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Capitulo 14: Fuerza de gravedad.

Zac Turner era un hombre realmente escéptico, muy pocas cosas podían llegar a sorprenderlo; como abogado había visto lo peor y lo mejor del mundo humano, como hombre lobo se había llegado a enfrentar a innumerables situaciones que escapaban de toda comprensión humana.

Pero ver a Arthur, un hombre generalmente frío e indiferente; sostener la mano de una pequeña mujer inconsciente mientras la miraba con sus facciones colmadas de preocupación... eso sí había logrado sorprenderlo e intrigarlo.

La mujer sobre la cama era pequeña y frágil, de facciones delicadas a tal punto que parecía una muñequita de porcelana que si no era tratada con cuidado podría llegar a romperse en mil pedazos... mientras que Arthur era alto, fuerte, musculoso... y aun así ella parecía tenerlo atado a su dedo meñique. ¡Y eso que aún no la había escuchado pronunciar palabra alguna!.

¿Cómo un ser tan frágil como ella lograba tener a sus pies a un hombre tan poderoso como Arthur?, era una idea bastante difícil de concebir en la mente de cualquiera y aun así allí estaban ellos, haciendo un contraste bastante peculiar y diferente.

— Así que ella es Anette — hablo, observando detenidamente a la muchacha junto a Arthur.

— Si... ella es Anette, es una renuo — respondió Arthur sin siquiera molestarse en mirar a su amigo.

— Ohh eso explica muchas cosas — esbozo una leve sonrisa — supongo que su sangre de lobo te atrae aunque su lobo interior no haya despertado... la diosa luna actúa de modo misterioso.

— No creo que la diosa luna sea quien me uniera a ella, es más bien un asunto del corazón — respondió, dejando escapar un pesado suspiro.

— ¿A, si?, ¿entonces por qué corres hacia ella cuando está en peligro? — cuestiono. Arthur se puso de pie, acercándose hacia Zac para mirarlo directamente a los ojos frunciendo el ceño.

— ¿A qué te refieres? — indagó, sin entender exactamente lo que su mejor amigo quería decir en ese momento.

— ¿Por qué esa mujer logra que corras tras de ella?, ¿cómo sabías que te necesitaba si ni siquiera estaba cerca de tu ubicación?... ¿cómo es que a kilómetros de distancia el impulso por protegerla te guía hacía ella?... es una renuo, frágil e insignificante...

— Porque — guardo silencio unos segundos dando un vistazo hacía Anette — simplemente lo siento Zac... es como si esa mujer tan pequeña como una flor, tan frágil como una hoja llevada por el viento me atrajera a ella con la misma fuerza que ejerce la tierra... no sé cómo, ni porque pero caía hacia ella como la fruta madura cayendo de un árbol... es como si mi corazón no hubiera sabido lo que es estar vivo hasta el momento que latió de forma vertiginosa ante el miedo de perderla sin siquiera conocerla... y desde entonces, desde el momento en que la tuve entre mis brazos por primera vez; todo dejo de existir, todo dejo de importar... solo esta ella siendo el centro de mi mundo...

Antes de que Zac siquiera pudiera pensar en una respuesta adecuada para las impactantes palabras de su amigo, la habitación fue llenada por un suave y melodioso susurró.

— Arthur — la simple mención de su nombre en un susurró lastimero fue más que suficiente para hacerlo correr al lado de esa mujer, para que se sentara a su lado y sujetará su mano como si temiera que la vida se le escapara como agua entre los dedos.

La chica dio un jadeo desesperado, como si de pronto sus pulmones hubieran perdido la capacidad de respirar, abrió los ojos mientras sentía su corazón latir acelerado, preso del temor inconsciente que invadía su ser, consiguiendo la calma solo cuando sus ojos se encontraron con aquella mirada gris que tanto anhelaba.

— Anette — Arthur la abrazó con fuerza, sintiendo que toda la preocupación que había sentido por fin se esfumaba al verla despierta.

— Arthur... estás aquí — se abrazó al hombre como si su vida dependiera de ello, como si Arthur Standerwod fuera la única medida de salvación en un mundo repleto de caos — estás aquí — aseguro en un todo de voz apenas audible sin poder contener las lágrimas que tanto se esforzaban por salir.

— Tranquila... shh... ya estoy aquí, todo estará bien — Arthur comenzó a susurrar palabras dulces para calmarla, mientras acariciaba su cabello con delicadeza; Anette apretó sus manos sobre la camisa del chico, aferrándose a él mientras lloraba...

Y al ver esa escena Zac obtuvo la respuesta a todas sus interrogantes. ¿Quién era Anette?, era la mujer que había logrado robarle el corazón a su amigo... solo ese efímero instante le basto para saber que la vida de Arthur ya no le pertenecía a sí mismo; ahora la vida de su amigo giraba en torno a esa pequeña señorita que lloraba entre sus brazos...

Guardo silencio hasta que noto que la chica comenzaba a calmarse y fue allí cuando con un leve carraspeó los saco de su burbuja, ambos lo miraron como si fuera un intruso que no debía estar allí y quizás realmente lo era.

— Anette, él es Zac Turner. Mi abogado y mejor amigo — los presento Arthur, Anette se puso de pie a tropezones hasta estar frente a frente con Zac.

— Un gusto conocerte, soy Anette Sinclair. Gracias por cuidar de Arthur — hizo una leve reverencia hacia el abogado, quien se sonrojo ferozmente cuando Anette levanto la mirada y sus ojos se encontraron. ¡Esa niña tenía los ojos del azul más brillante y puro que había visto jamás!.

— No hay de que... a veces es insoportable pero es mi mejor amigo — se deleitó cuando Anette dejo escapar una risita, era tan dulce y atrayente. Cómo si la chica tuviera un aura magnética que no permita que pasara desapercibida; era como si algo en ella le obligará a mirarla y despertara en él, el deseo más ferviente de protegerla — m****a... ya lo entiendo — aseguro por lo bajo Zac, Arthur arqueo una ceja mientras Anette inclinaba su cabeza ligeramente hacia un lado en un gesto bastantes infantil.

— ¿Que entiende señor Zac? — pregunto con total inocencia. ¡Por los dioses!, ¿cómo podía alguien ser tan jodidamente adorable?.

— Ohh nada nada, solo son locuras mías — señaló hacia la puerta, sintiendo que sus mejillas ardían aún más — Arthur... podemos...

— Por supuesto — entendió de inmediato que su amigo deseaba salir de la habitación, se puso de pie dirigiéndose a la salida — Por favor colócate un abrigo, iremos a mi casa después de la cena — informo a Anette, quien se percató de la pijama de ositos que llevaba puesta y se sintió totalmente avergonzada.

Arthur y Zac no pudieron evitar reír cuando ella se adentró corriendo al baño.

— Comienzo a entenderte Arthur... ella es especial — Zac sonrió a su amigo antes de darle un par de palmadas en el hombro y salir de la habitación.

Arthur frunció el ceño preguntándose ¿a qué se refería exactamente Zac?.

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