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Capitulo 39: Sed de justicia.

La tensión en la sala era tal que parecía que el aire podría cortarse con un cuchillo, Isabella no dejaba de llorar y rogar a los pies del gran alfa mientras este parecía inmutable, como si sus facciones hubieran sido talladas en piedra y fuera incapaz de mostrar compasión por la muchacha suplicante.

— Dime Isabella... — se agachó para ponerse al nivel de la chica, una de sus grandes manos se sumergió entre los rubios cabellos de esta, obligando a la mujer a qué lo mirara a los ojos — dime qué oculta tu corazón... ¿qué ocultas? — sus ojos dorados se encontraron con la mirada clara de Isabella quien, horrorizada; se perdió en la profundidad de esos ojos dorados que parecían querer arrastrarla a lo profundo de un abismo.

— No permitiré tal humillación hacia mi hija — intervino Rein, dando un paso al frente, deseando detener toda esa humillación a la que estaba siendo sometida su hija y su clan.

— Pero si puedes permitir que otra mujer sea denigrada bajo calumnias — Humbert le hizo frente a su compañero, demostrando gran determinación al interponerse frente a Rein — Si tu hija ha levantado faltó testimonios debe ser castigada. Está manchando el honor de una mujer ¡y no cualquier mujer!, sino la elegida por el gran alfa.

Rein trago grueso, viéndose obligado a retroceder ante la intervención del mayor, sabía que Humbert era uno de los lobos más poderosos en la reserva y aunque su enemistad no era un secreto; no estaba en posición de enfrentarlo en ese momento.

— HABLA — ordenó Arthur su voz distorsiona al estar combinada con la feroz voz de su lobo.

— Sergio se llevó a Anette por orden mía, no puedo soportar que una renegada como ella se interponga en mi camino — comenzó a hablar, sin poder resistirse a la orden impuesta por el alfa supremo — Sergio hará lo que yo le ordene, hace unas lunas descubrimos que somos parejas predestinadas. Él es mi alfa y yo soy su luna, comenzamos un romance secreto porque yo no quería perder mi posición como elegida para casarme con usted. ¡Todo iba bien!, de no ser por la estúpida renuo... Le ordene a Sergio que la sacará de mi camino, incluso si tenía que matarla. Él la desea... desde que entro en madures reproductiva se ha sentido atraído por ella. Y no es el único, solo estaban esperando que se entregará a algún alfa para poder tocarla...

El silencio en la sala se volvió sepulcral, las respiraciones pesadas se escuchaban con demasiada claridad, Arthur soltó su agarre sobre la mujer; poniéndose de pie.

— Isabella Wolfe, serás denigrada al menor rango dentro de tu manada. Sergio Darkthorn queda destituido de su lugar como alfa y heredero de la manada Noche eterna, su castigo será aquel que Anette Sinclair decida para él — se giró hacia el padre de Sergio, mirándolo con odio — Azrael Darkthorn, por la deshonra de tu sangre, quedas destituido como parte del concejo real. Tu familia será denigrada por 100 años a no poseer el liderazgo de la manada. El concejo se reunirá para elegir al nuevo alfa y consejero de entre las familias que conformar tu manada.

Nadie se atrevía a hablar o siquiera a hacer algún movimiento por miedo a la reacción que pudiera tener su líder — organicen una cuadrilla para buscar al muchacho, traten sus heridas y cuando esté recuperado tráiganlo ante Anette. Ella decidirá su destino.

Sus pasos una vez más se dirigieron hacia Isabella — has manchado el honor de tu clan, de tu gente... has traicionado a tu líder e insultando el lugar que los ancianos te habían otorgado como posible gran luna, el precio a pagar debiera ser tu vida — la sujeto por el cuello, levantándola del suelo; de inmediato la mujer llevo sus manos al agarre sobre su cuello, sintiendo como el aire comenzaba a faltarle — has insultado años de tradición, la loba de pelaje blanco debería ser un símbolo de paz, de unión y respeto... tu solo has manchado el título que se te fue otorgado desde tu nacimiento, mentiste, tramaste en contra de una verdadera elegida y como si fuera poco intentaste ocupar su lugar.

De la garganta de Isabella escapaban sonidos escalofriantes, sabían que de seguir así el gran alfa terminaría matándola allí mismo; miembros de la manada de Arthur se vieron obligados a sostener a Rein para evitar que acudiera al socorro de su heredera. Los ojos de Arthur estaban inyectados de sangre y el aura de muerte en la habitación sepultaba la voluntad de cualquiera que pensara siquiera en ir contra su líder.

— ¡Arthur!, ¡basta! — se escuchó de pronto una voz femenina, seguida de pasos apresurados. En cuestión de segundos la chica de cabello azul ya estás de pie junto al gran alfa con su mano colocada sobre el brazo del hombre quien enseguida clavo sus ojos en ella — basta Arthur... suéltala, no vale la pena — una guerra de miradas comenzó, dorado contra azul; una guerra de voluntades que podría terminar muy mal.

— Anette — él pronunció su nombre entre sorprendido y aliviado, aunque no podía evitar preguntarse ¿qué hacía ella ahí?.

— Arthur, basta — la voz de Anette sonaba demandante, su agarre sobre el brazo masculino aumento, Arthur bajo la mirada a la vez que soltaba su agarre sobre el cuello de Isabella, quien cayó al suelo con un golpe sordo mientras jadeaba por aire — no vale la pena comenzar una guerra. Conservemos la paz.

La tensión en el cuerpo de Arthur disminuyo de inmediato, el aura abrumadora en la habitación fue sustituida por un inexplicable sensación de calma; como si la simple presencia de la recién llegada fuera suficiente para calmar los ánimos y la tensión que se había apoderado de cada uno de los presentes.

Humbert sonrió al notar este cambio, lanzando una mirada de superioridad hacia Rein. Anette había logrado en segundos producir un cambio abismal en el ánimo asesino del gran alfa; transmitiendo paz a cada uno de los presentes, como si su presencia fuera el bálsamo tranquilizador que se necesitaba para mantener el equilibrio en el lugar.

— Nada de locuras — hablo la muchacha, acariciando la mejillas del hombre de pie frente a ella, Arthur cerro los ojos; disfrutando de esa caricia — Ragnar... Arthur.— llamo, intentando tranquilizar tanto al hombre como a la bestia en su interior.

— Nada de locuras — repitió el muchacho, mientras su lobo interno entraba en un estado de reposo absoluto, sus ojos volvieron al gris ya conocido y todo sentimiento negativo abandonó su ser de inmediato.

Darlan y Aurora chocaron sus manos como celebración, no se habían equivocado en su elección de traer a Anette, evitando así una posible matanza que marcaría el comienzo de la decadencia del mundo tal cual lo conocían. Por ahora podían respirar tranquilos.

Por ahora...

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