146.

En cuanto vi la fotografía, di un paso atrás. Golpeé uno de los bancos que había en el lugar, y este cayó al suelo rodando.

— No puede ser — dije.

En la imagen, Kevin se veía golpeado, amordazado, y la sonrisa vibrante de Elisa me indicó que estaba disfrutando de aquello. Que de verdad lo estaba disfrutando. Claro que sí, era un monstruo. ¿Cómo alguien como ella no disfrutaría algo como eso?

Nicolás se puso de pie de inmediato. Tomó su teléfono y llamó. Al otro lado, un hombre contestó.

— ¿Qué pasó? Elisa lo tiene — dijo enojado. Podía ver cómo le brillaban los ojos de rabia — . ¿Cómo se desapareció de ustedes? No me importa si lo perdieron. Estoy pagando una millonada para que cuiden a las personas que me importan. No me importa si él quería estar solo. Su deber era cuidarlo. Ahora está secuestrado. No, ya no hay nada que puedan hacer. Regresen a casa. Ahora las cosas se pusieron feas.

Cortó la llamada y se volvió hacia mí.

— Te prometo que todo va a estar bien — dijo, pero yo sab
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