80.

El aspecto que tenía Alejandro parecía de ultratumba. Luis inmediatamente le indicó a los niños que entraran al lugar, pero varios alcanzaron a verlo ensangrentado y con los ojos abiertos. De todas formas, el grupo de niños que jugaba afuera salió corriendo al interior del orfanato mientras Luis y yo corríamos en dirección de Alejandro.

Cuando llegamos con él, el hombre se desplomó y cayó de rodillas. Intenté ayudarlo, pero Luis lo tomó por los brazos y lo levantó.

—¿Estás bien? —le preguntó, y el hombre negó.

—No, he perdido estado físico, no todas las mañanas corro 10 kilómetros por el bosque mientras hombres armados me persiguen.

—¿Qué sucedió? —le pregunté, seguramente algunos de los enemigos que él tenía. Esperé que no tuviera nada que ver conmigo, con los enemigos que tenía Elisa. Pero cuando pregunté aquello, pude ver en su rostro una preocupación que nunca había visto. Alejandro siempre había sido un hombre tranquilo, nunca demostraba emociones más allá de su felicidad o su s
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