Ira

EZEQUIEL

No aguanto más. Su voz me taladra los oídos, esa calma podrida mientras Emmanuel sigue hablando como si palabras pudieran detener a este monstruo. Thorne está ahí, de pie, una maldita montaña de músculo y furia tranquila, mirándonos como si fuéramos mierda en sus botas. Mi sangre hierve, mis puños tiemblan, y el sol dentro de mí ruge como una bestia enjaulada. No voy a dejar que nos quite lo que es nuestro. No voy a dejar que la arranque de mí.

Mientras más dura esto, más se alarga la distancia entre Lois y nosotros, no puedo soportarlo más. Vinimos a arreglar eso, no a perder el tiempo.

Mi orgullo es un incendio, y voy a quemarlo todo.

— ¿El círculo? —bramo, dando un paso que hace crujir el suelo—. ¡No necesito tu maldita prueba, viejo! ¡Soy un alfa! ¡Y no te dejaré pisarme!

Thorne me clava los ojos, y su boca se tuerce en una mueca que no llega a sonrisa.

— ¿Tú? —Su voz es un latigazo, seca y afilada—. Eres un cachorro rabioso. Siéntate antes de que te rompa.

Eso es todo. E
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