ENZONo entiendo qué pintan los humanos aquí. Sus fronteras están cerradas, cazadores con armas brillando bajo el sol, y ese olor a muerte que no se va. No han abandonado la línea, ni siquiera después de que apagaron el fuego que cruzaba de mi territorio al suyo por donde cruzó Aidan, el maldito Aidan en fuego, un fuego que no debería haberse detenido, al menos no como parecía… No parecía que iba a apagarse.No me gusta. Hay algo en ellos, en esa mujer rubia, Valyerek, con sus tatuajes que no son tatuajes. No son humanos, no del todo, y mi piel lo sabe, aunque mi mente no lo descifre.Solo bastó verlos una vez para saber que algunas cosas ya han cambiado con ellos. ¿De qué me estoy perdiendo?Camino hacia el territorio de Thorne, el olor a lobo llenándome la nariz. La manada está tensa, sus patrullas moviéndose en las sombras, y el cielo gris pesa como una losa. Thorne está aquí, lo sé, aunque no quiere verme.Se abre paso entre sus lobos y se acerca a mí.—Sé que todo esto es un fast
LOISEl mundo es oscuro, pesado, un bosque plateado que me ahoga. Árboles altos brillan, sus hojas doradas cayendo lentas, pero no tocan el suelo. Estoy atada, cuerdas cortándome, y la sangre sale, goteando en frascos que brillan rojo. Voces susurran, un cántico que me quema, y las sombras se mueven, veinte figuras, sus ojos violetas, grises, verdes, clavándose en mí. Quiero gritar, pero mi voz no sale. Aidan, pienso, y su rostro aparece, ardiendo, sus ojos oscuros buscándome. Pero no está aquí. Estoy sola, y la sangre sigue cayendo, llevándome con ella.Despierto con un jadeo, mi pecho subiendo rápido, el aire cortándome la garganta. Todo duele. Mi cuerpo es un peso muerto, mis brazos pesados, y siento cosas pegadas a mí, tubos, cables, una máquina pitando a mi lado. Estoy en una cama, una habitación blanca, fría, y el olor a metal y sangre me llena la nariz. Mi corazón late fuerte, demasiado fuerte, y mi voz sale, débil, rota.— Aidan… —susurro, y las lágrimas queman mis ojos.Abro
ENZOEl bosque plateado brilla bajo un cielo que no debería existir, los troncos reluciendo como si sangraran luz, las hojas doradas cayendo lentas, atrapadas en un tiempo roto. El olor de Aidan está aquí, ceniza y sangre, un rastro que me guía desde que probé la sangre de esa omega, Lois, y vi este lugar en mi mente. Runas rojas, Aidan ardiendo, los gemelos borrosos. No sé qué significa, pero lo encontraré. Lo cazaré.Lo siento antes de verlo, una sensación de calor que no pertenece a los lobos. Está cerca. Mis ojos recorren los árboles, y ahí está, una sombra moviéndose rápido, su figura encorvada, corriendo entre las raíces plateadas. Aidan.Pobre conejo, pensando que puede escapar de mí. Mis piernas se mueven, más rápidas que el viento, y lo sigo, el aire cortándose a mi paso. Salta una raíz, su respiración pesada, pero estoy sobre él en un instante, mi mano rozando su espalda antes de que gire, sus ojos tan llenos de pánico.— ¿Vas a hacer ese truco de nuevo? —pregunto, mi voz su
THORNEEl bosque plateado arde en mi visión, las llamas de Aidan lamiendo los árboles, hojas doradas cayendo como cenizas.No es vampiro, no es lobo, pero no me importa qué es. Es una amenaza, una mancha en mi territorio, y no lo dejaré correr más. ¿Se cree que puede entrar y salir cuando quiere?Mi cuerpo se enciende, fuego rugiendo en mis venas, y salto sobre él. Aidan retrocede, su collar brillando, pero es lento, torpe, no rival para mí. Mi puño lo alcanza, un golpe brutal en su cabeza que lo arroja al suelo, su fuego apagándose como una vela bajo la lluvia. Un quejido sale de sus labios, sangre goteando de su frente, y su cuerpo se queda quieto, malherido, apenas consciente.¿Creía que íbamos a pelear? No tiene la más mínima posibilidad contra mí.Enzo se mueve, rápido, sus colmillos brillando bajo la luz plateada, acercándose al chico como un buitre. Mi gruñido lo detiene, profundo, animal, y me planto entre él y Aidan, mi sombra cubriendo el cuerpo roto.— No te acerques al muc
Despertar cada día y pensar que el resto de mis días solo sería una Omega, me llenaba de desanimo, sumándole eso a mi enfermedad, nada pintaba muy bien.Hace una semana cumplí los veinte años.Habían tres cosas malas en mi vida.La primera, ¡seguía siendo virgen!La segunda, ¡encontré a mi pareja a los dieciocho! Pero esta me rechazó al ver que yo solo era una Omega. Y no lo culpo, estaba sirviendo las comidas a los hijos de los Betas cuando él sintió mi olor, luego de ser un invitado especial de la manada, y sí, al verme me rechazó y salió huyendo, lo que reducía bastante mis posibilidades de poder salir de la manada, porque como estudiante tampoco pude conseguir una beca e irme a estudiar fuera.Varios meses delicada de salud me prohibieron esforzarme al máximo con mis estudios.La tercera, quizás más importante. Nací con una condición “especial”, como la llamaban de vez en cuando cada vez que tenía que tratarme, había que hacerme transfusiones de sangre cada tres meses, lo que cost
No podía escuchar nada, más que el retumbar de mi corazón, esos saltos en mi pecho, esos fuertes latidos y esas dos manos sujetándome mientras entrábamos a la fiesta, de pronto comenzaron a bailar alrededor de mí, ellos bailaban conmigo en el medio de los dos y así duraron unos minutos, provocaron sonrojo en mis mejillas y calor en todo mi cuerpo, los dos me brindaron bebidas a la vez y yo rechacé ambas, jamás en mi vida había probado una gota de alcohol, pero un segundo después me tomé toda una copa de no sé qué y luego la otra porque los dos me exigieron tomar, seguían bailando, todo el mundo se alocaba aquí, yo estaba tiesa, tan dura como el tronco de un árbol, que ni mis pies se movían, tan solo mis ojos en busca de a dónde correr.Una mano me sujetó, ni idea de quién era, pero ellos dos me sujetaron también, gruñendo al otro chico, que de inmediato se disculpó y desapareció entre la gente.—Sonríe.—sujetó mi rostro y lo levantó, no sabía ni cómo se llamaban o qué hacía yo aquí, p
Emmanuel era el de las manos rápidas, eso ya lo había notado, en menos de cinco minutos ya había tocado mi trasero unas diez veces.Sí, las conté, porque cada vez que lo hacía enviaba unos pinchazos a mis piernas. Debilitándolas.Ezequiel era…¿cómo explicarlo? Mis pasos no podían estar lejos de él, seguía todos mis movimientos, era el que más cercano bailaba y exigía contacto visual conmigo. Desde luego, podría verse que estos dos Alfas me acorralaban, pero no sé si era por el alcohol, la adrenalina del lugar, no sentirme cobarde o algo más, pero estar en medio de ellos dos arrojaba algo en mí. Aparte de todo este calor que recorría mi cuerpo.Emmanuel, que estaba detrás de mí, posó sus manos en mi cintura luego de dejar un trago en mi mano, me llevó hasta tocar su pecho y después se acercó a mi oído, Ezequiel solo tardó un segundo en seguirnos el paso.—¿Qué hará una omega en nuestra universidad? Te van a comer viva, ¿lo sabías?—¿Qué vas a estudiar, Lois?—Ezequiel tomó el vaso vació
—¡Soy una zorra!—exclamé al abrir los ojos y verme desnuda entre estos dos hombres.—No…—masculló uno de ellos. Habíamos quedado en que para poder diferenciarlos, Ezequiel se quedaría a mi derecha y a mi izquierda Emmanuel. Por lo que el que hablaba era Emmanuel, a mi izquierda. Dejó una mano en mi hombro y devolvió mi cuerpo a la cama, para que de inmediato ambos me arroparan con sus manos.—Eres una loba, no una zorra.Ezequiel dejó salir una risa y luego comenzó a besar mis pechos o el que le correspondía a él, dado que se dividieron mi cuerpo cuando ya cada uno había andado todo y hecho lo que se les vino en gana. Y le dieron ganas de muchas cosas.La división solo salió cuando todo terminó, mientras pasaba eso nadie tenía territorio, yo solo era de ambos, cada parte, cada lugar de mí, ahora era de ellas.Estuve con estos dos Alfas y…creo que no me arrepentiría jamás.—Intenta dormido otra vez o…despertaremos nosotros también.—¡Ya me duermo!—Y cerré mis ojos, mientras los recuerdo