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Capitulo 28: Cayendo a tus pies.

Fue un total shock sentir los labios fríos del vampiro sobre los suyos propios, ni en sus más profundas pesadillas hubiera imaginado recibir un beso por parte de uno de esos seres fríos y mortales.

Aunque el beso solo duro unos segundos y fue sumamente delicado, no pudo evitar sentirse extraña, los labios de Nicolás eran fríos al tacto y aunque no resultaba incómodo si dejaba una extraña sensación de hormigueo ante su tacto.

La cercanía de Nicolás era muy diferente a todo lo que ella conocía... era como si se estuviera hundiendo en aguas tan calmadas como heladas, era una sensación extraña y más si compraba la experiencia con lo que sentía ante la cercanía de Arthur, quien a diferencia del vampiro, la hacía sentir presa entre las llamas.

No pudo evitar pensar en lo diferentes que eran ambos individuos, dos polos opuesto que de alguna forma habían logrado converger entorno a ella. Dos extremos muy diferentes de un mundo de fantasía que, de alguna forma retorcía; habían terminado formando parte de su vida, despertando en ella un remolino de emociones desconocidas.

El vampiro ni se inmutó al sentir el empujón que la chica le daba, intentado poner distancia entre ellos; lejos de preocuparse por alguna reacción violenta parecía divertido ante su forcejeo mostrando una sonrisa llena de dientes que podía ser tan peligrosa como atrayente.

— Me gusta cuando actúas como una fiera retadora — aseguro, soltando su agarre de la cintura femenina, ante sus ojos Anette era sumamente entretenida, le agradaba, más allá de su belleza física, la cual era bastante evidente; parecía ser una mujer tenaz y sumamente inteligente, le gustaba la forma en que estaba enfrentado ese repentino contacto con un mundo caótico.

Sin duda Anette Sinclair era una cajita de sorpresa, cualquier humano normal estaría aterrado de estar atrapado entre dos mundos tan diferentes, estaría aterrado de oscilar entre dos enemigos mortales como lo son los lobos y los vampiros pero ella... ella parecía abrazar con gran satisfacción aquellos retos que la vida le estaba arrojando a la cara.

— ¡No te atrevas a volver a besarme!, idiota — ordenó la chica, mirándolo con el ceño fruncido y las mejillas sonrojadas.

— ¿Y si no que, Anette?, ¿qué harás para evitar que te bese? — pregunto avanzando un par de pasos hacia ella hasta que su espalda choco con el barandal, acorralándola entre la frialdad de su cuerpo y los límites de aquel balcón donde se encontraban.

Ella observo como Nicolás apoyaba las manos en el balcón, una a cada lado de su cuerpo, impidiéndole escapar de su cercanía. Sintió su corazón acelerarse descaradamente mientras sus mejillas ardían ante el eminente sonrojo que se apoderaba de ellas.

— Apuesto que si fuera tu lobo pulgoso quien te besara lo estarías disfrutando Anette pero ¿sabes qué? — hablo en un tono de voz bajo, mientras se inclinaba hacia ella, muy cerca de la piel de su cuello — no me importa... no descansaré hasta que prefieras mis besos sobre los de ese saco de pulgas — depósito un par de suaves besos sobre la piel expuesta del cuello femenino, sintiendo el latir de la sangre corriendo por sus venas, tan tentador como prohibido.

Así era Anette para él, tentadora y prohibida... no negaría que su olor, su sangre, despertaba los más bajos instintos que podía albergar en él pero más allá de desear clavar sus colmillos en ella, deseaba poder saborearla centímetro a centímetro, deseaba poder pasar su lengua por su cálida piel... deseaba escuchar los latidos desenfrenados de su corazón... mirar sus mejillas sonrojadas...

Ella era tentadora, ¡Oh sí!, era jodidamente tentadora de una forma que resultaba dolorosa... porque podía sentir nacer dentro de él la necesidad de tenerla, de poseerla como algo más que una simple presa... ¡ella era mucho más que eso!, mucho más que una encomienda que debía llevar ante su maestro, mucho más que un premio que cualquiera desearía obtener. Ella era tentación, locura, deseo... ella era todas aquellas emociones humanas que creía olvidadas y que ahora regresaban a él con mucha más intensidad.

Anette Sinclair le recordaba lo que era estar vivió, mucho más que en la simple mortalidad... ella lo ahogaba, lo encerraba en su esencia y lo atraía hacia ella con tanta intensidad que era imposible resistirse a su influjo y lo hacía preguntarse ¿de verdad era una humana normal?, ¿de verdad era solo aquella niña perdida en la oscuridad que había creído al principio?.

Porque ante sus ojos ella era luz, luz cegadora e intensa que lo arrastraba de una forma mágica... era la calma en medio de la tormenta pero a la vez era como las olas azotando la bahía de forma repentina...

Ella era peligro y tentación, esperanza y perdición... pecado y deseo... vida y muerte... ¿por qué?, ¿por qué una simple humana parecía estarlo doblegando hasta el borde de la esclavitud?, ¿por qué ella parecía estarlo poniendo a sus pies con solo existir?, ¿por qué se sentía cayendo al borde de un abismo?... Y lo más importante ¿cómo podía huir de todo eso que le hacía sentir?, ¿había siquiera una mísera esperanza de poderse librar de ese hechizo en el que Anette lo estaba sumergiendo?...

No, estaba seguro de que no había forma de escapar... porque solo mirar por un segundo esos ojos azules de Anette fue más que suficiente para tener la certeza de que estaba totalmente perdido, perdido en un mar de emociones, de sensaciones... perdido en el enigma que representaba la mujer frente a él; porque aunque parecía tan transparente y pura como el cristal, sentía que había mucho más de lo que podía ver en la superficie.

No sabía cómo ni porque pero tenía la certeza que Anette Sinclair representaba un antes y un después en su vida, representaba ese punto de inflexión que ni siquiera sabía que estaba esperando que llegara... Sabía que esa niña de ojos azules y mejillas sonrojadas estaba marcando tanto el final como el comienzo de un ciclo destinado a cumplirse.

Porque de alguna forma esa simple humana no solo marcaba un cambio para él, sino para todo lo que creía conocer; el mundo estaba destinado al cambio y ese cambio comenzaba con ella, estaba seguro de ello. Pero ¿qué ocurriría a partir de ahora?, ¿cómo podía proteger la vida de alguien que estaba destinada a cumplir propósitos más grandes que su miserable existencia?, debía averiguarlo porque, por más que lo intente, las manecillas del reloj no se detendrían y tarde o temprano todos debemos cumplir con nuestro destino...

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