Lo único que podía asegurar de mi situación actual era que la seguridad del Estado no era la mejor. Seguramente, tal como ya lo habíamos sospechado en otras ocasiones, Elisa ganaba su reputación por los hechos que la habían llevado hasta donde estaba, y era eso mismo lo que la mantenía en ese estatus de intocable, con un poder absoluto. Pero nosotros ya habíamos comprobado una y otra vez que tal vez era más descuidada de lo que aparentaba, que quizás tenía menos poder del que aseguraba. Y ahora yo lo había comprobado completamente.Los hombres que custodiaban la casa eran relativamente pocos. Cuando salté de la piscina y corrí hacia el bosque, pude ver cómo apenas un par abandonaban su lugar para correr detrás de mí. Eran muy pocos, menos de los que se supone que debería tener una de las piezas más poderosas del mundo, sin importar el lugar donde estuviera escondida. Incluso nosotros contábamos con el doble de seguridad. Aun así, de reojo, vi cómo dos de los hombres venían tras de mí.
El golpe contra el agua nunca era como uno imaginaba. A bajas alturas, se entraba perfectamente; era cómodo, divertido. Pero a una altura considerable, a tanta velocidad, nuestros cuerpos chocaron contra el agua como si fuese cemento.El golpe me arrancó el aire. Cuando me sumergí en el agua, inmediatamente la corriente me arrastró. Mis pies chocaron el fondo del pequeño lago y me impulsé hacia arriba para tratar de nadar y recuperar el aliento. Cuando saqué mi cabeza, respiré profundo. Pude ver en la orilla del acantilado a los hombres de Elisa, que no sabían qué hacer. Era demasiado alto como para intentar saltar.A mi lado, Elisa emergió con un gran suspiro. Se veía asustada, sus ojos abiertos. Parecía que en serio no había esperado en ningún momento que yo hiciera tal osadía. De todas formas, comenzó a nadar hacia mí.Escuché que me dijo algo, pero no podía oírla. Tenía agua en los oídos, así que yo nadé en dirección contraria. Pero eventualmente la corriente comenzó a arrastrarno
La guadua era lo suficientemente resistente. Lo tomé con las manos temblorosas; venía con todo el cuerpo dolorido y cansado, pero tal vez era una buena oportunidad. Tal vez salvar la vida de Elizabeth quisiera cambiar de opinión. Tal vez pudiera darle otra oportunidad para que ella me diera otra oportunidad.Cuando estiré la guadua hacia ella, la madera quedó atorada completamente entre dos piedras: una de la orilla y otra a un metro de donde Elisa estaba agarrando para no caer por la corriente. Cuando sus ojos se clavaron en los míos, me miró con una extraña mezcla de emociones. Vio su salvación ahí, pendiendo de solo un salto, y pude ver el orgullo en su mirada, el orgullo que le indicaba que era yo la que le estaba salvando la vida. Seguramente prefería morir antes que yo le ayudara, y yo me quedé ahí, de pie, esperando.Tal vez era tan arrogante como para tomar esa decisión. Pero, justo como yo lo había imaginado, la vida pesaba de todas las formas posibles, y Elisa no tuvo más re
Corrí con tanta fuerza que la sangre subió a mi cabeza, me produjo un fuerte mareo. — No te muevas — me advirtió Elisa.El oso nos observó por unos segundos. Tuve la esperanza de que simplemente nos mirara con curiosidad y se marchara, pero entonces lanzó un fuerte gruñido, como si nuestra presencia lo molestara sobremanera. Seguramente así era. Seguramente nuestra presencia lo alteraba más que la suya a nosotras, pero de todas formas teníamos todas las de perder. No sabía exactamente qué era lo que tenía que hacer. En el bosque que rodeaba el orfanato no había osos y, a pesar de que la distancia que nos separaba no era mucha, nunca había tenido que toparme con una emergencia como esa. — ¿Qué hago? — le pregunté a Elisa.Según había visto en los documentales, tenía que fingir estar muerta. Eso sí, tenía que lanzarme al suelo y fingir que estaba muerta, y así el oso perdería el interés. Pero estaba tan paralizada que no pude hacer nada. En ese momento, el oso gruñó nuevamente hacia n
El oso estaba ahí nomás. Solo bastaba estirar una de sus garras y, con ella, destrozar el cuerpo de Elisa. Yo ni siquiera pude gritarle que corriera o que hiciera algo. Al parecer, era demasiado tarde. El fuerte instinto territorial del oso lo llevaba hasta el límite y nosotras no teníamos ninguna otra opción. Al menos yo había logrado cruzar, pero Elisa seguía ahí, paralizada.Y entonces, en un acto prácticamente puramente instintivo o divino, saltó hacia el frente y sus pies se posaron sobre la guadua un segundo antes de que las garras del oso le arrancaran la carne de los huesos. Comenzó a caminar hacia mí. — ¡Yo estoy bien! — mi mano se extendió hacia ella para que llegara conmigo, pero aún la separaban unos cuantos metros.El oso apoyó con fuerza una de sus manos en la guadua y la hizo temblar lo suficiente como para que Elisa perdiera el equilibrio y sus pies se deslizaran sobre la húmeda superficie. La mujer cayó sobre la guadua mientras lanzaba un fuerte grito de terror.El o
Que Elisa tuviera una motivación cambiaba las reglas del juego, porque ahora todo era diferente, ahora todo tenía más sentido. Si Elisa tenía una motivación clara, como salvar la vida de alguien, podía llegar a entender, de alguna forma retorcida, todas sus acciones.El arriesgarse al venir al país donde más enemigos tenía para hacerme pasar por su cadáver era algo que no comprendía, que me parecía aberrante y ridículo. Pero ahora, si lo pensaba detenidamente... Creo que tiene razón. Sigue siendo una locura, sigue siendo una psicópata, pero tiene un poco más de sentido.Aunque simplemente lo haga por hacerlo, Elisa ha estado muchísimos años involucrada en este mundo peligroso. Es obvio que está más que acostumbrada a tener que enfrentar los desafíos que conlleva, día a día, vivir en este tipo de organizaciones. Entonces, ¿por qué de repente querría cambiar de opinión? ¿Por qué de repente quería fingir su muerte? ¿Para qué? ¿Para estar escondida? ¿Para hacer sus fechorías con menos pro
— Ya duérmete — me dijo Elisa. Pero sinceramente no tenía absolutamente nada de ganas de dormir, a pesar de que tenía el cuerpo entumecido y me sentía cansada, realmente agotada como nunca en la vida. Pero yo la miré a sus ojos oscuros. — No tengo sueño. Duerme tú primero — le dije.Pero ella se rio. — Ya te dije que no te daré la oportunidad para que me cortes el cuello. — Entonces, ¿no vas a dormir esta noche? — le pregunté.Y ella se encogió de hombros, apartando la mirada hacia el fuego. — No es la primera noche que tendría que pasar en vela en esta vida, así que no te preocupes. — Si duérmete, yo no voy a cortarte el cuello, créeme. — Me has dado demasiados motivos para pensar que sí podrías cortarme el cuello mientras duermo.Elisa se rió. — Sí, eso es verdad — murmuró — . Es lo que hago: género de confianza. No he construido el Imperio que tengo porque la gente confíe en mí; lo he construido porque la gente me ha temido. — Pero ha tenido más viento reputación — dije. —
Fue evidente su absoluto cambio de actitud. La mujer que trataba siempre de ser fría y fuerte abrió la boca para decirme algo, pero luego la cerró. Parecía realmente conmovida. Se abrazó a sí misma y se acercó un poco al fuego, como si el frío se le hubiese metido hasta los huesos. — Probablemente así hubiera sido — dijo, con voz baja — . ¿Cómo lo adivinaste? — Fue lo primero que me pregunté después de un largo silencio. Necesito que me digas cómo lo adivinaste. — La verdad es que lo dices de una forma muy literal a como pasó. Solo lo adiviné cuando vi el oso agonizando en la barranca. Lo pensé... pensé que a veces las madres hacemos muchas cosas para proteger a nuestros hijos. Pensé en que el oso se había portado tan agresivo contra nosotros porque tenía alguien que proteger: un cachorro. Y entonces eso me hizo pensar en ti. Y entonces todo cobró un poco más de sentido. El porqué estás decidida, por qué haces todo esto. La verdad no era más que una conjetura apresurada. Pero mira,