Zac Turner era un hombre realmente escéptico, muy pocas cosas podían llegar a sorprenderlo; como abogado había visto lo peor y lo mejor del mundo humano, como hombre lobo se había llegado a enfrentar a innumerables situaciones que escapaban de toda comprensión humana.
Pero ver a Arthur, un hombre generalmente frío e indiferente; sostener la mano de una pequeña mujer inconsciente mientras la miraba con sus facciones colmadas de preocupación... eso sí había logrado sorprenderlo e intrigarlo. La mujer sobre la cama era pequeña y frágil, de facciones delicadas a tal punto que parecía una muñequita de porcelana que si no era tratada con cuidado podría llegar a romperse en mil pedazos... mientras que Arthur era alto, fuerte, musculoso... y aun así ella parecía tenerlo atado a su dedo meñique. ¡Y eso que aún no la había escuchado pronunciar palabra alguna!. ¿Cómo un ser tan frágil como ella lograba tener a sus pies a un hombre tan poderoso como Arthur?, era una idea bastante difícil de concebir en la mente de cualquiera y aun así allí estaban ellos, haciendo un contraste bastante peculiar y diferente. — Así que ella es Anette — hablo, observando detenidamente a la muchacha junto a Arthur. — Si... ella es Anette, es una renuo — respondió Arthur sin siquiera molestarse en mirar a su amigo. — Ohh eso explica muchas cosas — esbozo una leve sonrisa — supongo que su sangre de lobo te atrae aunque su lobo interior no haya despertado... la diosa luna actúa de modo misterioso. — No creo que la diosa luna sea quien me uniera a ella, es más bien un asunto del corazón — respondió, dejando escapar un pesado suspiro. — ¿A, si?, ¿entonces por qué corres hacia ella cuando está en peligro? — cuestiono. Arthur se puso de pie, acercándose hacia Zac para mirarlo directamente a los ojos frunciendo el ceño. — ¿A qué te refieres? — indagó, sin entender exactamente lo que su mejor amigo quería decir en ese momento. — ¿Por qué esa mujer logra que corras tras de ella?, ¿cómo sabías que te necesitaba si ni siquiera estaba cerca de tu ubicación?... ¿cómo es que a kilómetros de distancia el impulso por protegerla te guía hacía ella?... es una renuo, frágil e insignificante... — Porque — guardo silencio unos segundos dando un vistazo hacía Anette — simplemente lo siento Zac... es como si esa mujer tan pequeña como una flor, tan frágil como una hoja llevada por el viento me atrajera a ella con la misma fuerza que ejerce la tierra... no sé cómo, ni porque pero caía hacia ella como la fruta madura cayendo de un árbol... es como si mi corazón no hubiera sabido lo que es estar vivo hasta el momento que latió de forma vertiginosa ante el miedo de perderla sin siquiera conocerla... y desde entonces, desde el momento en que la tuve entre mis brazos por primera vez; todo dejo de existir, todo dejo de importar... solo esta ella siendo el centro de mi mundo... Antes de que Zac siquiera pudiera pensar en una respuesta adecuada para las impactantes palabras de su amigo, la habitación fue llenada por un suave y melodioso susurró. — Arthur — la simple mención de su nombre en un susurró lastimero fue más que suficiente para hacerlo correr al lado de esa mujer, para que se sentara a su lado y sujetará su mano como si temiera que la vida se le escapara como agua entre los dedos. La chica dio un jadeo desesperado, como si de pronto sus pulmones hubieran perdido la capacidad de respirar, abrió los ojos mientras sentía su corazón latir acelerado, preso del temor inconsciente que invadía su ser, consiguiendo la calma solo cuando sus ojos se encontraron con aquella mirada gris que tanto anhelaba. — Anette — Arthur la abrazó con fuerza, sintiendo que toda la preocupación que había sentido por fin se esfumaba al verla despierta. — Arthur... estás aquí — se abrazó al hombre como si su vida dependiera de ello, como si Arthur Standerwod fuera la única medida de salvación en un mundo repleto de caos — estás aquí — aseguro en un todo de voz apenas audible sin poder contener las lágrimas que tanto se esforzaban por salir. — Tranquila... shh... ya estoy aquí, todo estará bien — Arthur comenzó a susurrar palabras dulces para calmarla, mientras acariciaba su cabello con delicadeza; Anette apretó sus manos sobre la camisa del chico, aferrándose a él mientras lloraba... Y al ver esa escena Zac obtuvo la respuesta a todas sus interrogantes. ¿Quién era Anette?, era la mujer que había logrado robarle el corazón a su amigo... solo ese efímero instante le basto para saber que la vida de Arthur ya no le pertenecía a sí mismo; ahora la vida de su amigo giraba en torno a esa pequeña señorita que lloraba entre sus brazos... Guardo silencio hasta que noto que la chica comenzaba a calmarse y fue allí cuando con un leve carraspeó los saco de su burbuja, ambos lo miraron como si fuera un intruso que no debía estar allí y quizás realmente lo era. — Anette, él es Zac Turner. Mi abogado y mejor amigo — los presento Arthur, Anette se puso de pie a tropezones hasta estar frente a frente con Zac. — Un gusto conocerte, soy Anette Sinclair. Gracias por cuidar de Arthur — hizo una leve reverencia hacia el abogado, quien se sonrojo ferozmente cuando Anette levanto la mirada y sus ojos se encontraron. ¡Esa niña tenía los ojos del azul más brillante y puro que había visto jamás!. — No hay de que... a veces es insoportable pero es mi mejor amigo — se deleitó cuando Anette dejo escapar una risita, era tan dulce y atrayente. Cómo si la chica tuviera un aura magnética que no permita que pasara desapercibida; era como si algo en ella le obligará a mirarla y despertara en él, el deseo más ferviente de protegerla — m****a... ya lo entiendo — aseguro por lo bajo Zac, Arthur arqueo una ceja mientras Anette inclinaba su cabeza ligeramente hacia un lado en un gesto bastantes infantil. — ¿Que entiende señor Zac? — pregunto con total inocencia. ¡Por los dioses!, ¿cómo podía alguien ser tan jodidamente adorable?. — Ohh nada nada, solo son locuras mías — señaló hacia la puerta, sintiendo que sus mejillas ardían aún más — Arthur... podemos... — Por supuesto — entendió de inmediato que su amigo deseaba salir de la habitación, se puso de pie dirigiéndose a la salida — Por favor colócate un abrigo, iremos a mi casa después de la cena — informo a Anette, quien se percató de la pijama de ositos que llevaba puesta y se sintió totalmente avergonzada. Arthur y Zac no pudieron evitar reír cuando ella se adentró corriendo al baño. — Comienzo a entenderte Arthur... ella es especial — Zac sonrió a su amigo antes de darle un par de palmadas en el hombro y salir de la habitación. Arthur frunció el ceño preguntándose ¿a qué se refería exactamente Zac?.En su vida pensó que la hora de la cena podía llegar a ser tan incómoda como lo había sido esa noche, estar en medio de cuatro lobos alfas era una verdadera tortura... a pesar de la aparente actitud relajada de todos ella sentía el ambiente cargado de tensión, una extremadamente abrumadora que se cernía principalmente sobre ella.El aura de su madre podría ser comparada con la de una guerrera amazonas lista para saltar sobre los tres hombres alfas que las acompañaban esa noche en la mesa... la situación resultaba tan incómoda que apenas y logro ingerir bocado, sentía que su garganta se había cerrado de un momento a otro y lo único que deseaba era salir corriendo de ese lugar.¡Por Dios!, nunca imagino que se llegaría a sentir tan incómoda en su propia casa... por eso agradeció cuando la cena terminó, se apresuró a retirar los platos y a lavarlos enseguida, encerrándose en la cocina a modo de huida de la convivencia de los cuatro alfas que parecían competir por el dominio de la situaci
Arthur la tomo entre sus brazos al estilo nupcial antes de comenzar a correr hacía la mansión Standerwod, era increíble la velocidad sobre natural que podían poseer los hombres lobos aún en su forma humana.Y debía confesar que sentía un poco de envidia de sus habilidades, ellos eran fuertes, rápidos e imparables mientras que ella misma solo era una niña frágil y vulnerable, odiaba sentirse de esa manera.... expuesta a la merced de aquellos que poseían mayor poder que ella.Sus pensamientos fueron interrumpidos en el momento en que, Arthur; la estrecho un poco más entre sus brazos, quizás sintiendo su inquietud y su propio menos precio... aún le costaba creer que él pudiera saber cómo se sentía o cuando estaba en peligro, como si un hilo invisible los uniera de alguna manera... y quizás era así, quizás había una fuerza misteriosa que enredaba sus destino de alguna forma retorcida. ¿Cómo saberlo?...Al llegar a la mansión Arthur bajo a Anette con suma delicadeza, como si temiera que es
Todas las emociones que estaba experimentando en ese momento provocaban en ella un remolino de sentimientos que hacían que la confusión la abrumaba, por un momento se sentía la mujer más dichosa del mundo al estar entre los brazos de Arthur, sentía como si una fuerza invisible la arrastrara hacía él de una manera mágica y casi adictiva pero también sentía como si estuviera corriendo tras una sombra; tras de alguien a quien realmente nunca podría alcanzar y eso la confundía aún más...Era como si en el fondo de su ser supiera que estar con Arthur era totalmente imposible, sentía que entre ellos había un abismo invisible que jamás lograrían cruzar.... ¿serian solo sus propias inseguridades haciendo mella en ella? o ¿había algo más que no lograba comprender?; no estaba segura de tener la respuesta a sus interrogantes.Salió de sus pensamientos, tomándose un momento para observar todo a su alrededor, ¿Qué hacía ella allí?... era más que evidente que no encajaba en la mansión Standerwod y
Aurora observo la impresionante conexión que parecían tener su hermano y Anette, ¿cómo es que en solo un par de días ya parecían poder leer la mente del otro?... ¡Que sorprendente que un vínculo tan fuerte pudiera formarse con tanta rapidez!, ¿Este era el verdadero poder de la diosa Luna?, ¿así era encontrar a esa otra mitad que estaba destinada para ti?, ella quería vivir eso...— Lamento ser yo quien rompa la burbuja... pero los ancianos estaban furiosos y pidieron por favor que te encontraras con ellos apenas llegarás a la mansión — informo Aurora, no quería interrumpir el momento entre su hermano y Anette pero era necesario que Arthur atendiera sus responsabilidades.— Juro que voy a arrancarles la cabeza uno de estos días — aseguro Arthur en un susurro pero su tono de voz estaba cargado de intenciones asesinas.— Ve. Es importante, Arthur — lo ánimo Anette, dedicándole una tierna sonrisa — yo no iré a ninguna parte... estaré aquí cuando regreses — prometió, dando un poco de tranqu
Chocaba sus dedos contra la mesa con un movimiento rítmico, estaba aburrido de escuchar la discusión de los ancianos pero tampoco podía huir de aquella reunión como lo había hecho en la tarde.Sentía que volvían a caer en el mismo tema una y otra vez: Anette, Aurora tenía razón cuando dijo que hablaban de ella como si fuera un monstruo salido de alguna aterradora caverna.— ¡Insisto en que debería sacarla de aquí! — grito Rein, golpeando fuertemente la mesa — él es un hombre comprometido, no es correcto que ande exhibiéndose con una mujer que no es su prometida. ¡Además es una renegada!, una mujer sin manada que la respalde.— Si el problema es el hecho de no tener una manada que la respalde. La solución es muy simple: Humbert tiene que reintegrarlas a su manada. Así Anna y Anette jamás estarán solas, tendrán el respaldo de la manada claro de Luna. ¡Y se acabarán las escusas para oponerse a la cercanía entre Anette y Arthur! — intervino Draven Turner. El padre de Zac.— Si hago eso en
Su beso duró un par de minutos... cuando finalmente se separaron Arthur la miro con expresión sería plasmada en su rostro, frunciendo ligeramente el ceño.— ¿Ocurre algo? — preguntó ella, sintiéndose un poco incómoda por la intensidad de su mirada.— ¿Por qué gritabas de frustración?, te escuché mientras estaba en la reunión — de inmediato los colores subieron al rostro de Anette, sus mejillas ardieron de la vergüenza.— ¿Me... escu... chaste? — tartamudeo, ¡no espero que él la hubiera escuchado!, aun cuando uso una almohada para amortiguar su grito.— Jaja por supuesto... tengo el mejor oído en este lugar, además de un increíble vínculo contigo. Así que ¿me dirás que atormenta tu pequeño corazón? — Anette guardo silencio por un minuto, observando a Arthur y lo hermoso que se veía cuando reía de esa manera; estando tan relajado y alegre si parecía una persona de su edad. Después de todo solo era un joven de 21 años.Ella no pudo evitar sonreír ante sus observaciones mientras pensaba q
Desayuno con calma y posteriormente se dio un baño con agua caliente, Arthur gozaba de una gran tina en su cuarto de baño, nunca había usado una tina, así que aprovecho la oportunidad. Y debía admitir que le tenía un poco de envidia al muchacho.¡Esa tina era simplemente increíble!, le encantaba como el agua caliente y la espuma cubrían su cuerpo de forma relajante, se permitió durar más de lo usual en su ducha, disfrutando de aquella calidez que la envolvía...Cuando salió de la ducha se arregló y tomo la bandeja para llevarla a la cocina, hacía un día hermoso por lo que quería disfrutarlo al máximo, no sabía si de verdad el día era tan maravillosa o simplemente era su interpretación por lo feliz y tranquila que se encontraba.— Yo llevaré eso señorita Anette — dio un brinco al escuchar la voz de Sephora, ¡Había aparecido de la nada!, ni siquiera la había escuchado acercarse. De verdad que esa mujer parecía un fantasma moviéndose por la casa, si seguía sorprendiéndola de esa manera l
No podía negar que las palabras de Anette le daban consuelo y de cierta forma, la fuerza que necesitaba para no rendirse... porque debía confesar que muchas veces había querido rendirse y renunciar a aquellos sentimientos que tanto la estaban lastimando, porque si, amar y no ser correspondido acarreaba un enorme dolor que no cualquiera podría llegar a soportar.Y ella lo estaba haciendo muy bien, seguía ahí, junto a Zac, sobreviviendo a cada sonrisa cómplice, a cada conquista, a cada aventura... siendo la eterna enamorada de un hombre que quizás nunca llegaría a amarla. ¿Ese era el capricho de la diosa Luna?, ¿acaso estaba destinada a vivir encerrada en un triángulo amoroso y aún no lo sabía?, quizás era así o quizás no; solo el tiempo podría darle la respuesta... solo le quedaba pedirle al universo una señal, una señal de que camino debía seguir.Y quizás esa señal eran las palabras de Anette, quizás esa adorable muchacha de ojos azules era la persona destinada a indicarle qué camino