Enfrentamiento

EMMANUEL

Soy el primero en verlo entrar. El portón del castillo cruje bajo su fuerza, y el eco de sus pasos retumba como un tambor de guerra. Mi padre, Thorne, no camina: aplasta el suelo con cada zancada, su furia contenida en los hombros anchos que podrían derribar montañas. Ezequiel está a mi lado, rígido, con los puños apretados, pero soy yo quien debe hablar. Siempre he sido yo. El aire huele a hierro y ceniza, y mi pecho se tensa como si algo dentro quisiera romperse. No puedo dejar que lo haga.

Estamos aquí porque necesitamos cambiar las cosas, necesitamos a Lois y para eso las condiciones deben ser mejores para ella, para nuestra relación.

— ¿Vienen a rendirse? —Su voz corta el silencio, grave, un gruñido disfrazado de pregunta. Sus ojos, duros como el acero, nos barren a mí y a Ezequiel como si fuéramos cachorros insolentes. No se sienta en su trono; se queda de pie, imponente, una torre de músculo y voluntad que nos recuerda que él es el alfa. Siempre lo ha sido—. ¿O creen q
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