Fue un total shock sentir los labios fríos del vampiro sobre los suyos propios, ni en sus más profundas pesadillas hubiera imaginado recibir un beso por parte de uno de esos seres fríos y mortales.
Aunque el beso solo duro unos segundos y fue sumamente delicado, no pudo evitar sentirse extraña, los labios de Nicolás eran fríos al tacto y aunque no resultaba incómodo si dejaba una extraña sensación de hormigueo ante su tacto. La cercanía de Nicolás era muy diferente a todo lo que ella conocía... era como si se estuviera hundiendo en aguas tan calmadas como heladas, era una sensación extraña y más si compraba la experiencia con lo que sentía ante la cercanía de Arthur, quien a diferencia del vampiro, la hacía sentir presa entre las llamas. No pudo evitar pensar en lo diferentes que eran ambos individuos, dos polos opuesto que de alguna forma habían logrado converger entorno a ella. Dos extremos muy diferentes de un mundo de fantasía que, de alguna forma retorcía; habían terminado formando parte de su vida, despertando en ella un remolino de emociones desconocidas. El vampiro ni se inmutó al sentir el empujón que la chica le daba, intentado poner distancia entre ellos; lejos de preocuparse por alguna reacción violenta parecía divertido ante su forcejeo mostrando una sonrisa llena de dientes que podía ser tan peligrosa como atrayente. — Me gusta cuando actúas como una fiera retadora — aseguro, soltando su agarre de la cintura femenina, ante sus ojos Anette era sumamente entretenida, le agradaba, más allá de su belleza física, la cual era bastante evidente; parecía ser una mujer tenaz y sumamente inteligente, le gustaba la forma en que estaba enfrentado ese repentino contacto con un mundo caótico. Sin duda Anette Sinclair era una cajita de sorpresa, cualquier humano normal estaría aterrado de estar atrapado entre dos mundos tan diferentes, estaría aterrado de oscilar entre dos enemigos mortales como lo son los lobos y los vampiros pero ella... ella parecía abrazar con gran satisfacción aquellos retos que la vida le estaba arrojando a la cara. — ¡No te atrevas a volver a besarme!, idiota — ordenó la chica, mirándolo con el ceño fruncido y las mejillas sonrojadas. — ¿Y si no que, Anette?, ¿qué harás para evitar que te bese? — pregunto avanzando un par de pasos hacia ella hasta que su espalda choco con el barandal, acorralándola entre la frialdad de su cuerpo y los límites de aquel balcón donde se encontraban. Ella observo como Nicolás apoyaba las manos en el balcón, una a cada lado de su cuerpo, impidiéndole escapar de su cercanía. Sintió su corazón acelerarse descaradamente mientras sus mejillas ardían ante el eminente sonrojo que se apoderaba de ellas. — Apuesto que si fuera tu lobo pulgoso quien te besara lo estarías disfrutando Anette pero ¿sabes qué? — hablo en un tono de voz bajo, mientras se inclinaba hacia ella, muy cerca de la piel de su cuello — no me importa... no descansaré hasta que prefieras mis besos sobre los de ese saco de pulgas — depósito un par de suaves besos sobre la piel expuesta del cuello femenino, sintiendo el latir de la sangre corriendo por sus venas, tan tentador como prohibido. Así era Anette para él, tentadora y prohibida... no negaría que su olor, su sangre, despertaba los más bajos instintos que podía albergar en él pero más allá de desear clavar sus colmillos en ella, deseaba poder saborearla centímetro a centímetro, deseaba poder pasar su lengua por su cálida piel... deseaba escuchar los latidos desenfrenados de su corazón... mirar sus mejillas sonrojadas... Ella era tentadora, ¡Oh sí!, era jodidamente tentadora de una forma que resultaba dolorosa... porque podía sentir nacer dentro de él la necesidad de tenerla, de poseerla como algo más que una simple presa... ¡ella era mucho más que eso!, mucho más que una encomienda que debía llevar ante su maestro, mucho más que un premio que cualquiera desearía obtener. Ella era tentación, locura, deseo... ella era todas aquellas emociones humanas que creía olvidadas y que ahora regresaban a él con mucha más intensidad. Anette Sinclair le recordaba lo que era estar vivió, mucho más que en la simple mortalidad... ella lo ahogaba, lo encerraba en su esencia y lo atraía hacia ella con tanta intensidad que era imposible resistirse a su influjo y lo hacía preguntarse ¿de verdad era una humana normal?, ¿de verdad era solo aquella niña perdida en la oscuridad que había creído al principio?. Porque ante sus ojos ella era luz, luz cegadora e intensa que lo arrastraba de una forma mágica... era la calma en medio de la tormenta pero a la vez era como las olas azotando la bahía de forma repentina... Ella era peligro y tentación, esperanza y perdición... pecado y deseo... vida y muerte... ¿por qué?, ¿por qué una simple humana parecía estarlo doblegando hasta el borde de la esclavitud?, ¿por qué ella parecía estarlo poniendo a sus pies con solo existir?, ¿por qué se sentía cayendo al borde de un abismo?... Y lo más importante ¿cómo podía huir de todo eso que le hacía sentir?, ¿había siquiera una mísera esperanza de poderse librar de ese hechizo en el que Anette lo estaba sumergiendo?... No, estaba seguro de que no había forma de escapar... porque solo mirar por un segundo esos ojos azules de Anette fue más que suficiente para tener la certeza de que estaba totalmente perdido, perdido en un mar de emociones, de sensaciones... perdido en el enigma que representaba la mujer frente a él; porque aunque parecía tan transparente y pura como el cristal, sentía que había mucho más de lo que podía ver en la superficie. No sabía cómo ni porque pero tenía la certeza que Anette Sinclair representaba un antes y un después en su vida, representaba ese punto de inflexión que ni siquiera sabía que estaba esperando que llegara... Sabía que esa niña de ojos azules y mejillas sonrojadas estaba marcando tanto el final como el comienzo de un ciclo destinado a cumplirse. Porque de alguna forma esa simple humana no solo marcaba un cambio para él, sino para todo lo que creía conocer; el mundo estaba destinado al cambio y ese cambio comenzaba con ella, estaba seguro de ello. Pero ¿qué ocurriría a partir de ahora?, ¿cómo podía proteger la vida de alguien que estaba destinada a cumplir propósitos más grandes que su miserable existencia?, debía averiguarlo porque, por más que lo intente, las manecillas del reloj no se detendrían y tarde o temprano todos debemos cumplir con nuestro destino...Ni siquiera el viento helado parecía lograr perturbar la intensidad del momento que estaban compartiendo Anette y Nicolás, sus miradas se habían anclado a la del otro en un enfrentamiento reservado; rojo y azul, fuego y agua; enfrentándose con una intensidad inquietante. De cierta forma era como si la vida y la muerte se estuvieran enfrentando en un duelo silencioso.Ella, tan llena de vida y él, un ser nacido en el mismísimo infierno... solo el repentino golpeteo sobre la madera logro que ambos salieran de esa burbuja que parecían compartir, ambos dirigieron su mirada hacia las puerta cerrada de la habitación.— Anette, tienes visitas — informo la suave voz de Anna, reclamando la presencia de su hija. De inmediato Anette miro a Nicolás con preocupación, sabía muy bien que si su madre descubría la presencia del vampiro en su habitación, se desataría una pelea mortal.— Voy en un momento — respondió, rogando porque su madre no decidiera irrumpir en el lugar — debes irte — le informo al
Anette se dejó caer sobre su cama, suspirando y cubriendo sus ojos con su antebrazo; sentía que todo el cansancio acumulado la estaba golpeando con demasiada fuerza. Se sentía abrumada pero sobre todo confundida; su vida estaba cambiando con demasiada rapidez y le era casi imposible adaptarse a tantos cambios repentinos.— Eso fue simplemente genial, me encantas cuando dejas salir tu lado malvado — escucho la voz empalagosa de Nicolás, ese tono seductor era imposible de pasar desapercibido.— ¡Oye!, ¡yo no tengo un lado malvado! — argumento descubriendo sus ojos para enfrentar al vampiro, vaya fue su sorpresa al encontrarse frente a frente con esos amenazantes ojos rojos, Nicolás se había colocado sobre ella con tanta ligereza que ni siquiera lo había notado hasta que sus miradas se enfrentaron.Estaban en una posición tan íntima como comprometedora, sus mejillas ardieron al notar este hecho; Nicolás tan solo sonrió complacido ante las reacciones de Anette.— Ohh eres tan hermosa, peq
El resto del fin de semana Anette lo paso encerrada en su habitación, con el ventanal del balcón cerrado y envuelta entre las cobijas, deseando volverse invisible ante los peligros del mundo exterior. Pero lamentablemente el fin de semana no sería eterno y cuando llego el lunes en la mañana, ese momento en que debía salir de casa, su mano temblaba cuando la poso sobre el pomo de la puerta.¿Qué pasaría cuando cruzara el umbral?, ¿que se encontraría del otro lado de esa fina lámina de madera?, ¿habría lobos celosos esperando para torturarla o abrían vampiros sedientos de sangre, deseosos de llevarla consigo?. No lo sabía, no había manera de tener la certeza de que encontraría del otro lado de la puerta y estaba asustada por ello... su respiración era pesada y su corazón latía errático, respiro profundo una y otra vez; intentando reunir la valentía que requería para enfrentar su realidad.Cerro los ojos cuando abrió la puerta, sintiendo la brisa helada de la mañana; oliendo el rocío mat
Después de la conmovedora declaración de amor por parte de Arthur, ambos decidieron que era hora de regresar a sus actividades cotidianas, por lo que Arthur acompaño a Anette hasta el instituto, dónde todas las miradas estaban puestas sobre ellos.— Odio que todos nos miran — se quejó Anette mientras caminaban por los pasillos del lugar. Ahora se daba cuenta de la tremenda cantidad de lobos jóvenes que asistían a ese lugar.— Oh vamos el gran alfa acompañando a la renuo del lugar. Esto es para no perdérselo — coloco su brazo sobre los hombros de Anette de forma cariñosa mientras le dedicaba una gran sonrisa de felicidad — te aseguro que se mueren de envidia.— Por supuesto, todas desearían estar en mi lugar — expreso mientras ponía los ojos en blanco y se cruzaba de brazos, le parecía que Arthur estaba inusualmente feliz.— No lo decía por eso... ¡Por Dios!, estoy con la chica más hermosa de este lugar, más de uno quisiera ser el hombre que caminara a tu lado — le guiño el ojo de form
El silencio se había apoderado del aula, la tensión era más que palpable y los alumnos parecían estar perdidos en sus propios pensamientos; lo que provocó que el profesor Andruw Roberts suspirar con pesadez.A veces lidiar con lobos jóvenes era bastante complicado y este parecía ser uno de esos días donde cada uno de sus alumnos quería ejercer su propia voluntad sobre los demás, ¿por qué no le habían asignado un grupo con menos carácter?, quizás betas u omegas hubieran sido mucho más fáciles de lidiar que estar encerrado con un grupo de alfas y lunas que se esforzaban por ejercer su voluntad.Inconscientemente sus ojos se centraron en Anette, era por mucho la más tranquila de aquel grupo, una humana de apariencia frágil, hermosa y vulnerable, capaz de inspirar ternura... sin duda parecía ser el eslabón más débil entre todos sus compañeros... ¿quién iba a imaginar que esa criatura de apariencia delicada sería quien mayor voluntad tendría?, ¿quién podría imaginar que ella, entre todas l
No supo cuánto tiempo estuvo en la misma posición, sentada en el piso, abrazando sus piernas, balanceándose suavemente y ocultando su rostro mientras finas lágrimas recorrían sus mejillas... su corazón aún latía desenfrenado, quizás a causa del pánico o quizás debido a la expectativa de que ocurriría a partir de ahora... no estaba segura. De pronto sintió como un brazo pasaba por debajo de sus piernas y otro reposaba detrás de su espalda, levantándola del suelo como si de una princesa se tratase, dirigió su mirada hacia su salvador que ahora la tenía entre sus brazos, su expresión era sería e indescifrable; su blanca piel estaba salpicada de sangre, dándole una imagen salvaje y mortal. El labio de Anette tembló cuando abrió la boca intentando hablar pero las palabras se negaron a abandonar su garganta.— Si quieres saber, no está muerto... no aún — hablo Nicolás, como si pudiera leer sus pensamientos y entendiera las preguntas no formuladas.— ¿Aún? — indagó confundida — ¿morirá?.—
Las mejillas de Anette ardían con un fuerte sonrojo mientras Nicolás se aferraba a ella como si su vida dependiera de ello... una de las manos del hombre estaba sobre la curvatura de su espalda baja mientras que la otra se había deslizado hacia la parte baja de su omóplato izquierdo, la había inclinado lentamente mientras se deleitaba con aquel líquido carmesí que brotaba de sus venas.No sabía cómo describir lo que estaba sintiendo en ese momento, era extraño tener los labios de Nicolás sobre su piel y sentir como succionaba de su cuello, sus sentidos parecían haberse nublado pero a la vez era capaz de percibir a detalle todo lo que ocurría a su alrededor.La suave ráfaga de viendo hizo ondear su cabello, apretó su agarre sobre los hombros masculinos mientras suaves jadeos escapaban de sus labios entre abiertos, las sensaciones que invadía su cuerpo eran tan aterradoras como excitantes. ¿Quién podría imaginar que ella estaría alimentando a un vampiro voluntariamente?.— Nicolás — pro
Arthur emprendió rumbo hacia la casa de Anette, iban en el auto en completo silencio, ella mirando por la ventana, recostada en el asiento del copiloto mientras Arthur iba al volante observándola de reojo.Por más que intentaba entender la causa de sus mentiras no lograba encontrar una razón que logrará justificarla, odiaba sentirse en la oscuridad y más cuando se trataba de Anette, era realmente frustrante.La muchacha se sobresaltó cuando Arthur freno de forma repentina, dirigiendo su mirada finalmente hacia el muchacho quien la miraba con demasiada intensidad.— ¿Me dirás lo que realmente paso? — indagó frunciendo el ceño, no quería seguir más con ese juego de mentiras.— Ya te lo dije me caí en el bos... — guardo silencio al ver cómo el agarre de Arthur sobre el volante aumentaba, hasta el punto en que sus nudillos se tornaron blancos, era más que evidente que no sé había tragado ese cuento de que sus golpes se debían a una caída, Arthur no era tonto.— No me mientras, Anette. No