El resto del fin de semana Anette lo paso encerrada en su habitación, con el ventanal del balcón cerrado y envuelta entre las cobijas, deseando volverse invisible ante los peligros del mundo exterior. Pero lamentablemente el fin de semana no sería eterno y cuando llego el lunes en la mañana, ese momento en que debía salir de casa, su mano temblaba cuando la poso sobre el pomo de la puerta.
¿Qué pasaría cuando cruzara el umbral?, ¿que se encontraría del otro lado de esa fina lámina de madera?, ¿habría lobos celosos esperando para torturarla o abrían vampiros sedientos de sangre, deseosos de llevarla consigo?. No lo sabía, no había manera de tener la certeza de que encontraría del otro lado de la puerta y estaba asustada por ello... su respiración era pesada y su corazón latía errático, respiro profundo una y otra vez; intentando reunir la valentía que requería para enfrentar su realidad. Cerro los ojos cuando abrió la puerta, sintiendo la brisa helada de la mañana; oliendo el rocío matutino, colmando sus sentidos con una aparente paz que no hacía más que inquietarla, siempre suelen hablar de la calma que se encontrará después de la tormenta pero nadie habla de esa calma aparente dónde aguardan tormentos inimaginables que te explotan en la cara de forma repentina. Se forzó a dar un paso fuera de la casa, luego otro pero no pudo avanzar más que eso, no quería caminar; no cerca del bosque donde sabía que se ocultaban aquellos monstruos que podrían perturbar su paz, fueran lobos o vampiros; no deseaba encontrarse con ninguno de ellos. Se sentía como una niña... una niña pequeña que teme que un monstruo salga de su armario o habite debajo de su cama, una niña enfrentándose a leyendas que ni siquiera debían existir pero allí estaban, acechando entre las sombras. — Estás asustada — escucho repentinamente una voz masculina mientras sentía un brazo cálido posarse sobre sus hombros — yo estoy aquí para protegerte, Anette. Te lo dije, ya nunca más estarás sola — sus ojos azules se humedecieron mientras dirigía su mirada hacia él recién llegado, topándose con una sonrisa sutil y unos ojos grises que podían desarmarla. Enseguida envolvió sus brazos en el torso masculino, en un abrazo urgente, necesitado; ocultando su rostro contra su fuerte pecho, aferrándose a él como si de una tabla salvavidas se tratase. Él le acaricio el cabello con calma, intentado transmitirle un poco de esa seguridad que ella tanto necesitaba. — Sé que esto es demasiado para ti, Anette... y quizás no sea suficiente pero yo estoy aquí, contigo; no voy a dejarte sola... ya nunca más lo estarás, estoy aquí para protegerte, lo haré hasta mi último aliento — sus palabras provocaron que ella se aferrara aún más a él, sus manos apretaban con fuerza la camisa ajena, como si temiera ser arrancada de esa calidez y protección que encontraba entre los brazos de Arthur.«Nunca más lastimaran lo que nos pertenece». Aseguro la voz de su lobo en su cabeza, podía sentir como la furia y la impotencia de Ragnar lo invadía, deseando poder borrar todo ese dolor que Anette había sufrido ante su ausencia, antes de conocerlo, daría su vida, su poder, su reino, todo con tal de verla sonreír; con tal de evitarle todo el sufrimiento que había conocido en su corta existencia. Se aferró más a ella, deseando con todas sus fuerzas poder protegerla de todo aquello que la ponía en peligro, de toda esa oscuridad que la amenazaba. Porque sabía que, sin ella, su mundo colapsaría... sabía que en el momento en que Anette se derrumbara también lo haría su propia cordura, porque sin Anette su existencia no tenía sentido... sabía que el mundo ardería en el momento en que ella ya no existiera en él. Y eso le aterraba... Le aterraba no conocer sus propios límites, sabía que en el momento en que se convirtiera en una bestia descontrolada no habría nada ni nadie que pudiera detenerlo, su cordura y su estabilidad estaba anclada a la frágil existencia de Anette y él sabía que la vida misma podía ser efímera, podía esfumarse con demasiada facilidad. Lo había vivido una vez... había visto como la vida de la mujer que amaba se apagaba mientras la tenía entre sus brazos, quizás tendría otro nombre, otro estilo de vida pero el dolor desgarrador sería el mismo, los recuerdos amargos estaban latentes en su subconsciente. Y ahora que tenía la oportunidad de tenerla de nuevo entre sus brazos, no estaba dispuesto a perderla. ¡Por supuesto que no!, la había esperado por demasiado tiempo como para permitir que ahora la arrancarán de entre sus brazos... — Quédate conmigo... por favor Anette — expresó en un tono de voz suplicante, como si él fuera el que mayores miedos tenía de los dos y quizás así era, después de todo él sabía mejor que nadie a qué se estaban enfrentando. — Yo... no creo que esto esté bien — opino la muchacha, alejándose de él; mientras venía a su memoria toda esa conversación que había tenido con Isabella tan solo unos días antes — Isabella vino y... — Shh... no me importa Isabella, no me importa los ancianos, no me importa nada más que tú y tu bienestar — Anette no podía negar que las palabras de Arthur lograban calentar su corazón, eran como un bálsamo tranquilizador para sus heridas. — Vamos al acantilado — pido ella mirando hacia esa dirección, sin previo aviso Arthur la tomo entre sus brazos como si fuera una princesa y comenzó a correr hacía el lugar señalado, ella envolvió sus brazos con delicadeza en el cuello masculino. Le tomo tan solo unos minutos estar de pie en el borde del acantilado, la brisa soplaba con más fuerza, haciendo ondear el cabello de Anette. Quien observaba el horizonte allí, de pie en el borde de ese lugar mortal, disfrutando del olor a mar y del sonido de las olas rompiendo contra las piedras. — Aquí fue donde todo comenzó — hablo ella en un susurro, cerrando los ojos no sabía si para disfrutar de las sensaciones que le brindaba el lugar o si para organizar sus pensamientos tormentosos — ni siquiera una semana tenemos de conocernos... intenté saltar de este acantilado, cansada de todo lo que los lobos me han hecho; tus lobos, tu pueblo... ese del que eres rey... y aunque todo contigo es hermoso, no puedo simplemente vivir en un cuento de hadas... la vida no lo es, Arthur... y como si todo ese dolor no fuera suficiente, he sufrido dos ataques de vampiros que quieren llevarme a quien sabe dónde... y tienes razón, saber que estás ahí no es suficiente... Arthur sintió que su corazón se apretujaba de forma dolorosa, como si Anette lo tuviera entre sus manos y lo estuviera apretando en un intento de destruirlo. — Entiendo que cuando un lobo elige una pareja es para siempre pero para siempre es demasiado tiempo... y no estoy segura de querer formar parte de un mundo tan extraordinario y aterrador — respiro pesadamente antes de dirigir su mirada hacia Arthur, quien se veía realmente afligido — no nos conocemos en lo más mínimos y ya nos juramos amor eterno... eso no está bien, en tu vida está Isabella, tu prometida desde tiempos inmemorables... tu vida ya está unida a la de alguien más y no puedes simplemente tirar todo a la borda por alguien a quien realmente no conoces... Arthur se acercó a ella con paso calmado, colocando sus manos sobre los hombros femeninos y clavando su mirada en los ojos azules de Anette, que ahora parecían haber perdido su brillo. — Te amo Anette, te amo con cada latido de mi corazón, con cada célula de mi ser... y ni siquiera alejándote de mí lograrás matar ese amor. No sabía lo que era estar realmente vivo hasta el momento en que te tuve entre mis brazos sin siquiera saber tu nombre. Mi mundo dejo de girar alrededor del sol para girar alrededor de ti... Y no me importa lo que los ancianos crean saber, lo que las leyendas digan... no me importa si han preparado a Isabella para ser mi esposa... porque no hay palabras que le hagan entender a mi corazón que existe alguien más que tú — una de sus manos se desvío para acariciar la mejilla de Anette mientras la miraba con adoración. — Eres tú la gravedad que me ata a la tierra, eres mi cordura en un mundo de caos — Cerro los ojos y apoyo su frente en la ajena — eres mi destino Anette Sinclair y soy capaz de ir al mismísimo infierno solo por tenerte, soy capaz de dar mi vida solo para que tu estés bien... y entiendo que esto es demasiado para ti, que tú vida está cambiando con demasiada rapidez; entiendo que no puedes olvidar todo tu sufrimiento de la noche a la mañana y sé que no necesitas solo palabras vacías... necesitas que te demuestre este amor a cada segundo, con acciones. Así que permíteme hacerlo, permíteme permanecer a tu lado así sea como un amigo y no me prives de la oportunidad de conquistar tu corazón... sino lo logro está bien, daré un paso atrás, porque lo más importante para mí es tu felicidad y nada cambiará eso, para mí lo más importante es que tú estés bien, seas parte de mi vida o no, porque siempre te amare independiente de lo que el destino tenga preparado para ambos. Se unan nuestros caminos o no, siempre te voy a adorar, tan solo el haberte conocido es suficiente para hacerme el hombre más feliz del mundo... no hace falta nada más que ver tu sonrisa para que mi día sea perfecto y si me tengo que conformar con solo ver esas sonrisas en la distancia lo aceptaré, Anette, porque me tienes en tus manos, soy tuyo, haré y te daré absolutamente todo lo que desees de mi...Después de la conmovedora declaración de amor por parte de Arthur, ambos decidieron que era hora de regresar a sus actividades cotidianas, por lo que Arthur acompaño a Anette hasta el instituto, dónde todas las miradas estaban puestas sobre ellos.— Odio que todos nos miran — se quejó Anette mientras caminaban por los pasillos del lugar. Ahora se daba cuenta de la tremenda cantidad de lobos jóvenes que asistían a ese lugar.— Oh vamos el gran alfa acompañando a la renuo del lugar. Esto es para no perdérselo — coloco su brazo sobre los hombros de Anette de forma cariñosa mientras le dedicaba una gran sonrisa de felicidad — te aseguro que se mueren de envidia.— Por supuesto, todas desearían estar en mi lugar — expreso mientras ponía los ojos en blanco y se cruzaba de brazos, le parecía que Arthur estaba inusualmente feliz.— No lo decía por eso... ¡Por Dios!, estoy con la chica más hermosa de este lugar, más de uno quisiera ser el hombre que caminara a tu lado — le guiño el ojo de form
El silencio se había apoderado del aula, la tensión era más que palpable y los alumnos parecían estar perdidos en sus propios pensamientos; lo que provocó que el profesor Andruw Roberts suspirar con pesadez.A veces lidiar con lobos jóvenes era bastante complicado y este parecía ser uno de esos días donde cada uno de sus alumnos quería ejercer su propia voluntad sobre los demás, ¿por qué no le habían asignado un grupo con menos carácter?, quizás betas u omegas hubieran sido mucho más fáciles de lidiar que estar encerrado con un grupo de alfas y lunas que se esforzaban por ejercer su voluntad.Inconscientemente sus ojos se centraron en Anette, era por mucho la más tranquila de aquel grupo, una humana de apariencia frágil, hermosa y vulnerable, capaz de inspirar ternura... sin duda parecía ser el eslabón más débil entre todos sus compañeros... ¿quién iba a imaginar que esa criatura de apariencia delicada sería quien mayor voluntad tendría?, ¿quién podría imaginar que ella, entre todas l
No supo cuánto tiempo estuvo en la misma posición, sentada en el piso, abrazando sus piernas, balanceándose suavemente y ocultando su rostro mientras finas lágrimas recorrían sus mejillas... su corazón aún latía desenfrenado, quizás a causa del pánico o quizás debido a la expectativa de que ocurriría a partir de ahora... no estaba segura. De pronto sintió como un brazo pasaba por debajo de sus piernas y otro reposaba detrás de su espalda, levantándola del suelo como si de una princesa se tratase, dirigió su mirada hacia su salvador que ahora la tenía entre sus brazos, su expresión era sería e indescifrable; su blanca piel estaba salpicada de sangre, dándole una imagen salvaje y mortal. El labio de Anette tembló cuando abrió la boca intentando hablar pero las palabras se negaron a abandonar su garganta.— Si quieres saber, no está muerto... no aún — hablo Nicolás, como si pudiera leer sus pensamientos y entendiera las preguntas no formuladas.— ¿Aún? — indagó confundida — ¿morirá?.—
Las mejillas de Anette ardían con un fuerte sonrojo mientras Nicolás se aferraba a ella como si su vida dependiera de ello... una de las manos del hombre estaba sobre la curvatura de su espalda baja mientras que la otra se había deslizado hacia la parte baja de su omóplato izquierdo, la había inclinado lentamente mientras se deleitaba con aquel líquido carmesí que brotaba de sus venas.No sabía cómo describir lo que estaba sintiendo en ese momento, era extraño tener los labios de Nicolás sobre su piel y sentir como succionaba de su cuello, sus sentidos parecían haberse nublado pero a la vez era capaz de percibir a detalle todo lo que ocurría a su alrededor.La suave ráfaga de viendo hizo ondear su cabello, apretó su agarre sobre los hombros masculinos mientras suaves jadeos escapaban de sus labios entre abiertos, las sensaciones que invadía su cuerpo eran tan aterradoras como excitantes. ¿Quién podría imaginar que ella estaría alimentando a un vampiro voluntariamente?.— Nicolás — pro
Arthur emprendió rumbo hacia la casa de Anette, iban en el auto en completo silencio, ella mirando por la ventana, recostada en el asiento del copiloto mientras Arthur iba al volante observándola de reojo.Por más que intentaba entender la causa de sus mentiras no lograba encontrar una razón que logrará justificarla, odiaba sentirse en la oscuridad y más cuando se trataba de Anette, era realmente frustrante.La muchacha se sobresaltó cuando Arthur freno de forma repentina, dirigiendo su mirada finalmente hacia el muchacho quien la miraba con demasiada intensidad.— ¿Me dirás lo que realmente paso? — indagó frunciendo el ceño, no quería seguir más con ese juego de mentiras.— Ya te lo dije me caí en el bos... — guardo silencio al ver cómo el agarre de Arthur sobre el volante aumentaba, hasta el punto en que sus nudillos se tornaron blancos, era más que evidente que no sé había tragado ese cuento de que sus golpes se debían a una caída, Arthur no era tonto.— No me mientras, Anette. No
El silencio se había cernido sobre ellos, encerrándolos en una atmósfera de incomodidad evidente; la frustración y la rabia emanaban de Arthur por igual, Anette estaba segura de que Ragnar; el lobo interno de Arthur, debía estarlo atormentando.Sus habidos ojos notaron cada gesto de Arthur, por muy insignificantes que pudiera parecer... no sé perdió la forma en que apretaba el volante con más fuerza de la necesaria, como su respiración era irregular por segundos y la forma en que fruncía el ceño.— ¿Confías en él? — pregunto él, de forma repentina, Anette tardo unos minutos en formular su respuesta.— Lo suficiente — Arthur no pareció conforme con una respuesta tan vaga.— Él te ataco... es un vampiro, uno que hace unos días te estaba persiguiendo — le recordó, Anette puso los ojos en blanco mientras se cruzaba de brazos y se recostaba un poco más del asiento.— Y también fue quien me salvó de Sergio. ¿Debería odiar a todo aquel que me ha hecho daño?, ¿debería condenar a toda una raza
Creer que al llegar a su hogar encontraría paz había sido lo más estúpido que había hecho en mucho tiempo, la mansión Standerwod estaba abarrotada de personas; parecía que habían asistido TODOS los lobos de las distintas manadas a invadir su hogar, moviéndose de un lugar a otro y sobre cargando el ambiente con una energía abrumadora.Podía escuchar los murmullos, sentir las múltiples auras pero sobre todo sentir la angustia y ansiedad que emanaba de cada uno de los presentes, se abrió paso entre la multitud que lo miraban como si al fin hubiera llegado su máxima salvación, lo que no hacía más que aumentar el estrés que ya cargaba.¿Acaso había una reunión importante de la que él no estaba enterado?, ¿o es que habían visto un meteorito acercarse peligrosamente a la tierra y su casa se había convertido en el centro de salvación?.— Al fin estás aquí. Tenemos un problema muy, muuuuy grande — lo interceptó Zac, Arthur se pasó las manos por la cara; intentando controlar su frustración.— ¿
La tensión en la sala era tal que parecía que el aire podría cortarse con un cuchillo, Isabella no dejaba de llorar y rogar a los pies del gran alfa mientras este parecía inmutable, como si sus facciones hubieran sido talladas en piedra y fuera incapaz de mostrar compasión por la muchacha suplicante.— Dime Isabella... — se agachó para ponerse al nivel de la chica, una de sus grandes manos se sumergió entre los rubios cabellos de esta, obligando a la mujer a qué lo mirara a los ojos — dime qué oculta tu corazón... ¿qué ocultas? — sus ojos dorados se encontraron con la mirada clara de Isabella quien, horrorizada; se perdió en la profundidad de esos ojos dorados que parecían querer arrastrarla a lo profundo de un abismo.— No permitiré tal humillación hacia mi hija — intervino Rein, dando un paso al frente, deseando detener toda esa humillación a la que estaba siendo sometida su hija y su clan.— Pero si puedes permitir que otra mujer sea denigrada bajo calumnias — Humbert le hizo frent