Ni siquiera el viento helado parecía lograr perturbar la intensidad del momento que estaban compartiendo Anette y Nicolás, sus miradas se habían anclado a la del otro en un enfrentamiento reservado; rojo y azul, fuego y agua; enfrentándose con una intensidad inquietante. De cierta forma era como si la vida y la muerte se estuvieran enfrentando en un duelo silencioso.
Ella, tan llena de vida y él, un ser nacido en el mismísimo infierno... solo el repentino golpeteo sobre la madera logro que ambos salieran de esa burbuja que parecían compartir, ambos dirigieron su mirada hacia las puerta cerrada de la habitación. — Anette, tienes visitas — informo la suave voz de Anna, reclamando la presencia de su hija. De inmediato Anette miro a Nicolás con preocupación, sabía muy bien que si su madre descubría la presencia del vampiro en su habitación, se desataría una pelea mortal. — Voy en un momento — respondió, rogando porque su madre no decidiera irrumpir en el lugar — debes irte — le informo al vampiro en un susurro apenas articulado, él negó con un sutil movimiento de cabeza antes de alejarse de ella, incluso dándole un leve empujón para que dirigiera sus pasos hacia el interior de la habitación. Ella lo observo, con una mezcla de duda y preocupación, él le regaló una sonrisa de esas llena de dientes, la cual aún no lograba descifrar si le parecía encantadora o aterradora. Se acercó a la puerta y tomo el pomo dudando si debía abrirla o no, antes de tomar una decisión dedicó una mirada más a Nicolás, pero la figura del vampiro había desaparecido siendo reemplaza por la imagen de un cuervo negro y de ojos rojos que la miraba con confusión. ¿Qué rayos?, no tuvo tiempo de pensar en lo sucedido cuando de nuevo un par de golpes azotaron su puerta, obligándola a abrirla de inmediato y dejar sus pensamientos ocultos en un rincón de su mente; ya tendría tiempo para aclarar sus dudas. — ¿Si, madre?, ¿quién solicita mi presencia? — indagó, los ojos de Anna recorrieron discretamente el interior de la habitación de su hija, quizás intentando descifrar la causa de su tardanza. Quería confiar en que el gran alfa no sería capaz de irrumpir en la habitación de la muchacha sin consentimiento, pero ¿realmente necesitaba de su permiso para visitar a Anette en la privacidad de su habitación?, probablemente no; después de todo Arthur Standerwod era el amo y señor del mundo de lobos. ¡No necesitaba el permiso de una simple madre renegada!. — Isabella desea hablar contigo — informo Anna, dejando ver la figura de la loba a unos cuantos pasos detrás de ella, Anette se apartó de la puerta como una invitación silenciosa a qué ingresara a su habitación. Isabella camino en completo silenció, sin perturbarse siquiera cuando Anette cerró la puerta detrás de ellas, la heredera Wolfe observo todo con ojos curiosos y de cierta forma despectiva que no pasó desapercibida para Anette. — ¿Y bien?, ¿qué quieres hablar conmigo? — indagó la propietaria de la habitación, cruzándose se brazos y dirigiendo sus pasos más cerca del balcón, como si sentir cercana la presencia de aquel cuervo le diera cierta seguridad ante el aura imponente de su visitante. Finalmente Isabella clavo su mirada en Anette, avanzando un par de pasos hacia ella — seré clara, aléjate de Arthur — amenazó, con una mirada llena de furia que comenzaba a oscilar entre el azul natural de sus ojos y el dorado de su alma de lobo; sin duda Isabella estaba furiosa. La risa de Anette invadió la habitación, perturbado la aparente calma que allí había, Isabella la miro desconcertada mientras que Anette esbozaba una sonrisa burlona. — ¿Y si no que?, ¿quién me obligará a alejarme de Arthur?, ¿tu? — Isabella se sintió perturbada por aquella mirada retadora y la sonrisa cargada de burla que la acompañaba. ¿Dónde había quedado la renuo frágil y asustadiza que ella conocía?. — Arthur es mío, Anette. Aléjate de él, escúchame, estoy segura que no quieres tener que enfrentarte a las consecuencias de... — Isabella se vio obligada a guardar silencio cuando las palabras de Anette la interrumpieron. — No, Isabella, escúchame tu a mí — dio un par de pasos, de forma amenazante; hacia su visitante, quien de forma repentina se sintió abrumada por el aura que desprendía de la muchacha — Arthur es mío, MÍO y ni tú ni nadie me convencerán de lo contrario. Tu aléjate de él o sino, sufrirás las consecuencias... Isabella no lograba entender porque su corazón comenzaba a latir desenfrenado, preso del miedo; como si de pronto la frágil renuo se hubiera transformado en un ser amenazante. Podía sentir esa opresión en el pecho que le indicaba que la humana frente a ella era, por mucho, superior a sí misma. — Tú no puedes hacerme nada, renuo tonta... yo seré la luna de Arthur y tú solo una ramera que pasa por su cama cuando le tiene ganas — Isabella sujeto los brazos de Anette con bastante fuerza, comenzando a caer en la histeria que le producía el ver que la muchacha no le demostraba miedo, al contrario la miraba con superioridad. Anette sintió los dedos de Isabella clavarse con fuerza en su piel, seguramente dejarían marca en ella, pero aun así no agachó la cabeza ante la loba, el fuerte sonido de un aleteo furioso perturbo su encuentro; los hábiles ojos de Isabella captaron la figura de un cuervo, chocando sus alas contra el cristal del balcón y mirándola con aterradores ojos rojos. Se sintió paralizada, presa del repentino pánico que ahora corría por sus venas. ¿Qué carajo le estaba pasando?, ¿por qué ese horrible animal lograba perturbarla?. Su corazón dio un vuelvo doloroso cuando Anette dio unos pasos hacia el exterior y el horrible animal se posó sobre su brazo, trayéndolo así al interior de la habitación; el sonido que salió de su garganta fue capaz de helarle la sangre. Sentía que ese animal quería devorarla, sentía como si estuviera dispuesto a tirarse sobre ella y arrancarle los ojos de su cuenca... y la forma en que Anette le acariciaba debajo del pico le resultaba perturbadora. Era como si esa simple humana tuviera control sobre el horroroso animal, como si ese pequeño cuervo de ojos rojos fuera la llave que le permitía liberar a todos los demonios del infierno. — Vete Isabella, a mi pequeña mascota no le agradas y sería una total lástima que termine arrancándote los ojos — la sonrisa que Anette le estaba dedicando era paralizante, haciéndola tragar grueso; el ambiente en la habitación era pesado y un claro olor a muerte flotaba en el aire. Isabella retrocedió sin poder apartar la mirada de la mujer y el cuervo frente a ella, choco con la salida, con manos temblorosas busco a tientas el pomo de la puerta, escapando apenas logro abrirla. Sentía que no podía respirar, su corazón latía tan desenfrenado que dolía. Todo su cuerpo temblaba y ni siquiera sabía cómo logro salir de la habitación con vida. — Visítanos pronto, Isabella — grito Anette, antes de dejar escapar una risa escalofriante, su voz era tan dulce que resultaba repulsiva; era la voz de un ángel ocultando las intenciones de un demonio. ¿Que había cambiado?, ¿por qué de pronto una simple humana podía resultar tan amenazante?... no lo sabía, pero estaba seguro que algo muy malo estaba por pasar, algo que cambiaría el mundo para siempre.Anette se dejó caer sobre su cama, suspirando y cubriendo sus ojos con su antebrazo; sentía que todo el cansancio acumulado la estaba golpeando con demasiada fuerza. Se sentía abrumada pero sobre todo confundida; su vida estaba cambiando con demasiada rapidez y le era casi imposible adaptarse a tantos cambios repentinos.— Eso fue simplemente genial, me encantas cuando dejas salir tu lado malvado — escucho la voz empalagosa de Nicolás, ese tono seductor era imposible de pasar desapercibido.— ¡Oye!, ¡yo no tengo un lado malvado! — argumento descubriendo sus ojos para enfrentar al vampiro, vaya fue su sorpresa al encontrarse frente a frente con esos amenazantes ojos rojos, Nicolás se había colocado sobre ella con tanta ligereza que ni siquiera lo había notado hasta que sus miradas se enfrentaron.Estaban en una posición tan íntima como comprometedora, sus mejillas ardieron al notar este hecho; Nicolás tan solo sonrió complacido ante las reacciones de Anette.— Ohh eres tan hermosa, peq
El resto del fin de semana Anette lo paso encerrada en su habitación, con el ventanal del balcón cerrado y envuelta entre las cobijas, deseando volverse invisible ante los peligros del mundo exterior. Pero lamentablemente el fin de semana no sería eterno y cuando llego el lunes en la mañana, ese momento en que debía salir de casa, su mano temblaba cuando la poso sobre el pomo de la puerta.¿Qué pasaría cuando cruzara el umbral?, ¿que se encontraría del otro lado de esa fina lámina de madera?, ¿habría lobos celosos esperando para torturarla o abrían vampiros sedientos de sangre, deseosos de llevarla consigo?. No lo sabía, no había manera de tener la certeza de que encontraría del otro lado de la puerta y estaba asustada por ello... su respiración era pesada y su corazón latía errático, respiro profundo una y otra vez; intentando reunir la valentía que requería para enfrentar su realidad.Cerro los ojos cuando abrió la puerta, sintiendo la brisa helada de la mañana; oliendo el rocío mat
Después de la conmovedora declaración de amor por parte de Arthur, ambos decidieron que era hora de regresar a sus actividades cotidianas, por lo que Arthur acompaño a Anette hasta el instituto, dónde todas las miradas estaban puestas sobre ellos.— Odio que todos nos miran — se quejó Anette mientras caminaban por los pasillos del lugar. Ahora se daba cuenta de la tremenda cantidad de lobos jóvenes que asistían a ese lugar.— Oh vamos el gran alfa acompañando a la renuo del lugar. Esto es para no perdérselo — coloco su brazo sobre los hombros de Anette de forma cariñosa mientras le dedicaba una gran sonrisa de felicidad — te aseguro que se mueren de envidia.— Por supuesto, todas desearían estar en mi lugar — expreso mientras ponía los ojos en blanco y se cruzaba de brazos, le parecía que Arthur estaba inusualmente feliz.— No lo decía por eso... ¡Por Dios!, estoy con la chica más hermosa de este lugar, más de uno quisiera ser el hombre que caminara a tu lado — le guiño el ojo de form
El silencio se había apoderado del aula, la tensión era más que palpable y los alumnos parecían estar perdidos en sus propios pensamientos; lo que provocó que el profesor Andruw Roberts suspirar con pesadez.A veces lidiar con lobos jóvenes era bastante complicado y este parecía ser uno de esos días donde cada uno de sus alumnos quería ejercer su propia voluntad sobre los demás, ¿por qué no le habían asignado un grupo con menos carácter?, quizás betas u omegas hubieran sido mucho más fáciles de lidiar que estar encerrado con un grupo de alfas y lunas que se esforzaban por ejercer su voluntad.Inconscientemente sus ojos se centraron en Anette, era por mucho la más tranquila de aquel grupo, una humana de apariencia frágil, hermosa y vulnerable, capaz de inspirar ternura... sin duda parecía ser el eslabón más débil entre todos sus compañeros... ¿quién iba a imaginar que esa criatura de apariencia delicada sería quien mayor voluntad tendría?, ¿quién podría imaginar que ella, entre todas l
No supo cuánto tiempo estuvo en la misma posición, sentada en el piso, abrazando sus piernas, balanceándose suavemente y ocultando su rostro mientras finas lágrimas recorrían sus mejillas... su corazón aún latía desenfrenado, quizás a causa del pánico o quizás debido a la expectativa de que ocurriría a partir de ahora... no estaba segura. De pronto sintió como un brazo pasaba por debajo de sus piernas y otro reposaba detrás de su espalda, levantándola del suelo como si de una princesa se tratase, dirigió su mirada hacia su salvador que ahora la tenía entre sus brazos, su expresión era sería e indescifrable; su blanca piel estaba salpicada de sangre, dándole una imagen salvaje y mortal. El labio de Anette tembló cuando abrió la boca intentando hablar pero las palabras se negaron a abandonar su garganta.— Si quieres saber, no está muerto... no aún — hablo Nicolás, como si pudiera leer sus pensamientos y entendiera las preguntas no formuladas.— ¿Aún? — indagó confundida — ¿morirá?.—
Las mejillas de Anette ardían con un fuerte sonrojo mientras Nicolás se aferraba a ella como si su vida dependiera de ello... una de las manos del hombre estaba sobre la curvatura de su espalda baja mientras que la otra se había deslizado hacia la parte baja de su omóplato izquierdo, la había inclinado lentamente mientras se deleitaba con aquel líquido carmesí que brotaba de sus venas.No sabía cómo describir lo que estaba sintiendo en ese momento, era extraño tener los labios de Nicolás sobre su piel y sentir como succionaba de su cuello, sus sentidos parecían haberse nublado pero a la vez era capaz de percibir a detalle todo lo que ocurría a su alrededor.La suave ráfaga de viendo hizo ondear su cabello, apretó su agarre sobre los hombros masculinos mientras suaves jadeos escapaban de sus labios entre abiertos, las sensaciones que invadía su cuerpo eran tan aterradoras como excitantes. ¿Quién podría imaginar que ella estaría alimentando a un vampiro voluntariamente?.— Nicolás — pro
Arthur emprendió rumbo hacia la casa de Anette, iban en el auto en completo silencio, ella mirando por la ventana, recostada en el asiento del copiloto mientras Arthur iba al volante observándola de reojo.Por más que intentaba entender la causa de sus mentiras no lograba encontrar una razón que logrará justificarla, odiaba sentirse en la oscuridad y más cuando se trataba de Anette, era realmente frustrante.La muchacha se sobresaltó cuando Arthur freno de forma repentina, dirigiendo su mirada finalmente hacia el muchacho quien la miraba con demasiada intensidad.— ¿Me dirás lo que realmente paso? — indagó frunciendo el ceño, no quería seguir más con ese juego de mentiras.— Ya te lo dije me caí en el bos... — guardo silencio al ver cómo el agarre de Arthur sobre el volante aumentaba, hasta el punto en que sus nudillos se tornaron blancos, era más que evidente que no sé había tragado ese cuento de que sus golpes se debían a una caída, Arthur no era tonto.— No me mientras, Anette. No
El silencio se había cernido sobre ellos, encerrándolos en una atmósfera de incomodidad evidente; la frustración y la rabia emanaban de Arthur por igual, Anette estaba segura de que Ragnar; el lobo interno de Arthur, debía estarlo atormentando.Sus habidos ojos notaron cada gesto de Arthur, por muy insignificantes que pudiera parecer... no sé perdió la forma en que apretaba el volante con más fuerza de la necesaria, como su respiración era irregular por segundos y la forma en que fruncía el ceño.— ¿Confías en él? — pregunto él, de forma repentina, Anette tardo unos minutos en formular su respuesta.— Lo suficiente — Arthur no pareció conforme con una respuesta tan vaga.— Él te ataco... es un vampiro, uno que hace unos días te estaba persiguiendo — le recordó, Anette puso los ojos en blanco mientras se cruzaba de brazos y se recostaba un poco más del asiento.— Y también fue quien me salvó de Sergio. ¿Debería odiar a todo aquel que me ha hecho daño?, ¿debería condenar a toda una raza