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Capitulo 15: Miedos.

En su vida pensó que la hora de la cena podía llegar a ser tan incómoda como lo había sido esa noche, estar en medio de cuatro lobos alfas era una verdadera tortura... a pesar de la aparente actitud relajada de todos ella sentía el ambiente cargado de tensión, una extremadamente abrumadora que se cernía principalmente sobre ella.

El aura de su madre podría ser comparada con la de una guerrera amazonas lista para saltar sobre los tres hombres alfas que las acompañaban esa noche en la mesa... la situación resultaba tan incómoda que apenas y logro ingerir bocado, sentía que su garganta se había cerrado de un momento a otro y lo único que deseaba era salir corriendo de ese lugar.

¡Por Dios!, nunca imagino que se llegaría a sentir tan incómoda en su propia casa... por eso agradeció cuando la cena terminó, se apresuró a retirar los platos y a lavarlos enseguida, encerrándose en la cocina a modo de huida de la convivencia de los cuatro alfas que parecían competir por el dominio de la situación.

Arthur y Zac se mantuvieron un poco alejados, de pie a las afueras de la casa mientras que el profesor Andruw y su madre estaban de pie en el umbral de la puerta.

— Lo sabías ¿verdad? — indagó Andruw con su mirada fija en la espalda del gran alfa.

— ¿El qué? — pregunto Anna aparentemente sin entender a qué se refería su compañero.

— Que sería tu hija quien conquistará el corazón del gran alfa — su mirada se desvío de Arthur hacia Anna.

— ¿Cómo he de saberlo?, el destino obra de manera misteriosa y es imposible predecirlo — respondió tranquilamente, Andruw guardo silencio unos segundos, observando con demasiada intensidad a la mujer de pie junto a él.

— No para ti, siempre podías predecir lo que iba a pasar... que parejas se iban a formar, incluso antes de que se formara su vínculo... sabías cuando algún acontecimiento importante iba a ocurrir... ¿Cómo lo haces?, no creo que sea mera casualidad — frunció el ceño pensativo, ahora que miraba al pasado le parecía muy evidente que Anna tenía algo, algún don que le permita predecir lo que estaba por suceder.

— No soy yo — Anna siguió con la mirada cada movimiento de su hija Anette, como salía de la cocina por la ventana y caminaba de puntitas hacia Arthur con el objetivo de no ser escuchada, observo como lo abrazaba por la espalda y este aceptaba el gesto gustoso. Anette recostó su rostro de la espalda de Arthur, cerrando los ojos para disfrutar del momento de paz — yo solo cuido algo que no me pertenece...

Andruw arrugó aún más el entrecejo, intentaba entender las palabras de Anna; ¿Cómo podía ella cuidar de las habilidades de alguien más?, ¿le estaba diciendo que Anette tenía algún tipo de habilidad reprimida que ella podía usar a su antojo?.

— No lo entiendo — confesó.

— Yo tampoco lo hacía al principio pero cuando Anette nació comencé a ser capaz de ver cosas que antes no podía — tomo la mano de Andruw, entrelazando sus dedos mientras hacía una sutil seña hacía Arthur y Anette, indicándole que los mirara.

Andruw contuvo un jadeo al hacerlo, observando lo que antes no estaba allí: en la muñeca izquierda de Anette aparecía un hilo rojo, que daba tres vueltas sobre su muñeca antes de perderse más allá de esta... parecía estar enredado en su camino pero finalmente terminaba uniéndose a la muñeca izquierda de Arthur.

— ¿Es acaso el hilo rojo del destino? — cuestiono, sin estar seguro de lo que sus ojos veían y preguntándose ¿por qué si Arthur y Anette compartían los extremos de su hilo rojo del destino, este parecía estar tan enredado?.

— El destino al igual que los más puros sentimientos son como la seda que tejen las crisálidas durante la primavera: no pueden ser cortados ni deshechos... solo pueden enredarse y estirarse hasta volver a encontrarse el uno al otro — esbozo una ligera sonrisa — más que ser el destino del otro, comparten un pasado, un presente y un futuro...

— ¿Cómo pueden compartir un pasado? — tenía tantas preguntas que formular pero algo en él le decía que no obtendría las respuestas que quería.

Anna dejo escapar una risita ante la interrogante de su compañero — eso querido amigo... es algo que ellos deberán averiguar — Andruw asintió, entendiendo que había cosas en las que era mejor no meterse aunque no pudo evitar desviar su mirada hacia un mano izquierda, encontrándose con un brillo tenue, un hilo rojo apenas perceptible el cual se encontraba cortado, hundiendo en un doloroso vacío a su capricho corazón que, en el fondo de su ser; conservaba la esperanza de que ese hilo rojo continuar su camino hasta enredarse en la muñeca izquierda de Anna.

Pero con gran dolor debía enfrentarse a la realidad: su destino había sido cortado hace mucho tiempo y es imposible recuperar algo que realmente nunca se tuvo. Dejo escapar un pesado suspiro, no importaba cuando tiempo pasara, aún no lograba superar del todo aquellos sentimientos que alguna vez albergo hacia la ex heredera de la familia Sinclair. ¿Cómo podría ser que sentimientos tan intensos como aquellos no fueran un designio de la diosa luna?, ¿cómo podía amar de esa manera a una mujer que no era su destino?; por más que quería entender no lograba hacerlo.

— Ya es tarde lo mejor será que me vaya — expreso Andruw al momento en que Anna soltó su mano, haciendo un esfuerzo sobre humano para ignorar aquel vacío que sentía en su corazón ante la ausencia del tacto ajeno.

— No te irás, cuidaras de Anna está noche — hablo de pronto Arthur, dejando totalmente sorprendidos a los presentes; sobre todo al profesor y a Anna, quienes se sonrojaron ferozmente.

— No es necesario... — se apresuró a decir la mujer, deseando que Arthur desistiera de esa terrible idea de dejar a Andruw como su guardián.

— ¿Cuestionas una orden de tu alfa? — indagó Arthur, adoptando una expresión serena.

— Por supuesto que no... es solo que...

— Bien perfecto... Anette ve por tus cosas, nos marchamos de inmediato — ignoro magistralmente lo que fuera que la madre de Anette tuviera que decir mientras que la muchacha asintió con un leve movimiento de cabeza antes de ingresar a la propiedad por sus cosas — bien... les pido por favor que ninguno hable de lo que ha ocurrido hoy, me encargaré de enviar un grupo de elite a investigar sobre el vampiro, no quiero que el concejo de ancianos se entere todavía; son capaces de cualquiera cosa con tal de alejarme de Anette, incluso podrían alegar que ella solo busca mi atención y que todo es solo una vil mentira para manipular...

— No me sorprendería... esos viejos son capaces de cualquiera cosa — opinó Andruw, cruzándose de brazos y adoptando un semblante pensativo, no sería la primera vez que los ancianos intentaban ocultar un hecho como ese; ya había pasado en el pasado cuando Anna alego haber vislumbrado un vampiro — me preocupa que el impulso de "atacar a Anette" sea algo más permanente que un simple ataque al azar.

— No se preocupe profesor Roberts. Encárguese de cuidar a la madre que yo me encargaré de cuidar a la hija — respondió esbozando una sonrisa ladina, de inmediato tanto Andruw como Anna fueron invadidos por un fuerte sonrojo, sintiéndose incapaces de mirar al otro.

— Estando en la mansión Standerwod ningún vampiro podrá arremeter contra Anette. Sería una muerte asegurada — intervino Zac, quien se había mantenido al margen del asunto hasta ese momento.

— ¿Y usted no piensa que sus acciones pueden mancillar la buena reputación de mi hija? — señaló con su dedo índice hacia Arthur, de forma acusatoria, acción que tomo desprevenido al muchacho quien se inclinó hacia atrás para evitar algún altercado — ¿sabe lo que dirán los ancianos y el resto de las manadas?, ¡que Anette se está metiendo en su cama solo para ganar su favor!.

Arthur sintió que algunas gotas de sudor resbalaban por su frente, no había esperado tal reacción por parte de Anna. Levanto ambas manos como señal de paz para evitar que la mujer se abalanzara sobre él.

— Descuide, descuide... me encargaré que la reputación de Anette no se vea afectada... yo solo quiero protegerla y si la vida me lo permite hacerla mi esposa — un jadeo repentino hizo que los presentes se girarán hacia el origen del sonido, encontrando a Anette de pie a pocos pasos de ellos; con clara expresión de sorpresa.

— ¿Tu esposa? — cuestionó, clavando su mirada en Arthur quien pareció repentinamente avergonzado mientras comenzaba a masajear su nuca como clara señal de nerviosismo.

— Si... ¡Pero no ahora!... ¡Es decir, sé que apenas me conoces!... — explico apresuradamente — sería muy apresurado pedirte ser mi esposa en este momento — susurro más para sí mismo que para los demás. Zac esbozo una casi imperceptible sonrisa al notar el nerviosismo de su amigo, era increíble que, con tan solo dos días de conocerla; Arthur ya estuviera contemplando la idea de hacer a Anette su esposa. ¡Evidentemente Arthur ya estaba completamente perdido por esa mujer!.

— Bueno... puedes preguntarme en un tiempo... quizás acepte — respondió la muchacha para sorpresa de todos, luego se giró para dar un fuerte abrazo a su madre — ¿De verdad estarás bien, mamá?.

— No te preocupes, cariño — Anna uso ese tono cariñoso que solo era reservado para su hija — ve con Arthur, con él estarás a salvo de cualquier ataque... no debes preocuparte por mi...

— Además... yo estaré para cuidarla — intervino el profesor Andruw con una gran sonrisa mientras posaba su brazo sobre los hombres de Anna — no debes preocuparte, Anette.

Ella asintió con un leve movimiento de cabeza, el profesor Andruw la había defendido de aquel vampiro así que era fuerte y tenía un alto sentido de protección, además su madre también poseía habilidades para defenderse... así que lo mejor era calmar sus preocupaciones.

— Te amo, mamá — se despidió de su madre esforzándose por ignorar el vacío que se apoderaba de su pecho; aunque quisiera aparentar tranquilidad no podía sacarse a aquel vampiro de la cabeza; tenía miedo... miedo de que fuera algo más que una casualidad, que alguien estuviera acechando entre las sombras; esperando el momento para hacerle daño.

— Todo estará bien — aseguro Arthur mientras posaba su mano sobre el hombro de la muchacha, era consciente de sus inseguridades, de sus temores y solo él podía transmitirle calma en ese momento — yo voy a protegerte, Anette... ya no tienes por qué sentir miedo nunca más.

Y esas palabras fueron más que suficientes para que las cristalinas lágrimas brotaran de sus ojos... ya no estaba sola, ahora lo tenía a él.

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