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Capitulo 23: Piezas de un juego.

Sabía muy bien que no importaba cuánto corriera o cuánto intentará ocultarse, los vampiros terminaría atrapándola tarde o temprano...

Sabía muy bien que si aquel ser infernal no la había atrapado aún era porque así lo quería, porque estaba extendiendo aquel juego del gato y el ratón lo más posible; todo para su propia diversión.

¿Acaso serían así todos los vampiros?, ¿fanáticos de aterrorizar a sus víctimas?, ¿nadie les había enseñado a no jugar con su comida?, Anette sintió un escalofrío ante ese pensamiento: ella era la comida que perseguían esos seres infernales en ese momento.

Corrió escaleras abajo lo más rápido que podía, sus piernas temblaban por el terrible esfuerzo físico que estaba realizando... una sensación de paz la invadió una vez que salió del imponente edificio y corrió lo más rápido que pudo hacía los linderos del bosque como si en ese lugar pudiera encontrar la salvación.

Un grito escapó de sus labios entre abiertos cuando sintió un repentino peso sobre ella, tumbándola al suelo, por instinto lucho contra la persona que la presionaba contra el piso. Él soltó una carcajada mientras sujetaba con fuerza las muñecas de la humana, era divertido ver la desesperación plasmada en sus fracciones.

— Te atrapé, pequeña princesa — anuncio divertido, tomándose un momento para perderse en los ojos azules que poseía esa criatura frágil y vulnerable presa debajo de él — Archivald tiene razón, es divertido perseguirte — aparto algunos mechones de cabello que cubrían el rostro de la muchacha para poder observar mejor su expresión.

— ¿Por qué ustedes aman perseguirme?, ¿qué quieren de mí? — pregunto, impulsada por un momento de valentía. El vampiro sobre ella una vez más rio a carcajadas.

— La verdad no sé qué quiere nuestro maestro de ti. Pero me gustas — se inclinó sobre el cuello femenino, aspirando su aroma — hueles delicioso... eres tan atrayente, sería tan placentero saborearte — sin previo aviso paso su lengua por la mejilla de Anette, como si con ese gesto pudiera disfrutar un poco del sabor de su presa.

La muchacha sintió que un escalofrío recorría su columna vertebral, mientras el vampiro se deleitaba con su calor, con su aroma, ella se sentía abrumada por la frialdad que emanaba del cuerpo ajeno; observo como aquellos ojos rojos y brillantes como la sangre la observaban, como si ese vampiro se estuviera esforzando por grabar en su memoria cada detalle de las finas facciones femeninas.

— Tus mejillas están sonrojadas y tú corazón late muy rápido. ¿Estás asustada? — Anette estaba segura que la emoción comenzó a brillar con más intensidad en los ojos rojos del vampiro.

— No estoy asustada, estoy nerviosa — aseguro, ¡Pero por supuesto que estaba asustada!, corría el riesgo de convertirse en bocadillo de vampiro en cuestión de segundos — no sé si tenerte miedo o contemplar tu belleza — expreso ella de pronto, comentario muy inesperado para el vampiro — ¿cuál es tu nombre?.

Él pareció estarse debatiendo si debía decirle su nombre o no, seguramente el hecho de que esa humana pareciera admirar su belleza lo había perturbado, después de todo ¿cómo podía parecerle hermoso un ser que estaba a nada de arrebatarle la vida?.

— Nicolás, mi nombre es Nicolás pero puedes llamarme Nick, preciosa — le guiño el ojo de forma descarada, ocasionando que las mejillas de Anette se sonrojada ferozmente, él esbozo una sonrisa arrogante — tus mejillas son aún más provocativas cuando estás tan sonrojada niña.

Nicolás se inclinó hacia ella, cortando la poca distancia que los separaba, sus labios se pasaron sobre la mejilla de Anette quien jadeo al sentir un leve rasguño sobre su pómulo; enseguida sintió algo tibio comenzar a deslizarse sobre su mejilla. Le tomo un momento darse cuenta que él la había rasguñado, probablemente con el filo de su colmillo.

Nicolás paso su lengua lentamente, limpiando la pequeña línea de sangre que manchaba la mejilla femenina, le parecía hermoso como el rojo carmesí marcaba su camino sobre la suave piel de porcelana. Debía admitir que le gustaba la palidez de la chica, era blanca como la nieve cubriendo las montañas después de una ventisca pero el rojo sutil coloreando sus mejillas le recordaba que en ella había un cálido corazón latente.

— Exquisita — aseguro, clavando una vez más su mirada en la de Anette, ella estaba en shock, su respiración era errática y Nicolás se deleitó observando sus labios entre abiertos, preguntándose ¿qué sentiría si decidiera saborear sus labios?, estos eran muy tentadores.

— Ni se te ocurra tocarla — se escuchó de pronto una voz profunda y amenazante, tanto los ojos de Anette como los de Nicolás se desviaron para observar la imponente figura que ahora estaba a pocos metros de ellos — déjala ir o si no... — dejo la amenaza en el aire.

— Vaya, vaya pero si es el rey de los lobos que al fin nos honra con su presencia — canturreo el vampiro mientras de un ágil movimiento se ponía de pie, unos segundos después ya tenía a Anette sujeta del brazo y de pie delante de él — es una niña muy bonita, ¿no crees?, Arthur... ¿o debería llamarte Ragnar? — hablo sujetando la barbilla de la chica, obligándola a mirar hacia el recién llegado.

Un gruñido enojado nació de la garganta de Arthur mientras con el ceño fruncido observaba como ese vampiro infernal mantenía a Anette muy cerca de su cuerpo, sabía que mientras la tuviera como escudo él no se atrevería a atacarlo.

— Deja ir a Anette o te juro que te arrepentirás — estaba enojado, no le gustaba ver cómo las garras de ese hombre estaban sobre la chica y mucho menos le gustan escuchar como el corazón de Anette latía tan desesperado. Su mirada se suavizó un poco cuando sus ojos se encontraron con los de la chica quien lo observaba suplicante.

Nicolás le dio un suave empujón a la chica, incitándola a avanzar — vamos linda, ve y controla a tu perro sarnoso — Anette trastabillo ante el repentino empujón, Arthur rápidamente la sujeto para ayudarla a recuperar el equilibrio — mantente detrás de mí —le susurro al oído colocándola a su espalda de forma protectora, no estaba dispuesto a permitir que ese vampiro la tocara nuevamente.

— Jajaja ¿crees que le haré daño?... solo quiero llevarla con nuestro maestro, no busco comenzaron una pelea contigo Ragnar — Anette frunció el ceño, otra vez el vampiro pronunciaba ese nombre extraño. ¿Qué significaba?.

Antes de que ella si quiera pudiera procesar lo que estaba pasando, Arthur y el vampiro habían comenzado a pelear. ¿En qué momento se habían arrojado uno contra el otro?, ¡Ella no había logrado verlo!.

Nicolás dio un rodillazo en el estómago de Arthur, quien tardó solo unos segundos en recomponerse del ataque antes de lanzarse sobre el vampiro... todo ocurría tan rápido que Anette ni siquiera lograba vislumbrar que era lo que realmente estaba pasando.

De pronto Arthur tenía ambos brazos de Nicolás sujetos con fuerza, jalándolos hacia atrás mientras su pie estaba sobre la espada del vampiro. Anette pudo escuchar como si cristales se estuvieran rompiendo... observo como los brazos del vampiros eran arrancados de forma brutal...

— ¡Arthur! — grito horrorizada, sintiendo que sus piernas de pronto comenzaban a fallar, dos pares de ojos se posaron en ella con preocupaciones, los orbes rojos del vampiro siguieron los movimientos de la chica quien pronto terminaría en el suelo a causa de su propia debilidad, no pudo evitar gruñir y mostrar sus colmillos ante la posibilidad de que está se lastimara.

Mientras que el lobo se movió con rapidez para sujetarla entre sus brazos, por un momento había olvidado la fragilidad de la chica, por un momento se había dejado cegar por su rabia y sus instintos sin pensar en las consecuencias que esto podría acarrear.

— Te tengo — susurro al tenerla entre sus brazos, ella lo miró a los ojos, aturdida por no encontrar esa mirada gris que tanto adoraba, en su lugar encontró unos ojos dorados similares al oro fundido, y en ese instante lo supo: ese no era el Arthur que ella conocía, su lobo había tomado el control.

Tembló mientras se preguntaba ¿cuál sería su destino ahora?.

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