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Capitulo 20: El sentimiento correcto.

Su beso duró un par de minutos... cuando finalmente se separaron Arthur la miro con expresión sería plasmada en su rostro, frunciendo ligeramente el ceño.

— ¿Ocurre algo? — preguntó ella, sintiéndose un poco incómoda por la intensidad de su mirada.

— ¿Por qué gritabas de frustración?, te escuché mientras estaba en la reunión — de inmediato los colores subieron al rostro de Anette, sus mejillas ardieron de la vergüenza.

— ¿Me... escu... chaste? — tartamudeo, ¡no espero que él la hubiera escuchado!, aun cuando uso una almohada para amortiguar su grito.

— Jaja por supuesto... tengo el mejor oído en este lugar, además de un increíble vínculo contigo. Así que ¿me dirás que atormenta tu pequeño corazón? — Anette guardo silencio por un minuto, observando a Arthur y lo hermoso que se veía cuando reía de esa manera; estando tan relajado y alegre si parecía una persona de su edad. Después de todo solo era un joven de 21 años.

Ella no pudo evitar sonreír ante sus observaciones mientras pensaba que aún tenía un largo camino por delante en cuánto a conocer a Arthur se trataba — solo me sentí abrumada por algo que dijo Aurora... pero nada de qué preocuparse.

— ¿Estás segura? — Indago expectante. Esta vez fue ella quien dejó escapar una risita divertida.

— Estoy segura Arthur... no debes preocuparte — le dedico una sonrisa tierna, de esas que hacían parecer que irradiaba una luz celestial de ella; el corazón de Arthur dio un vuelco en ese instante y sus mejillas ardieron con un leve sonrojo ¿cómo alguien podía ser tan adorable como lo era Anette?, parecía algo irreal.

— Ya vamos a dormir, Anette — la tomo de la mano para guiarla hacia la cama como si fuera una niña pequeña, ella se recostó con cuidado y él la cubrió con las mantas de inmediato, tomándose un momento para observar la paz que parecía irradiar de ella y como lograba que su corazón olvidará las preocupaciones con solo estar a su lado — Eres tan hermosa... sé que apenas nos conocemos pero sería feliz de dedicar mi vida entera a amarte con total devoción — expreso, mientras acariciaba la mejilla de Anette con delicadeza.

— Arthur... el futuro no está escrito en piedra... cualquier cosa podría pasar entre nosotros... recuerda que yo soy solo una frágil humana y eso hace mi vida efímera — no quería herir los sentimientos de Arthur pero dada las circunstancias creía oportuno recordarle que ella no era como él, ella no era indestructible y aunque quisiera no pensar en ello; no podía olvidar que allí afuera había un vampiro psicópata tratando de obtener su cabeza.

— No permitiré que nada malo te pase — prometió, dedicándole una dulce sonrisa — yo te protegeré, no estoy dispuesto a perderte nunca más — aunque moría de ganas por decirle la verdad, por gritarle que ella había sido su primer amor... que ella era esa mujer que tanto había anhelado encontrar. Esa que en su primera vida no pudo amar por cuestiones del destino pero que ahora no estaba dispuesto a dejar ir.

— Arthur... hablas como si me hubieras perdido jaja sigo aquí y mientras mi corazón este latiendo, aquí seguiré — se acomodó dejando que sus párpados se cerrarán, ya que los sentía muy pesado a causa del sueño; el cansancio de todo lo ocurrido en el día finalmente comenzaba a hacer mella en ella y era inevitable que cayera rendida.

— Si tan solo supieras lo mucho que me dolió perderte la primera vez... — susurro cuando estuvo seguro que Anette estaba profundamente dormida, aún le dolía el corazón al recordar como la había perdido la primera vez... aún el recuerdo de ella sin vida entre sus brazos lo perseguía en forma de pesadillas, pesadillas que esperaba terminarán ahora que ella estaba con él.

Decidió dejar esos pensamientos, que lo atormentaban; de lado y sumergirse en el mundo de los sueños, no quería comenzar a perderse en el pasado cuando todavía tenía un gran futuro por descubrir...

Las horas de sueño pasaron con rapidez, cuando el sol comenzó a entrar en la habitación Anette se removió inquieta; al abrir los ojos se encontró sola, dejo escapar un profundo suspiro mientras se preguntaba ¿A dónde habría ido Arthur?.

— Buenos días señorita Anette — saludos una mujer de unos 50 años, mientras le pasaba una bandeja con el desayuno, así que ella era la causante de que los rayos de sol perturbaran su sueño.

— Gracias... no era necesario traerme el desayuno a la cama — agradeció con las mejillas levemente sonrojadas, se sentía extraño ser atendida de esa manera.

— Me presento, mi nombre es Sephora — se inclinó en un ángulo de 60 grados, a modo de reverencia — el joven maestro me pidió que la atendiera, además de excusarlo; tuvo que salir muy temprano a atender algunos asuntos. También le dejo esto — la mujer le entrego una rosa blanca y un sobre blanco — con su permiso, me retiro.

Sin más salió de la habitación, dándole privacidad a Anette quien se tomó un momento para disfrutar del aroma de la rosa antes de abrir el sobre el cual contenía una tarjeta bancaria de color negro y una carta.

— Vaya... sí que tiene bonita caligrafía — opino al ver la perfecta letra cursiva con la que Arthur escribía. ¿Acaso ese hombre era perfecto en todos los sentidos?, ¿existía algún mísero defecto en él?.

Querida Anette.

Lamento no poder estar allí para el comienzo de un nuevo día, por más que me encantaría ser lo primero que tus adorables ojos azules observen al despertar; debo atender mis responsabilidades. Ordene a Sephora que te dé todo lo que necesites y todo lo que tú pequeño corazón pueda llegar a desear.

Además he puesto a tu disposición una de mis tarjetas bancarias, úsala a tu antojo; al igual que mi amor por ti está no tiene límites y conociendo a mi querida hermanita, sé que te arrastrará de compras en cualquier momento del día. No te preocupes por los gastos, llamaré cuando las cifras comiencen a asustarme; aunque dudo que eso ocurra, nunca nada será suficiente para ti. Hermosa flor de mi jardín.

Ansió que las horas pasen con rapidez para verte, cuento los minutos para volver a tenerte entre los brazos. Ten presente que te adoro y siempre te mantengo en mis pensamientos.

Siempre tuyo. Arthur Standerwod.

Una sonrisa involuntaria se plasmó en los labios de Anette, al leer las hermosas palabras de Arthur su pecho se llenaba de una calidez inexplicable y que sinceramente nunca imagino que podría sentir. ¿Así se sentía estar enamorada?, ¿solo un par de días era suficiente para comenzar a enamorarse de Arthur?, no lo sabía con certeza... pero al estar junto a él sentía como si finalmente hubiera encontrado su lugar en el mundo; como si estuvieran hechos el uno para el otro y su destino siempre hubiera sido encontrarse.

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