La mujer que estaba frente a mí tenía un aspecto imponente. Nunca especialmente había sentido timidez al estar en presencia de nadie, mucho menos de una mujer. No porque fuera especialmente machista, pero siempre que veía una mujer con carácter, decidida, empoderada, más que timidez, me resultaba tremendamente atractivo. Por eso, más allá de sentir timidez, lo que llegaba a sentir era realmente deseo e interés. Pero la mujer que estaba de pie frente a mí en la puerta de mi casa despertó una genuina sensación de malestar dentro de mi pecho. Sus ojos, con una arrogancia que me hizo pasar saliva, me observaban fijamente. —Disculpa, ¿quién eres? —le pregunté, pero la mujer no contestó. Se quedó ahí, en el mismo punto, observándome. Estaba recostada en el marco de la entrada de la puerta, me observó de los pies a la cabeza. —Definitivamente eres mucho más sexy en persona —comentó. }—¿Nos conocemos? —le pregunté, y ella negó. —No, no nos conocemos. Casi lo hacemos, pero en realidad no
Todo se puso tenso a partir de ese momento. La hermana Sol había sido muy clara con su advertencia: que algo así podía llegar a pasar. Y entonces pasó. Sucedió lo peor. La verdadera Elisa estaba en el país, y sus intenciones no eran las mejores. Por poco y mata a Alejandro, el hombre que había sido su esposo. ¿Qué podía esperar yo? ¿Qué podía esperar yo de aquella mujer más allá de una muerte lenta y dolorosa? Y aquello me asustó. Me asustó sobremanera porque había decidido meterme en esta camisa de once varas. Yo había sido tan ridículamente ingenua, había sido una estúpida. Pero, ¿acaso no era la única opción que tenía? Gracias a eso, ahora tenía las pruebas en mis manos que podía demostrar mi inocencia. Gracias a aquella mentira, podía ofrecerles, posiblemente, un buen futuro a mis hijos. Así que no debía llorar en ese momento. Tenía que enfrentar las consecuencias de lo que había hecho, y eso era lo que tenía que hacer. — No me parece que sea una buena idea — dijo después de un r
— No — dije, y todos voltearon a mirarme. — ¿No? — preguntó Kevin, mirándome directo a los ojos — . ¿Pensaste que esta mentira iba a durar para siempre? — Claro que no — le dije, poniéndome firme y abrazándome a mí misma para combatir la inseguridad — . Sabía que eventualmente iba a tener que decirle la verdad, que él tendría que saber que yo era Evangeline. Pero él me ha visto como Elisa muy pocas veces. Imagino que es muy pronto. — ¿Y eso? — manifesté — . Es muy pronto. — Pero entonces — Kevin cruzó un par de miradas con la hermana Sol, y la mujer me miró — , tal vez en otras circunstancias. Pero ahora, ¿te parece que es muy pronto cuando la verdadera mafiosa está a las puertas de nuestro orfanato? Y sabemos exactamente qué quiere. Si quiere matarte, si quiere matarnos a todos para esconderse y esconder esos secretos... — Yo no opino mucho — continuó Luis sin apartar su mirada de mí — , pero escucho muy bien todo lo que dicen. Elisa Duque es una mafiosa que aún no ha sido expue
Los labios de Kevin eran suaves, pero fue una sensación extraña el besarlo porque no sentía absolutamente nada. No hubo una calidez en el estómago, no me temblaron las rodillas, no sentí esa mágica chispa que se supone que debía sentirse. Porque lo había imaginado por un momento, mientras recortaba la distancia que nos separaba para besarme. Lo pensé: ¿y si tal vez Kevin fuese el amor de mi vida? ¿Y si tal vez fuese la persona que el destino tenía preparada para mí, para que olvidara de una vez por todas a Nicolás? Por eso lo había permitido. Por eso había profundizado el beso. Porque necesitaba saberlo. Quería saberlo. Pero ahora ya lo sabía. Yo no sería capaz de ver a Kevin en ninguna otra forma que no fuese como un gran amigo.De todas formas, permití que me besara. Permití que su mano se deslizara por detrás de mi espalda hasta mi cadera y que me ajustara contra su torso. Su beso fue tierno y romántico, un poco profundo. Su lengua exploró con timidez la mía, y yo pude sentir todas
Una vez más, como ya se me hacía costumbre, tuve una noche pesada e intranquila. No solo por el hecho de que al siguiente día tendría que enfrentar uno de mis miedos más grandes, sino que también estábamos prácticamente amenazados. Elisa nos había declarado la guerra. Los hombres de Alejandro habían desaparecido. Él los presumía muertos, pero la mafiosa le había dicho que ellos simplemente lo habían traicionado. Cualquiera de las dos posibilidades era horrible.De todas formas, estábamos completamente solos. Pude escuchar cómo Luis, Alejandro y Kevin pasaron toda la noche rondando el orfanato, esperando en las esquinas y observando el bosque por si alguien aparecía. Así que podía escuchar el tintineo de las armas que sostenían en sus manos. Yo hubiese preferido quedarme de pie y estar con ellos vigilando, pero tenía que tratar de dormir, tenía que tratar de tener fuerzas para el siguiente día.Pero no pude hacerlo. Cuando cerraba los ojos, mi mente divagaba una y otra vez en las miles
Nicolás se quedó ahí de pie, observándome, y yo pasé saliva. — ¿A qué te refieres con eso? — le pregunté.Él me señaló el mueble frente a mí y yo tomé asiento. Dejé mi cartera en el suelo. Toda la seguridad que había sentido cuando salí del orfanato esa mañana se había desaparecido por completo. Ahora ya no estaba segura, solo quería hacer uso de mis tenis deportivos y salir corriendo de ese lugar lo antes posible, antes de que la conversación entrara en ese tema en el que ya no habría marcha atrás. — Ayer fue a verme una mujer a mi casa. Sabe de nuestros negocios, y eso es raro. Siempre trato de ser muy discreto con mis cosas, pero ella lo sabe. Sabe que estamos intentando hacer negocios juntos. Me aseguré de que nadie me siguiera, pero presiento que es una mujer que está involucrada en este mundo de negocios sucios.Yo sentí que el corazón me latió con fuerza. Era Elisa. Era la verdadera Elisa. Había ido a ver a Nicolás. — ¿Y qué te dijo? — le pregunté, un poco conmocionada. Segu
—¡Mira a esta desvergonzada! ¡Engañó a Nicolás con su cuñado!Esta frase fue como una bomba y todos en el funeral se quedaron atónitos, observando a la delgada mujer vestida de negro arrodillada frente al ataúd.Sentí un grupo de miradas acaloradas detrás de mí, mi corazón tembló, y los tulipanes que tenía en la mano se doblaron de repente sobre la tierra delante de mí.Esa era la flor favorita de la abuela de mi esposo, antes de morir. acomodé cuidadosamente la flor y una lágrima cayó sobre el pétalo.Sabía que a partir de ese día había perdido el único refugio que tenía en esta familia.Respiré hondo, contuve mi pena interior y lentamente me levanté, me di la vuelta y alcé la cabeza para encontrarme con los ojos oscuros de mi marido.Sólo quería explicarle, pero vi que directamente me ignoraba y caminaba hacia la fuente del rumor.Su hermana menor.—¿De qué diablos estás hablando, Michelle? —le preguntó Nicolás, apretando sus fuertes puños.—Así como me oyes, hermano. La fácil de tu
Un trueno apagó mi voz y la policía cerró la puerta en mi cara. Así que nadie pudo oírlo. Nadie más que el policía que estaba sentado frente al volante. Encendieron el auto y me llevaron a la cárcel. Lo había perdido todo. Ya no tenía nada. Esa noche me encerraron en una celda oscura y fría. Ni siquiera un pequeño abrigo para cubrir mi cuerpo como gesto amable recibí en esa noche helada de enero. Me recosté junto a los barrotes, observando el cielo oscurecido por las nubes y la tormenta que arreciaba sobre la ciudad. Fue la noche más larga de mi vida. La recuerdo con tristeza, con un terrible desazón en el estómago, con hambre, con la incertidumbre de saber qué pasaría con mi futuro, con el posible hijo que crecía en mi vientre.A la mañana siguiente, tras haberme trasladado a la cárcel de mujeres de máxima seguridad de la ciudad, para esperar a mi abogado y la sentencia que me darían por los crímenes que me acusaban, recibí la visita de mi suegra. Esmeralda era una mujer fría,