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Capitulo 35: Declaraciones y mentiras.

Las mejillas de Anette ardían con un fuerte sonrojo mientras Nicolás se aferraba a ella como si su vida dependiera de ello... una de las manos del hombre estaba sobre la curvatura de su espalda baja mientras que la otra se había deslizado hacia la parte baja de su omóplato izquierdo, la había inclinado lentamente mientras se deleitaba con aquel líquido carmesí que brotaba de sus venas.

No sabía cómo describir lo que estaba sintiendo en ese momento, era extraño tener los labios de Nicolás sobre su piel y sentir como succionaba de su cuello, sus sentidos parecían haberse nublado pero a la vez era capaz de percibir a detalle todo lo que ocurría a su alrededor.

La suave ráfaga de viendo hizo ondear su cabello, apretó su agarre sobre los hombros masculinos mientras suaves jadeos escapaban de sus labios entre abiertos, las sensaciones que invadía su cuerpo eran tan aterradoras como excitantes. ¿Quién podría imaginar que ella estaría alimentando a un vampiro voluntariamente?.

— Nicolás — pronunció su nombre en voz baja, el vampiro parecía estar sumergido en un letargo mortal y solo volvió en si cuando escucho la voz de la chica, sus colmillos soltaron la frágil piel humana pero se mantuvo en la misma posición; abrazado a ella, su cabeza escondida en esa curvatura de su cuello y jadeando con fuerza, su respiración demasiado descontrolada.

No podía describir la sensación de placer que recorría su cuerpo, como cada célula de su marchito ser reaccionaba ante ella, ante su cercanía, ante su calor... lo abrumaba así como lo hacía sentir vivo.

— Anette — su nombre sonaba tan dulce, lo pronunciaba con tanta devoción y entrega que era perturbador. ¿Cómo podía adorar de esa manera a una mujer que apenas había conocido?, ¿por qué lo invadía ese terrible deseo de poner el mundo a sus pies?... ella lo estaba volviendo loco y nunca se había sentido tan bien caer en la locura.

— Anette... aléjate de mí — hablo entre jadeos, cerrando los ojos, haciendo acopio de toda su voluntad y su auto control, sintió como ella depositaba una suave caricia sobre su mejilla.

— No me lastimaras... nunca lo harás — susurro como una especie de consuelo que logro transmitir paz al ser agitado que era Nicolás en ese momento, él mantuvo sus ojos cerrados mientras colocaba su mano sobre la mano de Anette que lo acariciaba. Se sentía tan expuesto y vulnerables, pero a la vez tan poderoso, imparable. ¿Cómo ella podía encerrarlo en esa dualidad?.

No lo entendía... no entendía como ella podía sumergirlo en aguas tan tormentosas como pacificas... era como si lo tuviera atado con un cordel invisible, controlándolo como una simple marioneta.

Abrió los ojos esperando encontrar una mirada aterrorizada, esperando que ella tuviera miedo de su verdadero ser...Pero no, encontró unos preciosos ojos azules cargados de compresión y bondad que no hicieron más que hundirlo en ese abismo de confusión donde ya se sentía atrapado.

Observo sus mejillas sonrojadas, sus labios entre abiertos y deseo besarla en ese momento pero no sé atrevió, no cuando en su boca aún quedaban rastros del monstruo que era.

— Nicolás — ella pronunció su nombre en voz muy baja mientras esbozaba una adorable sonrisa, de un momento a otro sus piernas parecieron resistirse a sostener su peso y callo entre los fuertes brazos masculino, él no dudo ni un segundo en sostenerla; acariciando su mejilla mientras la miraba directamente a los ojos, tan hermosa y tan frágil.

— Gracias — expresó en voz apenas audible, perdido en la profundidad de esa mirada azul como el cielo durante un día soleado — te has convertido en mi salvadora... en más de un sentido...

Ella mantuvo su sonrisa, radiante y calidad, él no pudo evitar imitarla, con cuidado busco un pañuelo entre los pliegues de su chaqueta para limpiar aquel líquido rojo que manchaba la piel de su ninfa de ojos azules. Ella no tardó demasiado en arrebatarle el pañuelo y limpiar el rostro de sangre que amaba de su boca. Se sentía culpable por haberse aprovechado de ella de esa manera.

— Ese es el lindo rostro que conozco — aseguro ella después de haberle limpiado el rastro de sangre. Él guardo silencio, sin saber que decir hasta que un sonido a la distancia llamo su atención, suspiro; sabiendo que era hora de regresar.

— Debemos volver o tú lobo acabará con todos los que se crucen en su camino — enseguida la tomo entre sus brazos, tal como lo había hecho antes; comenzando a recorrer el camino de regreso — comienzo a odiarlo... — confesó.

— ¿A Arthur? — el vampiro asintió.

— Si él no existiera quizás tu realmente serías mía — declaro, sabía muy bien que interponerse entre un lobo y su pareja predestinada era firmar su sentencia de muerte. Contempló a Anette por un momento concluyendo que valía la pena luchar contra el destino con tal de tener la posibilidad de conquistar su corazón.

No quería dejarla, quería permanecer a su lado un poco más pero sabía que si Anette no aparecía pronto, Ragnar podía convertirse en una bestia descontrolada que destruiría todo a su paso, no le importaría acabar con amigos y enemigos por igual con tal de encontrar a Anette.

Estando en el lindero del bosque Nicolás la dejo sobre sus dos pies, se tomó un momento para acariciar su mejilla, luego tocó su cabello; hipnotizado por la perfección que podría representar un ser tan frágil. No pudo evitar sucumbir a la tentación de tocar aquella marca que ahora adornaba su cuello, ella jadeo ante su tacto helado.

Cerro los ojos al escucharla jadear, ¡ella no tenía idea de lo que, algo tan simple como un jadeo; causaba en él!. Una terrible combinación de deseo y sed, aún quedaban rastros del exquisito saberlo, de su sangre; pegado a su paladar y eso lo hacía desear más... quería mucho más de ella.

— Aunque me resulte terrible placentero que muestres mi marca, deberías cubrirla... a Ragnar no le gustará para nada que alguien anda alimentándose de su chica — Anette asintió mientras abotonaba los últimos botones de su camisa, cubriéndose así la marca que Nicolás había dejado en ella — algún día será Ragnar el que te marque — informo el vampiro de pronto, sujetando del mentón a la chica para obligarla a qué lo mirara a los ojos — Pero yo siempre seré el primero... el primero en sentirte... en tenerte y esa huella él nunca la podrá borrar — unió sus labios con los de Anette en un toque dulce, le encantaba la forma en que sus labios se acoplaban a los de ella — ve con él. No queremos que más sangre sea derramada el día de hoy.

Ella asintió antes de darse la vuelta y comenzar a caminar hacia el instituto, intuía que Arthur debía estar furioso, se preguntó si alguien había notado su ausencia y de pronto la angustia se apoderó de su pecho ¿qué pasaría ahora?, ¿cuándo tiempo tardarían en encontrar a Sergio y darse cuenta de que un miembro importante de la reserva había sido atacado?.

Un escalofrío recorrió su espalda, sabía que los problemas estaba muy lejos de acabar.

— Oh Dios mío — escucho una voz femenina — ¿qué te ha ocurrido? — frunció el ceño al sentir las manos de Isabella sobre su mejilla, dónde había recibido el golpe de Sergio. ¿Por qué ahora actuaba como si estuviera preocupada?, ¡Maldita hipócrita!.

De un manotón se deshizo del toque ajeno, Isabella la miro de forma amenazante — no me toques — ordenó Anette mientras su mirada se dirigió a la figura de Arthur quien estaba de pie junto al profesor Roberts, ambos tenían una expresión de alivio y rabia combinada plasmada en su rostro.

— ¡Arthur! — corrió a los brazos del lobo, quien la recibió gustoso.

— ¿Quién te hizo esto? — pregunto, frunciendo el ceño mientras observaba el moretón que comentaba a forzarse en el rostro de Anette.

Ella negó con la cabeza, sujetando las manos de Arthur en un gesto cariñoso — estaba explorando el bosque, tropecé y me caí, sabes que soy bastante torpe... pero estoy bien...

«¡Miente!, m*****a sea»

La voz de su lobo interior no se hizo esperar, furioso, agitado sabiendo que Anette había estado corriendo peligro y él no había estado ahí para protegerla. Arthur la observo detenidamente, sus ojos cargados con la rabia contenida que luchaba por brotar de su interior.

— ¿Te caíste? — arqueo una ceja, preguntándose porque Anette le mentía, se sentía confundido con los olores que emanaban de ella, podía sentir dos esencias sobre su piel pero ambas se veían opacadas por el abrumador aroma de Anette. ¿Por qué ella emanaba tanto su esencia?, la miro de arriba abajo buscando rastros de sangre pero no encontró nada.

— Soy torpe — sus mejillas adoptaron un fuerte sonrojo, mientras agachaba la mirada avergonzada.

«¿Por qué nos miente?, ¿a quién quiere proteger?»

Sabía que Ragnar estaba apretando sus colmillos, podía sentir la desesperación que le había dejado la angustia de sentir que Anette estaba en peligro, la impotencia de no haber llegado a tiempo y una rabia descomunal al pensar que estaba protegiendo a quien quiera que le hubiera hecho daño.

Noto como la mirada de Anette se centraba de repentinamente en Isabella, como si ambas estuvieran librando una batalla silenciosa. Cómo si ambas supieran más de lo que decían.

— Arthur... no me siento bien — Anette se dejó caer hacia Arthur, ocultando su rostro en el amplio pecho masculino, de inmediato los brazos del lobo rodearon la fina cintura femenina — sácame de aquí... por favor... sácame de aquí — suplico en un tono de voz tan bajo y quebrado que el corazón de Arthur dio un vuelvo doloroso.

La tomo entre sus brazos para salir de ahí con un solo objetivo en mente: descubrir porque m****a Anette le estaba mintiendo de esa manera.

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