, Lois.—no sabía cuál hablaba, pero por lo regular Ezequiel estaba siendo el que ponía la voz más suave para dirigirse hacia mí.

—Todavía no.

Sus lenguas competían sobre cuál ganaba más espacio en mi vagina, pero…no eran mezquinos, uno le daba chance al otro entre mi pequeño trozo de carne y ellos lamían con su lenguas cálidas y muy inquietas, provocando fuertes temblores en mí y esta terrible respiración agitada.

—¡Ah! ¡Aah! ¡¡Uhg!!—el remolino que sentí en mi vientre arrasó con todo a su paso y seguido hubo una presión allí.

—Es mi dedo.—¡¿Quién mierdas hablaba?!—Lo introduciré despacio, muy despacio ahora que tu cuerpo está bien acalorado.

—¡Espera…! Lo único que quiero saber es quién rayos es quién.—alguien se movió y encendió la luz. Mis ojos se cerraron ante la imagen desnuda de esos dos dioses lobos. ¡¿Qué eran?! ¡¿Solo mortales?! No podían serlo, sus figuras quemaban mis ojos, ese aspecto extremadamente sensual estaba siendo multiplicado ante mis ojos.

¡¿Por qué se veían tan perfectos?

—Soy Ezequiel.

—Soy Emmanuel.—Con la luz encendida, podía ver de qué lado estaba el que hablaba y solo así saber quién era quien. Necesitaba verlo, conocer quién me hacía qué, por cuál gemía más, a quién me aferraba o qué nombre gritaría, esas cosas eran importantes, yo quería saberlas.

Era Ezequiel quien iba a introducir su dedo en mi vagina, Emmanuel se encargaba de las otras cosas y yo no tenía la menor idea de cuándo realizaron la división de las labores. Pero los besos de Emmanuel apaciguaban la presión que el dedo de Ezequiel ejercía en mi interior, chupaba mis senos, besaba y mordía mi cuerpo, se acostó a mi lado y tomó mi mano, uniendo su rostro al mío, mirándome a los ojos y acariciando mi cabello.

Nos besamos de manera apasionada por un largo rato, hasta que ya estuve lista, sin darme cuenta de ningún dolor.

¿Ahora qué seguía?

—Ahora es tu turno.—Ezequiel vino a mí, tomando mi cuerpo y levantándome de la cama, giró mi cuerpo, dejándome de espaldas a él y entre mis piernas apareció Emmanuel.

Comenzaba a ponerme nerviosa, porque sabía que ya no se trataría de un dedo y aquello antes había estado entre mis manos y…¡de verdad no cabían en ninguna parte de mi cuerpo.

¿Me penetrarían los dos? ¡¿Cómo funcionaban los tríos!? ¡¿Qué harían?!

Las preguntas me asaltaban y a donde sea que mirara había uno de ellos, ¡sentía que se multiplicaban, que ya no habían dos, ¡estaban en mi cabeza!

Me imaginaba a los dos, peleándose por entrar primero a mí, pero estaban serenos y la única temblorosa e impaciente era yo.

Se notaba aquí quién era la inexperta.

Los juegos de antes dieron comienzo, pero ahora era Emmanuel quien tomaba la delantera, tenía el control en este momento, incluso Ezequiel me empujaba hacia él. Levantó mi muslo y lo acercó a su hermano, Emmanuel lo tomó y su pene se pegó a mí, sentía el de Ezequiel por detrás y mis temblores aumentaban.

Dos penes me rozaban, yo que pensaba que moriría virgen. Ahora tenía dos.

—No temas…—Me susurró Ezequiel.—Él será tu primera vez, es más gentil, más amable.—contrario a lo que yo creía, que Ezequiel era el más gentil, pero al parecer estuve equivocada.

Aferrada a Emmanuel, sujetándome de su cuello, él me alzaba por las piernas, fue allí, sobre él, mientras Emmanuel permanecía de pie, que sentí su pene intentar entrar en mí, la mano de Ezequiel acariciaba mi espalda, pero esto era más fuerte que un dedo, esto era ¡más grueso que un dedo!

Respiré profundo, esto iba a pasar tarde o temprano y no eran dos, en mí solo estaba entrando un pene. Esta se supone que era la parte buena, ¿no?

—Des…pacio.—me faltaba el aliento. ¡Esto no iba a entrar!

—Voy tan lento como puedo, nena.

—Pues ve más lento.—le dijo su hermano. La presión comenzó a disminuir y Emmanuel sacó su pene, siendo sustituido por los dedos de Ezequiel, el movimiento fue rápido, pero no brusco, haciendo que mi cuerpo se moviera, como si diera pequeños saltos y soltara gemidos con sus dedos dentro de mí y sus labios en mi cuello.—Ahora será más fácil.—comentó la voz a ronca de Ezequiel. Y luego salió, tomando su lugar de nuevo el pene de Emmanuel.

Ahora comenzó a entrar más fácil, poco a poco, pudiendo disfrutarlo, apreciarlo, con un poco menos de presión.

—¿Te duele?—preguntó, preocupado.

—N-No. Estoy bien.—¡Bien apretada con ese mazo dentro que no dejaba de empujar! ¡Bien excitaba con estos dos Alfas preocupados por mí! ¡Y bien perra! Disfrutando de esto, expandiendo mi mente y al fin comprendiendo la pequeña adicción que Viviana tenía hacia los Alfas. ¡Eran completamente adictivos. Y eso, que recién yo iba probando.

En un movimiento rápido, Emmanuel se puso de rodillas y dejó mi espalda en la cama, Ezequiel también llegó de manera veloz, sosteniendo mi cabeza sobre sus piernas.

Para Emmanuel, a pesar de que Ezequiel dijo que era el más gentil, esto estaba pareciendo una operación peligrosa.

—¡No te contengas!—tampoco quería que me trataran como si me fuera a romper en cualquier comento. No es como que algo así fuera a pasar, ¿o sí?—No voy a quebrarme.

—¿Estás segura?—preguntó con media sonrisa en su rostro.

—¿De qué otra manera voy a disfrutar de eso si ustedes no hacen las cosas como es debido? Quiero sentir que realmente estoy en un trío.

—Estás en un trío, nena.

—Estás en un trío, Lois.

Mis palabras le dieron el poder que ellos necesitaban para darle un nivel más profesional a esto. Pero primero, Emmanuel me dio una primera vez de lo más maravilloso, haciendo mi cuerpo sudar por todas partes, con la mínima participación de Ezequiel, salvo para calmarme cada vez que su hermano se volvía loco.

—¡¡Emma…nuel!!—el pene de Ezequiel empujaba hacia mis labios, ya humedecido por mi boca, ¡lo había probado! Llegando ese especio, como si no cupiera ni mi lengua, debajo estaba Emmanuel, con unos movimientos que me robaban el aliento y me hacían gritar, estas paredes habían escuchado su nombre un millón de veces y él sonreía en cada una de las ocasiones.—¡¡Oh!! ¡Despacio!

—Solo un poco más.—¿Un poco más? era como si aquella fuese su frase favorita.—Un poco más…y…listo.—¡Demonios! Sentí un calambre en todas mis piernas, bajando mi mirada hacia allí, su piel estaba completamente pegada a la mía, como si absorbiera mi vagina, completamente dentro de mí.

¡Me la introdujo completa!

Ezequiel movió su mano cerca de mi cara para arrojar un poco de aire hacia mí.

—Respira…—me recomendaba.—Respira, Lois. Abre tu boca y respira. Deja pasar el aire. Toma uno profundo y después suéltalo, pero respira.—Mis labios se separaron y comencé a tomar aire, pudiendo respirar. Una respiración profunda.—Lo haces muy bien.—se acercó a mis labios—Lo estás haciendo bien. Ahora bésame, eso va a distraerte.

Lo siguiente que pasó es algo que no puedo contarle a nadie, porque superé mis límites y borré de mi mente lo que alguna vez podría haber parecido extremo, exagerado o…imposible.

¡Doble penetración!

¡Sí! ¡Sí!

¡Dolió como el demonio! Aún luego de un largo rato mientras ellos hacían lo posible para que no fuera de ese modo, pero no pudieron hacer nada para que yo no pasara por ese dolor, aunque lo que vino después…no tenía nombre.

Emmanuel se había apoderado de la parte delantera mientras Ezequiel me penetraba por detrás, mi torso recostada a él, su mano consolándome y mi cuerpo saltando con cada una de las penetraciones sincronizadas de los gemelos.

Durante un largo rato Ezequiel tuvo que hacerse espacio con sus dedos dentro de… dentro de mi ano. ¡¿Por qué no me avergonzaba?! Fue mi primera vez para miles de cosas.

Emmanuel fue el primero en retirarse y mi cuerpo recostado a la cama era dominado por Ezequiel, apoyándose fuertemente en mi cintura, sacando gritos de mis labios y mis caderas en busca de él, haciendo que él me diera más.

Me colocó boca arriba y Emmanuel sujetó mis piernas para su hermano, humedeciendo sus dedos y llevándolos a mi vagina.

Sus dedos se enterraban en mi a la misma velocidad que el pende de su hermano penetraba mi trasero, la luz me permitía ver todo, eso era…como mi sueño más perverso. ¡Ni siquiera mi imaginación se atrevió a tanto!

De vez en cuando pensaba que despertaría al lado de los dos y me daría cuenta que solo estaba soñando, pero no pasaba de ese modo.

¡Esto era real!

¡Mi perversidad era real!

Todo este deseo sin control, que no parecía saciarse nunca, porque cada cosa que ellos hacían…yo quería más, sabía que ellos me darían más y me quedaba en espera de eso.

Los gemelos me daban más.

Quería…más y más.

La doble penetración resultó dolorosa, incómoda, asfixiante pero solo la primera parte; la recompensa era mayor, porque todo lo que mi cuerpo sentía al tenerlo a los dos en mi valía el primer dolor.

—Ezequiel, Emmanuel.—Besaba a uno, giraba mi rostro hacia el otro.

Ezequiel sabía a pasión y Emmanuel a deseo.»

—Huelo tu deseo.—ronroneó Ezequiel a mi derecha.

—A mi ya me ha despertado.

—¡Duérmanse! No pondrán ni in solo dedo en mí. ¡Me duele todo!

—Yo sé cómo aliviar eso.—dijo Ezequiel.

—¡No…! Tú no.—llevé mis manos a mi trasero, protegiéndolo de él.—Tú nada.—protesté, escondiéndome debajo de las sábanas, solo para que ellos fueran también allí.—Vamos a dormir. Es buena idea.

—Vamos a darte los buenos días.—el tono de voz de Emmanuel no fue de fiar.

No sé cuál llegó primero entre mis piernas, pero sus largas y calientes lenguas ya bañaban mi vagina en esta mañana.

¿Podía seguir siendo un sueño o de verdad esto era real?

¡¿Qué haría una Omega con dos Alfas?!

Ya sabía la posición y ellos se colocaron cada uno en su lugar, mientras yo estaba en medio de los dos, a punto de ser penetrada.

Doblemente penetrada.

Pensé que estaría todavía adolorida, pero lo único que estaba era dispuesta a esto.

Adictivo.

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